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¿Uno o dos estados? ¡Ninguno!

La cuestión del sionismo

Fuentes: CounterPunch

El conflicto palestino-israelí es uno de las más difíciles del mundo, y lo mismo se podría decir acerca de si su resolución puede lograrse mejor con un solo estado que abarque a los dos pueblos o por una división de la tierra con dos estados separados, uno para los israelíes y el otro para los […]

El conflicto palestino-israelí es uno de las más difíciles del mundo, y lo mismo se podría decir acerca de si su resolución puede lograrse mejor con un solo estado que abarque a los dos pueblos o por una división de la tierra con dos estados separados, uno para los israelíes y el otro para los palestinos.

El filósofo Michael Neumann ha dedicado dos artículos, uno en el año 2007 y otro a principios de esta semana, para CounterPunch, con el fin de desacreditar la idea de un estado como poco práctica y, por tanto, no tenerla en consideración. En respuesta, Kathy Christison ha lanzado una enérgica defensa, exponiendo claramente los meandros de la lógica Neumann.

Prefiero abordar el argumento central de Neumann: que al menos es posible imaginar un consenso detrás de dos estados, mientras que los israelíes nunca aceptarán un Estado único. Este argumento constituye el lema de los seguidores de la idea de dos estados, pintando a los partidarios de un solo estado como una multitud de soñadores y perdedores.

Neumann escribe que «la idea de que Israel debería admitir un solo estado es para reírse… y que no existe oportunidad alguna para que los israelíes acepten un estado único que daría a los palestinos algo tan remoto como sus derechos».

Según Neumann, a diferencia de la solución de un estado, los medios para la realización de dos estados están a nuestro alcance: la supresión del medio millón de colonos judíos que viven en los territorios palestinos ocupados. Luego, Neumann escribe, «una solución de dos Estados que daría a los palestinos un Estado soberano, porque eso es lo que significa la solución de dos Estados. No significa un estado y otro no-estado; ningún palestino que proponga la solución de dos Estados lo aceptará a menos que se asegure su soberanía».

Hay algo sorprendentemente ingenuo acerca de su argumento de que, sólo porque existe algo llamado «solución de dos Estados», tiene que dar lugar necesariamente a dos estados soberanos. ¿Cuáles son los requisitos mínimos para calificar a un Estado como soberano, y quién lo decide?

Cierto, las múltiples soluciones de dos estados propuestas por Ariel Sharon, Ehud Olmert y George Bush, apoyadas por la mayor parte de la comunidad internacional, fallarían, según el criterio de Neumann, ya que no se basan en la eliminación de todos los colonos.

Pero una alternativa a la solución de dos estados que requiere la retirada de Israel de las fronteras pre-1967 aún no se podría admitir; por ejemplo, un ejército palestino – ¿equipado y entrenado por Irán? – Que se encargue de controlar las fronteras de Cisjordania y de Gaza. ¿Contaría esto? ¿Y con qué probabilidad Neumann cree que Israel y los EE.UU. otorgarían ese tipo de soberanía al Estado Palestino?

Neumann reiteradamente nos recuerda que aquellos que tienen el poder son los que dictan las soluciones. En cuyo caso podemos estar seguros de que cuando llegue el momento Israel y sus patrocinadores, los Estados Unidos, van a imponer su propia versión de la solución de dos Estados y que sin duda se alejará del auténtico artículo que Neumann defiende.

No importa. Dejemos de lado la lógica, por el momento, y volvamos al principal argumento: que la creación de dos estados es de por sí más viable y práctica que el establecimiento de un solo estado. Sin embargo, aun con todas las pruebas disponibles, no es así como lo ven los actuales dirigentes de Israel.

