Recomiendo:
0

Considérenme cristiana

La difícil situación de las minorías sirias

Fuentes: CounterPunch

Traducido para Rebelión por Germán Leyens

Mientras el conflicto sirio causa estragos, la atención se concentra cada vez más en el papel de los militantes islamistas. La espantosa realidad de las minorías religiosas y étnicas sale a la superficie. El 18 de junio, BBC World News presentó un reportaje sobre el bombardeo por parte del gobierno sirio de la ciudad de al-Husun que se encuentra al pie de la montaña del Crac de los Caballeros. La ciudadela de los cruzados del Siglo XI yace esplendorosamente sobre una gran montaña en el corazón de un valle en el oeste de Homs conocido como «Wadi al-Nasarah,» el Valle Cristiano. Al sudoeste se encuentra el histórico Monasterio Ortodoxo Antioquino de San José. La BBC presentó el ataque contra la ciudad de al-Husun y este sitio Patrimonio de la Humanidad para ilustrar la hostilidad sufrida por los cristianos de Siria.

La semana pasada unos rebeldes armados afiliados a Jabhat al-Nusrah atacaron un puesto de control gubernamental en la aldea de al-Qumeirah, que está ubicada aproximadamente a cinco kilómetros de la frontera siria-libanesa cerca de un punto de cruce fronterizo para rebeldes armados. La ruta pasa por Tal Kalakh, al-Zara, al-Hasrajieh, al-Shuwaihed, y al-Husun, la mayoría aldeas musulmanas suníes contrarias a Asad, algunas de ellas refugios de rebeldes. Este importante camino está en su mayor parte bajo el control de Jabhat al-Nusrah cuyos combatientes no solo se refugiaron en el Crac de los Caballeros, sino que además ocuparon una pequeña torre romana a unos 300 metros al oeste de al-Zara. Al refugiarse en esos sitios históricos ganan algo de tiempo ya que saben que el gobierno es muy renuente a destruir lel patrimonio nacional (aunque el ejemplo del zoco de Alepo sugiere otra cosa). Todos los olivares de esta ruta están bajo el control de Jabhat al-Nusrah, que los quema si sus dueños expresan desaprobación ante la presencia de al-Nusrah. La planta de energía térmica Al-Zara, que suministra un 13% del total de energía en Siria, ha sido un objetivo regular de los morteros de Jabhat al-Nusrah.

Cuando Jabhat al-Nusrah perdió Tal Kalakh a manos del ejército de Asad a finales de 2012, después de lo que parecía una interminable serie de duras batallas, al-Husun se convirtió en su segundo centro más importante después de al-Zara. Los rebeldes armados que se refugiaron en Tal Kalakh y ya lo habían anunciado como uno de los Emiratos de su nuevo Estado Islámico, escogieron el histórico Crac de los Caballeros como refugio. Hasta el domingo 14 de julio, el ejército de Asad no se había enfrentado directamente a los rebeldes ocultos en al-Husun. Las tensiones comenzaron en la primavera de 2012 cuando los rebeldes armados secuestraron a dos civiles que conducían por la principal arteria que conecta las numerosas aldeas del valle y el valle a la principal carretera Homs-Tartous. Los notables del valle iniciaron una serie de intervenciones y negociaciones con los rebeldes con la ayuda de civiles de la ciudad de al-Husun. Las negociaciones fueron fructíferas y los civiles fueron liberados a cambio de un rescate. Poco después, muchos civiles de al-Husun abandonaron su ciudad y buscaron refugio en las aldeas vecinas para mostrar su afiliación con sus vecinos cristianos de toda la vida. Recibieron el título honorario de Shurafa’ al-Husun, los nobles de al-Husun. Pero la incursión del gobierno del 14 de julio no fue para proteger a los cristianos del Valle. Fue una reacción a la horripilante masacre cometida por los rebeldes armados en el puesto de control de al-Qumeirah donde asesinaron a 14 jóvenes, cuatro de ellos soldados del ejército (el número de civiles asesinados en la propia aldea sigue sin conocerse).

