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La Maldición de los Dioses

Fuentes: Rebelión

Traducido del inglés para Rebelión por Carlos Sanchis

Esta semana, andaba yo paseando por las calles de Atenas, al pie de la Acrópolis, cuando mi ojo se fijó en un cartel que llevaba una sola palabra en griego: Sísifo. Era el nombre de una taberna.

Quizás los dioses quisieron recordarme un artículo que escribí hace catorce años titulado «La Venganza de los Dioses». Su héroe trágico era el hombre al que llamé «Simón Sísifo.»

El Sísifo original era, por supuesto, el rey de Corinto, un hombre pecador, mentiroso e intrigante. Traicionó a Zeus, el Dios jefe, que estaba, como era su costumbre, entretenido con bellezas humanas.

Como castigo, Sísifo fue enviado al Averno, condenado a rodar una pesada piedra hasta lo alto de una colina. Cada vez que la piedra estaba acercándose a la cima de la colina, rodaba de nuevo hacia abajo. Y así sucesivamente, hasta el fin de los tiempos.

Ese había sido el destino de Simón Peres en el momento en que yo escribí ese artículo y ese ha sido desde entonces su destino, también, hasta este mismo día. No sé lo que le hizo a los dioses griegos para que le impusieran este castigo, pero con los años, Peres ha demostrado que lo merece.

Si había cualquier duda sobre esto, los últimos días proporcionan la confirmación. Peres perpetró un acto de prostitución política. Si simplemente hubiera abandonado el Partido Laborista antes de las primarias y se hubiera unido a la competencia hubiera estado bien. Después de todo, Ariel Sharon ha hecho lo mismo. Pero Peres se había presentado para presidente del partido, y sólo después de que fue derrotado rotundamente, se ha ido con el nuevo partido de Sharon.

Si duda, Peres lleva la maldición consigo. Continuará rodando la roca, y la roca continuará rodando hacia abajo siempre, justo cuando parece llegar a la cima.

Ya en 1953, cuando sólo tenía treinta años, fue nombrado Director General del poderoso Ministerio de Defensa. Fue un ascenso asombroso. Era el protegido del omnipotente David Ben-Gurion, el Primer Ministro y Ministro Defensa, que puso en sus manos el control del gran aparato de defensa. Bien podría haber esperado a su debido tiempo que el Viejo Hombre, le hubiera entregado el despacho del primer ministro. Entretanto, en 1959, fue elegido diputado en la Knesset y nombrado viceministro de Defensa.

Y entonces fue golpeado por el desastre. En 1963, Ben-Gurion fue sacado del despacho y – bastante literalmente – arrojado al desierto. Peres se quedó tambaleándose. Se hizo satisfactorio para su sucesor, Levy Eshkol que se convirtió en Primer Ministro y Ministro de Defensa y estaba ocupado tratando de recuperar su puesto cuando la piedra resbaló de nuevo de su agarres: Ben-Gurion volvió de repente de su retiro en el desierto y fundó un nuevo partido, el Rafi. Peres realmente no podía negarse a unirse. Con obvia desgana dimitió de su cargo y dejó el Partido Laborista (entonces llamado Mapai). Pero esperó que con la victoria de Ben-Gurion iba a alcanzar todavía la cima.

Se lanzó de lleno al trabajo de construcción del nuevo partido, preparando secciones locales y dirigiendo la campaña electoral. Estaba seguro que un partido dirigido por el legendario Viejo Hombre, con la participación del glorioso Moshe Dayan y varios otros generales, obtendría una victoria rotunda. ¿Cómo podría ser de otra manera?. Pero el día de las elecciones, en noviembre de 1965, trajo una desilusión amarga: el Rafi ganó sólo 10 escaños (de los 120) en la Knesset, y su situación en el mapa político los condenó a la irrelevancia. (Este ejemplo endulza los sueños de los funcionarios del Likud que esperan que le pase lo mismo ahora a Sharon, que ha iniciado una aventura similar.)

Después de dos años, le fue arrojado un salvavidas al Rafi. El salvador no fue ningún otro sino el líder egipcio, Gamal Abd-el-Nasser, quién concentró su ejército en el desierto del Sinaí, amenazando a Israel. El país fue presa del pánico, el Rafi fue invitado a unirse a un gobierno de emergencia, y su representante se convirtió en Ministro de Defensa. Pero no fue Peres que tan duro había trabajado para el Rafi sino Moshe Dayan que no había movido ni un solo dedo. La asombrosa victoria en la guerra de los Seis Días hizo de Dayan un ídolo de masas, mientras Peres quedaba en segundo plano. La piedra se había deslizado nuevamente colina abajo.

Peres comprendió que no tenía ninguna oportunidad en un pequeño partido. Metió de nuevo al Rafi en el Partido Laborista (ahora llamado Ma’arakh) y recibió como premio de consolación el insignificante Ministerio de Transporte. Ben-Gurion consideró esto como un acto de traición a su protegido y fundó otro partido pequeño, la Lista Estatal.

