El sociólogo Sergi Raventós ha pasado del activismo a favor de la implantación de una renta básica universal (RBU) a dirigir el plan piloto que Cataluña aplicará, presupuestos mediante, en 2023 y 2024.
La iniciativa requiere una inversión de entre 85 y 90 millones de euros, más 4 millones para la puesta en marcha de la oficina, y es fruto de un pacto entre la CUP y ERC. Dicha experiencia supondrá que 5.000 personas percibirán —además de su salario, pensión, ayuda o nada— una asignación mensual equivalente al umbral de la pobreza, alrededor de los 800 euros en la comunidad, con el argumento de que, sin tener las necesidades básicas cubiertas, nadie puede ser libre. Después de la prueba, y durante otros dos años, con la ayuda del Instituto Catalán de Evaluación de Políticas Públicas (Ivàlua), se analizarán los resultados de un proceso acompañado de un consejo asesor, un comité ético y un comité científico. Raventós asegura tener claro que un plan piloto está lejos de tener los efectos de una renta básica universal real. “Pero nos dará más información, argumentos, herramientas, debate y conocimiento social. Mucha gente sigue confundiendo la renta básica con el ingreso mínimo vital y las ayudas autonómicas contra la pobreza”, explica.
Con la que está cayendo, ¿por qué habría que apostar por una ayuda universal, también para las personas ricas?
Disponer de servicios universales es la mejor manera de cubrir la atención de toda la ciudadanía. Diversos estudios concluyen que son, además, los mejor valorados. La ultraderecha, por ejemplo, expande la idea de que las ayudas a los más pobres son “la paguita”. Pero, además, el hecho de plantear un servicio universal ahorra muchísimo dinero en un absurdo aparato burocrático de control para decidir quién merece la ayuda.
¿Tanto cuesta, en dinero, el control?
El exministro de Sanidad Ernest Lluch comentaba que entendió la importancia de la universalidad de la sanidad pública cuando vio que gastaría más dinero controlando los casos de personas a quienes no correspondiera el acceso a ella que lo que le costaría integrar a todo el mundo en el sistema. Hace poco, Naciones Unidas alertaba de que entre el 40% y el 70% de prestaciones sociales, normalmente condicionadas, no llegan a la población que las necesita. No accede a ellas bien por falta de conocimiento, o de recursos para poder gestionarla, o por el estigma de pedirla, o por cansancio de trámites. Y luego está la trampa de la pobreza: hay personas para las que aceptar un empleo supone un riesgo alto de perder la prestación por un trabajo precario, mal pagado y que dura un mes o dos.
Con una RBU de 800 o 900 euros, ¿hay riesgo de desincentivar el trabajo?
La renta básica debe cumplir con un objetivo: llegar al umbral de la pobreza de cada territorio. Una persona, solo por el hecho de nacer, debería tener garantizada una existencia material, porque la pobreza no permite que la gente tome decisiones en libertad. Vivimos en sociedades aparentemente libres pero que no lo son.
En el pasado precapitalista la concepción del trabajo fue otra, pero hoy disociar trabajo y prestación suena chocante.
La RBU atenta contra la obligación de tener que trabajar a cambio de un salario. Por una parte, debemos tener en cuenta que hay millones de personas que trabajan en casa, cuidando a la familia y sin cobrar nada. En un puesto asalariado, la RBU incrementa la libertad de las personas para acceder al mercado laboral: tienen una base económica de 800 euros a partir de la que negociar el salario. Es lógico que parte de la patronal vea la propuesta con reticencia, porque las personas trabajadoras ganarían en capacidad de negociación de las condiciones laborales. Una renta al margen del trabajo socava los fundamentos del capitalismo.
¿Por qué no poner el foco en mejorar la calidad del empleo, en aumentar el empleo o incluso en el reparto del trabajo?
No son reivindicaciones contradictorias. La renta básica no significa que no haya que luchar para mejorar las condiciones laborales. Pero, sinceramente, hoy una buena parte de los empleos no ofrecen seguridad ni generan satisfacción. Se soportan empleos poco o nada saludables, y sin oportunidades de formación. El movimiento obrero no ha sabido captar la idea de que muchos trabajos, más que enriquecer a las personas o dotar a su vida de sentido, solo provocan una alienación a escala gigantesca. Y muchos estudiosos de la salud pública y de las condiciones laborales apuntan que determinadas condiciones laborales provocan muchos problemas de salud mental, musculoesqueléticos, de corazón… La izquierda debería revisar el discurso de que todo trabajo dignifica. El 26% de la población está en riesgo de pobreza, según la tasa AROPE. Y el 13% o 14% de población que trabaja es pobre.