Ya en marzo de 2011, el Valle cristiano se había convertido en el refugio preferido de la gente de Homs sin tener en cuenta su religión o secta. El Valle tiene 32 aldeas; 27 están habitadas por cristianos (en su mayoría ortodoxos griegos). De las cinco restantes, cuatro son sobre todo alauíes, dejando solo al-Husun habitada en gran parte por musulmanes suníes. El Valle, conocido por sus hermosas montañas y sus frescas noches estivales, ha sido un lugar de veraneo para muchos, especialmente los que provienen de sus pequeñas aldeas. En la primera década del nuevo milenio los financieros invirtieron en la construcción de edificios de lujo y hoteles para acomodar a la creciente cantidad de turistas. La gente del Valle, sin embargo, hizo lo posible para salvar a sus aldeas de los efectos negativos del turismo. En los años 90 los habitantes del Valle tuvieron que aceptar el cambio del gobierno del nombre del Valle por el de Wadi al-Nadarah (el Valle Verde), cuando simplemente agregó un punto sobre la letra «sah» convirtiéndola en «dad», borrando así la identidad religiosa del valle solo en el papel. A pesar de todo el Valle se sigue conociendo por su nombre original no solo dentro del país sino en todo el Levante.

A pesar de las crecientes tensiones sectarias, la gente del Valle Cristiano, en su mayor parte campesinos que viven de sus granjas, siguieron siendo muy hospitalarios. Muchos albergan a sus vecinos que tuvieron que huir de Homs y más recientemente de Alepo. Las minorías de Siria, cristianos y alauíes, que ocupan esas regiones montañosas, buscaron seguridad no solo en sus tierras sino, desde los años 60, en los centros educativos y en las ciudades. Una parte considerable abandonó sus casas rurales en esa década y se mudaron a las ciudades, donde fueron los primeros graduados universitarios que aprovecharon el florecimiento del sector estatal decentemente pagado en los años 70. Un maestro de escuela de principios de los años setenta ganaba aproximadamente 350 libras sirias mensuales, lo que le permitía disfrutar de eventos literarios y artísticos y vacaciones regulares, aparte de los pagos de la hipoteca de su nuevo apartamento recientemente adquirido en la ciudad. A pesar de todo, esa seguridad pareció temporaria a muchos de ellos, que insistieron en construir casas o pequeños apartamentos en sus aldeas de origen. El motivo era, dice Adnan (profesor universitario jubilado de 68 años), que «en caso de inestabilidad política, nuestras montañas nos protegerían. En las ciudades seguiremos siendo extraños. Somos invitados, invitados temporarios». A pesar de la desaprobación de su esposa, Adnan logró construir una modesta casa en su aldea natal. «Ella no quería ‘invertir’ en una pequeña aldea», dice con una risa calurosa, «pero a principios de los años 80, cuando la Hermandad Musulmana se alzó contra el gobierno en Alepo, mi esposa Siham era miembro de la Asociación de Mujeres Sirias. Una mañana nos despertamos con la señal de la X roja pintada en nuestra puerta. Supimos que nos habíamos convertido en objetivos. Informamos a la policía de la amenaza y nos aconsejaron que nos ocultáramos en un lugar seguro. La policía nos condujo a la aldea donde nos quedamos en la casa de mi hermano durante tres semanas. Cuando nos dieron la orden de volver a Alepo, Siham estaba convencida de la necesidad de construir esta casa».

En su modesta casa de verano de tres dormitorios, Adnan alberga a la familia de su amigo Ibrahim, otro profesor universitario, palestino. Es suní de nacimiento pero me asegura, «como Adnan soy secular. Nuestra generación no conocía musulmanes y cristianos. Éramos todos camaradas». Cuando le pregunté por qué abandonó Alepo y buscó refugio en la casa de Adnan, asintió con la cabeza y dijo: «Estoy contra el gobierno de Asad, siempre lo he estado… pero también estoy contra esta caótica rebelión. Viví en el vecindario de al-Midam, Alepo, los últimos veinte años. Era una zona de mayoría suní en la cual el secularismo se hizo peligrosamente intolerable. Las reacciones de la gente a mis comentarios sobre la situación cambiaron de ceños fruncidos a amenazas. No podía arriesgar la vida de mi esposa, la compañera de mi vida. Pero soy palestino, o eso es lo que dicen mis documentos de viaje. Para mí es casi imposible abandonar Siria a menos que me dirija a un campo de refugiados. ¡Crecí en uno y no quiero morir en otro!»

