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La contradicción principal

Fuentes: Rebelión

Si un extraterráqueo o, digamos más humildemente, alguien ajeno a la Argentina y a lo argentino, se informara de la situación actual del país a través de los circuitos mediáticos, sin duda captaría una contradicción principal, por no decir única y exclusiva: la que enfrenta al gobierno K en general y a la reina Kristina […]


Si un extraterráqueo o, digamos más humildemente, alguien ajeno a la Argentina y a lo argentino, se informara de la situación actual del país a través de los circuitos mediáticos, sin duda captaría una contradicción principal, por no decir única y exclusiva: la que enfrenta al gobierno K en general y a la reina Kristina en particular con quienes resisten la aplicación de una «ley de medios» que postula restringir rasgos monopólicos en la información, ley ya aprobada que perjudica con nombre y apellido al pulpo mediático Clarín, un emporio de abrumadoras proporciones y considerable anclaje en el imaginario social argentino.

El gobierno K es también enfrentado por otros referentes de la prensa «seria», tipo La Nación, expresión por excelencia de la Argentina blanca y liberal del siglo XIX, del roquismo, de la Argentina oligárquica del Centenario, o tipo Perfil, que expresa o procura expresar otra Argentina, blanca pero modernosa, tipo siglo XXI (porque es una pizca apresurado andar ya representando el siglo XXII, con tanta modernosidad como rezuma su vertebrador, Jorge Fontevecchia); una Argentina esta última ya no católica sino laica, una Argentina ya no sarmientina sino directamente matrizada en el american way of death (porque la cultura dominante de EE.UU. ha ido abandonando lentamente su estilo de vida –american way of life−, o al menos ha ido sincerando su realidad con los ajenos, para quienes más que vida es muerte… literal, física, real): me remito a la aceptación mediática de los drones invadiendo países y asesinando «disidentes», «discrepan-tes» o «resistentes»; a los asesinatos «selectivos» (más bien colectivos) discutidos a nivel legisla-tivo y ejecutivo en EE.UU. y en Israel; la tortura asumida; la «guerra preventiva», como si el mero adjetivo convirtiera la política de agresión tan criticada de los nazis en algo ahora santificable…

El ajeno vería los despliegues tipo 8N, las misteriosas conjunciones sindicales por un lado, y por el otro, las múltiples movidas kirchneristas, con el despliegue de su prensa adicta, que no cuenta tal vez con la prosapia de la mencionada «prensa seria» que repasamos, pero que de todos modos incide considerablemente, por el peso intelectual de sus partidarios; pienso particularmente en Página12, pero también en Sur, Tiempo Argentino y algunos otros matutinos. Y, sobre todo, en Carta Abierta, el mayor nucleamiento intelectual del país presente.

En los circuitos radiales, el peso K se hace sentir todavía más, me parece, que entre los cotidianos escritos.

Y consiguientemente, aquel ajeno curioso estaría propenso a pensar que entre estos dos contendientes se juegan las «de a peso».

ANALICEMOS DIFERENCIAS

¿Cuáles son las diferencias para tamaño enfrentamiento?

La política de reparto a los pobres, el aumento de los sueldos más sumergidos, medidas contra las cuales resulta incómodo expresarse críticamente (con lo cual aumenta la bronca genérica de la «Argentina incluida» a «esa yegua», p. ej.).

Con sinceridad digna de mejor causa la reina Kristina ha preguntado en voz alta acerca del motivo de tanta bronca de algunos empresarios ante el gobierno K, si nunca han tenido tasas tan altas de ganancia…

Una pregunta lógica.

El gobierno ha dado y está dando todo el tiempo señales de esa buena letra, hacia un capitalismo digamos nacional y popular. Aunque al mismo tiempo, un estilo autócrata, que, por ejemplo ha secado la plaza de dólares con la bandera de combatir a «los ricos», que ha dejado el tendal entre los extranjeros que contaban con enviar 200 dólares mensuales a sus terruños. El estilo que defino como autócrata llega a ser indigesto y abusivo con la computarización forzosa.i

BONDADES CAPITALISTAS

Con descaro oportunista, la reina Kristina también ha dicho porqué ahora el gobierno defiende el pago de las patentes, que otrora ignoraba y escabullía. Porque ahora tiene patentes propias, y «corresponde» defenderse defendiéndolas… Acerca de si tiene sentido patentar seres vivos, que es la gran cuestión previa, ni una palabra.

