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(Una mirada desde el marxismo)

La Crisis ecosocial: un desafío para nuestra teoría-práctica

Fuentes:

a- Ideas preliminares: La ciencia nos ha dado información y evidencia sobre la destrucción del planeta[1] de la misma forma como lo hace cada lágrima de un niño hambriento o cada eco de un animal extinto. Ante tal conocimiento, somos responsables de realizar una transformación revolucionaria, es decir, aquella profunda en idea y actividad, pues […]

a- Ideas preliminares:
La ciencia nos ha dado información y evidencia sobre la destrucción del planeta[1] de la misma forma como lo hace cada lágrima de un niño hambriento o cada eco de un animal extinto. Ante tal conocimiento, somos responsables de realizar una transformación revolucionaria, es decir, aquella profunda en idea y actividad, pues esta vez, de lo que se trata, es de detener la probabilidad de nuestra inexistencia.
La unidad contradictoria vida-muerte, cada día advierte la necesidad de ser atendida, debido a que su proceso previsible, nos dirige a la eliminación de la especie humana -entre otras-, como resultado de su síntesis superadora de vida (vida-muerte-nueva vida), la que sin duda, seguirá su proceso hacia avances de nuevas cualidades interrelacionales, pero sin la subjetividad humana que la haga constar.
A nuestro juicio, hasta ahora, los planteamientos ambientalistas adolecen de ser insuficientes y de alguna manera peligrosos porque retrasan los cambios que sacrifican el modo e producción actual. En atención, a esta última mención, advertimos que se ha masificado una forma[2] de interpretar tal crisis, para la cual, existe la conceptualización de una naturaleza cosificada, pasiva y ajena receptora de nuestra actividad humana y en consecuencia, no perteneciente a un contexto específico, como lo es el capitalista-imperialista. Esta imagen conlleva a planteamientos explicatorios -de la crisis- que guía a resolverla, a través, de mecanismos técnicos o sólo éticos, como jurídicos que, en última instancia, neutralizan la conciencia revolucionaria de perspectiva total.
Diríamos que se puede configurar la descripción de un ambientalismo utópico como la inclinación a «interpretar» el mundo desde la conciencia ecológica, y no de «transformarlo». Esta «interpretación» se traduce en definir la problemática socio-natural, en primer lugar, en términos generales, como una externalidad, un devenir producido por cambios meramente, cuantitativos con posibilidad de reducir su avance (aumento de la población, etc.), pero fuera de la práctica, como una relación externa entre el hombre y la naturaleza. En esas circunstancias, se utilizan categorías como meras realidades lógicas sin la determinación precisa de una relación histórica sujeto-objeto, sociedad-naturaleza-sociedad o naturaleza-sociedad-naturaleza.
De acuerdo a lo anterior, estamos convencidos que el marxismo, podría elevar a científico, como teoría-práctica, una posición acorde consigo que contemple la crisis de la relación sociedad-naturaleza. En tanto, ha dado muestras de certeza, a pesar, de los múltiples intentos de revisión, destrucción de su coherencia o simple abandono; por el contrario, estamos convencidos que proporciona claridad para comprender la compleja relación sociedad-naturaleza como unidad contradictoria en sus dimensiones materiales y sus diversos reflejos e interacciones condicionantes y condicionados. En definitiva, tiene capacidad heurística que lo dispone para descifrar, en lo que tiene de esencial, el proceso existente de destrucción vital.
Es importante reconocer que no aludimos al alcance de una lectura literal de los clásicos, en tanto, un planteamiento, autoconsciente de sus límites históricos como propuesta de una verdad relativa, pues no se planteó esta temática de la forma actual. Es así como Marx no incluye la ecológica entre los metarreflejos de las relaciones sociales por ser consecuente consigo, pues no podía anticipar problemas que no habían alcanzado una madurez para ello.[3]
No obstante, lo anterior, a pesar de los múltiples debates que han resurgido en una lectura ecológica de orientación neomarxista[4]; consideramos que aún es insuficiente la lectura que, a través, de esta base teórica-práctica se obtiene, pues no sólo, se extienden a la esfera de la insuficiencia de las categorías marxistas y a una suerte de corrección, sino también, a la defensa de la omisión textual respecto del tema[5].
A pesar de esta dinámica de debate teórico, no se puede dejar de aceptar que, es de toda premisa marxista, aceptar que la realidad cambia por su cualidad dialéctica y que, en consecuencia, él debe demostrar, para autorreafirmarse, su capacidad creadora y aceptar los desafíos actuales, interpretarlos, señalar sus necesarias transformaciones y participar en las mismas.
