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Entrevista con Juan Luis Rodríguez, especialista en Psicología Clínica y de la Salud

«La irresponsabilidad y el negocio están sustituyendo al equilibrio. A estas alturas Kyoto debería sonar a cliché de políticos poco democráticos»

Fuentes: Rebelión

Juan Luis Rodríguez es especialista en Psicología Clínica y de la Salud. Ha sido asesor en los Gabinetes de las Consejerías de Asuntos Sociales y Consejería para la Igualdad y Bienestar Social de la Junta de Andalucía. Colaborador de Attac Sevilla, escribe en medios digitales independientes, www.rebelion.org entre ellos. Iniciaba usted un artículo reciente -«Depositamos […]

Juan Luis Rodríguez es especialista en Psicología Clínica y de la Salud. Ha sido asesor en los Gabinetes de las Consejerías de Asuntos Sociales y Consejería para la Igualdad y Bienestar Social de la Junta de Andalucía. Colaborador de Attac Sevilla, escribe en medios digitales independientes, www.rebelion.org entre ellos.

Iniciaba usted un artículo reciente -«Depositamos la culpa en los ciudadanos mientras seguimos ganando dinero». www.rebelion.org , 27-8-2008) señalando que según Andrew Simmns -News Economics Foundation- «al planeta le quedan sólo 100 meses [apenas 8 años, el 2016 por tanto] si queremos tener una probabilidad muy razonable de evitar un cambio climático fuera de control». ¿No es alarmista? ¿Cree usted que podemos hablar ya de cambio climático fuera de control?

¿Desde cuando los científicos del IPCC vienen transmitiendo un mensaje de aviso en este sentido?. ¿Han sido alarmistas? El Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático se formó en el año 1988 a partir del Programa de Medio Ambiente de Naciones Unidas y de la Organización Metereológica Mundial. Desde entonces, y debido a los datos que desde estaciones meteorológicas de todo el mundo venían registrándose, así como por la presión de destacados climatólogos y científicos ambientales, este suborganismo de Naciones Unidas comienza su trayectoria. Y desde entonces su tarea ha sido esa; alertar a la comunidad internacional de una serie de acontecimientos y valores climáticos que hacían saltar todas las luces rojas.

¿Es alarmista el Climate Project de Al Gore, para el que ha tenido capacidad de recaudar millones de dólares (incluido lo que él ha aportado de su fortuna personal)? ¿Son alarmistas las gráficas fotografías de la descongelación del Polo Norte, o las de los glaciares de la Patagonia argentina o la casi desaparición de la genuina capa de hielo del Kilimanjaro, entre otros fenómenos?

¿Son alarmistas los miles de colectivos, asociaciones, ONGs en todo el mundo que proporcionan todos los días en sus páginas web cascadas de datos científicos, entrevistas a científicos, asesores climáticos, profesores universitarios y figuras de primer orden en esta materia, que no dejan de apuntar y avisar en torno a las transformaciones que está sufriendo nuestra atmósfera?

¿Es alarmista la NASA?. ¿Qué fotos esperan que aparezcan en sus archivos los señores que están tomando las decisiones energéticas e industriales en los principales países emisores. ¿Qué tipo de tragedia están esperando que sea fotografiada vía satélite?.

Si llegamos a la conclusión de que no hay motivo de alarma y sí de tranquilidad para que continúen haciéndose las cosas como hasta el momento, entonces tendremos que llegar a la conclusión de que se están despilfarrando ingentes cantidades de dinero público.

Pero usted sabe muy bien que existen voces disidentes en este ámbito, gentes que niegan o matizan la responsabilidad del calentamiento del planeta a los gases de efecto invernadero. Le cito algunos de estos autores: Carl Wunsch, Richard Lindzen (ambos del MIT), Roy Spencer (NASA), Frederick Singer (ex director del clima de Estados Unidos), Paul Reiter, del Instituto Pasteur, Tim Ball, de la Universidad de Winnipeg. Incluso Patrick Moore, cofundador de Greenpeace sustenta esta tesis.