El Primer Ministro Ehud Olmert ha expresado en varias intervenciones el temor de que la población palestina que vive bajo control israelí – tanto la que se encuentra en los territorios ocupados como la de dentro de Israel – llegue al punto que supere la población judía, tal y como los demógrafos esperan; en los próximos años, Israel será comparada con la Sudáfrica del Apartheid. En sus palabras, «Israel se enfrenta a una inminente y poderosa «lucha de un hombre, un voto», siguiendo la línea del movimiento contra el Apartheid. Según Olmert, la lógica política se deriva inexorablemente hacia la creación de un estado en Israel y Palestina. Este fue el sentimiento que dirigió a sus delegados en una reciente conferencia en Herzliya:

«Tuvimos miedo de que la realidad que estaba viviendo Israel, nos obligará a la creación de un estado binacional. En 1948, la obstinada política de todos los árabes, el fanatismo anti-Israel junto con nuestra fortaleza y el liderazgo de David Ben Gurion nos salvó de tal estado. Durante 60 años, luchamos con valentía sin igual, a fin de evitar la realidad del bi-nacionalismo, y con el fin de asegurarnos de que Israel existe como Estado judío y democrático con una sólida mayoría judía. Tenemos que actuar con este fin y entender que esta realidad binacional se está creando y en muy poco tiempo estará fuera de nuestro control».

Las energías de Olmert se están consumiendo con la búsqueda de un programa político alternativo que se pueda vender al resto del mundo. Ese es el motivo por el que él, y antes el mismo Sharon, comenzó hablando de un Estado Palestino. Sin embargo, nunca aceptó la solución ideal de dos Estados – la que Neumann quiere – propuesta en el año 2002. Luego, Arabia Saudita y el resto del mundo árabe prometieron a Israel paz a cambio de su retirada de las fronteras pre-1967. Reiteraron su oferta el año pasado pero Israel ha hecho caso omiso de ellas.

En lugar de buscar una versión alternativa a los dos estados – la falsa solución de dos estados – esta se ha convertido en la oposición por defecto de la política israelí. Sólo hace falta que Israel y los palestinos dividan la tierra, mientras que la ocupación continúa y la soberanía de los judíos sobre la Palestina histórica se mantiene, con el sello de la comunidad internacional. En otras palabras, la Gazificación de Cisjordania.

Cuando Olmert advierte que sin dos estados «Israel está acabado», está pensando principalmente sobre la forma de detener el surgimiento de un Estado único. Por lo tanto, si hacemos caso de Neumann, Olmert es un soñador, porque teme que un estado único no es sólo una solución no factible sino también que se encuentra peligrosamente cerca. Sharon, al parecer, sufrió el mismo engaño, debido a que el problema demográfico fue el principal impulso para su retirada de Gaza.

O tal vez ambos han entendido mejor que Neumann qué se entiende por el estado judío y qué condiciones políticas son incompatibles con éste.

La división de la tierra, tal y como pide Neumann, de manera equitativa, sería el momento en que la lucha por parte de Israel para mantenerse como un estado judío entraría en su fase crítica y difícil. Esta es, precisamente, la razón por la que Israel ha bloqueado cualquier división de la tierra hasta el momento y tiene intención de seguir haciéndolo.

En el caso inimaginable de que Israel dividiera la tierra, un estado judío no sería capaz de vivir con las consecuencias de tal división por mucho tiempo. Finalmente, el mantenimiento de un estado étnico israelí resultaría insostenible: ambientalmente, demográficamente y, en definitiva, físicamente. La división de la tierra, simplemente, acelera la auto-destrucción inherente del estado judío.

Veamos sólo algunas de las consecuencias para el estado judío de una verdadera solución de dos estados.

En primer lugar, dentro del mismo reconocido Israel, la disminución de sus fronteras provocaría una inmediata y muy grave escasez de agua. Esto se debe a que en la devolución de Cisjordania a los palestinos, Israel perdería el control de los grandes acuíferos de montaña que son en la actualidad la mayor parte de su suministro de agua, no sólo para Israel, sino también para los colonos judíos que viven ilegalmente en los territorios ocupados. Israel ya no sería capaz de robar el agua, pero esperarían que se pueda negociar dentro de un mercado libre. Debido a la política del agua en Oriente Medio, esto no sería para nada sencillo.

Podemos entender el porqué examinando la situación actual del agua. Por el momento, Israel se aprovecha de casi todos los desagües de agua proporcionada por ríos y acuíferos dentro de Israel y en los territorios ocupados para el uso de su propia población, permitiendo a cada palestino la mínima cantidad que necesita cada día, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud.

