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Declaraciones de Zapatero sobre el asesinato de Bin Laden

La definitiva falsación de una conjetura arriesgada

Fuentes: Rebelión

El asesinato de Bin Laden llegó el pasado miércoles 4 de mayo al Congreso de los Diputados. Lo llevó a la cámara Gaspar Llamazares. El diputado de Izquierda Unida preguntó al presidente del gobierno por su opinión al respecto [1]. «Se ha buscado morir asesinado». «A todos los demócratas, sin duda alguna, nos hubiera gustado […]


El asesinato de Bin Laden llegó el pasado miércoles 4 de mayo al Congreso de los Diputados. Lo llevó a la cámara Gaspar Llamazares. El diputado de Izquierda Unida preguntó al presidente del gobierno por su opinión al respecto [1].

«Se ha buscado morir asesinado». «A todos los demócratas, sin duda alguna, nos hubiera gustado que él, como todo terrorista, hubiera respondido ante la Justicia», pero es fácil comprender e imaginar, añadió el publicitado lector o ex lector de Philip Pettit sin explicar estas facilidades cognitivas, «que ante un criminal de su trayectoria y en una operación de esa naturaleza, esas circunstancias hayan llevado al resultado de la acción encomendada por el presidente de Estados Unidos para la captura de Bin Landen». Es bastante fácil de entender, insistió, con el pueril tono que suele emplear en estos casos.

Desde esa perspectiva, prosiguió, sin explicitar tampoco de qué perspectiva se trataba aunque tal vez fuera la «naturaleza» esencial de la operación «Jerónimo» [2], «es muy probable que el destino de Bin Laden sea un destino buscado por él mismo, después de su sanguinaria trayectoria» [3].

La guinda con la que finalizó la primera parte de su intervención el nieto de un oficial republicano asesinado por el franquismo: la comunidad internacional, el espantajo de la hora, «ha valorado de manera prácticamente unánime que la desaparición del terrorista de Bin Landen, uno de los criminales más sádicos de la historia, es una noticia que favorece la seguridad y la lucha contra el terrorismo internacional».

No convenció a Llamazares. ¿Cómo podía hacerlo? «No le reconozco», replicó (generosamente) el diputado de IU. Algunas de sus reflexiones, tal elementales como prudentes y verdaderas: «el fin no justifica los medios y el terrorismo de Estado no es forma legítima de lucha contra el terrorismo», «el monopolio de las víctimas no lo tiene el imperio», «la operación contra Bin Laden se realizó al margen de la legalidad internacional, de la mínima moral y de cualquier estrategia en la lucha antiterrorista», «la administración americana se ha saltado el compromiso con la legalidad internacional», «no se puede asesinar premeditadamente aunque sea a un terrorista; no se puede violar el territorio de un país aunque sea para buscar a un terrorista; no se puede eliminar pruebas; no se puede ejercer el escarnio con el cuerpo del terrorista eliminado, nada de eso tiene que ver con la moral», «incluso la guerra tiene reglas, y en este caso no ha habido ninguna regla».

Llamazares finalizó cuestionando de nuevo la presencia de soldados españoles en Afganistán. ¿Qué sentido tiene actualmente, si lo tuvo alguna vez, esa presencia militar?

Luego vino la guinda de la (pseudo)argumentación presidencial, a la altura de sus «mejores intervenciones». Zapatero destacó que la opinión del diputado de IU, todos esos reparos sobre la muerte de Bin Laden, representan «una posición bastante minoritaria a tenor de lo que ha sido y está siendo estos días el debate en la comunidad internacional que ha valorado de forma prácticamente unánime la muerte de Bin Laden». Favorece, añadió contento de haberse conocido y de los aplausos de sus incondicionales serviles, «la seguridad y la lucha contra el terrorismo».

Un político de esta naturaleza, de este calado, de esta visión realista-entregada de la política internacional, fue en algunos momentos la esperanza (muy moderadamente) enrojecida de algunos sectores de las izquierdas españolas. Era algo nuevo no sólo respecto al neofranquismo de Aznar (con el que por cierto coincide en más de un vértice y una cara en este asunto) sino respecto a la socialdemocracia conservadora o al social-liberalismo de otras organizaciones y países. Visto lo mucho que hemos visto, sin poner todo en el mismo saco, sería absurdo e injusto hacerlo, fue -una vez más- un fugaz cometa en una noche de verano que empujaba al optimismo, a respirar aire no contaminado y a creerse lo que no era creíble. Casi nada de nada o, si se prefiere, poca, muy poca sustantividad.

La izquierda digamos radical hemos cometido mil errores y hemos afirmado diez mil tonterías, aunque ciertamente los pecados, las memeces y las desorientaciones no son patrimonio exclusivo de esta tradición. Pero, sin permitir que el olvido habite en nuestras insensateces, hay un nudo en el que no estuvimos del todo equivocados: no es fácil el cambio, por moderado que este sea, navegando por las instituciones pero si se intenta algo, y no es alocado hacerlo, habrá que tener el ojo crítico en estado de alerta y en revolución permanente: lo normal no es que cambiemos nada sustantivo a partir de una política de vértice que toma las instituciones como trampolín político sino que estas y sus alrededores, en no mucho tiempo, nos transformen a nosotros mismos en conversos de unos valores contradictorios con una tradición que intentó y debe intentar asaltar los cielos para transformar las relaciones sociales de poder y explotación terráqueas.

No le reconozco, exclamó Llamazares. ¡Hace tanto tiempo que no reconocemos nada socialista en fuerzas y tradiciones que se reclaman con la boca pequeña y sacando pecho del legado de Pablo Iglesias, Largo Caballero, Juan Negrín y Julio Álvarez del Vayo!.

Notas:

[1] http://www.publico.es/espana/374286/zapatero-dice-que-bin-laden-se-ha-buscado-morir-asesinado

[2] Otra insidia más de la neolengua imperial. Véase sobre ello, Pepe Escobar, «Mostradnos al tirador». http://www.rebelion.org/noticia.php?id=127752

[3] Público, 5 de mayo de 2011, p. 15.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.