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La maldición de los recursos naturales en el Perú: alcances de una hipótesis controversial

Fuentes: Ecoportal.net

El Perú por las condiciones excepcionales de su variada y compleja ecogeografía goza del privilegio de ser un país, como pocos en el mundo, megadiverso. Pero no obstante la enorme riqueza en recursos naturales que posee, lejos de ser una gran oportunidad para haber logrado su ansiado crecimiento económico y salir del subdesarrollo, en más […]

El Perú por las condiciones excepcionales de su variada y compleja ecogeografía goza del privilegio de ser un país, como pocos en el mundo, megadiverso. Pero no obstante la enorme riqueza en recursos naturales que posee, lejos de ser una gran oportunidad para haber logrado su ansiado crecimiento económico y salir del subdesarrollo, en más de 180 años que tiene como república independiente, esto no ha sido así. Por el contrario, al decir de algunos sesudos economistas, pareciera ser que su gran riqueza natural más que una bendición le hubiera representado una extraña maldición.

Es en torno a este tema, de si la riqueza natural de un país constituye una ventaja o una desventaja para su crecimiento económico y desarrollo, que en este artículo nos abocarnos al análisis de lo que se ha denominado la hipótesis de «la maldición de los recursos naturales», tomando como caso de aproximación el estado de los recursos naturales en el Perú.

1. Los recursos naturales en el Perú: necesidad de inventarios y sistemas de información actualizados

El Perú posee tal riqueza natural que hace muy difícil conocerla en toda su extensión, máxime porque las múltiples actividades humanas -desde tiempos inmemoriales- la han aprovechado pero también impactado de múltiples formas. De ahí la necesidad de contar con sistemas de información actualizados en inventario, evaluación y uso de sus recursos renovables y no renovables.

Recursos naturales renovables, según el ecólogo Antonio Brack 1, el Perú se caracteriza porque:

Posee una alta diversidad de especies (flora, fauna y microorganismos), ya que tiene el 10% de las especies de la flora mundial y ocupa los primeros lugares en el mundo en especies de fauna: aves, mariposas, orquídeas y en otros grupos como mamíferos, anfibios, peces e insectos.

Ocupa los primeros lugares del mundo en recursos genéticos y agrobiodiversidad. De los cuatro cultivos más importantes para la alimentación mundial (arroz, trigo, maíz y papa), el Perú es primero en diversidad de papas (85 especies silvestres, 9 domesticadas y cerca de 3000 variedades) y maíz (36 variedades), y ocupa un lugar importante en cucurbitáceas, frutales, yuca, camote y otros grupos.

El Perú posee ecosistemas de importancia estratégica a nivel mundial (ecosistemas marinos, de bosques secos, de punas y páramos andinos, de bosques de neblina y de bosques tropicales) para garantizar los procesos evolutivos a nivel global y regional:

* Tiene 66 millones de hectáreas de bosques, y es el segundo país en América Latina y el cuarto a nivel mundial en bosques tropicales. Muy importantes para la captura y recaptura de gases de efecto invernadero como el CO2.

* El mar peruano es una de las cuencas pesqueras más importantes del planeta y una de las menos impactadas.

* En cuencas hidrográficas el Perú posee parte de importantes cuencas compartidas a nivel internacional: multinacionales (del Pacífico, del Amazonas, del Titicaca o Altiplano) y binacionales (Puyango-Tumbes y Zarumilla), cumpliendo un rol fundamental en servicios ambientales.

* La puna o pastizales naturales andinos cuentan con una superficie de 18 millones de hectáreas, conformando un ecosistema muy importante para la biodiversidad y presencia de especies endémicas;

* Los bosques de neblina, ubicadas en las vertientes orientales andinas, son de enorme importancia para la biodiversidad y la estabilidad de la cuenca amazónica.

* Posee un Sistema Nacional de Áreas Protegidas por el estado peruano, de cerca de 17 millones de hectáreas (10% de su territorio nacional).

De otro lado, un rasgo muy importante relacionado con el uso tradicional de los recursos naturales, es que el Perú es un país con una alta diversidad cultural, con al menos 44 etnias distintas, de las que 42 se encuentran en la Amazonía. Estos pueblos se distribuyeron y asentaron en los diversos ecosistemas desarrollando valiosos conocimientos respecto a usos y propiedades de especies; diversidad de recursos genéticos (4400 plantas de usos conocidos y miles de variedades), así como sus técnicas de manejo.