Mas resulta destructivo, como hemos visto, desconectarlo de su coherencia interna como método, separar sus elementos y categorías (fuerzas productivas, teoría del valor, etc.), analizarlas no volverlas a integrar y adecuarlas, sin más, con los debates producidos al interior del ecologismo que, por el riesgo de amenazar su dinámica interna, temen la tendencia a la integración de las ideas del socialismo y del ecologismo, lo que ha traído por consecuencia, el retraso del avance de una actividad revolucionaria socio-ecológica, única posible hoy.
b-Hacia una proyección:
El proceso histórico-natural representa una unidad dialéctica hoy condicionada por una macrocontradicción resultante del actual movimiento de la relación sociedad-naturaleza,[6] a tal devenir, lo hemos denominado «crisis ecosocial»[7] y representa una cualidad histórica con atingencia a una relación material determinante, que hasta ahora, la práctica no había acumulado.
De acuerdo a lo anterior, insistimos que, la relación sociedad-naturaleza, es una realidad contradictoria a nivel de materialidad, como tal, presente en las micro y macro relaciones sociales, luego, ha de denotar un nuevo y complejo ser consciente, concretado cada vez más, por la tendencia totalizante de la nueva forma de la conciencia social, la ecológica;[8] como asimismo -éste- no deja de reproducir – en él-, su ser práctico que da cuenta de los intereses involucrados, lo que explica las variadas respuestas, definiciones y soluciones que se proponen[9].
Como mencionáramos en la parte introductoria, hay posiciones que se proponen reproducir y/o sólo reformar el modo de producción actual y coinciden en perspectivas cosificadoras de la crisis. Hemos visto argumentos que fundamentan los cambios ambientales que se necesitan en la disminución del consumo, el reciclaje, la utilización de insumos puros, entre otros; lo que, en definitiva, potencia la premisa de una naturaleza contaminada y una mercancía-cosa contaminante (que puede ser disminuida, mejorada o reciclada para aliviar la crisis). En consecuencia, es factible, desde esta posición para proyectarnos como especie, no eliminar la mercancía como realidad histórica y apostar por mecanismos técnicos e incluso éticos amparados por el control del Derecho -incluido el Ambiental-.
Ahora bien, al contrario de la configuración de las posiciones expuestas, consideramos que la mercancía es incompatible con la reproducción no antagónica de la relación sociedad-naturaleza. Si recordamos que Marx develó, con su trabajo el fetichismo de la mercancía desarrollado, en su libro «El Capital» que éstas, al circular, esconden lo que significa el misterio de la subordinación del trabajo al capital incorporado en ellas como relaciones sociales, por cierto, de explotación, permite visualizarlas en su complejidad histórica. La mercancía vista así, no es una mera cosa atomizada, sino representa una relación social, y de acuerdo a ello, su análisis, como sostiene Lenin «descubre todas las contradicciones de la sociedad contemporánea»;[10] por lo tanto, podríamos decir que cada mercancía contiene la totalidad del capitalismo.[11]
La precisión con la que Marx expone el significado de la mercancía nos prepara para una mirada dialéctica que, a nuestro juicio, es absolutamente, válida para la problemática ecosocial que vivimos hoy. La novedad permite concebir que, la mercancía contextualiza como relación socionatural en el marco del imperialismo, del mismo modo que otorga información para descifrar parte importante de la totalidad del proceso contradictorio que vivimos, dado que está impreso en ella como unidad mínima y contiene a la totalidad de la misma manera que la reproduce.
De acuerdo a lo anterior, entonces, atender al análisis de esta unidad concreta-mínima denominada mercancía, significa leer -desde ella-, el proceso de relación contradictoria sociedad-naturaleza que, hasta ahora, por haber reproducido la lógica del fetichismo de la mercancía la habíamos interpretado con la misma deformación que Marx desacreditó hace más de un siglo.
En tal sentido, lo que intercambiamos en el mercado no son cosas como ya lo sabíamos, sino que además de ser materialización de la relación entre hombres -dueños del capital y los que son explotados por éste-, contienen algo más, la relación dialéctica viva, esta vez, lo que es más complejo, al hombre mismo, realidad que podemos advertir, pues ya se ha tomado conciencia, a través, de la forma de la conciencia social que objetiva la relación naturaleza humana- naturaleza no humana.
