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La estadística maldita de los superhombres

Fuentes: Rebelión

https://revistafuturos.noblogs.org/

Dos heridos con bombas incendiarias y cientos de heridos mediante bombardeos; cuatro heridos, acuchillados y decenas de heridos de bala y algunos muertos; un palestino arroja una bomba en un sitio israelí cerrado, mueren tres  y el palestino se suicida.

Las cifras son aproximadas porque solo me estoy confiando en la falible memoria, pero las situaciones, las proporciones y las relaciones de muertos y heridos de un lado y otro, procuran ser más fieles a una triste, increíble historia de avasallamiento y destrozo de una sociedad, que se prolonga por décadas y no tiene muchos equivalentes.

Pongamos otro ejemplo, éste sí con cifras que se conocieron en su momento y fueron registradas públicamente: en 2005, un soldado israelí, Gilad Shalit, es tomado prisionero en una escaramuza sangrienta  y, mediante lo que Israel denominó “Operación Lluvia de Verano”, más de doscientos palestinos fueron matados, bajo el pretexto de allanamientos buscando al prisionero.

Hasta una fuente israelí, B’Tselem, reconoció entonces que entre los muertos hubo muchos adultos civiles sin armas y menores de edad también sin armas (el soldado aprisionado aparecerá vivo y entero, sin huellas de tortura, un año después, testimoniando sobre condiciones de encierro de  un modo tal que no dará lugar a nuevas conferencias de prensa, porque contrastaba penosamente para las “Relaciones Públicas” israelíes el buen trato  recibido por él  con el destino de prisioneros tomados por el ejército del aprisionado, niños incluidos).

Esta asimetría en el tratamiento de las dos partes es muy significativa.

¿Por qué Israel está massmediáticamente preservado de buena parte de las críticas que por acciones similares reciben otros (no todos, sin embargo)?

El último episodio colectivo y violento entre israelíes y palestinos sobrevino en mayo 2021. Los palestinos están a la defensiva desde hace mucho tiempo. Porque el fortalecimiento y los apoyos a Israel han sido tan fuertes como el aislamiento y el abandono a los palestinos. Por ejemplo, Donald Trump, presidente entonces de EE.UU., en 2020 se sintió llamado a eliminar a los palestinos de toda presencia política en el mundo:  las firmas de el ”Acuerdo del Siglo”, fueron la de  Trump como presidente de EE.UU. y la de Netanyahu como premier israelí. Los palestinos, a lo sumo, objeto del “Acuerdo” (igual, por otra parte, que en 1948).

La diablura de los almanaques fue la chispa en ese último episodio que recordábamos. El 13 abril 2021, coincidió la fecha del Ramadán musulmán y el Día del Recuerdo de Israel.

Y las autoridades israelíes armaron el espectáculo para “su” fecha. Sin más, sin necesidad alguna de aclaración o coordinación, fueron hasta las instalaciones de Al Aqsa, hicieron a un lado a orantes y cuidadores y sin dar explicaciones “cortaron los cables de los altavoces”.[1] En el sitio, sagrado para los musulmanes, donde se iba a reunir la feligresía musulmana. Simultáneamente lo iba a hacer la feligresía judía, ahí enfrente, en el Muro de los Lamentos.

Como además de semejante “cortocircuito”, justo en la disputada y tensionada Jerusalén, las autoridades judías se disponían a evacuar por la fuerza, por segunda vez en la historia, a un grupo de palestinos para ceder esas viviendas, o sus terrenos, a pobladores judíos, el conflicto no hizo sino reforzarse.[2]

Una vez más, ardió Troya. En los ceremoniales religiosos, Israel conserva los “mismos principios” que el sr. Trump: los israelíes ejercen el protagonismo; los palestinos son el objeto. De lo que sea. En este caso, de las medidas sonoras del acontecimiento judío.

El rechazo al poder omnímodo israelí se expresó de varias formas: aparecieron en tik-tok videos condenando los atropellos y a la vez, ejerciendo resistencia directa.