Ibrahim nació en Haifa en 1946. Obligaron a su familia a abandonar su casa en 1948. Sus padres lograron llegar a Damasco donde crecieron sus hijos. Cuando Ibrahim obtuvo su título de bachiller en Humanidades, le asignaron un trabajo de maestro en Alepo rural. Estudió su doctorado por las noches y se graduó de la Universidad de Alepo con un doctorado en Literatura Árabe. «Soy sirio. Crecí en este país, donde también crié a mis hijos. Me beneficié de la educación gratuita de la misma manera que me beneficio ahora de los cupones de comida gratuita que suministra el gobierno. Pero no me malentienda. Necesitamos una reforma política en Siria pero esta revolución fue prematura. Se hizo para que la robaran estos».

A pesar de la gratitud de muchos sirios por las ayudas del gobierno en cuanto a cupones para arroz, trigo bulgur, azúcar, té y aceite de cocina (entre otras necesidades) muchos sirios liberales se sienten amargados ante su derrota. «Es triste que este régimen salga de esta tragedia como un héroe», dice Adnan. Como el valor de la libra siria [SP] se deterioró en los últimos meses llegando a su punto menor en la segunda semana de julio con una tasa de 330 dólares por libra, el gobierno sirio intentó defender el valor de su moneda. Desde el 15 de julio, el cambio fluctúa entre 217 y 220 dólares por libra. Cada vez que el dólar aumenta de valor, los precios de las mercancías se triplican en Siria. Medio kilo de frijoles verdes se vendía por 10 SP en el verano de 2010. En la actualidad, si tiene suerte y los encuentra, tendrá que pagar unas 150 SP por kilo. Solo el precio del paquete de pan se ha fijado en 15 SP ya que es el único alimento totalmente controlado por el gobierno. «Existe un profundo sentimiento de temor entre nosotros. No estamos seguros de que podamos atender nuestras necesidades dentro de unas horas, menos todavía en días». Adnan sigue diciendo en un tono triste: «no estamos preocupados por nosotros. Vivimos en buenos tiempos en los que había muchos alimentos y la seguridad no era motivo de preocupación. Estoy preocupado por la joven generación. Estoy más atemorizado por el odio que les han inculcado». Las numerosas historias compartidas por valerosos sirios que se negaron a abandonar sus casas confirman una realidad: si se sobrevive milagrosamente a una bala, un obús o una explosión, si por la voluntad del todopoderoso todavía tienes un techo sobre tu cabeza y no estás perdido en algún campo en una frontera al azar donde tienes que vender a tus hijas por una dote ínfima para comprar pan al resto de tus hijos, si has logrado escapar de todo eso, pronto necesitarás otro milagro para escapar de la hambruna.

A pesar de la afirmación de la oposición de que el gobierno ha perdido su credibilidad, el régimen de Asad ha establecido su control no solo en lo militar sino también entre los que se quedaron en suelo sirio. En Homs, el ejército ha hecho importantes progresos en el vecindario de al-Khaldieh donde los rebeldes armados se reunieron después de las feroces batallas de Baba Amer. En su ruta hacia Khaldieh, los rebeldes armados obligaron a los habitantes del viejo Homs, en su mayoría cristianos, a abandonar sus casas durante la noche. Los que no pudieron irse (los ancianos y los enfermos) buscaron refugio en el monasterio jesuita de Bustan al-Daiwan. Los rebeldes quieren pensar que esos 60 rehenes podrían representar su único pasaje de salida de un asedio predecible. Mientras tanto, como represalia por el bombardeo de al-Khaldieh, y por lo que podría parecer su última esperanza de producir el caos entre los civiles, los rebeldes han estado disparando con morteros contra los vecindarios de Akrama y al-Nuzha. Por sus concentraciones de alauíes y cristianos, esos vecindarios parecen objetivos perfectos para atacar a civiles que supuestamente apoyan al gobierno.