Nuestro propósito amplía la interpretación del significado de la mercancía, en tanto, creemos que no sólo la referimos como relación social, sino de manera más concluyente, como relación ecosocial, pues así reconocemos la existencia de un único proceso contradictorio histórico-natural; de no ser así, aceptaríamos que esta forma elemental del capitalismo, no descubre todas las contradicciones de la sociedad contemporánea y, por lo tanto, ella no representaría el mínimo de la totalidad capitalista, lo que conlleva a sostener, en última instancia, que la crisis ecosocial sería un problema ajeno a la práctica imperialista con las consecuencias que ello implica.
En tal sentido explicativo, podríamos reconocer que una mercancía contiene, valor de uso, valor y un valor que hemos de denominar, por su nueva característica, valor eco-social como identidad teórica que resalta la disminución de una interrelación viva como totalidad enriquecida que lo contempla tanto a la materialidad viva deteriorada, como al proceso que destruye para su transformación; devenir que en su conjunto representa la ganancia capitalista como parte de la apropiación privada, pero que, hoy dramáticamente, provoca la inclusión del hombre como ser, como especie humana-no humana (especificidad de la interrelación ecosocial– totalidad). Por lo tanto, la explotación capitalista, no sólo lleva tiempo no remunerado como su base de ganancia, sino más dramático aún, al hombre mismo, en tanto, naturaleza como valor ecosocial incorporado en cada mercancía.[12]
Ello conduce a entender que, no sólo mientras más produce el obrero es más pobre, sino que, además, mientras más produce, más se pierde en el proceso, y con él la totalidad-viva, «mientras más produce, menos ES«, negación que no sólo afecta al explotado y oprimido, sino a la humanidad toda.
Visto así, no es naturaleza-cosa ajena, el sentido de la crisis ecosocial, en rigor, no expresa el agotamiento de una cosa, ni una cosa contaminada -aunque se considere como cosa viva-, sino que manifiesta una interrelación disminuida irrenunciablemente, por la ganancia privada y, por consiguiente, visto así, afirmamos un «fetichismo ecosocial» como creencia de agotamiento o contaminación, es decir, como aparecer muerto, en vez, de visualizar una relación socionatural que circula en el mercado, tan viva, como muerta a la vez, cada vez y que es devorada por el proceso de producción de la plusvalía.
De acuerdo a lo anterior, además de la conocida relación contradictoria que escudriña Marx en El Capital al referir al fetichismo de la mercancía, hoy tenemos práctica y su reflejo, para concebir que, en el proceso de producción de mercancías se produce, al mismo tiempo, lo que he venido denominando, un «plus-eco-social«, es decir, una relación socionatural que día a día deja de interrelacionarse como proceso dialéctico vital y que nos disminuye como totalidad, sobre la base de un proceso de relaciones de apropiación privada movido por la ganancia, lo que hace que ese plus represente la imposibilidad de la autorreprodución del proceso vivo y por ende, la vida muere cuando nace una mercancía, lo que, en última instancia, quiere decir que, la forma elemental del capitalismo que circula, contiene una relación eco-social; por lo que, además de realizar la plusvalía también da cuenta de un plus-eco-social (totalidad no reproduciéndose como vida).
Por cierto, entonces, cada vez que consumimos, no sólo constatamos explotación, sino que, además, materializamos el acto de nuestra propia destrucción, pues estamos, en último término, satisfaciendo la necesidad del imperialismo de autorreproducirse en el proceso de consumirnos como su valor de uso, somos su sustrato material, proceso que contiene al Ser del planeta -y su contrario a la vez-.
Las respuestas avalorativas de la naturaleza objetivan y dan cuerpo a la contradicción de ser y no ser del planeta, en tanto sus movimientos autodestructores. Realidad que produce la contradicción de convertir a las fuerzas productivas en fuerzas destructivas cada vez que las relaciones sociales se autoconstatan. En última instancia, el capitalismo monopolista, no sólo produce las condiciones para su negación como modo de producción, sino que además, su contrario representa, la negación de todo modo de producción posible, en tanto nuestra amenaza como humanidad.
Podemos decir que, la mercancía entonces, contiene como mínimo ecosocial concreto, todas las contradicciones sociales y ahora podemos develar y adicionar las socionaturales como proceso histórico natural único que, sólo ahora, la acumulación práctica nos dispone como ser histórico consciente.
En definitiva, la mirada que insta a configurar una imagen de la naturaleza como una cosa pasiva y receptora de los deshechos contaminantes de esta «cosa» -mercancía-, dispone, por consiguiente, a la naturaleza por un lado y sociedad por otro y da credibilidad posible a la construcción de socialismos que permiten que se mantengan contradicciones que lo niegan cada vez que no revoluciona.