Los argumentos, estudios, datos, resultados de programas informáticos sobre comportamiento y composición atmosférica y científicos que mantienen la tesis opuesta son mucho más numerosos, completos y sostenidos en el tiempo.

Citemos también a Bush hijo, que ofreció dinero a aquellos científicos que pudieran demostrar que no había motivos para preocuparse por el cambio climático.

Llevémoslos a Pekín o a Mexico D.F. y hagámoslos respirar su tóxica atmósfera en forma de densa neblina.

O que argumenten que las últimas plagas de medusas que han sido estudiadas por oceanógrafos en sus trayectorias (las cuales son altamente sensibles a la temperatura, tal como se difundió en su momento en los medios de comunicación públicos y privados), así como la disminución en el Pacífico Norte de los fitoplacton productores de oxígeno en un 30% en relación a los años 80, se deben a un enfriamiento en las temperaturas globales.

Puestos a ello, que desmonten toda la logística teórica en torno a los planteamientos de gases efecto invernadero, su efecto, emisión, proporción en la atmósfera en los últimos 100 años, etc, para llegar a la reflexión de que al final están enfriándonos.

Mire, que el grosor en la capa de hielo ártica haya disminuido en la proporción en que lo ha hecho, una capa de formación que los especialistas datan de millones de años, no es una cuestión transitoria de uno o dos períodos estivales especialmente duros. Estas gruesas capas responden a acumulaciones de temperaturas en el hemisferio norte y el resto del globo. Ellas poseen mecanismos de autorregulación, esos mecanismos han sucumbido y ese calentamiento sostenido ha ido disminuyéndolas progresivamente (en pocas décadas). Citemos a quienes conocen ese campo de trabajo, como por ejemplo a Jörn Thiede, Director del Instituto de Investigaciones Polares Alfred Wegener y presidente del SCAR ( Comité Internacional de Investigaciones Antárticas). Su equipo ha datado la disminución en un 20%-30%. Que le expliquen a él que no se debe fundamentalmente a la quema de hidrocarburos.

¿No ha habido otros momentos de la historia del planeta en los que la atmósfera terrestre ha superado las 387 ppm (partes por millón) de dióxido de carbono?

Según las teorías de etapas o eras en la formación de nuestro planeta y su atmósfera pues parece que si. Incluso mucho más. Pero opino que aquí la cuestión es otra. Hablamos de presencia humana, intervención humana y peligro para nosotros y otras muchas especies, así como posibilidades de superar un modelo energético y socioeconómico.

Usted señala en su artículo que en la actualidad esa cifra aumenta cerca de 2 partes por millón cada año. ¿No ha servido entonces para nada el protocolo de Kyoto? ¿Es papel mojado, acuerdo para tranquilizar falsariamente las consciencias?

Las «élites» de los principales países productores no se acogen al mismo (digo las élites porque la consideración de las opiniones públicas de esos países están en desacuerdo con las posturas oficiales). La irresponsabilidad y el negocio están sustituyendo al equilibrio. A estas alturas Kyoto debería sonar a cliché de políticos poco democráticos. El mensaje es inducir la creencia de que por encima de Kyoto no hay nada, y cualquier ciudadano con algo de conexión en estos asuntos puede intuir que Kyoto tal vez no llega ni a la categoría de alivio sintomático.

¿A qué cantidad debería ser reducido el CO2 en la atmósfera? ¿Cómo cree usted que puede conseguirse de forma urgente esa reducción?

Los técnicos en la materia hablan de 350 ppm ¡cómo máximo¡. Pero permítame que le conteste a esta pregunta con otro sentido: ¿a cuántas ppm están dispuestos a llevarnos? Parece ser que a todas aquellas capaces de anteceder a alguna crisis seria (los afectados ambientales en la actualidad no son suficientes, por ejemplo aquellos 100 millones de europeos tocados por los efectos que acompañaron a la ola de calor europea de 2003). Ejerzamos como ciudadanos y digámosle a los políticos que viven extraordinariamente de esta materia que aporten las soluciones que justifican sus puestos. Un líder es ante todo una persona que propone soluciones en beneficio de los grupos sociales a los que supuestamente representa, y no alguien que retiene esas soluciones debido a que los magnates de la energía tienen aún mucho que ganar. ¿De qué tipo de lógicas estamos hablando?. Tenemos que volvernos conscientes del camino que se está forzando. Y del tipo de personas que continúan «macrolucrándose» con el modelo.