¿Qué significa esta asimilación entre la cosa inerte (apropiable) y los seres vivos? En rigor, es el tratamiento de lo vivo como igualmente administrable que lo inanimado.

ALEGRE TRANSNACIONALIZACIÓN

El gobierno está haciendo todas las señales y dando todos los pasos para ir entregando el país a los grandes consorcios transnacionales (aunque generalmente originarios del Primer Mundo en general y de EE.UU. en particular): la agroindustria (ya no agricultura, desaparecida o en tránsito a ello) a Monsanto; los alimentos, o al menos las cadenas alimentarias (que nos proveerán de alimentos o sus símiles), a Wal-Mart; los subsuelos, previamente provincializados para facilitar la abdicación de soberanía, a las grandes empresas mineras de origen canadiense, estadounidense o australiano; las redes de comunicación del subcontinente a IIIRSA (en este caso en alianza con unos cuantos otros gobiernos conservadores y progresistas sudamericanos).

La era K ha mantenido, las pautas de ingreso al capitalismo más tecnificado y moderno que inaugurara un jurisconsulto de alto vuelo, el doctorado Carlos Menem: ingeniería genética (rebautizada por razones de Public Relations, como biotecnología, pese a que no son sinónimos), que permite sustituir el campesinado y sus saberes por prescripciones de laboratorio; a la vez el ingreso raudo al mundo de los laboratorios como garantía de salud, de alimentación, cuando en tantas otras partes del planeta, observamos que los laboratorios son parte creciente de los problemas y no tanto de las soluciones. Otro ingreso mayúsculo a la modernidad capitalista ha sido también iniciado con el menemato y se ha ido instrumentando cada vez durante la era K: la minería quimiquizada.

Esta minería, a gran escala, con enormes insumos de energía y agua, tiene un rasgo altamente diferencial respecto de la agroindustria basada en soja, maíz y otros cultivos industriales: no deja un céntimo a la economía nacional: tiene los rasgos de verdaderas economías de enclave, en las que todo el beneficio les pertenece a las empresas metropolitanas que extraen el producto.

¿Cómo explicar semejante sangría, y sobre todo, su aceptación, incluso alegremente asumida por el gobierno nacional? Por tratarse de trámites provinciales, habría que preguntar en las gobernaciones respectivas los motivos para arribar a tan escandalosos contratos de explotación, pero lo cierto es que, por hache o por be, algunas provincias se han inclinado a ser llamativamente receptivas a la explotación con ingredientes químicos, con regalías ridículas, en tanto otras, por la presión de los habitantes inevitablemente comprometidos, han desechado semejante modernización.

Lo que hace el gobierno K es cuidar amorosamente su relación con los gobernadores que han decidido la entrega de «sus» subsuelos.

Otro ejemplo de ese desarrollo tecnológico furibundo de matriz dura es el papel que se le ha atribuido a la nueva YPF, estatizada.

La producción de petróleo en la Argentina ha disminuido. Hay quienes sostienen que se trata de una expresión del agotamiento progresivo de ese fósil, dentro del cual lo que pasa en Argentina no es sino expresión del agotamiento planetario; hay quienes sostienen que se trata de la pésima política que YPF, y particularmente YPF-Repsol, llevó adelante descuidando la prospección, la exploración y por consiguiente dañando la explotación.

Como dando la razón a los primeros, el YPF renovado, estatizado, kirchnerizado, con el nuevo titular, el ingeniero Miguel Galuccio, apuesta al shale gas; no tenemos casi ni su denominación en castellano… gas de esquisto, expresión tan ajena o más que shale

La extracción de un combustible de mucha menor capacidad energética que el petróleo tradicional, mediante el recurso de sembrar el subsuelo de terremotos antropogénicos es una apuesta más a las soluciones tecnocientíficas por excelencia, al estilo de la ingeniería genética rediseñando las semillas, de la energía nuclear creando residuos que resultan activos, peligrosos y tóxicos durante milenios, de la minería quimiquizada que deja el tendal en los territorios que reconfigura con montañas de escombro y diques de cola, una garantía, estos últimos, de contaminación ambiental a medio plazo y de pérdida brutal de calidad del agua de toda la región.

Lo mismo tenemos que decir de la producción de «biocombustibles» compitiendo con cultivos alimentarios (hay que distinguir biocombustibles como la alconafta proveniente del bagazo de la caña de azúcar, de la cual Brasil ha sido pionero mundial, que es un desecho de un cultivo al cual ya se le ha extraído lo que el hombre necesita como alimento).ii

LA MODERNIDAD AL PALO….

