Fragmento de La limpieza étnica de Palestina. Autor: Ilan Pappé. Traductor: Luis A. Noriega Hederich. Editorial: Crítica. Páginas: 414
Los editores del diario de Ben Gurion se sorprendieron al descubrir que entre el 1 de abril y el 15 de mayo de 1948, el líder de la comunidad judía de Palestina parecía descuidar el aspecto militar de los acontecimientos.
En lugar de inquietarse por ello, se mostraba mucho más preocupado por la política interna sionista y estaba dedicado de lleno a cuestiones de organización como la transformación de los cuerpos de la Diáspora en organismos del nuevo Estado de Israel. Su diario, resulta evidente, no revela ninguna sensación de temor por la catástrofe inminente o el «segundo Holocausto» que con emoción proclamaba en sus apariciones públicas.
Entre quienes pertenecían a sus círculos íntimos, hablaba con un lenguaje diferente. Así, a comienzos de abril, presentó con orgullo a los miembros de su partido, el Mapai, los nombres de las aldeas árabes que las tropas judías habían ocupado recientemente. Y el día 6 del mismo mes le encontramos reprendiendo a los miembros con tendencias socialistas de la ejecutiva del Histadrut que cuestionaron el acierto de atacar a los campesinos en lugar de confrontar a sus patronos. Ocasión en la que dijo a una de las principales figuras de la organización sindical: «No estoy de acuerdo con usted en que nos enfrentamos a efendis y no a campesinos: ¡nuestros enemigos son los campesinos árabes!
Su diario, de hecho, contrasta radicalmente con el miedo que sembraba entre quienes le oían en reuniones públicas y, por consiguiente, con la memoria colectiva de los israelíes. Sugiere que para entonces se había dado cuenta de que Palestina ya estaba en sus manos. Con todo, tampoco estaba excesivamente confiado, y no se unió a las celebraciones del 15 de mayo de 1948, consciente de la enormidad de la tarea que tenía por delante: limpiar Palestina y asegurarse de que los árabes no pudieran obstaculizar la toma del país por parte de los judíos.
Al igual que la Consultoría, temía el resultado de los acontecimientos en lugares en los que existía un obvio desequilibrio entre los asentamientos judíos aislados y un potencial ejército árabe, como era el caso de ciertas zonas remotas de Galilea y el Néguev, así como de algunas partes de Jerusalén. No obstante, tanto Ben Gurion como sus colaboradores más cercanos entendían perfectamente bien que estas desventajas locales no alteraban el cuadro general: la capacidad de las fuerzas judías para tomar, incluso antes de que los británicos hubieran abandonado el país, muchas de las áreas que la Resolución de Partición de la ONU había asignado al Estado judío. En este contexto, «tomar» significaba sólo una cosa: la expulsión, masiva, de los palestinos de sus hogares, negocios y tierras, tanto en las ciudades como en las áreas rurales.
Poder sobre el terreno
Ben Gurion quizá no se haya regocijado con las masas judías que bailaron en las calles el día que el Mandato británico llego oficialmente a su fin, pero sabía muy bien que las fuerzas militares judías ya habían empezado a mostrar su poder sobre el terreno. Cuando se activó el Plan Dalet, la Haganá contaba con más de 50.000 efectivos a su disposición, la mitad de los cuales habían sido entrenados por los británicos durante la Segunda Guerra Mundial. Había llegado la hora de poner en marcha el plan.
La estrategia sionista de construir asentamientos aislados en medio de zonas árabes densamente pobladas, aprobada retroactivamente por las autoridades del Mandato británico, se reveló una desventaja en épocas de tensión. La llegada de suministros y tropas a estos puestos remotos no siempre estaba garantizada, y una vez el país estuvo en llamas, la carretera para acceder a Jerusalén por el oeste, que pasaba por numerosas aldeas palestinas, resultó particularmente difícil de proteger, lo que creó entre la pequeña población judía de la ciudad una sensación de asedio. Los judíos de Jerusalén también eran un motivo de preocupación para los líderes sionistas por una razón diferente: éstos pertenecían en su mayoría a las comunidades ortodoxa y mizrahi (oriental), cuyas aspiraciones y compromiso con el sionismo eran bastante tenues e incluso cuestionables.