¿No podría ocurrir que esas reducciones necesarias conllevaran un cambio en nuestra formas de vida, producción y consumo? ¿Cree usted que las ciudadanías de los países industrializados están por esa labor?

Lo que parece obvio es que si las cosas continúan ignorándose y los gobiernos prosiguen en su actitud stand-by con respecto a algo tan serio pues ¿quién puede establecer previsiones sobre la magnitud de las consecuencias?.

Con respecto a la ciudadanía, la desinformación mediática es grandiosa. Los medios de comunicación no transmiten los datos que deberían transmitir, en beneficio del interés general y el conocimiento público, pero ¿qué vamos a descubrir de la función social que vienen desempeñando los medios mayoritarios en los asuntos clave? La información está en manos de varias grandes agencias en el globo y la capacidad de tergiversación tiene ejemplos indignos, tanto en asuntos civiles como en el terreno militar. Forma parte del modo en que hacen «política» aquellos que quieren mantener su posición, ocurra lo que ocurra.

Déjeme señalarle una paradoja: hablamos, en general, de reducir los gases de efecto invernadero y, por otra parte, producimos masivamente pantallas que generan un gas que aumenta ese efecto. ¿Qué sentido tiene seguir esa línea de producción tan irracional? ¿Para qué producir cachivaches tan poco ecológicos y tan anti-ambientales?

El asunto central es una cuestión energética. El modelo de hidrocarburos, la fuente combustible fósil debe ser sustituida, y debe incrementarse el ritmo en que se está haciendo. Ese debería ser en la actualidad el auténtico motivo de peligro y alerta internacional.

La fiesta del consumo desproporcionado en la que se ha educado a la población es aprendizaje observacional inducido por los medios, la publicidad y el cine (con fines comerciales), y son esos mismos medios los que tendrán que ser utilizados para modificar los modelos.

Permítame que le ponga un ejemplo. Un gran todoterreno chupador de combustible es un vehículo altamente deseable por muchísimos jóvenes españoles. En países europeos como Alemania o los nórdicos, y en EE.UU., la acción ciudadana y los mensajes (en medios de comunicación y campañas directas) de grupos ambientales, llevan a muchos jóvenes a desvalorar y rechazar este tipo de vehículos por la asociación que se está estableciendo entre ellos y el impacto ambiental que producen.

Los grandes consumistas, ostentadores y detentadores de… todo, deben llegar a ser vistos como lo que son: personas que producen daño ambiental gratuito. No modelos a seguir, sino personas que contribuyen día a día a que las cosas estén un poco peor.

Resumo alguno de los datos de su artículo: con el ritmo actual de deforestación, todas las selvas tropicales en el globo habrán sido extinguidas en 2090 (un modelo sostiene que a la Amazonia le quedan 50 años, que más del 50% de la Selva de Papua Nueva Guinea puede quedar consumida en el 2021), el desierto del Sahara avanza a una velocidad de 45 km. Anuales (en Nigeria el desierto invade cientos de kilómetros cuadrados anuales). El calentamiento global, señala usted, ha abierto la ruta marítima que bordea el Polo Norte. ¿Cuál es la fiabilidad de estos datos? ¿No crean alarma social innecesariamente?

Los datos y las fuentes están en dicho artículo. Es responsabilidad de los políticos que nos dirigen responder a los datos que los principales centros de investigación climatológica y ambiental del mundo están arrojando semana tras semana. Lo que debería crear alarma social es la dejadez y la negligencia. Lo que crea alarma social es un abandono administrativo como el ocurrido tras Katrina. Lo que no se debería permitir es que la alarma social venga como consecuencia de próximos desastres.