Este mes, la Autoridad del Agua de Israel, en una cruda advertencia, informó de que se ha contaminado con agua de mar la mayor parte de los acuíferos costeros, que es la principal fuente de agua dulce de Israel dentro de las fronteras reconocidas.

Aunque se les permita a los palestinos una adecuada ración de agua de sus propios acuíferos de la montaña que ayude a construir una economía moderna, no quedaría suficiente para satisfacer la sed de Israel. Y esto sería antes de considerar la posibilidad del exceso de demanda sobre los recursos hídricos por parte de todos los palestinos que decidieran ejercer su derecho al retorno, no a sus hogares en Israel, pero sí al nuevo estado palestino soberano. Además, el soberano estado judío tendría todos los motivos para continuar sus políticas de judaización, tratando de atraer el mayor número de judíos del resto del mundo como sea posible, con lo que aún se recortarían más los recursos de agua.

La insostenibilidad ambiental de dos estados que tratarían de absorber gran parte de la población produciría inevitablemente una crisis del agua a nivel regional. Además, en caso de que los judíos de Israel, sensores de la escasez de agua, empezarán a ser un número importante, Israel tendría una razón aún más apremiante para localizar agua, por medios justos o injustos.

Cabe esperar que en un corto período de tiempo Israel, con el cuarto ejército más poderoso del mundo, tratará de fabricar razones para la guerra contra sus vecinos más débiles, en particular los palestinos, pero, posiblemente, también con el Líbano, en un intento de robar su agua.

La escasez de agua, por supuesto, sería un problema para hacer frente en un Estado único. Pero por lo menos en un estado habría mecanismos para reducir esas tensiones, para gestionar el crecimiento de la población y el desarrollo económico, y para dividir equitativamente los recursos hídricos.

En segundo lugar, con la ocupación de mano de obra intensiva, gran parte del enorme ejército ciudadano del estado judío se convertiría en superávit para defender sus necesidades. Además de los enormes trastornos sociales y económicos, el desmantelamiento del complejo militar del país modificaría fundamentalmente el papel de Israel en la región, dañaría su relación con la única superpotencia mundial y cortaría sus vínculos económicos con los judíos de la Diáspora.

Israel no tendría por más tiempo los laboratorios de los territorios ocupados para la realización de pruebas por parte de su equipo militar y sus estrategias para la batalla. Si Israel escogió luchar contra los palestinos, tendría que hacerlo con una guerra adecuada, aunque sea muy desigual entre ambas partes. Sin duda, los palestinos, como Hezbolá, encontrarían rápidamente patrocinadores para su brazo regional y así poder formar su ejército o las milicias.

La experiencia y la reputación que Israel ha adquirido – por lo menos entre los militares de los EE.UU. – en hacer funcionar una ocupación y la elaboración de nuevos y sofisticados medios, supuestamente para controlar la «mente árabe», rápidamente se pierde, y con ella la utilidad de Israel por parte de los EE.UU para continuar gestionando la ocupación en Irak. Además, la alianza estratégica entre Israel y los EE.UU. para dividir el mundo árabe, a partir de la ocupación y mediante la firma de tratados de paz con algunos estados, viviendo en un estado de guerra permanente con otros, se comenzaría a deshacer.

Con la decadencia de las relaciones especiales entre Israel con Washington y la influencia de sus grupos de presión, así como la pérdida de miles de millones de dólares anuales en subsidios, la Diáspora judía comenzaría a perder interés por Israel. Israel podría caer en el anonimato de Oriente Medio: otra Jordania. En tales circunstancias, se produciría un gran éxodo de los judíos Asquenazí más privilegiados, muchos de los cuales disponen de un segundo pasaporte.

