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La crisis siria divide a las izquierdas árabes

Fuentes: Viento Sur

Al contrario de lo ocurrido con los levantamientos en Egipto y en Túnez, la insurrección iniciada en marzo de 2011 en Siria no genera consenso en las izquierdas árabes. Mientras un sector apoya las reivindicaciones democráticas de los manifestantes, otros temen injerencias políticas y militares de las potencias extranjeras.

En agosto de 2011, el diario libanés de izquierda nacionalista Al-Akhbar tuvo la primera crisis desde su creación, en el verano de 2006 /1. Su jefe de redacción adjunto, Khaled Saghieh, abandonó el diario que había ayudado a fundar. El motivo: el enfoque dado a la crisis siria. Saghieh denunció la falta de apoyo del periódico al levantamiento popular de marzo de 2011 /2. Al-Akhbar nunca negó su cercanía política respecto del Hezbollah libanés, uno de los principales aliados regionales de Bashar Al-Assad. Tampoco ocultó que era más favorable a una lógica de diálogo entre el gobierno de Damasco y una parte de la oposición que a la caída pura y simple del régimen. Al mismo tiempo, el diario abrió sus páginas a varios opositores sirios, entre ellos Salamah Kaileh, un intelectual marxista sirio-palestino, detenido a fines de abril de 2012 por los servicios de seguridad.
El pasado mes de junio, las disensiones aparecen en la versión inglesa del periódico (en línea), como consecuencia de un artículo de Amal Saad-Ghorayeb /3. Situándose explícitamente en una línea de apoyo a Damasco, la cronista libanesa ataca a los partidarios de la «tercera vía», quienes denuncian al régimen autoritario sirio a la vez que ponen en guardia contra una intervención extranjera, a fortiori militar y occidental, siguiendo el modelo libio. En consecuencia, el mismo mes, otro colaborador de Al-Akhbar English, Max Blumenthal, anuncia su partida, en un artículo que critica a los «apologistas de Al-Assad» en el seno de la redacción /4.
Las divisiones en Al-Akhbar son sintomáticas de los debates que dividen, tanto estratégica como ideológicamente, a las izquierdas en el mundo árabe. Algunas continúan apoyando al régimen sirio, en nombre de la lucha contra Israel y de la «resistencia al imperialismo». Otras se sitúan resueltamente al lado de la insurrección, en nombre de una lógica «revolucionaria» y de defensa de los «derechos democráticos». Las últimas, en fin, se pronuncian por una línea intermedia: entre solidaridad distante con la demanda de libertad de los manifestantes y el rechazo de las «injerencias extranjeras», planteando una forma de «reconciliación nacional». Formadas por sensibilidades muy diferentes -algunas son de origen propiamente comunista o marxistizante, otras están en la órbita de una cierta izquierda nacionalista, unas radicales, las otras moderadas-, las izquierdas árabes, en relación al asunto sirio, se parecen a un mosaico roto.
Diversidad de análisis antiimperialistas
Ciertamente, los apoyos sin reservas al clan Al-Assad no son legión, y son raras las voces que llaman a un mantenimiento del régimen tal cual. Pero los partidarios incondicionales de la revuelta popular no parecen mayoritarios. A menudo situados en el extremo izquierdo del espectro político, son a veces de filiación trotskista (el Foro Socialista en Líbano, los Socialistas Revolucionarios en Egipto) o maoísta (Vía Democrática en Marruecos). Mantienen relaciones con ciertas fracciones de la oposición al régimen como la Izquierda Revolucionaria de Gayath Naisse en Siria. Y han participado, desde la primavera de 2011, en movilizaciones puntuales ante las embajadas y los consulados sirios de sus países respectivos.
Ciertos intelectuales de izquierda independientes apoyan igualmente la lógica insurreccional, como el historiador libanés Fawaz Trabulsi /5. Piden la caída del régimen: esta sensibilidad de las izquierdas árabes excluye todo diálogo. Incluso si defiende la necesidad de una protesta popular pacífica, no niega a los rebeldes el derecho a recurrir a la fuerza de las armas. En la extrema izquierda, los partidarios de la revolución se desmarcan sin embargo del Consejo Nacional Sirio (CNS) /6, una de las principales coaliciones de la oposición: denuncian que su alianza con estados como Qatar, Turquía o la Arabia Saudita.puede comprometer la independencia del movimiento popular en Siria.