Pero nuestras clases políticas están entrenadas en permanecer tranquilos y transmitir calma aunque las circunstancias digan todo lo contrario. Y acudirán a hacerse la foto como salvadores tras problemas que precisamente se están produciendo debido a esa pasividad absolutamente interesada.

Si en España, como usted apunta, la sequía extrema amenaza al 37% del territorio nacional, ¿por qué un Gobierno que se dice sensible a estas cuestiones ha tardado cinco años en aprobar el Programa de Acción Nacional de Lucha contra la Desertificación, sin dotación presupuestaria por otra parte, iniciativa que desde 2003 estaba en manos del ejecutivo, momento en que la sequía «sólo» hacía peligrar al 31% de la superficie nacional? ¿Por qué no tomó cartas en el asunto una ministra como Cristiana Narbona?

En España el 30% del agua se pierde en la red de distribución. Los sistemas de regadío en regiones como Levante y Murcia siguen utilizando entre sus técnicas el encharcamiento (altamente «desaprovechador» del agua aparte de ser un sistema con siglos de antigüedad). En muchísimos municipios del país aún puedes ver inmensos surtidores regando zonas verdes a las dos de la tarde, cuando la evaporación hace que se pierda de un 20% a un 30% (y más) del agua utilizada.

Y en España, el modelo promotor y constructor, panacea del empleo, ha conducido a auténticas zonas monstruo que el tiempo pondrá en su lugar (como ocurrió en la costa del sol), cuya mera gestión y coste ecológico nos llevan a los datos que conocemos. El expansionismo de los campos de golf (hectáreas y hectáreas en Andalucía de devoradores de agua con sus pozos ilegales absorbiendo hectómetros y hectómetros de las aguas de nuestro subsuelo) para que 500 «señores» de categoría «turismo de calidad» le den golpes a una pelotita, unido a lo que han venido siendo las políticas forestales que ya conocemos en la gestión de incendios que han permitido que miles hectáreas ardan mientras ciudadanos de todas las regiones salían al paso en programas de radio denunciando que el negocio inmobiliario estaba detrás del incendio de su pueblo (hasta el extremo en que se anunció una ley que impediría el uso del suelo quemado con fines urbanístico hasta pasadas décadas),pues…

Después de ocurrido todo esto (y sigue ocurriendo), preguntarse por qué han retrasado dicho plan o por qué no se han tomado cartas en el asunto, pues le diría que cartas si se han tomado, pero ya vemos en que dirección.

¿Por qué se han reducido en un 50% las fuentes de producción de oxígeno a nivel global?

Entre las principales causas, por la deforestación, la contaminación (incluidos sus diversos tipos), la creación de gigantes núcleos urbanos (fabricados más desde el punto de vista comercial que humano), la disminución de fitoplacton en los océanos.

También usted recuerda que el pasado mes de mayo, representantes de los gobiernos de EE.UU. y Canadá se reunían en una cumbre con Dinamarca, Noruega y Rusia «para tratar un eventual reparto que se antoja muy provechoso. El deshielo va a facilitar el acceso a enormes yacimientos vírgenes de gas y petróleo, así como rutas comerciales por el Ártico que reportarán sustanciosos beneficios». ¿Están demenciados nuestros gobernantes? ¿No son capaces de mirar más allá de sus narices?

Sinceramente, y le respondo sin ningún tipo de reservas, más que nunca los ciudadanos no tenemos dimensión del tipo de demencia a la que nos estamos refiriendo. En lo ecológico, en lo económico y en lo bélico.

Habla usted de los problemas de salud humana en los grandes núcleos urbanos, problemas «que están sufriendo millones de ciudadanos en todo el mundo, debido al 50% de reducción del oxígeno disponible que están experimentando las grandes ciudades en los países desarrollados y en vías de desarrollo». ¿Cuáles son los principales problemas de salud que afectan a estos ciudadanos? ¿No es ello contradictorio con el aumento de la esperanza de vida en muchos de estos países?

Fundamentalmente problemas respiratorios, problemas en la piel, problemas en el sistema inmune, problemas en la gestación humana, enfermedades en el aparato digestivo, etc.

