Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
En Palestina, se vislumbra tan sombría como siempre cualquier perspectiva de paz auténtica, a causa, especialmente, de la intransigencia israelí y de la complicidad estadounidense con el estado sionista; los amantes de la paz en Oriente Medio y en todo el mundo se han visto una vez más afrentados por otra de las poco honrosas visitas de la Secretaria de Estado de EEUU a la región.
Desde que hace más de tres años se convirtió en Secretaria de Estado, Rice ha efectuado numerosas visitas a Ramala y a la Jerusalén ocupada.
Sin embargo, en su conjunto, la grave situación palestina sigue prácticamente inalterada. De hecho, uno puede sostener con seguridad que la ocupación y el apartheid israelí son ahora mucho peores que lo eran hace tres años.
De ahí que sea muy poco probable que la actual visita de Rice vaya a marcar diferencia alguna.
En verdad que no resulta difícil señalar las causas y razones del fracaso de los «esfuerzos de paz» estadounidenses en esta parte del mundo.
EEUU sabe muy bien que Israel no se moverá ni un centímetro hacia la paz sin presiones serias por su parte. Pero el gobierno estadounidense no tiene ni inclinación ni voluntad para hacerlo. El control judío del Congreso y la virtual y completa sumisión de la administración Bush ante el poderoso lobby judío conocido como AIPAC, así como de los neocons alineados tras Israel, hacen extremadamente improbable cualquier avance importante, ni siquiera un mínimo progreso, en la construcción de la paz.
Rice conoce eso muy bien a pesar del artificial optimismo que a menudo trata de insuflar, sobre todo para dar la falsa impresión de que el moribundo proceso de paz sigue vivo.
Asimismo, los israelíes saben que, en lo que se refiere a Israel, los funcionarios estadounidenses no siempre quieren decir lo que dicen, ni dicen lo que quieren decir.
Tomemos, por ejemplo, la cuestión de los bloqueos de carretera y controles israelíes que salpican el mapa de Cisjordania, que hacen real y totalmente imposible desarrollar cualquier actividad económica normal. Los funcionarios estadounidenses, desde el mismo Bush a Rice y otros enviados del Cuarteto y de EEUU, han urgido en numerosas ocasiones a Israel para que elimine los cerca de 600 bloqueos de carreteras, a menudo manejados por soldados israelíes de estilo nazi y gatillo fácil.
Sin embargo, en lugar de atender las demandas internacionales y estadounidenses, el gobierno israelí tomó la decisión de establecer más bloqueos de carretera y más controles para hacer que la vida diaria palestina sea aún más miserable e insoportable.
¿Por qué Israel desafía a la administración Bush, que le ha pedido por enésima vez que relaje sus duras y agobiantes medidas contra los palestinos normales y corrientes tanto en Cisjordania como en la Franja de Gaza?
La respuesta está muy clara. Israel cree, equivocada o acertadamente, que controla a los EEUU de América, que controla la política y políticas estadounidenses, que controla el Congreso y los medios de comunicación y las instituciones financieras más importantes allí.
Hace unos cuantos años, se rumoreó que el anterior Primer Ministro israelí Ariel Sharon había dicho a Shimon Peres, por aquel entonces Ministro de Asuntos Exteriores: «Controlamos a los Estados Unidos y los estadounidenses lo saben».
Un dirigente y colono judío en Hebrón, con quien este periodista se reunió hace pocos años, fue más directo aún. Dijo que «el pueblo judío podría poner de rodillas a Estados Unidos en menos de 24 horas».
Pregunté al aparentemente arrogante líder de los colonos, inmigrante él mismo desde Florida a Israel, que cómo unos pocos millones de judíos estadounidenses podrían poner de rodillas al país más poderoso sobre la tierra. «No controlamos directamente a los 300 millones de estadounidenses», dijo con bastante ostentación. «Controlamos a quienes les controlan a ellos».
Muchos apologistas de Israel pueden rechazar esos comentarios como «disparates». Sin embargo, hay un creciente número de estadounidenses que han llegado a la conclusión de que las políticas exteriores estadounidenses, especialmente hacia Palestina, Israel, Iraq, Afganistán, e incluso hacia Europa, están hechas en Israel, no en Washington.
Hace dos meses, me reuní con un grupo de dirigentes cristianos estadounidenses en un restaurante en la ciudad de Hebrón, en Cisjordania. Una señora, creo que de Illinois, me dijo lo siguiente: «Siento decirle que Vds. van a seguir pudriéndose bajo la ocupación israelí por muchos años que pasen». Desconcertado por el comentario, le pregunté a la casi jubilada de 65 años, cómo podía estar tan segura de esa valoración tan sombría. Su respuesta fue aún más desconcertante. «Actualmente, el único país que puede presionar a Israel para que ponga fin a su ocupación de Palestina es Estados Unidos. Pero debo decirle, ateniéndome estrictamente a la realidad, que Israel controla nuestro país y nuestro gobierno».
Resumiendo, sería inútil confiar de verdad en que EEUU lleve la paz al Oriente Medio desde el momento en que la paz depende casi totalmente de que el gobierno estadounidense ejerza presiones reales sobre Israel, algo muy improbable, al menos en un futuro previsible. Sí, a menudo EEUU intenta aparecer como un constructor de la paz y un intermediario honesto. Pero es una falsa apariencia, ya que todo el mundo sabe que las eternamente estériles negociaciones entre Olmert y Abbas no han llegado, ni llegarán, a parte alguna.
Hoy en día, con los hechos irreversibles que Israel ha creado sobre el terrreno en la ocupada Cisjordania, especialmente en Jerusalén Este, la perspectiva de la así denominada Solución de los Dos Estados está muerta, a pesar de todos los parloteos que seguimos oyendo de israelíes, estadounidenses e incluso de funcionarios palestinos.
De ahí que sea imperativo que el pueblo palestino y sus auténticos dirigentes y representantes dejen de permitir que los Estados Unidos de Israel… sí, los Estados Unidos de Israel, les engañen eternamente sobre la liquidación de su imperecedera causa.
Por lo tanto, es vital que el pueblo palestino y sus dirigentes y representantes no corruptos encuentren una estrategia de salvación alternativa basada en la solución de un único Estado.
Khalid Amayreh es un periodista palestino que vive con su familia en la ciudad palestina ocupada de Dura. Puede contactarse con él en: [email protected].
Enlace con texto original en inglés: