Traducido por Nadia Hasan y revisado por Caty R.
Hay algunas personas cuyos rostros delatan las dificultades que han tenido que enfrentar a lo largo de sus vidas. Salah Shweiki es una de ellas. Sentado bajo la gran carpa en el barrio Bustan de Silwan, buscando la calidez de la madera en una vieja carretilla, Shweiki emana el aura de un anciano sabio. En sus 56 años de vida ha visto mucho, quizá demasiado, pero hoy se encuentra centrado, su rostro decidido y su voluntad de hierro sólida.
Salah Shweiki es una de las aproximadamente 1.500 personas que están siendo amenazadas con la expulsión de sus hogares por la municipalidad israelí de Jerusalén. Según la orden de desalojo distribuida entre los residentes del barrio Bustan, las demoliciones se llevan a cabo con el pretexto de la falta de concesión de licencias. Una vez que las casas sean destruidas, Israel planea construir en su lugar un parque nacional, un parque que según sus expertos en arqueología, forma parte de la antigua Ciudad de David.
Shweiki hace caso omiso de todas y cada una de estas explicaciones y dice que la orden de desalojo forma parte de un plan más amplio sobre Jerusalén, que es el de expulsar de la ciudad a la mayor cantidad posible de palestinos.
En cuanto a la reciente actividad de Israel en Jerusalén, creo que Shweiki dio en el clavo. Silwan ha estado plagada de órdenes israelíes de demolición durante años, muchas de estas últimas entregadas desde 2005. Los residentes de Silwan dicen que las acusaciones de que sus casas se construyen sin la debida licencia israelí son absurdas, ya que la mayoría de ellas se construyeron incluso antes de que Israel ocupara la ciudad en 1967.
Shweiki, por ejemplo, dice que tiene las escrituras de su casa y su tierra, que se remontan a la época del mandato británico, y que demuestran a su vez que la casa se construyó incluso antes de eso. «Además», dice, «esta es tierra Waqf», en referencia a la Dotación Islámica, que maneja los asuntos administrativos de las zonas musulmanas de Jerusalén. «Las tierras Waqf no se pueden comprar ni vender», añade, por lo tanto, queda sin crédito alguno cualquier reclamación que afirme que los palestinos vendieron sus tierras a los colonos que han ocupado dichas residencias en el corazón de Silwan.
Si estas órdenes de demolición se llevan a cabo, Israel afirma que reubicará a los residentes en otras zonas de Jerusalén Este, principalmente en las afueras de Beit Hanina y Shufat. Los habitantes del barrio Bustan de Silwan no tendrán nada de esto, ya que afirman que lucharán contra esas órdenes israelíes con uñas y dientes. «Antes de arrebatarnos nuestra tierra, nos arrebatarán nuestras vidas», dice desafiante Shweiki.
No es el único que siente de esta manera. Sentados con él en la tienda se encuentran, al menos, otros diez hombres, todos apiñados alrededor del fuego tomando café y té. Otro hombre, Abed Shaloudi, dice que los residentes han creado el Comité Público para la Defensa del barrio Bustan de Silwan, con el fin de atraer a la mayor cantidad de medios de comunicación y la atención internacional a su difícil situación.
El mismo Shaloudi no es ajeno a las dificultades. Pasó 10 años en una cárcel israelí en la década de los noventa, período durante el cual los colonos judíos reclamaron su hogar. Todavía está en su casa, pero admite que no sabe cuándo llegará el día en que los colonos le obligarán a abandonarla con una orden judicial.
La juventud de Shaloudi se refleja en sus apasionadas convicciones. Dice que los representantes de varios medios de comunicación los han visitado, emisarios de la Embajada de Egipto y grupos europeos han llegado a su tienda. Tiene un libro de visitas en el que pide a todos que firmen como prueba de que acudieron en solidaridad. Tiene grandes esperanzas de que sus actividades marquen una diferencia. «Estamos planeando una marcha desde Sheikh Jarrah a Al Bustan», dice, refiriéndose a otro barrio de Jerusalén Este bajo ataque constante y confiscación por parte de los colonos israelíes. «Asimismo, esperamos poder formar una cadena humana de niños alrededor de todo Silwan».
Todos estos esfuerzos son encomiables y ciertamente podrían llamar la atención sobre la injusticia impuesta en Silwan. La pregunta es, ¿serán suficientes para detener las demoliciones? Si nos fijamos en la historia, esta posibilidad es bastante débil.
Veamos, por ejemplo, Sheikh Jarrah. Durante años, los colonos se han apoderado de las casas del barrio afirmando que tienen escrituras de propiedad que se remontan a antes de 1948. Mientras Israel insiste en que las familias palestinas cuyas casas han sido arrebatadas cuentan con recursos legales dentro del sistema judicial israelí, esto es difícilmente un consuelo. Lo mejor que podemos esperar es una suspensión de la orden de desalojo o demolición por unos pocos meses, en el mejor de los casos por algunos años, pero nunca una revocación. La última apropiación de los colonos fue el hogar de Um Kamel, que acabó durmiendo en una tienda de campaña con su anciano esposo (quien murió más tarde después de su expulsión), mientras los colonos se trasladaron a su casa.
En Silwan, Jabal Al Mukabber y la Ciudad Vieja, las historias sólo difieren en los detalles. Las reclamaciones de propiedad de los judíos casi siempre ganan a los años de propiedad y herencia familiar de los palestinos. El problema con esta lógica es múltiple, en primer lugar el hecho de que es unilateral. En 1948, los palestinos eran dueños de sus casas en lo que actualmente es Jerusalén Oeste y vivían en sus hogares legados por sus padres y abuelos. El hecho de que conserven la documentación original y auténtica de dichas casas al otro lado de la línea de división de la ciudad es completamente irrelevante para Israel, que hace caso omiso de cualquier reivindicación palestina en lo que ahora es Israel.
¡Y si sólo fuera eso! Israel se ha negado sistemáticamente a aceptar siquiera el principio del derecho de retorno sobre la base de que cualquier gran afluencia de refugiados palestinos a Israel podría alterar el carácter judío del Estado. Sus aspiraciones, por desgracia, van incluso más lejos del propio Israel. En Cisjordania y Jerusalén Este, Israel ha construido decenas de asentamientos judíos en el corazón del territorio palestino ocupado y los ha llenado con medio millón de colonos judíos. En Jerusalén, la cuestión más espinosa de todas las relativas al estatuto definitivo, Israel continúa apoderándose de la tierra palestina y de los derechos de residencia en un intento de vaciar la ciudad de la mayor cantidad posible de residentes árabes palestinos.
Por lo tanto, es difícil no estar de acuerdo con Salah Sheweiki. Cuando dice que en esta batalla no se trata de Silwan, sino de Jerusalén, tiene razón. Cuando afirma que la cuestión ni siquiera se refiere a los edificios sino a la tierra, sólo puedo asentir con la cabeza. En Jerusalén, Israel no oculta sus intenciones. Para hacer de ella la capital eterna de los judíos, tiene que librar a la ciudad de quienes se atreven a desafiar esa afirmación. Lamentablemente, como puede ver cualquiera, eso es lo que está haciendo, una casa tras otra.
Fuente: http://www.palestinechronicle.
Joharah Baker es un escritor de Medios de Comunicación y del Programa de Información de la Iniciativa Palestina para la Promoción del Diálogo Global y la Democracia (Miftah). Puede ser contactado en [email protected].