Obviamente es lógico pensar que a medida que los datos ambientales empeoren, dichas afecciones correrán de la mano en cuanto a su intensidad.

No olvidemos un estudio de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de 2007 que examinaba las relaciones entre clima y salud pública, el calentamiento de la Tierra tiene influencia directa en alrededor de 150.000 muertes anuales y cinco millones de enfermos en todo el mundo.

Al margen de la esperanza de vida, los datos están ahí.

¿Qué significa que las Naciones Unidas reconozcan que el cambio climático es un asunto de trascendencia con respecto a los derechos humanos?

¿Qué significa que un organismo que debe estar al servicio de los seres humanos, identifique y declare trascendentes ciertos asuntos que están afectando y pueden afectar mucho más, a la vida humana? De entrada opino que es parte de su labor. Opino que el término trascendencia en esta materia tiene algo de eufemismo. Y opino que lo importante no son las declaraciones sino los actos que acompañan a las declaraciones. Y por ejemplo, me parece muy insuficiente que personas, académicos, científicos y activistas rentabilicen democráticamente mucho más los datos que emiten los informes de IPCC que el propio cuerpo político de Naciones Unidas.

Habla usted también de 25 millones de refugiados climáticos que se calculan ya existen hoy. ¿De qué países? ¿Dónde viven estos refugiados, en qué condiciones?

Según un informe de la ONU, 150 millones de personas deberán migrar de sus territorios de aquí a finales de siglo debido al calentamiento del planeta. Ya hoy el 60% de los movimientos migratorios está causado por este fenómeno y por desastres naturales, y no por motivos políticos, de violencia o de extrema pobreza.

China, Bangladesh y los cuatro países que comparten el lago Chad (Camerún, Nigeria, Níger y Chad) sufren la desertificación. El lago Chad, cuarta reserva de agua dulce del continente africano, ha perdido el 90% de su superficie en los últimos treinta años. En 1960, este lago tenía seis metros de profundidad, en la actualidad se ha reducido a un metro y medio. Hasta 22 millones de personas viven al borde del lago, 300.000 vivían directamente de lo que extraían. Ya no.

Níger por ejemplo ya no tiene acceso al lago. La sequía, las hambrunas y epidemias afectan no sólo al citado país sino también a Mauritania, Malí, Chad y Somalia. El éxodo hacia campamentos de refugiados a cientos de kilómetros de distancia, es incesante. Campamentos en los que comienza toda la maquinaria de pago a las mafias para que les lleven a un lugar donde ganarse la vida. Otros muchos esperan tras un muro o una verja, la oportunidad de dar el salto a una tierra con más oportunidades.

El Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático estima que en 2080 una tercera parte de la población del planeta, alrededor de 2.300 millones de personas, no tendrá agua suficiente para cubrir sus necesidades y que 600 millones de personas no tendrán alimento que llevarse a la boca, todo ello ocasionado por factores ambientales.

Debido a la subida de los océanos en el archipiélago de Tuvalu (Oceanía), formado por 9 islas de 26 kilómetros cuadrados, sus más de 12.000 habitantes ya buscan otro espacio para trasladarse, según informe de Naciones Unidas. Deben abandonar las tierras por la alarmante subida del nivel del mar que ya afecta a las aguas potables y a la producción de alimentos. Desde 2001 se preparan para hacerlo de una forma escalonada. Han firmado un acuerdo con Nueva Zelanda que acepta un contingente de 75 evacuados al año. El agua empieza a manar por todos los sitios y llega casi al centro de las islas, saltando los muros de contención. Se cree que será la primera nación del mundo que desaparecerá como consecuencia del cambio climático.

Este mismo organismo informa sobre el avance de 10.000 kilómetros cuadrados cada año del desierto de Gobi en China, amenazando tres zonas: Mongolia, Gansu y Ningxia. La población tiene que desplazarse continuamente. Expertos chinos señalan que sólo en la provincia de Gansu 4.000 aldeas están siendo abandonadas por sus pobladores.

Erosión de tierras de cultivo en Turquía, salinización de la mitad de las tierras agrícolas irrigadas de Egipto, y elevación del nivel del mar en el Pacífico.