Por tanto, la primera zona que se eligió para poner en marcha el Plan Dalet fue la de las aldeas rurales de las laderas occidentales de las montañas de Jerusalén, a medio camino a lo largo de la carretera hacia Tel Aviv. Ésta fue la Operación Najsón, que serviría de modelo para campañas futuras: las expulsiones súbitas y masivas que empleó demostrarían ser el medio más eficaz de conservar los asentamientos judíos aislados o desbloquear las rutas amenazadas por el enemigo, como la que conducía a Jerusalén.
A todas las brigadas asignadas a la operación se les pidió que se prepararan para pasar a Mazav Dalet, Estado D, es decir, que se alistaran para implementar las órdenes del Plan D. «Pasaréis a Estado Dalet, para una implementación operativa del Plan Dalet», fue lo primero que se les dijo a las unidades. Y luego, «las aldeas que vais a capturar, limpiar o destruir se decidirán consultando con vuestros asesores en asuntos árabes y los oficiales de inteligencia».
A juzgar por el resultado final de esta fase, a saber, la desarrollada entre abril y mayo de 1948, el consejo de éstos fue que no se perdonara a ni una sola aldea. Mientras que el Plan Dalet oficial daba a las aldeas la opción de rendirse, las órdenes operacionales no eximían a ninguna aldea bajo ningún concepto. Con esto, el programa detallado se convirtió en la orden militar de empezar la destrucción de las aldeas. Las fechas se programaron de acuerdo con la geografía: la brigada Alexandroni, que se encargaría de asaltar la costa con sus decenas de aldeas, y que sólo dejaría detrás dos de ellas, recibió sus órdenes hacia finales de abril; las instrucciones de limpiar el oriente de Galilea llegaron al cuartel general de la brigada Golani el 6 de mayo de 1948, y al día siguiente se ordenó la limpieza de la primera aldea de su «área», Shajara.
Destrucción de aldeas
Las unidades del Palmaj recibieron sus órdenes para la Operación Najsón desde el primer día de abril de 1948. La noche anterior, la Consultoría se había reunido en la residencia de Ben Gurion para dar término a las directivas que recibirían las unidades. Sus órdenes fueron claras: «El principal objetivo de la operación es la destrucción de aldeas árabes … [y] la expulsión de los aldeanos para que se conviertan en un lastre económico paralas fuerzas árabes». La Operación Najsón también fue una novedad en otros aspectos. Fue la primera operación en la que todas las distintas organizaciones militares judías se esforzaron por actuar de forma conjunta como un único Ejército (con lo que se proporcionó una base a las futuras Fuerzas de Defensa de Israel). Y fue la primera operación en la que los veteranos judíos de Europa oriental, que dominaban el mundillo militar, se incorporaron a una campaña junto a otros grupos étnicos como los recién llegados del mundo árabe y de la Europa posterior al Holocausto. El comandante de un batallón que participó en esta operación, Uri Ben Ari, menciona en sus memorias que «mezclar a los judíos de la diáspora» era una de las metas importantes de Najsón. Ben Ari era un joven judío alemán que había llegado a Palestina pocos años antes. Su unidad realizó sus preparativos finales para Najsón en la costa del Mediterráneo, cerca de Hadera. Él se recuerda comparándose a los generales rusos que pelearon contra los nazis en la segunda guerra mundial. Los «nazis» en su caso eran un enorme número de campesinos palestinos indefensos que vivían en aldeas cercanas a la carretera que unía Jaffa con Jerusalén y los grupos paramilitares de Abd al Qadir al Husayni que habían acudido en su rescate.
Las unidades de Al Husayni habían estado disparando al azar contra el tráfico judío en esta ruta como represalia por ataques anteriores, y habían matado y herido a varios pasajeros. Pero los aldeanos, como ocurría por todas partes en Palestina, sólo estaban intentando continuar con su vida normal, sin conocer la imagen demonizada que Ben Ari y sus camaradas les atribuían.