Si repasamos todos los pasos emprendidos por el gobierno desde 2003; ingeniería genética, energía nuclear, gas de esquisto, minería con explosivos y uso ingente de agua, ¿qué diferencia podríamos notar si el gobierno del país fuera conservador, liberal, occidentalista, ligadísimo al comercio y a la banca mundiales?

Lo único que creo percibir es que esta última eventualidad −tan lejana como parece hoy en Argentina− procuraría cerrar el grifo «a los pobres», restringiría «ayudas familiares», jubilaciones sin ahorro previo (todo ello acercando el país a un polvorín, puesto que los destrozos de los tejidos sociales provocados por la dictadura militar, sobre todo de 1976, y el menemato, son tan pero tan inmensos que la no atención del empobrecimiento de amplios sectores poblacionales no auguraría sino un polvorín).

Porque lo que ha hecho «la era K» no es sino repetir inteligentemente el distribucionismo del primer peronismo, que también se aprovechó de una coyuntura increíblemente favorable para repartir viviendas, puestos de trabajo, o al menos sueldos, máquinas de coser, bicicletas, colchones, pelotas… como en la actualidad se ha hecho con la sojización del país.

Pero ni el peronismo de la primera época ni el actual, con todas las diferencias que genera medio siglo, además, han proclamado la igualdad de derechos entre seres humanos como algo deseable, ni terminar con la irritante diferencia entre pobres y ricos (que en los últimos siglos siempre es entre empobrecidos y enriquecidos), ni el respeto a los verdaderamente más pobres.

Eso lo mostró el primer peronismo, con Juan Perón al frente, destrozando las expectati-vas de reforma agraria de originarios kollas del norte jujeño (Abra Pampa, 1946) y ahogando, o dejando ahogar a sangre y fuego, mediante matanzas colectivas, reclamos mínimos de condiciones dignas de vida y trabajo de otros originarios, pilagás, también en el norte, en Chaco (Rincón Bomba, 1947).

Eso lo muestra el desarrollo de la burocracia sindical actual de muy diversos peronismos. Y el mismo gobierno, cuando su ministro de Trabajo, Carlos Tomada, invoca con orgullo un nuevo estatuto para peones rurales, pero ignora la contaminación generalizada a que están sometidos esos peones rurales y sus familiares en buena parte del territorio argentino.

De más está decir que el capitalismo oligárquico jamás ha atendido ni la contaminación ni la salud «del pobrerío». Pero del sindicato, la UATRE, tan peronista, tampoco ha venido esa atención, por más que tengan algún departamento sanitario de atención a los envenenamientos, que no parece trascender la particularidad del caso aislado.

En resumen, percibo diferencias entre el capitalismo oligárquico y el populista, diferencias que pueden llegar a ser sustanciales,iii puesto que a la modalidad oligárquica no parece importarle el deterioro de las mayorías y al populismo, en cambio, parece interesarle que «el pobrerío» mejore siquiera mínimamente sus posibilidades de vida, de sobrevida, sanitarias, educacionales…

Esto lleva a los referentes tipo Carta Abierta a establecer grandes diferencias, sustanciales, entre ambas variantes capitalistas. Una intelectual como Chantal Mouffe,iv en un reportaje reciente incursiona en Argentina. Y nos puede venir bien como ejemplo, por su ajenidad relativa, precisamente puesto que es politóloga francesa (casada con un argentino residente en Francia aunque asiduo asistente al gobierno K; Ernesto Laclau).

Nos aclara que: «Hay que aceptar que va a haber distintas formas de democracia, que corresponden a su adscripción en distintos contextos históricos […]», algo totalmente comprensible y lógico. Luego, demostrando su raigambre europea, nos exhorta a «pluralizar la idea de Occidente, aceptar variaciones en su interior y hablar de Occidentes.[…]. Aunque, uno desde la América hispano-indo-afro-latinoamericana bien podría preguntarse porque reducirnos a Occidente, aunque sean varios.

Mouffe entonces entra a dilucidar acentos de los distintos gobiernos, de la América sureña y de Europa: «los gobiernos latinoamericanos, que han puesto al elemento democrático como elemento principal. El elemento liberal no ha sido eliminado, pero está subordinado. […].» Sigue hablando de rasgos intelectualmente enriquecedores aunque ajenos a toda práctica política, a toda referencia histórica.