Ahora bien, una transformación revolucionaria, como paso siguiente de la historia, debe contemplar la destrucción de la mercancía como relación socio-natural histórica, pues sólo una sociedad comunista puede terminar con la contradicción del plus-eco-social, es decir, de la contradicción integrada a la que aludimos, pues se debe terminar tanto con la contradicción de la producción social y apropiación privada, como con la apropiación privada de la interrelación-viva, pues de quedar pendiente al momento de nuestra actividad revolucionaria no resolveríamos una contradicción material, que más temprano que tarde, se resolverá con graves consecuencias para la totalidad-viva de la que ya hay conciencia ecológica para anticipar.
Lo anterior, si se concibe que, la base de cualquier necesidad humana debe tener de antesala, la consideración del humano como síntesis de un mínimo ecosocial concreto, base fundamental que no hace utópico una fase superior como la sociedad comunista, en la cual, podrían corren a chorro lleno los manantiales de la riqueza colectiva, pues las fuerzas productivas -no destructivas- contemplarán, en su condición de tal, la necesidad vital del hombre. Una riqueza material en el contexto aludido no puede ser excluyente de la significación de esta dimensión humana-natural, pues la riqueza del ser; a la que se alude alcanza al tener-ser, recuperarse como humano-natural es la tarea de la construcción de otro mundo. Marx anuncia una profunda consideración al señalar que «…con el desarrollo de los individuos en todos sus aspectos, crezcan también las fuerzas productivas… «[13], Es decir hay una consideración a las fuerzas productivas con una mirada cualitativa, a condición del desarrollo integral.
c- Hacia la complejidad de la relación sociedad-naturaleza: una mirada desde la formación económico-social.
Formación económico-social es una categoría que integra lo material y espiritual de una sociedad histórica concreta con determinaciones y condicionantes, en última instancia, materiales. De acuerdo a ello, la relación contradictoria sociedad-naturaleza, contenida en lo histórico de la mercancía – aludido en el acápite anterior-, ha llegado a un nivel de acumulación que le ha dado la cualidad de ser reflejada y su trama histórica está presente en todos los procesos, incluidos los espirituales.
Se puede observar, a partir de la relación dialéctica entre la denominada base y su superestructura, la presencia determinante de la relación sociedad-naturaleza en la mayoría de las macro y micro relaciones reflejas; lo anterior se puede apreciar constatando que, hasta ahora, nuestras consideraciones a la conciencia social, como formas de conciencia, sólo aludían a la esencia humana, sin embargo, hoy se configura la existencia de una identidad que sustantiva a la conciencia ecológica como una nueva forma de la conciencia social al contener la objetivación de la relación naturaleza humana- naturaleza no humana; en tal sentido, la relación sociedad-naturaleza contiene una cualidad que le permite ser reflejada de una forma multidimensional y de tendencia totalizante[14].
Ahora bien, la importancia que esto último declara, nos permite, no sólo reconstruir teóricamente y validar la totalidad ideal marxista sobre la base de la lectura del proceso histórico-natural, contradictorio desentrañable a nivel de la unidad mínima ecosocial del capitalismo, sino que, asimismo, nos permite identificar los movimientos condicionantes y condicionados y la esencia de la contradicción, pues como sabemos, los cambios revolucionarios que se necesitan dependen de saber qué destruir como aparato esencial que reproduce las actuales contradicciones. En tal sentido el identificar una forma de conciencia que universaliza la objetivación de la relación naturaleza humana- naturaleza no humana da cuenta de las dimensiones de la contradicción material y describe las interrelaciones en cada una de sus dimensiones, en tanto, autoconciencia de sí.
d- La conciencia ecológica, como una conciencia ecológica revolucionaria.
El emerger de una nueva forma de la conciencia social -la ecológica-, posibilita la formación de un movimiento crítico que se conforma en el contexto, en el cual, la humanidad se da cuenta del carácter condicionante de su actividad socio-natural, de lo destructivo de su acumulación, de la respuesta activa avalorativa de la naturaleza y de la responsabilidad de sobrevivir.
