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La cara limpia de Cuba

Fuentes: Rebelión

En el año 2008, en el estado mexicano de Veracruz, el campesino indígena Ramiro Guillen Tapia se inmoló prendiéndose fuego delante del palacio de gobierno de su región. Se sacrificó para presionar a las autoridades a solucionar un endémico conflicto agrario. Pero entonces, como tampoco en el caso de la represión contra los pobladores de […]

En el año 2008, en el estado mexicano de Veracruz, el campesino indígena Ramiro Guillen Tapia se inmoló prendiéndose fuego delante del palacio de gobierno de su región. Se sacrificó para presionar a las autoridades a solucionar un endémico conflicto agrario. Pero entonces, como tampoco en el caso de la represión contra los pobladores de San Salvador Atenco en 2006, no se escucharon las voces indignadas y condenatorias del Parlamento Europeo ni de los medios españoles, ahora tan histriónicamente conmovidos por el trato de Cuba a opositores financiados con presupuestos millonarios por Estados Unidos y algunos partidos y fundaciones europeas. Una injerencia en los asuntos cubanos que ni los mismos que la patrocinan tolerarían si eso mismo ocurriera en sus países.

Hay que reconocer que la muerte del reo cubano Orlando Zapata Tamayo fue desafortunada y lamentable, pero no justifica el revuelo y el dramatismo maniqueo de las transnacionales españolas de la información. Como es costumbre, su estridencia utiliza la circunstancia para desinformar y ensañarse contra Cuba y presentarla -sin matiz ni contexto- como el peor campo de exterminio humano del mundo, y como el lugar más siniestro para la libertad y los derechos humanos. Por supuesto, haciendo punto ciego para solapar los irrespetos cotidianos hacia derechos fundamentales en los mismos países europeos y sus inmediaciones.

Esta nueva escalada desinformativa magnifica y distorsiona las circunstancias alrededor de una muerte por huelga de hambre en Cuba; donde también, aunque para reconocer esto se necesita integridad, hubo negligencias que pudieron evitarla por parte de quienes ahora utilizan el fallecimiento como arma política para desacreditar a la revolución. Lo paradójico es que estos defensores de las libertades y los derechos humanos no condenan con igual vehemencia y escándalo las muertes de civiles provocadas por la guerra de Estados Unidos y sus aliados en Afganistán. Tampoco muestran mayor sensibilidad ante las violaciones de los derechos humanos en Irak o los crímenes del Estado de Israel contra la población palestina. La mirada se les nubla y su escritura enmudece cuando se trata de condenar la recién descubierta fosa clandestina de los asesinados por el paramilitarismo en Colombia, donde se presume la complicidad del actual presidente.

Los editorialistas de El País, de ordinario arrogantes y apodícticos en su aparente saber sobre América Latina, no fustigan con igual estrépito la falta de respero al derecho de disentir de los militantes y dirigentes de la resistencia en Honduras, algunos de ellos asesinados en circunstancias extrañas difíciles de relacionar con la delincuencia común en aquel país. Incluso no hubo reacciones enardecidas ni las estrellas de la derecha firmaron encendidos manifiestos cuando en 2008 un grupo de fiscales, jueces, maestros y religiosos se declararon en huelga de hambre para exigir la remoción de sus puestos de quienes obstaculizaban las investigaciones sobre casos graves de corrupción. Entre ellos Roberto Micheletti, entonces presidente del Congreso, y numerosos diputados y un par de fiscales, los mismos que luego serían los rostros visibles del golpe de Estado.

Quienes ahora acusan a Cuba lo hacen con abstracción intencional del contexto de confrontación y acoso permanente de sucesivos gobiernos estadounidenses, que han intentado durante décadas aniquilar a la revolución, echando mano para ello de todos los medios a su disposición, incluidos las tentativas de crímenes políticos contra sus dirigentes, el bloqueo económico y los ataques terroristas de toda índole. Lo cual no es un ardid propagandístico sino que es reconocido, y hasta presumido, en Las joyas de la familia, los documentos desclasificados de la CIA, en donde la promoción de la justicia social en América Latina se califica como un peligro para los intereses y la seguridad de la gran potencia, absolutos en cuyo nombre fueron asesinados un obispo, varios sacerdotes y miles de civiles durante los años 80 en Centroamérica. Ahora también se sabe que los servicios de inteligencia estadounidenses conocían la conspiración que culminó con la masacre en El Salvador de los seis sacerdotes jesuitas y dos humildes mujeres. 