El periodista que la entrevista, Javier Lorca, incursiona finalmente en un punto delicado y clave en el entorno del poder actual; la reelección o la re-re. Y aquí sí Mouffe, que hasta ahora ha hecho disquisiciones más abstractas que concretas, más atenidas a formas que a políticas, revela porqué no ha necesitado incursionar en cuestiones tan graves como la concentración empresarial, la heteronomía social cada vez más dominante, el control desde las multinacionales con el apoyo aceitado de los gobiernos, la contaminación cada vez más rampante e impune.

Mouffe nos dice:

Claro que, idealmente, es mejor cuando no hay una sola persona de la que depende un proyecto, porque eso siempre es muy peligroso. No es lo ideal. Pero cuando ése es el caso, no veo por qué no puede admitirse la reelección de esa persona. Idealmente, hay que crear las condiciones donde haya varias personas identificadas con un proyecto. Pero, cuando eso no ocurre, sería absurdo poner en riesgo un proyecto. […]. En concreto, quedémonos con Cristina. Es decir, con «el proyecto». Que no le merece la menor consideración. El proyecto K queda así naturalizado desde «autoridades intelectuales». Y el coro mediático correspondiente, claro.

Algo que, por otra parte, se engarza con la visión poco menos que paradisíaca que tiene Mouffe de la sociedad o al menos de los elencos que la controlan. Entiende que cada vez hay menos una relación antagónica, amigo-enemigo, y que el conflicto, por ejemplo en Argentina se está dando bajo la forma del agonismo, que es sólo una relación entre adversarios. Envidiable optimismo. Ante la contaminación de la población rural anónima, ante el despojo sistemático de los pequeños campesinos y del proletariado rural, ante las condiciones pavorosas de existencia de los fumigados y los intoxicados, Mouffe ve únicamente una relación cada vez menos dramática, ya no antagónica, sólo agónica.

Aquel abismo creciente que registran tantos informes y estadísticas de la humanidad presente, entre enriquecidos y empobrecidos, entre dolarizados y fumigados; entre obesos y hambrientos, entre enfermados y sistemas sanitarios que se aferran al modelo de los monos sabios, parecen tenerla sin cuidado. Me pregunto cómo percibe la agonía, no antagónica, entre israelíes y palestinos, entre estadounidenses y haitianos, entre subsaharianos o sirios o libaneses y franceses o ingleses…v

¿CAPITALISMO vs. CAPITALISMO O CAPITAL vs. POBLACIÓN?

Si confrontamos estas dos modalidades de capitalismo ante los recursos naturales, ante la biosfera, ante la pérdida de biodiversidad, ante la contaminación generalizada, entendemos que el abismo que parecía diferenciarlas se achica significativamente.

Y la verdadera diferencia, el abismo se abre entre quienes quieren seguir explotando el planeta como se encaró hace un siglo, dos siglos, tres siglos, siempre incrementando la huella ecológica en el planeta, siempre apelando a un pagadiós, y quienes consideramos que ese estilo no da más, que hace rato no da más. Que el capitalismo ha ingresado hace tiempo a un estadio biocida y necrófilo. vi

Una de cuyas características, al parecer medular, es «no dar un paso atrás ni para tomar impulso». Los cada vez más incisivos desarrollos tecnocientíficos, promovidos por las políticas empresariales o militares, jamás por las organizaciones sociales o las representaciones políticas, han generado conflictos sin cuento. Pero ante cada dificultad, traspié, o revolcón, el emporio tecnocientífico proclama un correctivo, una nueva solución; jamás un cuestionamiento, una suspensión, una marcha atrás.

Un solo ejemplo: el diseño de cubículos estrechísimos para cría de pollos generó hace unos años en un establecimeinto «industrial» en EE.UU. un problemita: los pollos, encerrados, con un ventanuco por el cual sacar el pescuezo para comer grano, terminaban enfrascados en feroces picotazos con su vecino, con el resultado de que cada vez más morían en lugar de alimentarse… peligro para los dividendos. ¿Revisar que la falta de movimientos genera estrés? ¿Que el encierro aumenta la tensión? ¿Qué la calidad de vida de esos pollos había prácticamente desaparecido convertidos en mera carne de mercado? De ninguna manera. Buscaron, claro, soluciones, pero «hacia adelante»: cortar los picos de tal manera que pudieran recoger el grano pero no malherirse mutuamente. Los pollos se siguieron agrediendo, pero sin consecuencias en los porcentajes de ganancias (salvo el costo marginal del nuevo paso en el proceso industrial de proceder a los cortes de pico, pero ya sabemos que la mano de obra es factor irrelevante de costos).