Hay quien apoya una renta básica para todo el mundo a cambio de recortes en sanidad, pensiones o educación.
Hay corrientes que intentan vendernos que hay que recortar el estado del bienestar. Sobre todo vienen de magnates de Silicon Valley, inquietos porque ven que muchos empleos desaparecerán por la tecnología y temen que la parte de la población con escasos recursos no podrá comprar sus productos. La izquierda debería entender que la renta básica sería una forma de reforzar el estado del bienestar. Deberíamos luchar por reforzar los sistemas sanitario y educativo. Y, a la vez, necesitamos que la gente tenga unos ingresos garantizados no sujetos a inclemencias del mercado de trabajo o al agotamiento de empleos. En las encuestas se constata un gran apoyo a la RBU.
En Suiza se votó que no.
En algunos cantones los resultados no fueron malos. Y la campaña permitió hablar de renta básica a gran escala, pero no se pudo vencer al establisment.
Se intentó una iniciativa legislativa europea y no salió adelante.
Se recogieron casi 300.000 firmas cuando hacía falta un millón. Es difícil sin el apoyo de los grandes medios. Aun así, en Alemania e Italia se superaron las requeridas. En el Reino de España se necesitaban 40.000 y se lograron más de 70.000.
Algunos sectores les consideran ingenuos. Otros piensan que es una propuesta carísima. Hay cálculos de 34.000 millones de euros, además de ahorros en otras prestaciones y de una reforma fiscal profunda que no pinta nada fácil…
Si suma todo lo que se ha gastado el Gobierno en medidas para paliar la pandemia, la inflación, la guerra, y ahora un impuesto a bancos y eléctricas… Al final, nos acercamos a la cifra seguro. Es una cuestión de voluntad política. Piense también en la lucha contra la evasión fiscal. Cada vez hay más instituciones que piden que se contribuyan más quienes más tienen. Thomas Piketty, Gabriel Zucman… No solo organizaciones como Oxfam.
La renta básica ha dado un salto de la academia a los movimientos sociales. Pero ninguno de los grandes partidos la toma como bandera. ¿Por qué?
En el movimiento del 15-M figuraba la renta básica. Se generaron grandes expectativas. En las bases de Podemos hubo frustración al caer la RBU de su programa. En los programas electorales de partidos de izquierda aparece y desaparece. La concreción más clara la encontramos hoy en el plan piloto de Cataluña, tras un pacto entre la CUP y ERC para la investidura de Pere Aragonés como presidente. Hay algunos movimientos interesantes, como la iniciativa legislativa popular en Euskadi.
Pero no salió adelante…
El PNV, socialistas y populares la tumbaron. Pero la ONU, el Banco Mundial, hasta el Papa de Roma han abogado por que se estudien propuestas de este tipo por la repercusión que tuvo la pandemia. La propuesta ha dado la vuelta al mundo. Se han llevado a cabo más de 200 planes piloto. Hay ya evidencias de los beneficios que la renta básica ha aportado. Ha habido experiencias específicas para personas usuarias de servicios sociales en Barcelona; en paro, caso de Finlandia; jóvenes extutelados en Gales; artistas en Dublín… Y resulta que los sintecho no se dan a la bebida cuando tienen dinero, sino que lo usan para pagar una habitación y para comer. La falta de seguridad económica influye en la salud mental, en la dependencia de mujeres respecto de parejas que las agreden. Hay jóvenes que no pueden emanciparse. La mayoría querría pasar más tiempo con los suyos. O dedicarlo a formarse. La RBU podría ser una respuesta a estas situaciones. En países con menos recursos se ha visto que mejora la nutrición y la escolarización. En otros casos hay más empresas cooperativas, y siempre mejoras psicológicas.
En Finlandia se vendió como fracaso, se dijo que no incentivaba el empleo.
No se desincentivó el empleo. Entre el grupo de tratamiento y el grupo de control se detectó que, de media, el primero trabajó seis días más al año que el segundo. La repercusión internacional de su experimento, bien valorado por los expertos, es muy superior al que tuvo a nivel interno. Que mejore la salud mental es crucial.
Con tanta experiencia piloto previa, ¿qué error intentará no repetir?