Siempre llama la atención cómo se magnifican hasta el infinito las dificultades económicas del sistema cubano, cuando en el contexto de la crisis financiera mundial, hay otros países con cuadros todavía peores en desempleo, seguridad social e imposibilidad para garantizar a la mayoría de su población lo mínimo básico en términos de alimentación, salud y educación. Sin embargo, las élites informativas en España y Europa no reconocen ni mínimamente los esfuerzos del gobierno cubano, que con todas sus imperfecciones y limitaciones ha logrado cubrir las necesidades básicas de toda su población. Ello pese al duro invierno de la economía mundial, a las restricciones impuestas por el bloqueo económico y a los dos potentes huracanes de 2008, que dejaron cuantiosas pérdidas materiales y apenas un par de muertes. En otros países desastres naturales de menor potencia ocasionan una mortandad de proporciones apocalípticas y agravan las carencias crónicas de quienes sobreviven

Y con todo lo anterior, a Cuba todavía le sobra generosidad para becar completamente a miles de jóvenes de todas partes del mundo, incluidos de Estados Unidos, para estudiar en la Escuela Latinoamericana de Ciencias Médicas. Una oportunidad de estudios superiores en medicina que de otra manera estos jóvenes no tendrían en sus países de nacimiento, descritos como más democráticos. Pero de esto no se hace eco ninguno de los reportajes de la prensa que en la actual campaña desinformativa sólo amplifica hasta la desproporción y lo repugnante los problemas internos del pueblo cubano.

El sistema de gobierno cubano no es perfecto, tampoco es el peor de los países posibles. Como todas las naciones de este tiempo, Cuba arrastra también sus propias contradicciones, que desde dentro y a su manera los ciudadanos y autoridades están intentando resolver, en condiciones difíciles por cuanto el asedio exterior continúa sin tregua en lo esencial. La información sobre lo que sucede dentro de la isla tendría que ser más a tono con los matices y contextos de varios colores que tiene su realidad. Pero la codificación de los medios de masas como El País y similares en España no está sujeta a la verdad, sino más a la información y la desinformación. Ello porque en realidad no son medios independientes y objetivos como tanto gustan alardear, sino dependientes de poderosos intereses económicos, al final el comité de censura que decide a quien se bendice y a quien se condena, qué se pública y qué se esconde por inconveniente a esos intereses.

Ensañarse informativamente contra Cuba, como a diario lo vienen haciendo estos medios trasnacionales, es una afrenta contra la más elemental voluntad de honradez a la hora de llamar por su nombre a cuanto sucede dentro de la mayor de las Antillas. Por otra parte, no es casualidad que los detractores de la revolución más radicales e intolerantes hallen a su par en España, donde todavía sobreviven estructuras del franquismo en algunas facciones del conservador Partido Popular, algunos de cuyos más simbólicos dirigentes han dado muestra pública de su desprecio y escaso talante democrático al proferir insultos y no argumentos contra quienes denuncian su doble moral política o contra aquellos ciudadanos españoles, como el actor Guillermo Toledo o el cantante Miguel Bosé, que se expresaron con más moderación y buscan tender puentes para dialogar las diferencias, haciendo notar que antes de señalar la paja ajena, observen primero las propias.

Hace poco, Ángeles Mastretta, reconocida escritora mexicana, también se sumó a la campaña contra el gobierno cubano desde su blog en El País. En uno de sus comentarios cae en el lugar común de descalificar a Fidel y a Raúl Castro aduciendo que «se han ido volviendo locos desde hace mucho tiempo»; también se compadece «de quienes crecieron creyendo en su revolución y luego tuvieron que huir porque el acoso era tal, que por ejemplo, a Eliseo Alberto le pidieron que espiara a su propia familia. Un espanto». Lo escribe quien En ninguna eternidad como la mía dejó establecido que «la vida valdrá la pena mientras haya en el mundo seres capaces de hacer magia cuando profesan una pasión». Además compara lo incomparable, a Cuba con el México de Porfirio Díaz y la España de Franco. Lo extraño de sus observaciones es que en ningún lugar hace el matiz de cómo todos los gobiernos de Estados Unidos desde 1959, junto con el ala más fanática del exilio cubano en Miami de raigambre batistiana, ha contribuido con esmerado y tenaz denuedo a propiciar esas situaciones de espanto, al sitiar a Cuba por todos sus flancos, incluso rendir a su revolución por hambre, sin ninguna consideración humana para con los derechos humanos de ese pueblo. La realidad es mucho más grande y complicada que el hueco en la arena donde muchos aun con talento quieren contener la compleja trama de que está hecho el asunto cubano, que presupone atender a ese otro lado que siempre omiten.

De Cuba se puede decir lo mismo que Pablo Neruda escribió en sus memorias al referirse a Rafael Alberti: que de todos «estos episodios saldrá con la cara lavada y una sonrisa de arroz», para contrariedad de quienes llevan décadas escupiéndola con sus injurias y verdades a medias, que también son mentiras.

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*El autor es licenciado en Filosofía y candidato a maestro en comunicación por la Universidad Iberoamericana Ciudad de México

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.