Esta actitud es la que explica cómo han aumentado en progresión geométrica los proble-mas generados con desechos industriales o domiciliarios, los de contaminación de campos y acuíferos, los de las enfermedades generadas por medicamentos, el calentamiento global y el aumento de dióxido de carbono en la atmósfera terrestre en crecimiento constante desde hace ya justo dos siglos (desde 1812 se registra la proporción de CO2 en la atmósfera).

GEOINGENIERÍA: UN NUEVO PASO… ¿DE AVANCE O AL PRECIPICIO?

En los últimos tiempos este rasgo presenta una mucho más ominosa potencialidad. Dado que los medios tecnocientíficos han ido aumentando su capacidad operativa y su potencial incidencia en la naturaleza, lo que permite abordar ahora la extracción de algunos materiales antes inaccesibles, u obtener, por ejemplo, un nivel de extracción pesquera tan, pero tan alto que se puede vaciar el mar (algo que además se ha ido haciendo y hasta ahora trasladando tan «eficientes» máquinas a otros mares… el asunto va a ser dónde va a haber pesca luego de haber esquilmado a todo el mar oceáno…), los emporios tecnocientíficos consiguen cada vez más jugosos fondos para jugar a… la geoingeniería, la máxima expresión del principio de no revisar nunca un paso dado; sólo dar un nuevo paso, presuponiendo que el aparato tecnocientífico es parte primordial de la solución y no del problema. Como señala Naomi Klein («No hackeen el planeta», Ñ, Buenos Aires, 17.11.2012), comentando el proyecto de «fertilizar» el mar con hierro, para incrementar el crecimiento de algas y que entonces las algas secuestren CO2 como forma de combatir el calentamiento global: «Los riesgos son enormes. La fertilización de los mares podría crear zonas muertas y mareas tóxicas.» Y nos advierte: «Una vez que empecemos a interferir de forma deliberada en los sistemas climáticos de la Tierra -ya sea oscureciendo el sol o fertilizando los mares- todos los acontecimientos naturales quizás comiencen a adquirir un tinte sobrenatural.[…] Interferir activamente en los complejos e impredecibles sistemas naturales que sostienen la vida en la Tierra con enormes posibilidades de que se produzcan consecuencias no buscadas.» Destaco lo absolutamente insoslayable: el carácter impredecible de los sistemas naturales. Que nos tendría que llevar a rechazar de plano todo narcicístico proyecto geoingenieril…

¿QUÉ HACER ANTE EL CONSUMISMO COMPULSIVO?

No bien nos hacemos conscientes de la inviabilidad de este estilo -el consumismo compulsivo− que caracteriza al «mercado mundial» y al parecer engloba a todos o casi todos los regímenes existentes (aunque con muy disímil intensidad), incluido «con honores presidenciales» el argentino actual (¡ni pensar a qué extremos llegaría «la oposición»!), nos damos cuenta en primer lugar que la crisis ambiental, generalizándose, pone en jaque hasta la economía capitalista propiamente dicha; incluso para los intereses crematísticos el camino está resultando insensato y suicida.

Pero, lo más arduo, políticamente hablando, es que el enfrentamiento con los privilegios repercute de otro modo. Porque no se trata de reducir el consumo de los reducidos, los inermes. A éstos se los ha vulnerado reiteradamente «para salvar el sistema»,»el estado», «la patria»,etcétera.

En el estado actual de situación planetaria, reducir a los reducidos es absolutamente irrelevante. Porque lo que realmente pesa es la huella de los privilegiados, aunque sean muchísimos menos.

A MODO DE IMAGEN, UNA FÓRMULA DECRECIMIENTISTA

El «primer» quintil de la población mundial consume el 85% de los bienes planetarios: ése es el verdadero lastre del barquichuelo planetario.

Los decrecimientistas, que han ido surgiendo un poco en todas partes, aunque hayan comenzado como una instrospección primermundiana (lo cual tiene su lógica) proponen un cambio que ilustran gráficamente pasando de la copa de champaña (una copa de champaña sin pie) al vaso de agua. El cambio es, sencillamente: consumir menos, bastante menos.