El movimiento crítico de la conciencia ecológica mediado desde la mediación del pensamiento marxista, afirma una clara dirección para la transformación real. Es posible, de acuerdo a lo expuesto, dar una primera aproximación en ese sentido y constatar que el movimiento acumulado de la conciencia ecológica puede afirmar que ésta ha llegado a una etapa histórica que ha hecho posible su autoconciencia, es decir, que le permite superar la dimensión de «estar en sí», a una disposición que la disponga en «para sí», en tanto, no sólo hace constatar este estado contradictorio de la relación socio-natural, sino que además, se propone reconocer a la naturaleza como una realidad inmanente a la historia, como también, considerar que, la naturaleza humana está unida a la naturaleza no humana y por lo tanto, la necesidad de superar la separación que implica la noción no-yo a un estar en sí, a través, de un cambio práctico que se manifiesta en la necesidad de transformar el conjunto de las relaciones sociales. En tal nivel, esta posición se opone contra todas aquellas posiciones que no superan a la conciencia ecológica como un estado meramente crítico de un estar en sí.
Este concreto-histórico lo hemos denominado, autoconciencia ecológica, pues creemos que representa un estadio más elevado, en tanto, momento sintético que da cuenta de la incapacidad de los movimientos parciales para resolver las contradicciones; en definitiva, como una autoconciencia no sólo para sí, sino a nivel de la conciencia social o de un segmento de ella como toma de conciencia que pasa a través de otros. A la racionalidad, sentimiento, pasión, experiencia individual de los problemas ecológicos que se sintetizan en una forma de la conciencia social progresivamente más amplia se llega a la autoconciencia de la conciencia ecológica, donde el individuo y los grupos se encuentran presentes en dicho conocimiento y sentimiento y no se excluye al hombre de ningún contexto, sea social, económico, biológico, químico, ético, estético, etc.[15] convirtiéndolo en un mínimo ambiental concreto contextualizado.[16] Podemos decir que este «el giro ecológico« obliga hacia la autoconstatación de cualquier intento por demostrar verdad práctica.
En síntesis, la única solución posible para nuestra crisis, como planeta, es una trasformación revolucionaria de las contradicciones esenciales que nos destruyen.

Cualquier paso táctico idealista, es un riesgo a la estrategia final
y por lo tanto, hay que tener presente que lo distinto de hoy, consiste en que en este intento, nos jugamos el futuro. No sólo la sonrisa de un niño, sino, su nacimiento…



[1] El Informe «Planeta Vivo» 2006 investiga la situación del planeta sobre la base de dos indicadores, el primero, el Índice Planeta Vivo, mide la biodiversidad basado en tendencias de más de 3.600 poblaciones de 1.300 especies de vertebrados de todo el mundo. En total, fueron analizados los datos de 695 especies terrestres, 344 especies de agua dulce, y 274 especies marinas. Las especies terrestres disminuyeron en 31%, las especies de agua dulce en 28% y las especies marinas en 27%. En conjunto, el Índice del estado del planeta disminuyó un 30%; El segundo índice, la Huella Ecológica, mide el impacto de la demanda de la humanidad sobre la biosfera. Entre 1970 y 2003 la huella ecológica de la humanidad se ha triplicado. El Informe demuestra que nuestra huella excedió la biocapacidad en 25% en 2003, mientras que en el informe anterior (basado en datos del año 2001), esta cifra era del 21%. La huella del dióxido de carbono, por el uso de combustibles fósiles, fue el componente de crecimiento más rápido de la huella mundial, ya que aumentó en más de nueve veces de 1961 a 2003.
[2] A pesar que entendemos que la forma no va separada de su contenido y por lo tanto, tal sentido no es una perspectiva neutral.
[3] Thalía Fung, 2000, La ciencia política en el tránsito al siglo XXI. En búsqueda de salidas ante la complejidad, Editorial Félix Varela, La Habana.
[4] Esta se ha dispuesto a defender al marxismo de las críticas que provienen desde una literatura medioambientalista. Entre los temas expuestos en este contexto los clasifica Foladori siguiendo un artículo de Foester, se encuentran: el de las fuerzas productivas y el del valor. En el primero, se incluyen las críticas dirigidas a «…mostrar que Marx consideraba el desarrollo de las fuerzas productivas como beneficio de por sí, que entendía la producción desde una perspectiva prometeica, que reparaba en la naturaleza tan sólo como un objeto a ser dominado, y que, al utilizar los conceptos de producción o productividad, no tomaba en cuenta los perjuicios que la acción humana podía provocar sobre la naturaleza» Foladori, 1996: » La cuestión ambiental en Marx» el segundo por desconocer «el papel de la naturaleza en la teoría del valor-trabajo»[4]. En Revista Ecología Política N 12, Cuadernos de Debate Internacional, FUHEM-ICARIA Barcelona, España, pág. 125.