Al cabo de unos pocos días, la mayoría de ellos serían expulsados para siempre de las casas y campos en los que ellos y sus ancestros habían vivido y trabajado durante siglos. Los grupos paramilitares palestinos a órdenes de Abd al Qadir al Husayni opusieron más resistencia de la que esperaba el batallón de Ben Ari, lo que hizo que la operación Najsón no avanzara inicialmente según lo planeado. Pese a ello, para el 9 de abril la campaña estaba terminada. (…)
Deir Yassin
La naturaleza sistemática del Plan Dalet resulta patente en el caso de Deir Yassin, una aldea pastoril y cordial que había llegado a un pacto de no agresión con la Haganá de Jerusalén, pero que estaba condenada a desaparecer por encontrarse dentro del área que el Plan Dalet ordenaba limpiar. En vista del acuerdo que había firmado con la aldea, la Haganá decidió enviar allí tropas del Irgún y de la banda de Stern y librarse así de toda responsabilidad oficial en lo ocurrido. En posteriores operaciones de limpieza de aldeas «amigas» ni siquiera se consideraría necesario emplear este ardid.
El 9 de abril de 1948, tropas judías ocuparon la aldea de Deir Yassin. Ésta se encontraba en una colina al oeste de Jerusalén, a 800 metros sobre el nivel del mar y cerca del barrio judío de Givat Shaul. La vieja escuela de la aldea funciona en la actualidad como un hospital psiquiátrico para el barrio judío que se extendió sobre
los restos del poblado.
Al irrumpir en la aldea, los soldados judíos rociaron las casas con fuego de ametralladora, lo que mató a muchos de sus habitantes. Después de eso, se reunió a los demás aldeanos y se los asesinó a sangre fría, los cadáveres fueron maltratados y cierto número de mujeres fueron violadas antes de ser asesinadas.
Fahim Zaydan, que tenía doce años en esa época, recuerda cómo vio asesinar a su familia delante de sus ojos: «Nos llevaron uno detrás de otro; dispararon a un anciano y cuando una de sus hijas gritó, le dispararon a ella también. Luego llamaron a mi hermano Muhammad, y le dispararon enfrente de nosotros, y cuando mi madre, que llevaba a mi hermana Hudra en sus brazos, pues todavía estaba amamantando, se arrojó sobre él llorando, también le dispararon».
Los soldados también le dispararon a Zaydan. Lo habían puesto, junto con otros niños, en fila contra una pared que rociaron con balas, «sólo para divertirse», antes de marcharse. Tuvo suerte de sobrevivir a sus heridas. Investigaciones recientes han reducido el número aceptado de víctimas de la masacre de Deir Yassin de 170 a 93. Como es obvio, aparte de las víctimas de la masacre propiamente dicha, hubo decenas de campesinos que murieron en el combate, y que por tanto no fueron incluidos en la lista oficial de víctimas. Sin embargo, en vista de que las fuerzas judías consideraban cualquier aldea palestina como una base militar enemiga, la distinción entre las personas masacradas y las muertas «en batalla» era tenue.
Basta enterarse de que entre los asesinados en Deir Yassin había treinta bebés para entender por qué todo el ejercicio «cuantitativo» (no muy distinto del que los israelíes realizaron en una fecha tan cercana como abril de 2002 a propósito de la masacre de Jenin) es irrelevante. En su momento, los líderes judíos anunciaron con orgullo un elevado número de víctimas en Deir Yassin para hacer de la aldea el epicentro de la catástrofe: una advertencia a todos los palestinos de que un destino similar les aguardaba si se negaban a abandonar sus hogares y marcharse.
Ilan Pappé: Una figura emblemática de los nuevos historiadores
1 . Huyendo de los nazis
Los padres de Ilan Pappé huyeron de Alemania durante la persecución nazi y se establecieron en Haifa, donde nació el historiador en 1954. En la Universidad de Haifa ha hecho su carrera académica hasta convertirse en la figura emblemática de los llamados’nuevos historiadores’.
2. Cuestionar la versión oficial
Los nuevos historiadores, que en su conjunto han publicado una decena de libros en los últimos años, se caracterizan por cuestionar la versión sionista de la historia y reevaluar los datos que poco a poco van saliendode los archivos.
3 . Ostracismo
Pappé ha pagado su osadía con el ostracismo del mundo académico israelí. Sus opiniones y trabajo académico le han ganado muchos enemigos, por lo que decidió abandonar Israel en 2007, sin que se sepa si su exilio es definitivo o temporal. En la actualidad da clases en el departamento de Historia de la Universidad británica de Exeter.