Se siguieron sucediendo eslabones hacia el vacío: a fines de abril Mahmud Abbas cancela las postergadas y prometidas elecciones palestinas. El triste e irritante recuerdo de las últimas habidas,  llevadas a término en 2006, validadas por veedores internacionales y estadounidenses, pero desconocidas por el gobierno israelí y por la Autoridad Nacional Palestina (conjuntamente). Abbas, una vez más, ahora en 2021, antepone su poder (menguante y residual) por encima y por delante de una instancia democrática.

“Para crear el caos y confundirlo todo”, a fines de abril 2021 Lehava, una organización judía de franca derecha sale a las calles de la caldeada Jerusalén hostigando y atacando a transeúntes palestinos y reclamando a viva voz “que hay que matarlos”. Portan carteles de Baruch Goldstein, el médico sionista que asesinó a una treintena de orantes antes que los sobrevivientes lo despedazaran.

El 4 de mayo un dirigente de Hamas anuncia una “última advertencia” de que no iban a seguir soportando agresiones. Y agresiones había.

El primer viernes de Ramadán musulmán (8 de mayo) es “saludado” por las fuerzas policiales y/o militares israelíes con granadas y balas. Llegaron las piedras.

Y los resultados en vidas tronchadas hasta entonces: 145 palestinos, 11 israelíes.

Para el 25 de mayo la matanza había seguido ciclos anteriores; la máquina de matar israelí desenvuelve su poder mortífero: para entonces, 232 palestinos muertos, 12 israelíes.

Y en esta situación, en que la violencia es desencadenada por una autoridad que no admite réplica, con el resultado, esperable dada la diferencia de equipamiento y capacidad de daño, en una proporción inicial de 12 a 1 y final de 19 a 1, se publica, con profusión, las consideraciones del presidente de Ucrania Volodymyr Zelensky, acerca de “la lluvia de cohetes arrojados desde Gaza” (cuenta completa: 4000 cohetazos, 1800 bombardeos).

Serhly Osachuk, gobernador ucraniano de Chernivtsi a su vez declaró: “Hoy somos todos israelíes, porque desgraciadamente están muriendo allí inocentes. La muerte no tiene nacionalidad . Tiene solo dolor. Detengamos la cohetería, Apoyamos a la población de Israel.”

La sensibilidad de Zelensky, la de Osachuk, la de una inmensa mayoría de los caudales massmediáticos llega hasta los humanos israelíes (también hasta los europeos, al menos ciertos), pero languidece hasta casi extinguirse cuando se trata de humanos… periféricos.

Pero están claras las razones. Otro legislador ucraniano Andriy Denysenko (del municipio de Dnieperpetrovsk) explicó:  ”Israel es el único puesto de avanzada del mundo civilizado en el Cercano Oriente, la única democracia que se opone a extremistas y totalitarios […] nos guste o no Israel tiene aliados naturales entre patriotas ucranianos y banderistas.” [3]

Observemos que Denysenko retoma la idea de Herzl, del s. XIX, de ver al pueblo judío como avanzada civilizatoria en medio de la barbarie. Y también, al pasar, vale la pena observar alianzas recocinándose en el torbellino geopolítico; proisraelíes aliados a seguidores de Bandera, un líder ucraniano nacionalista de muy buen trato con nazis y estalinistas (no sabemos cuán simultáneamente y cuánto alternadamente).

La apelación de Sergiy Osachuk de que “la muerte no tiene nacionalidad” sería para tener en cuenta, si no lo redujera todo a “la población de Israel”, al reclamar únicamente que se paren los cohetazos (palestinos) y no los bombardeos (israelíes; encima, mucho más mortíferos).

Pero así anda mucha humanidad; tuerta.


[1]  Véase la veraz y matizada crónica de un periodista británico; Patrick Kingsley. www.nytimes.com/es/2021/05/19/espanol/palestinos-Israel-a-que-se-debe-la-crisis.html.

[2]  Este puñado de pobladores había sufrido la Nakba, en 1948; expulsado de sus viviendas y su territorio; en aquel momento obtuvieron, con el acuerdo de autoridades judías, ese nuevo emplazamiento en Jerusalén, habitado entonces por igual por musulmanes, cristianos y judíos.

[3]   https://ukrainianjewishencounter.org/en/news/how-ukraine-has-reacted-to-the-rocket-attacks-against-israel/, 25 mayo 2021.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.