[5] Hay que reconocer algunos intentos de aporte como los de de Bellamy Foster con su libro La ecología de Marx. Materialismo y Naturaleza,[5]en el advierte, la necesidad de interpretar los problemas actuales y comprender los ecosistemas desde el análisis materialista de la historia del hombre y su relación con la naturaleza y de comprender que el «metabolismo» entre la naturaleza y la sociedad ha sido afectado por el capitalismo. Otro de los autores que ha trabajado el tema es E. Leff, quien ha valorado al marxismo como «campo fértil» para comprender los proceso sociales que constituyen una racionalidad ambiental, principalmente, lo que el denomina «concepto» de formación económico-social y que le adiciona a tal lo ambiental, lo que, según el autor abre la posibilidad hacia la integración de los nuevos procesos y con esta novedad formación económico-social ambiental (FESA), se permite la articulación de los proceso ecológicos, tecnológicos y culturales[5]. También ha cobrado atención el Manifiesto ecosocialista realizado por Joel Kovel y Michael Löwy en un taller sobre ecología y socialismo celebrado en Francia, en septiembre de 2001 y que fuera publicado en la Revista Capitalism Nature Socialism vol. 13 (1) marzo 2002.
[6] Lo que simplifica una referencia como la siguiente: sociedad-naturaleza-sociedad o naturaleza-sociedad-naturaleza
[7] No referimos como crisis ambiental porque queremos hacer énfasis en una relación material y no a un resultado de mayor connotación cultural como lo es ambiente. Ésta es la misma lógica que nos conduce a usar el término conciencia ecológica en vez de conciencia ambiental lo cual aludiremos más adelante.
[8] Ver: La conciencia ecológica: una nueva forma de la conciencia, Tesis de la autora para optar al grado de doctora en Ciencias Filosóficas
[9] Teorías aceptadas como grandes tendencias, entre los que destacamos a Naess, fundador del Movimiento «Ecología Profunda»; los autodenominados ecomarxistas, entre los que se señalan comúnmente, a O’ Connor, Leff, Benton; una ecología social; la ecología de los pobres representada por Martínez Alier; el ecofeminismo de Shiva y otros. perspectivas ética como las de Leopold, Pasmore, Callicot y Sossa, y Potter; miradas desde la economía como las del «capitalismo neoliberal», «capitalismo verde», «economía ecológica»y «economías alternativas, «economía ecológica
[10] Lenin,V.I., 1964, Cuadernos Filosóficos, Editora Política, La Habana, Cuba, pp. 352
[11] Desde otro punto de vista, el pensamiento complejo. se puede denominar principio hologramático a la totalidad contenida en esta individualidad como lo planteara Edgar Morin en alguno de sus artículos como en La epistemología de la complejidad, entre otros.
[12] de lo cual da cuenta la conciencia ecológica como nueva forma de la conciencia social que y que refleja la relación condicionante naturaleza humana y no humana.
[13] C. Marx «Critica del Programa de Gotha» Marx y Engels Obras Escogidas en dos tomos, Ediciones en Lengua Extranjeras Moscú 1955
[14] La conformación de una conciencia política, políticas públicas, el surgimiento de un Derecho Ambiental; nuevas instituciones sociales, partidos políticos verdes, ongs; nuevas dimensiones considerativas del arte, en tanto la necesidad, además de una belleza natural como preocupación de la humanidad; una nueva dimensión moral, en tanto relaciones ínter bióticas, el surgimiento de una ética medioambiental y una bioética; nuevos problemas y miradas omnicomprensivas desde la filosofía; un nuevo paradigma científico que otorga elementos para una consideración compleja.
[15] En la actualidad se está dando un debate de reflexiones profundas a niveles meta, es decir, en la mediación donde se realizan de conceptos de las distintas disciplinas como sustrato de totalidades parciales, por ejemplo, metaético, metapolitología.
[16] Idea expuesta por la autora la Tesis para optar al grado de doctora en Ciencias Filosóficas de la Universidad de La Habana, denominada La Conciencia Ecológica: Nueva Forma de la Conciencia Social; en la ponencia «la Contradicción final», presentada en la Conferencia Internacional de Derecho Ambiental Organizado por la Unión Nacional de Juristas de Cuba y Colegio de Abogados de Madrid, Cuba 2001; en el Congreso Internacional: «Bases jurídicas para un orden internacional justo y solidario» convocado por la Asociación Americana de Juristas y la Asociación Internacional de Juristas Demócratas, Cuba, 2000.