La zona del Sahel en África es otra área muy afectada.

Recordemos el tsunami que azotó Indonesia en 2004, causando la muerte a 230.000 personas, y dejando tras de sí a más de 1,8 millones de desplazados, actualmente más de 25.000 familias afectadas siguen esperando por tierras y casas. Aún existen muchos ‘sin tierra’ que viven en barracones a la espera de un hogar

En febrero de 2007 Indonesia volvió a sufrir inundaciones que provocaron el desplazamiento de unas 190.000 personas después de que sus hogares hubiesen quedado dos metros bajo el agua.

Vanuatu, un Estado isleño del Pacífico, una pequeña comunidad que vivía en la costa ya ha tenido que ser reubicada el año pasado en el interior, en unas tierras más altas, ya que las suyas se inundaban continuamente.

El Reino Unido ha puesto en marcha un proyecto de barreras artificiales para evitar que el río Támesis se desborde. Venecia trabaja para contrarrestar la subida del Adriático, que en ocasiones inunda su plaza principal.

Otro dato que me gustaría aportar y que fue publicado en su momento fue hace algunos años, cuando The Observer lanzó un informe -elaborado por el Pentágono y ocultado por el ministerio de Defensa de EEUU- avisando a la administración Bush de que el cambio climático podría convertirse en una catástrofe global en los próximos años. Dicho informe exponía que el acceso al agua sería el mayor campo de batalla. Que una «caída significativa» en la capacidad del planeta para mantener a la población actual comenzará ya a ser aparente en los próximos quince años. Que áreas ricas como EEUU y Europa se convertirían en «fuertes virtuales» para impedir la entrada a millones de inmigrantes forzosos tras haber perdido sus tierras por estar sumergidas bajo el agua o por no poder cultivarlas. Que multitud de pateras se convertirían en un grave problema. Que Europa se enfrentará a enormes tensiones internas debido al elevado número de inmigrantes llegados a las costas. Y que el Sur de Europa se encontrará desbordado por inmigrantes provenientes de las zonas más afectadas de África. También se advertía en él que la problemática climática «debería ser llevada más allá del debate científico al concepto de emergencia de seguridad nacional de EEUU».

Y en esta línea, en febrero de 2007, el ex Embajador británico ante Naciones Unidas, Crispin Ticketla en el marco de la ‘Conferencia sobre Cambio Climático: impacto en la Seguridad Global’ advertía que «aquellos que tienen escasez de comida, agua y que no pueden desplazarse a países donde parece que todo es maravilloso van a ser personas que van a adoptar medidas desesperadas para tratar de conseguir sus objetivos. Debemos aceptar que la violencia entre comunidades, y entre las naciones podría incrementarse».

Se está permitiendo que las tragedias ocurran. Y afirmo esto puesto que los gobiernos no dejan de tener indicativos y datos incesantemente.

Señala usted que en la problemática del clima la industria política y mediática dirigen la atención hacia las personas, generando en la ciudadanía sensación de culpa y responsabilidad. ¿Por qué obran de ese modo? ¿Por irresponsabilidad? ¿Acaso tienen razones para ello? ¿No somos todos, en parte, culpables de lo que está pasando?

Efectivamente. Todos somos responsables, pero no dejaré de señalar que algunos mucho más que otros.

La industria publicitaria prosigue alimentando diariamente los modelos de consumo y desequilibrio vital tanto en los países devoradores de energía como en aquellos que aspiran a aumentar sus tasas de CO2. ¿Son los ciudadanos quienes deciden estos modelos de persuasión?. Obviamente no. ¿Se le permite a algún político salir en televisión hablando de impuestos a los grandes beneficios de las compañías energéticas? No.

El consumo de energía para el hogar, el que producimos todos los seres humanos para conseguir algo más de confort (no por lucro) es responsable únicamente del 27% de las emisiones de CO2. Este 27% que quieren convertir en motor del desastre no es el 73% restante, proveniente de una dinámica energética de quema de combustibles fósiles que tecnológicamente hace décadas que está desfasada y que podía haber sido sustituida desde hace ya mucho tiempo.