Por cierto, no todos los alauíes y cristianos son pro Asad. A menos que estén directamente relacionados con la familia Asad, los alauíes siguen siendo en su mayor parte comunidades campesinas. Como muchos de la minoría cristiana, los alauíes urbanos son empleados civiles de clase media que no se pueden permitir un viaje en taxi a Beirut o a Amman y prefieren una muerte digna en sus casas a la humillación de los campos de refugiados. «Me han calificado de favorable al gobierno sin darme la posibilidad de expresar mis puntos de vista políticos», dice furioso Hisham. «Esta revolución estalló contra la tiranía de la familia Asad, pero los rebeldes suníes resultaron más bárbaros de lo que el ejército de Asad podría llegar a ser». El reciente ataque rebelde al puesto de control al-Qumeirah generó alguna atención hacia la difícil situación de las minorías en Siria, pero los alauíes no han gozado de una simpatía semejante. Por supuesto no todos son pro Asad. A menos que estén directamente relacionados con esa simpatía. «Es bastante malo que los medios hayan ignorado la situación de las minorías religiosas y étnicas desde el estallido de la revolución. Ahora que nos recordaron, parecen marginar a los alauíes», confirma Khaled mientras da golpecitos compasivos en la espalda de Hisham de 20 años. «Soy cristiano pero estoy contra Asad. Bueno, era anti-Asad, pero los rebeldes no nos dejaron ninguna alternativa. Yo me alisto como voluntario para el puesto de control de mi vecindario para proteger a mis seres queridos», agrega Hisham.

La matanza de 14 jóvenes en el puesto de control al-Qumeirah fue el último sobresalto en Homs oeste. Se hallaron los cadáveres de cuatro soldados y de diez jóvenes civiles decapitados, se llevaron las cabezas como trofeos. El puesto de control es uno entre varios establecidos por el gobierno alrededor de al-Zara, pero la mayoría los mantienen los civiles para proteger sus aldeas contra los rebeldes que van en camino del Líbano a al-Husun. Los recientes ataques recordaron a las minorías religiosas y étnicas su situación difícil: están solas en su lucha. Antes en la conversación Adnan se preguntó: «¿dónde estaba la BBC cuando un ingeniero cristiano fue asesinado en su cama en Homs en marzo de 2011? ¿Saben que hizo una contribución excepcional en el departamento de Ingeniería Civil en la Universidad al-Baath por la cual recibió un premio que no vivió lo suficiente para disfrutar? ¿Dónde estaban cuando muchos otros jóvenes fueron asesinados en sus camas por los rebeldes? ¿Dónde está la Coalición Siria? ¿Van a denunciar los actos bárbaros de los yihadistas? ¿Piensan que pueden reconquistar a los liberales con su cobarde silencio?

«Las dificultades de las minorías religiosas y étnicas no son nuevas en el conflicto. ¡Es solo que el mundo decidió descubrirlas ahora, como eligió descubrir solo recientemente a los rebeldes armados!» agrega Ibrahim. Mientras las fuertes torres antiguas de Crac de los Caballeros libran una batalla por su supervivencia, así lo hacen las minorías. Mientras se convierten en chivos expiatorios en la cruenta lucha entre dos fuerzas que les niegan una existencia digna, por no decir una opinión política, su suerte sigue siendo incierta, no importa el rumbo que tome el conflicto.

Anna Haq es el seudónimo de una escritora e intelectual siria. Quisiera utilizar su verdadero nombre, pero piensa que eso causaría problemas innecesarios a aquellos que ama. Para contactos: [email protected] 

Fuente: http://www.counterpunch.org/2013/07/19/the-plight-of-syrian-minorities/

rCR