Ambos envases, copa y vaso, son divididos en quintas partes mediante cortes transversales. Y con ello se representa quintiles de humanidad. En la copa de champaña, los cuatro quintiles «inferiores» cubren apenas el tramo de vidrio en que se apoya la copa y apenas el segundo quintil alcanza el fondo de la copa. El quintil primero o «superior» se queda con el 85% de los ingresos, casi toda la copa. Los otros van aproximadamente al 9 %, al 4 %, al 1,5% al 0,5%…

El modelo del «vaso del agua», dispone de quintiles con 12, 11, 10, 9 y 8%. Con lo cual el consumo global bajaría a la mitad (100 a 50). Reduciendo a la mitad la huella ecológica que la humanidad está imprimiendo hoy al planeta, por ejemplo en gastos y consumos. No es solución ni equilibrio, pero bajaría al menos la presión enorme con que hoy estamos cargando al planeta.

Observemos que al mismo tiempo, el 80% de la población mundial aumentaría las dispo-nibilidades, algunos en tenue medida, pero los sectores actualmente más sumergidos, de modo sustancial (de alrededor del 1% a 8%, octuplicando ingresos de los quintiles más despojados).

Pero el hueso duro por desollar es cómo encarar que quienes disfrutan, hoy del 85 % de los bienes planetarios se resignen a disponer del 12 %, es decir prácticamente reducir sus consumos a un séptimo… que por cada setecientos pesos que consumen hoy, se limiten a consumir cien… o, mejor dicho, que por cada siete mil, apenas mil. Porque para capas privilegiadas los cientos de pesos argentinos ni cuentan…

El diseño ilustra la situación planetaria actual, las diferencias abismales de perspectivas de vida, en este caso humana.

Dejémosle a la filósofa Chantal Mouffe que nos explique cómo se dulcifica la vida en tanto se ahonda el abismo entre los que toman el champaña y los que ni agua tienen.

Lo que queda claro es que bajar-el-consumo trata de modificaciones en el tren de vida, en el estilo del consumo cotidiano. Lo que se dice, una revolución

El asunto que entiendo principal es el papel del quintil superior, para seguir con el diseño decrecimientista.

Tales capas de la humanidad, presentes en todas las sociedades, en todos los estados (aunque en muy diferentes proporciones) están acostumbradas (¿estamos?; el autor de estas líneas probablemente esté en el primer quintil o, seguro, en el segundo) a «vivir bien» y a costillas del resto, lo tienen naturalizado, pero además (por las dudas) tienen los medios para asegurarse esa naturalidad cotidiana. Los medios culturales y mediáticos, los jurídicos, los políticos y los bien materiales; económicos y militares.

Porque, con cierta lógica, aunque atroz, ningún político va a ser tan «estúpido» como para anunciar deficiencias futuras por más certeras que se presenten, si no las va a tener que afrontar. Por ejemplo, la contaminación de los campos, del agua o de los alimentos son procesos perniciosos que ahora estamos sufriendo, pero que bajo control suelen tener efectos a mediano o largo plazo, nunca a corto plazo, o de inmediato (salvo con un zafarrancho de brutalidades, como cuando alguien fumiga sin observar los días de carencia y la gente ingiere comida «recargada» y muere como moscas).

Todo político sustenta su prédica, aunque no lo diga, en la máxima «Después de mí el diluvio«. Para tales menesteres, para evitar hablar de incómodos futuros, tenemos a los periodistas del eterno presente; entre nosotros, en la Argentina actual a Víctor Hugo Morales por el gobierno, a Jorge Lanata por el grupo Clarín.

QUÉ TENEMOS POR DELANTE

Lo que vemos como disyuntiva es que o la humanidad, o los sectores de humanidad, que no soportan ni aceptan seguir contaminando y contaminándose, le aplican el freno a la «locomotora del progreso» como ya hace décadas lo planteara lúcidamente Walter Benjamin (tesis de la historia), o el proceso de tecnificación y de geotransformaciones según el modelo del «aprendiz de brujo» de la hybris tecnocientífica seguirá asentándose.

Es decir, o conmocionantes frenazos políticos y culturales o mantenimiento de la inopia hasta que algún cataclismo nos obligue a actuar. A juzgar por el empecinamiento de los titulares del capital mundial en persistir haciendo el mundo que están haciendo, o mejor dicho destruyendo, la segunda opción puede sonar catastrofista, pero no parece que estemos en condiciones de torcerles el brazo políticamente.