Denunciando el régimen, llamando a su derrocamiento, una parte de las izquierdas radicales es circunspecta sobre el apoyo concedido por las monarquías del Golfo a los revolucionarios sirios, igual que no se atreve a sumarse completamente al discurso anti-Assad de una parte de la «comunidad internacional», con los Estados Unidos a la cabeza. Sin embargo, este reflejo antiimperialista no impide el apoyo a la insurrección. Se da prioridad a la situación interna en Siria: lo que cuenta ante todo es la lógica del levantamiento de un pueblo contra el régimen, como en los procesos precedentes de Túnez o Egipto.
Sin embargo la mayoría de las fuerzas que se sitúan a la izquierda del espectro político en el mundo árabe guardan una distancia prudente hacia la revuelta. Denuncian primero la militarización de la insurrección, que no beneficiaría más que a los grupos islamistas radicales y a los combatientes extranjeros que afluyen a Siria. Subrayan luego la confesionalización del conflicto, que opondría progresivamente a las minorías alauita y cristiana a una mayoría sunita radicalizada por la represión, viendo ahí la amenaza de una guerra civil interminable. En fin, se inquietan por las correlaciones de fuerzas regionales y mundiales. Irán y Siria contra las monarquías del Golfo; Rusia y China contra Estados Unidos: en el gran juego guerrero regional e internacional que hace de Siria un frente de batalla entre varios actores estatales e internacionales, en la izquierda se hace a menudo la opción a favor de los primeros contra los segundos (las monarquía del Golfo y los Estados Unidos).
Así, cuando el 4 de abril de 2012, la Unión de los Partidos Nacionalistas y de Izquierda jordanos, una coalición que reúne a seis formaciones políticas, desde los comunistas a los nacionalistas árabes, organizó un mitin en Amman por el noveno aniversario de la invasión americana de Irak, la crisis siria ocupó el primer plano por delante del recuerdo de la caída de Saddam Hussein: «la intervención extranjera» en Siria fue firmemente denunciada, algunos oradores trazaron un paralelo entre la operación militar de marzo de 2003 contra Irak y el apoyo de las principales potencias occidentales al CNS y a la oposición armada /7. En Túnez, en un comunicado del 17 de mayo de 2012, la poderosa central sindical Unión General Tunecina del Trabajo (UGTT) -una parte de cuyo comité ejecutivo ha salido de la extrema izquierda-, a la vez que reiteraba su apoyo a las demandas democráticas del pueblo sirio, ponía en guardia contra un «complot» fomentado por los estados «coloniales y árabes reaccionarios». Dos meses antes, el Partido Obrero Comunista de Túnez (POCT) llamaba, al lado de formaciones nacionalistas árabes, a una manifestación para denunciar la celebración, en Túnez, de la conferencia de los Amigos de Siria, que reunía alrededor del CNS cerca de sesenta delegaciones internacionales. El Partido Comunista libanés, por su parte, se ha caracterizado por un posicionamiento particularmente prudente. Aunque ha publicando en sus órganos de prensa artículos de opositores sirios, como Michel Kilo (que no pertenece al CNS), se ha abstenido sin embargo de participar en las pocas manifestaciones que se han celebrado, desde hace un año, ante la embajada siria en Beirut. Y a veces recibe las críticas de la extrema izquierda libanesa, porque una parte de su dirección es cercana al Partido de la Voluntad Popular Siria de Qadri Jamil: miembro de la oposición «legal», que ha formado parte del nuevo gobierno de Riyad Hijab, nombrado por Al-Assad en el mes de junio de 2012, como vice primer ministro para asuntos económicos.