¿Son los ciudadanos quienes están decidiendo el retraso que se está produciendo por interés económico de los propietarios enfermos del petróleo sobre la implantación de una fuente de energía mucho más limpia como es el Hidrógeno? Desde luego que no.

¿Son los ciudadanos quienes paralizan la propuesta de fabricación en la India de coches de bajo coste impulsados con aire comprimido? Efectivamente no.

El peligroso escenario que se está dibujando no tiene a los ciudadanos como principales responsables, sino a grandes propietarios transnacionales y a un subgrupo político que ampara y desacelera las reacciones públicas que están surgiendo en todo el mundo.

¿Por qué se continúan entregando selvas vírgenes a las grandes corporaciones, privatizando áreas protegidas y zonas ecológicamente frágiles, aumentando con ello los beneficios de la industria y los contaminadores?

En mi opinión se hace por dinero y por desequilibrio mental.

El consumo de energía para el hogar, tras siglos de desarrollo, es responsable únicamente del 27% de las emisiones de CO2. El 73% restante, apunta usted, «proviene de una dinámica energética de quema de combustibles fósiles que tecnológicamente hace décadas que está desfasada y que podía haber sido sustituida desde hace ya mucho tiempo». ¿Tecnológicamente desfasada? ¿Por qué podría ser sustituida?

La revolución del Hidrógeno está siendo retrasada interesadamente en muchos países.

En EE.UU. compañías como Encorp y Celerity ya han conectado generadores distribuidos de pilas de combustible de hidrógeno, formando miniredes energéticas en centros industriales y comerciales. Y los proyectos que continúan iniciándose son mucho más ambiciosos.

En 2001, el Senado de este país introdujo un proyecto de ley que obliga a todas las centrales eléctricas a permitir que los clientes con generadores privados de hidrógeno y otras fuentes renovables puedan vender electricidad a la red general. Más de 30 estados permiten esto en la actualidad.

El propio Bill Ford, bisnieto de Henry Ford y presidente de Ford Motor Company ha declarado que «las pilas de combustible terminarán con los cien años de reinado del motor de combustión interna».

Chris Fay, director ejecutivo de Shell U.K. (Londres) ha afirmado: «En Shell creemos que los coches con pilas de combustible alimentadas con hidrógeno serán probablemente la gran novedad en el mercado de la automoción de toda Europa y EE.UU. en 2005».

En EE.UU. existe el Panel Técnico Asesor sobre el Hidrógeno del Departamento de Energía de Estados Unidos.

¿Dónde está este debate en nuestro país?, ¿dónde están nuestros expertos políticos?. ¿Por qué en plena crisis de precios del petróleo no se informa a los ciudadanos españoles de la existencia de esta posibilidad energética en nuestros informativos, y de cómo están ocurriendo sus avances? Esta información prácticamente no existe en nuestro país y en otros países europeos.

Pues en Hamburgo (Alemania), el 12 de enero de 1999 se abrió la primera estación comercial de combustible de Hidrógeno de Europa. Y, de nuevo en EE.UU., el informe de C.E. Thomas (con el que coincide el Panel del Departamento de Energía citado) ¡¡ya habla de gasoductos de hidrógeno¡¡.

Cita usted también el experimento sobre la rotura del agua del MIT. ¿Qué significado tiene para usted este resultado? ¿De qué podemos beneficiarnos si fuera el caso? ¿Es el hidrógeno la fuente de energía del futuro?

Empecemos por extender el debate del Hidrógeno en nuestro país. Nos encontramos en una coyuntura democrática en España (más allá del debate de los partidos políticos), en la que los ciudadanos, a parte de pagar los elevados sueldos a la clase política, tienen que encargarse de impulsar los avances sociales, porque ellos van por detrás de la ciudadanía en muchas cuestiones. Es absolutamente indigno. Y además de modo interesado.