Un solo ejemplo: con un grado centígrado de calentamiento planetario se ha advertido (ya no sólo en los modelos de simulación sino en la realidad misma) el derretimiento cada vez más marcado del Ártico y de las tierras congeladas (permafrost) del norte y centro europeo. Tal cues-tión es exhaustivamente investigada por Mark Lynas.vii El derretimiento del permafrost conlleva una serie de trastornos como inundaciones por un lado y pérdida de capacidad biótica de la tierra empobrecida para los ciclos de semillas y plantas. Un grado más de calentamiento implica un aumento aritmético de la cantidad de tormentas tropicales, de las que suelen azotar el Caribe, por ejemplo, aunque las hemos conocido hasta en el Plata, por la sencilla razón de que cuando la superficie del agua sobrepasa los 25 grados, entra como en una especie de «hervor» y se desatan esas trombas marinas. Un grado centígrado de aumento significa el exterminio para una serie de especies, por ejemplo norteamericanas de piel abundante, en la familia de las liebres y más en general una formidable retahíla de trastornos ecológicos, bióticos, etcétera que harían irrecono-cible el planeta actual. Por eso, la delegación boliviana de la presidencia de Evo se ha negado a firmar acuerdos en la Conferencia de Cambio Climático de la ONU, la COP en Copenhague, 2010, aceptando «soluciones» que sobrepasen un grado de calentamiento (hay que decir que la delegación boliviana ha quedado sola en un «concierto» de 193 delegaciones nacionales).

PROFECÍAS DE LOS SATISFECHOS (EL PRIMER QUINTIL…)

Pues bien, la OCDE, la unión de los países más industrializados del planeta, a través de su Agencia Internacional de Energía viii en su último informe, noviembre 2012, nos habla de escasez de petróleo, de necesidad de reducir el uso de fósiles para evitar un mayor calentamiento, pero que aun reduciendo las emisiones, para el 2020 hay que contar con un aumento de 3 grados centígrados de calentamiento global…

Enumeré algunos elementos que en la investigación de Mark Lynas sobrevenían con un grado de calentamiento planetario. Echemos una rápida ojeada a las perspectivas que según dicha investigación le aguarda a la humanidad y al planeta con 3 grados: países secos, desérticos, como Botswana, perderían toda posibilidad de vida, por lo menos humana (junto con las plantas y animales domésticos que caracterizan por ejemplo, ese país). La sequía pasaría a ser permanente no sólo en Botswana sino en la mayor parte del África subsahariana. Un único resultado espera, aclara Lynas: hambruna. La pérdida de territorio habitable por el hombre se hace considerable, la cuenca amazónica, por ejemplo, colapsaría con lo que Lynas califica como «muerte del Amazonas». La cantidad de incendios de bosques se acrecentaría de manera arrasadora. Australia, por la combinación de calor y sequía pasaría a ser en gran medida inhabitable, el río Colorado en América del Norte desaparecería, la humanidad tendría que evacuar enormes regiones tropicales −cordones de latitud inhabitables− para trasladarse, masivamente, a regiones un poco menos tórridas en los extremos norte y sur americanos o en Europa y Asia….

Gestándose un mundo en agonía para nosotros todavía impensable. Basta reparar en los conflictos que semejantes migraciones traerían consigo…

Queda por ver qué tenemos qué hacer con pronósticos como el de la OCDE, que anuncian «como si tal cosa» la destrucción del planeta. Si los vamos a ignorar y seguir sin que nos afecten en nuestro «estilo de vida». Queda por ver si vamos a aceptar mansamente «lo que sobrevenga» o nos vamos a rebelar contra ello y la trama de intereses que sostienen el actual sistema de expolio planetario. Una detalle tenemos que tener bien claro, de antemano: el sistema vigente nos ofrece comodidad, valor supremo de la sociedad que vivimos, comodidad que es real para minorías y virtual para mayorías.

Pero la comodidad está presente aunque no sea decisiva, en todo: en pañales y botellas descartables, en autos, en el use y tire, en la comida basura. Y toda ruptura con la sociedad vigente y sus valores significa, significará, mayor trabajo. Son dos «detalles» que ciertamente presuponen un cambio drástico, cultural y cotidiano.

i Hasta los bancos, con el ojo atento al bolsillo, han puesto a «cicerones» para facilitar el uso de los servicios computarizados. La AFIP, no.

ii Lo mismo pasa con, por ejemplo, los desechos orgánicos. Una cosa es convertir en energía la biomasa proveniente del procesado de la madera; como se hace en tantos pueblos y aldeas suecas que generan toda la electricidad que usan del aserrín de su industria maderera y otra cosa es la «biomasa» procedente de los desechos domésticos, que contienen una serie de constituyentes altamente contaminantes y para nada orgánicos.