La gran oportunidad llegó en 1974, unos meses después de la guerra del Yom Kippur. La guerra parecía una desgracia nacional, y las dos personas responsables de ella, Golda Meir y Moshe Dayan, hasta entonces iconos nacionales, fueron despedidos. El camino estaba despejado para un nuevo primer ministro, y parecía como si el empleo fuera a caer en el regazo de Peres como una fruta madura. Pero en el último momento Isaac Rabin, un político simplón, apareció de no se sabe dónde y arrancó la fruta. Fue seleccionado por el partido.

Peres, dolido en lo más profundo de su alma, fue obligado a hacerse cargo del Ministerio de Defensa. Pasó los siguientes tres años trabajando implacablemente para minar a Rabin que después lo describió como un «conspirador incansable». Para este propósito, y para ganar la simpatía de la derecha, Peres fundó Kedumim, el primer asentamiento en el corazón de la población árabe de Cisjordania.

Los crueles dioses decidieron burlarse de él nuevamente. Rabin estaba implicado en un asunto trivial – contrariamente a la ley vigente, su esposa había descuidado cerrar una cuenta del banco que él había abierto mientras ejercía como embajador en Washington – y dimitió. Por fin, Peres se convertía en el presidente del partido. Al inicio de la campaña electoral de 1977, su victoria estaba segura y él ya se ocupaba de seleccionar a sus ministros, cuando sucedió lo inimaginable: Menajem Begin, el eterno líder de la oposición que había sido derrotado en una campaña electoral tras otra, ganó y se convirtió en primer ministro. Peres tuvo que asumir responsabilidades, las manos de Rabin estaban limpias. La piedra había resbalado de nuevo al fondo.

En las siguientes elecciones, en 1981, los dioses hicieron un truco aún más sádico. Cuando se cerraron las urnas, los encuestadores anunciaron que el Partido Laborista había ganado. Radiante de felicidad, Peres se permitió declararse próximo primer ministro. Después quedó claro que Begin había ganado finalmente.

La continuación fue que Begin aceptó el consejo de su nuevo Ministro de Defensa, Ariel Sharon, e invadió el Líbano. El día antes de que los tanques se pusieran en marcha, Peres anunciaba públicamente su apoyo. A continuación de la ocupación de Beirut, se cometen las matanzas de Sabra y Shatila, el despido de Sharon y el colapso mental de Begin El público empezó a detestar la guerra. Peres estaba seguro que esta vez ganaría. Pero el ganador era el sucesor de Begin, Isaac Shamir.

Los siguientes años fueron una serie de altibajos. Una y otra vez Peres está a punto de alcanzar la cima. Una vez incluso se convirtió en primer ministro durante cierto tiempo, pero sólo debido a una invención israelita peculiar: un Primer Ministerio rotativo en un gobierno de «unidad nacional» después de un impás en las encuestas con Shamir. Como primer ministro tuvo un éxito real: junto con un Ministro de Finanzas con talento, Isaac Moda’i, llevo una inflación del 400% a índices normales.

Pero el afán por convertirse en primer ministro por sus propios esfuerzos era demasiado fuerte: organizó un golpe de estado en el gobierno de unidad nacional para cambiar de sitio a Shamir y tomar el poder con la ayuda de los ministros religiosos. Pero fue traicionado en el último momento y tuvo que dejar por completo el gobierno. Rabin, en su estilo inimitable, llamó al episodio, «los ejercicios pestilentes de Peres.»

En vísperas de las elecciones de 1992, las oportunidades de Peres parecían buenas. El público estaba harto del Likud. La victoria estaba llamando al Partido Laborista. Pero la fruta le fue nuevamente arrebatada: el partido nominó a Rabin. Peres se tenía que conformar con un puesto secundario como Ministro de Exteriores, que en Israel es menos importante que los Ministerios de Defensa y Finanzas.

Las personas que hablaron con Peres en esa fase, tuvieron la impresión que finalmente daba por vencida para siempre la ambición de alcanzar la cima de la colina. Por vez primera, cooperó realmente con Rabin, y los dos juntos crearon el milagro de Oslo. Los dos habían abogado durante mucho tiempo por la «Opción de Jordania» (darle los territorios palestinos ocupados al rey de Jordania), pero la Intifada finalmente les convenció de reconocer al pueblo palestino y llegar a un acuerdo con la OLP. Cuando fue decidido otorgarles el Premio Nobel de la Paz a Isaac Rabin y a Yasser Arafat, Peres movió el cielo y la tierra para ser incluido también. Puesto que el premio puede darse a lo sumo a tres personas, el cuarto compañero, Mahmoud Abbas, fue omitido injustamente.

Pero los dioses no cedieron. En noviembre de 1995, Rabin fue asesinado. El asesino que estaba esperando al pie de la escalera, permitió a Peres, que estaba a muy corta distancia, caminar por ella con seguridad. Fue nombrado por el partido para ocupar el puesto de Rabin como Primer Ministro.

