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La ciencia va al surco en Villa Clara

Fuentes: Juventud Rebelde

El garbanzo, un cultivo que hasta hace unos años era de escasa presencia en las tierras cubanas y poco conocido hasta por los mismos campesinos, es cosechado hoy en algunas zonas de Villa Clara con un rendimiento de 1,7 toneladas por hectárea. De igual forma, la siembra de una variedad de frijol caupí ha permitido […]

El garbanzo, un cultivo que hasta hace unos años era de escasa presencia en las tierras cubanas y poco conocido hasta por los mismos campesinos, es cosechado hoy en algunas zonas de Villa Clara con un rendimiento de 1,7 toneladas por hectárea.

De igual forma, la siembra de una variedad de frijol caupí ha permitido obtener hasta 150 libras del demandado producto en un cordel, con promedios comprendidos de 1,5 a 2,0 toneladas por hectárea, en dependencia de las condiciones de cultivo.

Así explicó la ingeniera Omayda Cruz Montesino, al frente de Relaciones Internacionales y Proyectos de Colaboración de la ANAP provincial, quien atribuye buena parte de esos éxitos al vínculo de una de las más prestigiosas instituciones de la comunidad científica villaclareña con el campesinado del territorio.

Cerca de 16 estructuras productivas de esta provincia, entre CPA y CCS, durante poco más de un lustro han intercambiado experiencias y compartido algunas de sus inquietudes con el Centro de Investigaciones Agropecuarias de la Universidad Central de Las Villas, gracias a un proyecto nacional sobre Innovación Agropecuaria Local (PIAL), que ha permitido socializar muchos resultados.

El programa, coordinado por el Instituto Nacional de Ciencias Agrícolas (INCA) y puesto en marcha con financiamiento de la Agencia Suiza Para la Cooperación y el Desarrollo y la Agencia Canadiense Para el Desarrollo Internacional, busca potenciar la invención de los campesinos, mejorar la diversidad de cultivos y como consecuencia propiciar mejores rendimientos y mayores volúmenes de producción.

Entre las principales estrategias desarrolladas como parte del proyecto, el doctor Luis Antonio Barranco Olivera, coordinador del PIAL en Villa Clara, destacó la realización de ferias de biodiversidad y la creación de escuelas para agricultores, iniciativas en las que se pone el conocimiento a la mano de quienes labran la tierra.

«Los mismos campesinos son los que eligen y siembran las semillas que les llevamos. A cada variedad la identificamos con un número, sin su nombre. Y el día de las ferias se presentan todas las variedades en estado de madurez, todas de un solo cultivo. En ese momento cada productor escoge los cinco tipos que más le gustan, de los que posteriormente nosotros le entregamos una cantidad pequeña para que experimente y la incorpore a sus producciones.

«Para nosotros resulta esencial conocer cuáles y qué criterios tienen en cuenta para la selección, pues eso nos orienta y auxilia mucho en nuestra labor investigativa. Igual resultan las escuelas para agricultores, práctica similar a las ferias, pero donde se llevan y se exponen variedades de más de un cultivo al mismo tiempo.

«Que el campesino innove, busque soluciones, experimente, vierta algunas de sus necesidades o insista en mostrarnos lo que ha obtenido en su finca, es algo que por sí solo da fuerza y enriquece la razón de ser del proyecto».

Tanto las escuelas como las ferias, explica Barranco Olivera, incluyen actividades sistemáticas de capacitación a los productores, en las que son frecuentes las explicaciones, las preguntas, las frases de asombro y en algunos casos hasta expresiones de escepticismo, lo que muchas veces va cambiando mientras el vínculo avanza.

«Hay que ser muy respetuosos con los campesinos. Uno debe acercarse con modestia a ese conocimiento intuitivo que ellos poseen y que tanto vale también para investigadores y estudiantes universitarios. Más bien uno necesita negociar con ellos y tratar de convencerlos, pero mostrándoles el resultado en las propias condiciones de su finca».

Y es que para los hombres de la tierra, «vista hace fe». Por ello no resulta casual que variedades de frijol, sorgo, soya, maíz y garbanzo, resalten a los ojos de cualquiera en algunos campos villaclareños, por la gestión de un centro que no engaveta sus investigaciones; más bien las ventila a favor de todos mientras se proyecta de cara al surco.

Fuente: http://www.juventudrebelde.cu/cuba/2010-06-09/la-ciencia-va-al-surco-en-villa-clara/