Toda política, pública o empresaria, que confunda bajo el rubro «biomasa» estas dos vertientes está constitu-yendo parte del problema que tenemos, y no de su solución «maravillosa» como se nos quiere hacer creer.

Por ejemplo, en el proyectado CARE (Centro Ambiental de Reconversión Energética), en La Matanza, Argentina, para extraer energía de los desechos domésticos.

Porque además, no estamos hablando de desechos que la sociedad ha aprendido a deglutir y separar en ocho, diez o catorce destinos diferenciados, como en Suecia o Alemania, lo que permite que tales países denuncien un sobrante no aprovechable de un 4% del total de desechos cotidianos… sino de «la bolsa de basura» o «la bolsa de consorcio» que impera en Buenos Aires, que es una mezcla inmunda de restos de verduras, cáscaras de banana, potes plásticos de yogur, hilos rotos, pilas gastadas, grasa y bordes del plato del mediodía, medias rotas, sonajero que ya no suena, diskette arruinado, pelo del perro, camiseta gastada, papeles de envolver, sobres de las facturas a pagar, restos de arroz hervido, sobres de té, cáscaras de queso, bolsas de todo lo imaginable, de fruta, de electrodomésticos, bandejas de telgopor, películas plásticas de todo tipo de alimentos, comida en mal estado, plásticos duros de protección de cartuchos, cubeteras averiadas, lamparitas quemadas, otros restos de comida, panes viejos, volantes, comida en pésimo estado, jirones de lo que se te ocurra, mezclados con mugre, biromes gastadas o rotas, restos de carnes, de verdura, ramas y flores ajadas, vasos rotos, agendas y almanaques viejos, agujas hipodérmicas descuidadamente arrojadas al tacho, potes de cremas o desodorantes gastados, cortinas desvencijadas, ropa en desuso, folle-tería de propaganda, diarios viejos, tubos plásticos de varios productos alimentarios procesados (mostaza, salsa, dulce de tomate), muebles rotos y viejos, herramientas ídem, mangueras agujereadas, llaves obsoletas, frascos de mermelada o de cera para muebles, enchufes descompuestos, pañales descartables, herrajes rotos, pasajes caducos, algodones usados, cuadernos en desuso, electrodomésticos inutilizados de todo tipo y tamaño (secadores de pelo, procesadoras de cocina, relojes a pila), botellas de vidrio o de plástico de cerveza, agua, vino, aceite, vinagre, bebidas alcohólicas fuertes, refrescos, y un larguísimo etcétera. A lo que hay que agregar lo que uno tira en el lugar de trabajo; vasitos plásticos para café, toallas de papel, papelería diversa o desde el auto: envases varios, cubiertas, baterías gastadas, o desde el jardín…

iii Pasando de relaciones locales a mundiales, el enfrentamiento entre los satisfechos liberales británicos y los socialistas nacionalistas alemanes, es decir los nazis, fue, en lo que resultaron las vísperas de la 2GM, la puja entre quienes ya tenían montados sus privilegios y no querían cambios geopolíticos ni estaban dispuestos a concesiones, y las aspiraciones populistas nazis que no admitían considerándose superiores y «pueblo de amos» tener que soportar las privaciones a que Alemania había sido arrastrada a sobrellevar luego del descalabro militar de la «Gran Guerra» o 1GM.

iv Entrevista en Página 12, 21/10/2012.

v Va de suyo que las entidades «nacionales» son una abstracción que simplifica idiomáticamente la realidad. La realidad también nos muestra subsaharianos, sirios o libios explotadores y franceses e ingleses explotadísimos…

vi Este análisis pasa por alto las posiciones que con profusión de soluciones tiene el variado abanico de la izquierda «socialista» o marxista-leninista. Desde el MST al PO, por ejemplo en Argentina pasando por IS, PTS, PC (en sus diferentes variantes, aunque hoy en día todas K). Preferimos aguardar alguna explicación por lo que ha pasado con el socialismo real a lo largo del siglo XX.

vii Sex grader, Estocolmo, 2007. Original inglés: Six Degrees: Our Future on a Horter Planet, Fourth Estate, 2007.

viii Gerardo Honty, «La energía de mañana: detener el consumo de petróleo hoy», ALAI, 16/11/2012.