Esta era la oportunidad de su vida. Podría convocar nuevas elecciones y ciertamente obtener una victoria en la ola de ultraje público al asesinato. Pero Peres no quiso deber su elección a la memoria de Rabin. Él pospuso la elección durante unos meses durante los que él empezó una guerra pequeña en Líbano que acabó en un desastre: la matanza de refugiados por equivocación. Después dio el visto bueno al asesinato de un militante de Hamas, el legendario fabricante de bombas Yihyeh Ayash , que provocó una serie de ataques suicidas de vengadores sangrientos que arruinaron las oportunidades de Peres.

En el día de las elecciones, los dioses repitieron su truco sádico: parecía como si Peres hubiera ganado. Por la noche, tarde, se hizo claro que había pasado lo contrario. Nacía una nueva frase: «¡Nos fuimos a dormir con Peres y nos despertamos con Netanyahu!»

En una de las reuniones del partido, Peres preguntó lo que pasaba por ser una pregunta retórica: ¿» soy un perdedor?» Y fue desanimado por un coro de respuestas: «¡Sí! ¡Sí!»

Parecía como si los dioses hubieran perdido el interés. Benjamín Netanyahu asumió el poder y fue detestado pronto por el público. El gobierno cayó, y los laboristas ganaron las elecciones. Pero el héroe no fue Peres sino Ehud Barak, un anterior Jefe del Estado Mayor del ejército cuya elección suscito un entusiasmo salvaje que, a su vez, se convirtió rápidamente en amarga desilusión que degeneró en una desesperación de la paz y el derrumbamiento de la izquierda. En el 2001 Barak perdió frente Sharon por amplía mayoría, los lumbreras del partido no se ponían de acuerdo entre ellos acerca de un sucesor, y le pidieron a Peres que asumiera la dirección del partido «temporalmente» como en un tiempo muerto. Como de costumbre, empezó a volverse inmediatamente de «temporal» a permanente.

En el camino, otro accidente ocurrió. El puesto de Presidente del Estado quedó libre. Peres anhelaba el cargo, que esta vacío de contenido práctico pero lleno de prestigio. El Presidente es elegido por el parlamento en votación secreta. La mayoría de los miembros le aseguraron a Peres su apoyo. El candidato alternativo era un funcionario de segunda fila del Likud, Moshe Katzav. Pero cuando los sobres fueron abiertos, apareció que lo imposible había pasado de nuevo: Peres había perdido esta contienda, también.

Para conservar su posición internacional, Peres llevó su partido al gobierno de Sharon, a cambio para un título recientemente inventado: «vice primer ministro». Por esta denominación vacía, vendió el alma del partido. Empleó su prestigio internacional para cultivar la respetabilidad por Sharon en todo el mundo, donde Sharon era recordado como el hombre de Sabra y Shatila. Solo por esto, Peres merece todo lo que le estaba viniendo.

Los ministros laboristas no sólo apoyaron la retirada de Gaza – una cosa buena en sí misma – sino también todos los actos de opresión en Cisjordania: la expropiación de tierras, la expansión de los asentamientos, la inacción en «desmantelar los fortines», la construcción de la pared monstruosa y la campaña de asesinatos selectivos, al tiempo que boicoteaban a la Autoridad Palestina. El mismo Peres condenó la política thatcherista del gobierno como «capitalismo cochino», mientras que en la práctica continuaba apoyándolo generosamente.

El final – de momento – llegó hace unas semanas. En el pasado, Amir Peretz había dejado el Partido Obrero para fundar un pequeño partido de trabajadores. Peres le había convencido de que regresara. Ahora le disputó el puesto a Peres como presidente del partido y ganó. Vengándose del partido, Peres, lo abandonó por segunda vez en la vida y se ha unido a Sharon, como una vez se unió a Ben-Gurion.

Ahora Sharon utiliza a Peres como cebo para atraer a los peces del Partido Laborista, pero no soñaría con ponerlo en su lista de candidatos del partido a la Knesset. Eso causaría el rechazo de muchos miembros del Likud de unirse a él. Es dudoso si él realmente cumplirá su promesa de darle a Peres un trabajo respetable si gana las elecciones; quizás el puesto de presidente, después de acabado el mandato de Katzav.

Hay algo profundamente trágico en esta historia. Toda su vida, Peres ha languidecido por el amor del público, y cada vez le ha dado calabazas. Este hombre, un político profesional e increíblemente perseverante desde la edad de dieciocho años, nunca ha ganado unas elecciones. Los israelíes se preguntan por qué goza de tanto prestigio en el mundo. El resto del mundo por qué él no puede ganar unas elecciones en Israel.

¿Es porque fue un inmigrante en una era de Sabras de nacimiento? ¿Fue por su acento polaco del que jamás ha podido librarse? ¿Algo en su carácter? ¿Falta de carisma? ¿El hecho de que nunca sirvió en el ejército? ¿Quizás alguna combinación de todo esto?

Seguramente los dioses lo saben.