Opino que a nivel global la economía del hidrógeno es una gran explosión que sencillamente tienen envuelta y solo irán desenvolviéndola a medida que las tensiones se incrementen. Una lógica mercantil absolutamente patógena y genocida con inmensas masas de población.

Habla usted de un escenario que es interpretado como una extraordinaria oportunidad de negocio en el sector agrícola. Alerta usted sobre que la inmensa mayoría de las patentes de arroz serán posesión de solo algunas transnacionales (Monsanto, por ejemplo). ¿Cómo esperan sacar tajada estas corporaciones?

Como suelen hacerlo este tipo de compañías: controlando el mercado, controlando los precios, la distribución, impidiendo la libre oferta y demanda, actuando como monopolio, ejerciendo violencia comercial, esperando y propiciando las crisis para aumentar su negocio y sus cuentas. Y anteponiendo por la fuerza el beneficio a los seres humanos.

¿Qué pasó en Europa en el verano de 2003? En Francia fallecieron 14.802 personas entre el 1 y el 15 de agosto. En España, el Centro Nacional de Epidemiología cifró en 6.500 el número de fallecimientos atribuibles al calor. En Portugal se calcula que la ola de calor provocó la muerte de 1.316 personas entre los últimos días de julio y el 12 de agosto. En Italia, el número de muertos fue de más de 20.000 entre junio y septiembre 2003. Los efectos de la sequía que acompañaron a esta ola de calor afectaron a 100 millones de europeos. ¿Todo ello es efecto, según, del actual cambio climático?

Los organismos internacionales adelantaron rápidamente esta interpretación.

Y las sucias declaraciones de Chirac atribuyendo los problemas a la falta de solidaridad ciudadana deberían haber sido motivo de repulsa ciudadana hasta que ese señor hubiera abandonado su cargo.

Hay un aspecto que me gustaría resaltar en cuanto a este fenómeno acontecido en el verano de 2003. Este tipo de «interrupción climatológica» ocurrió sin indicadores que avisaran de ello. Esto nos debe servir para poner los pies en el suelo y hacernos una idea de cómo pueden ocurrir las cosas. Con toda tranquilidad este aumento de la temperatura estival llegó, provocó las víctimas que provocó y no hubo casi capacidad de reacción ante él. Imaginemos cuáles habrían sido las consecuencias si en esos meses de verano la temperatura media de esa ola hubiera sido un par de grados superior, o hubiese durado 15 días más. Muy probablemente estaríamos hablando de un desastre de una magnitud mucho mayor.

Esto debe servirnos, como decía, para que construyamos en nuestra cabeza posibles escenarios que podemos presenciar a lo largo de la existencia de las generaciones presentes.

¿Hay algún país en el mundo que esté practicando unas políticas medioambientales ajustadas? ¿Cree que existe algún modelo a tener en cuenta?

Los modelos más avanzados en algunos países del continente europeo (Islandia, por citar algún ejemplo) poseen porcentajes energéticos procedentes de fuentes renovables mucho mas elevados que los de la cuenca mediterránea. Pero la cuestión aquí no es qué país es más ecológico energéticamente que otro. Hagámonos una pregunta: ¿en que aspecto es más importante una política monetaria que ha llevado al acuerdo a las autoridades económicas del número de países comunitarios que conocemos adoptando el euro como moneda común en comparación con la situación ambiental que estamos gestando? Más al contrario, estoy seguro de que la inmensa mayoría de los ciudadanos europeos coincidirían en que son más importantes los acuerdos en materia medioambiental y energética que aquellos que nos llevaron a cambiar de moneda en un plazo de tiempo tan extraordinariamente breve. Ya vemos, en materia económica cualquier acuerdo es posible y los procesos de negociación disfrutan de total lubricación. Sin embargo, en lo que al clima se refiere todo son complicaciones y aparentes desavenencias.

Cualquier ciudadano sabe de qué intereses estamos hablando.

Es altamente recomendable, dice usted, que los ciudadanos respondan cuanto antes. ¿Cómo deberíamos responder en su opinión?

Permítame por favor que a esa pregunta le responda más adelante.

Como usted prefiera. Dejemos pues el tema para una próxima entrevista.