La lógica reformista es la preferida por una parte de las izquierdas árabes: la solución al conflicto sirio debe ser política y no militar. El comunicado final de la Conferencia Nacionalista Árabe/8, que ha reunido el pasado mes de junio en Hammamet, Túnez, a unos doscientos congresistas miembros de formaciones árabes, nacionalistas de izquierdas y, en una menor medida, islamistas, refleja esta posición. El documento ha buscado el máximo consenso posible. A la vez que reconoce el derecho del pueblo sirio «a la libertad, a la democracia y a la alternancia pacífica en el poder», condena la «violencia venga de donde venga», equiparando el régimen y la oposición armada, llamándoles a ambos a inscribirse en una lógica de diálogo fundada en el plan de retorno a la paz propuesto en marzo de 2012 por el emisario de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Kofi Annan.
Si, para una parte de la izquierda radical árabe, la perspectiva revolucionaria debe claramente estar al orden del día en Siria, otra fracción, sustancialmente más importante, se ha despedido de ella: no desea una caída brutal del régimen. Para ella, el corazón de la contradicción reside en una guerra fría que no es reconocida como tal. El miedo al vacío y a una Siria post-Assad reconciliada con los Estados Unidos y aliada a los estados del Golfo es bastante más fuerte que el de ver prolongada la vida del régimen.
Siria sigue siendo una especie de dios Jano a ojos de los militantes de izquierda árabes. Raros son los que niegan su carácter autoritario y represivo; pero, aún hoy, el discurso defensivo del régimen, combinado con las sanciones internacionales de las que es objeto, despierta uno de los basamentos ideológicos más profundos de las izquierdas árabes: el paradigma tercermundista y antiimperialista. Para unos, ese sentimiento está atemperado por la adhesión al carácter popular de la revuelta; en cambio para otros, está acrecentado por la internacionalización creciente del conflicto.
Además, la dinámica islamista nacida de las primaveras árabes, que se traduce por la llegada a las puertas del poder, en Marruecos, Túnez y Egipto, de fuerzas salidas de los Hermanos Musulmanes, ha provocado en una parte de las izquierdas, una reacción de rechazo: las revueltas árabes son también temidas poque podrían desembocar en una hegemonía islamista.
Igual que los Hermanos Musulmanes en Egipto y en Jordania, el movimiento Ennahda en Túnez aparece como un ferviente apoyo de la oposición siria. La posición de una gran parte de las izquierdas árabes sobre el tema sirio refleja así su propia confrontación con las fuerzas del islam político. De ahí proviene, para partidos que se reclaman a menudo de la «revolución» y del «progresismo», incluso algunos del marxismo, una preferencia paradójica por una solución negociada y gradual de transición en Siria, por miedo a un futuro decepcionante.
Publicado en Le Monde Diplomatique de Agosto 2012
Traducido de: http://www.latribune-online.com/suplements/international/71001.html
Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR
Notas
1/ Este periódico publicó durante un año Le Monde Diplomatique en árabe como suplemento.
2/ Ibrahim Al-Amin, » ¿Porqué Khaled Saghieh ha abandonado Al-Akhbar ?» (En arabe), Al-Akhbar, Beyrouth, 21 agosto 2011.
3/ «Syrian crisis : There’s a crowd», Al-Akhbar English, 12 de junio de 2012, http ://english.al-akhbar.com
4/ «The right to resist is universal: A farewell to Al Akhbar and Assad’s apologists», Al-Akhbar English, 20 de junio de 2012.
5/ Antiguo miembro dirigente de la Organización de Acción Comunista en Líbano (OACL), Fawaz Trabulsi enseña historia en la Lebanese American University (LAU) de Beirut.
6/ Fundado en el verano de 2011, el Consejo Nacional Sirio tiene su sede en Estambul, Turquía. Reagrupa a importantes partidos de la oposición siria, entre ellos los Hermanos Musulmanes.
7/ «Los partidos nacionalistas y de izquierda afirman su rechazo a la injerencia extranjera en los asuntos árabes (en árabe), Nida Al-Watan, Amman, abril 2012.
8/ Además de las formaciones baasistas o naserianas, la Conferencia Nacionalista Árabe agrupa partidos políticos de izquierda como el Partido Socialista Unificado (PSU) marroquí, el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) o el Partido Socialista Yemení (PSY).