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La educación ecológica desde la mirada antropológica

Fuentes: Rebelión

Parecer ser que estamos cada vez más concienciados de ser respetuoso con el medio ambiente, la ecología de los recursos naturales y con el reciclaje. Pero también parece ser, que hay algo que no acaba de encajar en esta nueva conciencia medioambiental si no queremos acabar antes de tiempo con nuestro planeta. Y es que […]

Parecer ser que estamos cada vez más concienciados de ser respetuoso con el medio ambiente, la ecología de los recursos naturales y con el reciclaje. Pero también parece ser, que hay algo que no acaba de encajar en esta nueva conciencia medioambiental si no queremos acabar antes de tiempo con nuestro planeta. Y es que no se llega a entender la contrariedad entre ser educado con el medio ambiente y el consumo de nuestras sociedades avanzadas. Pues sin ninguna duda, se puede afirmar que vivimos en una sociedad puramente consumista, donde nadie puede escapar de ser un producto o víctima del poderoso desafío global de los mercados.

Hoy día, los objetos no merecen la pena de ser reparados, sino que está al alcance de muchas personas, sustituir el objeto por otro nuevo. Como por ejemplo un automóvil, que cuando ronda los casi diez años desde su fecha de matriculación, éste pierde todo el valor y es la propia institución quienes fomenta a los concesionarios de vehículos para que se lancen a comercializar, ofreciendo para ello ayudas o subvenciones a cambio del «viejo automóvil», Pero esto también ocurre con los miles de productos que se nos ofrece constantemente a través de la publicidad, o de la gran oferta de demanda de compra y venta que nos encontramos cada día en cualquier lugar; incluso sin salir de casa, la publicidad y las motivaciones por consumir, se cuela en nuestros hogares a través de internet, televisión, radio, etc. Nos venden esto: «Si no se consume, no se fomenta el mercado, la contratación de mano de obra, la puesta en circulación del dinero. Y con ello, el progreso de nuevas inversiones y desarrollo material».

Pero hay que decir, que los antropólogos, en silencio, realizan un minucioso trabajo de campo, observan a la sociedad, analizan la realidad, triangulan la información y concluyen una serie de parámetros para que después la sociedad se eduque en valores, como la concienciación del medio ambiente. Y también surgen elementos emergentes, como la rapidez con la que se desenvuelve la sociedad del consumo a ritmo vertiginoso. Porque nadie quiere dejar de consumir, todo se vuelve necesario, nos resulta más cómodo que alguien piense por nosotros en la fabricación de un producto, y hasta nos complace pasar tardes e incluso días, paseando y consumiendo en los centros comerciales.

Entonces surgen las siguientes preguntas: ¿qué se puede hacer ante este hecho tan latente que todos conocemos? ¿Se consume menos que la cantidad de basura que generamos? ¿Está todo controlado medio ambientalmente hablando?

Empecemos por última pregunta, y cuya respuesta sería un NO. Los seres humanos están teniendo cada vez más problemas con la cantidad de basura que estamos desechando. Se intenta reciclar todo lo que se puede, pero aun así, la producción y el consumo vertiginoso, va por delante de todo. Es decir, se puede decir que todos los días, todos los seres humanos de la tierra, consumimos un producto que proviene de los recursos naturales. En muchas ocasiones no se sabe qué hacer con tanta basura, y con ciertos residuos ni siquiera se sabe donde depositarlo o como destruirlo.

En cuanto a la primera pregunta, se podría decir que la mayoría de la sociedad está cada vez más acostumbrada a la nueva cultura general, la de consumir. Decirle a alguien que no contamine es tirarnos piedras sobre nuestro propio tejado, porque incluso estas palabras digitales generan un tipo de basura, y si la computadora que estoy utilizando se averiase, generaría una serie de residuos peores.

Se consume por consumir en muchas ocasiones, digamos que es un nuevo parámetro cultural, el de salir de la rutina, cambiar el vestuario, adornar el hogar, renovar el automóvil, adquirir nuevos objetos, etc. Pero de todo esto, se puede sacar un matiz muy importante, que se consuma lo necesario, y lo que no lo sea, que se conserve el mayor tiempo posible. Así, cuanta menos basura desechemos, cuanto más valores medio ambientales tengamos, consumiremos solo aquello que más nos interesa.

Pero la conclusión final que se obtiene de todo esto, es muy estremecedora. Porque hemos hecho tanto daño al planeta en los últimos cien años, que ni siquiera se sabría si se llevando a cabo las cientos de medidas para combatir contra la contaminación, nuestro espacio natural planetario cambiaría. Lo que está claro, es que todos los actos que cometemos todos los días la mayor parte de la población mundial, son irreversibles. Muchas especies vegetales y animales han desaparecido, otros muchos están en peligro de extinción, se talan descontroladamente árboles de reservas naturales, los polos se derriten y la contaminación que estamos generando es incalculable y sin saber cómo eliminarla.

Lamentablemente, la solución por el bien del planeta tierra no está al alcance de ninguno de nosotros, y parece ser que todo esto podría llegar a tener un fin; como pudieron tener otras civilizaciones remotas sin hallazgos. Pero el hombre, sigue empeñado en el proyecto de poblar Marte, porque a pesar de todo, conservar a la especie humana y animales en otro planeta, puede ser el mayor experimento de toda la historia de la humanidad que hasta ahora hayamos conocido. Quizás abandonar el planeta Tierra haya sido la genuina idea de la ciencia de todos los tiempos.

Andrés López, es antropólogo.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.