No tiene sentido repetir lo que otros ya han hecho. Guy Standing aconsejó al Govern que se centrara en ver el efecto de la renta básica en toda una comunidad, no solo en determinados colectivos como las personas en paro o en exclusión. Nuestro proyecto es ambicioso, y quiere estudiar la universalidad de la RBU, puesto que sus efectos están menos estudiados que la incondicionalidad de las ayudas. Sí se ha testado en India y en Namibia, pero nos pilla lejos geográfica y culturalmente. En Europa no se ha hecho nunca. Toda la población cobrará una renta básica de cerca de 800 euros, y 300 en caso de los menores. No queríamos probar con cuantías escasas como los 560 euros en un país rico como Finlandia. Queremos llegar a 5.000 personas adultas, una cifra muy ambiciosa con relación a otros planes.
Toda la población de dos localidades. ¿Cómo las elegirá? ¿No tiene peticiones?
Se llegará a 2.500 personas de forma aleatoria en toda Cataluña y otras 2.500 en dos municipios que sean representativos, que no sean de la misma provincia y que no tengan una renta muy alta o muy baja. En principio, la selección se hará por sorteo, aunque por cifra de habitantes no salen tantas localidades. Ahora se están analizando municipios con indicadores socioeconómicos similares para comparar la evolución con aquellos donde se aplique la RBU.
¿Sería aplicable una renta básica solo en Cataluña?
Mi encargo es el plan piloto, pero aplicar una RBU requeriría más soberanía para realizar una gran reforma fiscal. Habría que crear nuevos impuestos, por ejemplo impuestos verdes o sobre bienes de lujo, y actuar sobre los actuales, una parte de cuya recaudación se la queda el Estado. La RBU se podría financiar, en parte, con prestaciones que se ahorrarían: las que estuvieran por debajo de la renta básica. Pero la soberanía fiscal es limitada.
Junts, que gobierna con ERC, ¿comparte la creación de nuevos impuestos?
Lo que tiene sobre la mesa es el plan piloto. Un aspecto importante es si la cuantía de la renta básica que se perciba está o no sujeta a IRPF, porque la cuantía sumará con el salario, pensión o prestación que se perciba. Gana peso la tesis de que no.
Habla de renta universal, pero a las rentas más altas no se les aplicará el piloto.
No podemos jugar con impuestos, de modo que limitaremos la aplicación del plan piloto al 90% de la población. Será una forma de hacer pedagogía, de explicar a la gente que a las personas con más recursos, aunque en una aplicación real de la renta básica sí la recibirían, deben aportar más de lo que reciben. El corte se hace a partir de los 45.000 euros de renta. Será también interesante ver cómo se comporta la gente de clase media y media alta con la renta básica. Quizá vayan más al psicólogo, o inviertan más en educación, o monten una empresa, tengan otro hijo, rehabiliten la casa o paguen una deuda. Seguro que habrá cambios.
¿La renta básica agravaría la inflación?
Algunos estudios entienden que la RBU supone inyectar dinero a la economía. En realidad, no aumentamos la masa monetaria: es una redistribución del dinero existente. Otros, en cambio, apuntan que solo podría ser inflacionista en el caso de que no mejoraran los niveles de producción de la economía. De todos modos, hoy sufrimos la inflación y no hay renta básica. A los seres humanos nos encanta preocuparnos de cosas inexistentes en lugar de ocuparnos de las que sí existen.
Por esa regla de tres, ¿no sería mejor seguir y mejorar el ingreso mínimo vital?
Pues no. El ingreso mínimo vital tiene un defecto de partida: es una renta condicionada sujeta a ingresos y hay evidencia empírica de su total fracaso.
Solo llega al 40% de los potenciales beneficiarios, pero llega a 300.000 personas más que las que estaban cubiertas por las rentas mínimas autonómicas.
En Cataluña, para nada. A fuerza de cambios y modificaciones va mejorando, pero está lejísimos de los 800.000 hogares que hace ya dos años se puso como objetivo. Además, se dirige a situaciones de extrema pobreza. Debemos pensar en una protección social más universal.
¿Cree que llegará a ver una renta básica universal real?
Espero y confío en que podamos avanzar hacia la implantación de una RBU en los próximos años. Requeriría que cambiaran muchas cosas, y mucho. Pero cada vez se levantan más voces a favor. Hace unos años era del todo impensable.
Sergi Raventós encargado de diseñar, coordinar, aplicar y evaluar un plan piloto de renta básica universal (RBU) en Cataluña, nació en Barcelona en el año 1968. Es doctor en sociología. Es miembro de la Red Renta Básica.