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La jaula de oro de Rodríguez Zapatero

Fuentes: Gara/ inSurGente

El Congreso de los Diputados aprobó en la madrugada del jueves la toma en consideración del proyecto de reforma del Estatut de Catalunya, pero las largas horas de debate que precedieron a la votación demostraron que será ahora cuando comience el verdadero trabajo para quienes pretenden defender el texto aprobado por más del 90% del […]

El Congreso de los Diputados aprobó en la madrugada del jueves la toma en consideración del proyecto de reforma del Estatut de Catalunya, pero las largas horas de debate que precedieron a la votación demostraron que será ahora cuando comience el verdadero trabajo para quienes pretenden defender el texto aprobado por más del 90% del Parlament. A la vista está que las posiciones de partida de quienes defendieron la toma en consideración son muy distintas y distantes. Mientras las formaciones catalanas defienden su derecho a decidir el futuro de su nación, así sea en el marco del Estado español, José Luis Rodríguez Zapatero parte del extremo opuesto, señalando cómo quiere que sea España y tratando de adecuar Catalunya a esa imagen.

En su discurso ante el Pleno del Congreso, el presidente del Gobierno hizo una encendida defensa de «la España de las Autonomías», al tiempo que la presentó como un espacio de libertad, igualdad y solidaridad en la que inscribir «un mayor autogobierno de Cataluña». Y ahí es donde desde un punto de vista democrático yerra José Luis Rodríguez Zapatero.

La cuestión no es que él o las Cortes españolas decidan cómo es España ­por muy hermosa y atractiva que la puedan proyectar­, sino que ésta debiera construirse entre aquellos pueblos o naciones que libremente quieran pertenecer a ella y en las condiciones que estos mayoritariamente decidan en su propio seno.

El presidente del Gobierno dibujó una jaula de oro, pero jaula a fin de cuentas, en la que los barrotes son la interpretación que la mayoría parlamentaria española haga del texto constitucional, al que las aspiraciones nacionales de Catalunya o de cualquier otro pueblo habrán de «adecuarse plenamente». Y todo ello debido a una trampa histórica como la de afirmar que «el Estatuto de Cataluña existe porque existe la Constitución democrática», olvidando deliberadamente que ya hubo estatutos en la II República y que fue el alzamiento franquista quien los derogó a sangre y fuego, y que los herederos de aquel régimen, con un papel fundamental del Ejército, fueron quienes acotaron los límites de la Constitución de 1978 y de los posteriores estatutos.

Los representantes catalanes sabrán dónde pueden encontrar los puntos de acuerdo que permitan la aprobación final de la reforma estatutaria. Ayer, en el primer debate, bastante trabajo tuvieron con tratar de desmontar las falacias catalanófobas que el nacionalismo español ha ido levantando durante décadas y que ha acentuado en los últimos meses.