En tercer lugar, el estado judío no sería tan judío como algunos podrían pensar: actualmente uno de cada cinco israelíes, no es judío si no que palestino. Partiendo de la visión de Neumann sobre los dos estados, si todos los colonos judíos tuvieran que abandonar los territorios ocupados y regresar a Israel, ¿qué pasaría con todos los palestinos con ciudadanía israelí? Estos palestinos han sido ciudadanos de Israel durante seis décadas y han vivido legalmente en la tierra que ha pertenecido a su familia durante muchas generaciones. También están creciendo en número a un ritmo más rápido que la población judía, la razón por la que se hace referencia popularmente en Israel como una «bomba demográfica de relojería».

Según la visión de Neumann de dos estados, 1,3 millones de ciudadanos serían expulsados por la fuerza de Israel, siendo una violación del derecho internacional por un Estado democrático en una escala sin precedentes en la era moderna, y un acto de limpieza étnica aún mayor que la guerra de 1948 que originó Israel. La pregunta sería: ¿por qué molestarse siquiera de la promoción de dos Estados si se tiene que lograr a partir de esas condiciones terribles?

Suponiendo que el nuevo Estado judío mantiene, tal y como hace Israel actualmente, la pretensión de ser democrático, estos ciudadanos tendrían derecho a continuar viviendo en sus tierras y ejercer sus derechos. Dentro de un estado judío que ha terminado oficialmente su conflicto con los palestinos, aumentaría la demanda de los ciudadanos palestinos para la igualdad de derechos y el fin de su estatus de segunda clase.

Lo más importante es que insistirían en recuperar dos derechos que desafían la misma base del estado judío: se esperará tener el derecho, respaldado por el derecho internacional, de poder casarse con palestinos de fuera de Israel y llevarlos a vivir con ellos y, el Derecho al Retorno de sus parientes exiliados sobre una base similar a la Ley del Retorno para los judíos. El judaísmo israelí estaría en juego, más aún de lo que está hoy, desde su minoría palestina. Se puede suponer que los dirigentes de Israel reaccionarían con gran ferocidad para proteger el judaísmo del estado.

Aún así, ¿estos argumentos hacen viable la solución de dos estados de Neumann respeto a la de un estado único? ¿Los dirigentes de Israel, continuarían su lucha feroz para proteger sus privilegios étnicos mediante la prevención, como lo están haciendo ahora, del surgimiento de un Estado único? Sí, lo harían y lo harán. Mientras Israel continúe siendo un estado étnico, se verá obligado a profundizar la ocupación y la limpieza étnica que intensifique sus políticas de prevención de la aparición de una auténtica política palestina influenciable – por las razones que cito más arriba y por muchas más que no he citado. En verdad, tanto la solución de un estado como el verdadero acuerdo de dos estados son imposibles dada la determinación de Israel de seguir siendo un estado judío.

El obstáculo a la solución no es la división de la tierra, pero sí el sionismo, la ideología de la supremacía étnica que es la actual ortodoxia en Israel. Mientras que Israel sea un estado sionista, sus líderes no permitirán ni un estado ni dos estados reales.

La solución, por lo tanto, se reduce a encontrar la forma de cómo derrotar al sionismo. Resulta que la mejor manera puede ser enfrentándose a las ilusiones de los partidarios de dos Estados y explicarles por qué Israel está en permanente mala fe en la búsqueda de la paz. En otras palabras, si dejamos de distraernos a nosotros mismos con el Santo Grial de la solución de dos estados, podríamos canalizar nuestras energías en algo más útil: desacreditar a Israel como un estado judío y la ideología del sionismo que defiende. La respetable fachada del sionismo podría derrumbarse.

Sin el sionismo, el obstáculo para la creación de uno o dos estados sería finalmente eliminado. Y si ese es el caso, entonces ¿por qué no potenciar la búsqueda de la solución más justa que se adapte mejor a israelíes y palestinos?


Jonathan Cook es escritor y periodista, basado en Nazaret, Israel. Su nuevo libro, Israel y el Choque de las Civilizaciones: Irak, Irán y el Plan para Rehacer Oriente Medio ha sido publicado por Pluto Press. Su página Web es www.jkcook.net. Este artículo ha sido publicado originalmente en (12/03/2008).

http://www.revistapueblos.org/spip.php?article845

Traducido para Pueblos por Mireia Gallardo