Recursos naturales no renovables, las reservas minerales son también muy importantes.

A partir de la década de 1990, con el alza del precio internacional de los minerales, hubo gran expansión de la actividad minera en el Perú, pasando de 4 a cerca de 23 millones de hectáreas y ocupando un aproximado del 15% del territorio nacional. Así, en los últimos años se han incrementado los proyectos de inversión en exploraciones mineras a lo largo de las cabeceras de las cuencas hidrográficas de la cordillera andina (y se han proyectado inversiones, entre el 2002 al 2009, por un valor aproximado de 9,000 millones de dólares). De otro lado, los yacimientos petroleros -aunque de menor magnitud que los mineros- se han encontrado principalmente en la región amazónica para su explotación, además de otros lotes por explorar. Así también, recientemente se vienen explotando importantes yacimientos de gas natural en la región Cusco.

Un rasgo característico de estos recursos no renovables es que en su mayoría se ubican en zonas de traslape con áreas naturales protegidas y territorios de comunidades indígenas o locales, lo que ha venido generando diversos conflictos ambientales y sociales con los operadores externos que explotan estos recursos, y en muchos casos ante la permisividad del estado peruano. Por ello es muy importante tener en cuenta que dada la alta diversidad cultural y de recursos naturales renovables y no renovables que posee el Perú, es fundamental partir de esta línea base -de alta variabilidad natural y cultural- para aplicar criterios de zonificación ecológica económica en la planificación de uso de los recursos naturales, y así evitar o prevenir la alta probabilidad de afectar otros recursos también importantes.

2. Racionalidad económica global versus conservación de recursos naturales

Sabemos que actualmente existe gran controversia en los diferentes sectores del gobierno, políticos, académicos y sociales cuando, en torno a la situación de los recursos naturales renovables y no renovables en el Perú, nos preguntamos sobre su estado de conservación actual. 2 Y es que si al respecto indagamos sobre si existe algún mapeo-inventario actualizado de todos los proyectos extractivos de recursos naturales que han operado -y operan- en las distintas regiones del país, y tomamos como periodo de estudio sólo las últimas tres décadas, encontraremos sin duda un panorama muy preocupante respecto a su estado de conservación actual. En efecto, los numerosos pasivos ambientales y los altos costos en externalidades negativas ambientales producidas en las distintas regiones nos dan cuenta de su situación.

Los pasivos ambientales son una consecuencia principal de la explotación intensiva (e irracional) de los recursos naturales, ante el débil marco normativo y regulatorio en materia ambiental del estado peruano. Es así que la mayoría de proyectos de inversión en la explotación de estos recursos no fueron planificados ni fiscalizados adecuadamente. Pero, además, desde la década de 1990, dichos proyectos se incrementaron en forma importante al amparo de las facilidades e incentivos otorgados a los operadores externos, en medio de un nuevo escenario económico-comercial. Es decir, del que vivimos hoy con la aplicación del modelo económico neoliberal, como consecuencia de la expansión del proceso de globalización y las medidas directrices del famoso Consenso de Washington.

Sin embargo, es cierto también que hoy en día tales medidas vienen siendo cuestionadas por sus dispares resultados en materia de crecimiento y desarrollo al nivel de los países centrales y periféricos. Es así que entre los cuestionamientos hechos en materia ambiental, encontramos que la racionalidad económica global no resuelve per se el problema de internalización (instrumentalización) de la perspectiva ambiental en los procesos de desarrollo. De tal suerte que para el contexto latinoamericano, suponemos que la posibilidad de lograr avances concretos para alcanzar un crecimiento económico sostenido y redistributivo, socialmente equitativo y compatible con el ambiente, será muy difícil de lograr en tanto no se promuevan cambios estructurales profundos en el modelo económico actual. Con mayor razón en el caso de países como el Perú, que contando con una gran riqueza de recursos naturales y siendo principal exportador de materias primas, al mismo tiempo no ha logrado instrumentalizar criterios de uso sostenible para sus recursos naturales, y si, por el contrario, ha devenido en su explotación irracional generando diversos pasivos y conflictos.

Pero si bien es cierto que en ello intervienen múltiples factores, es cierto también que el enfoque eminentemente económico del modelo de desarrollo país sigue siendo una de sus limitantes principales para avanzar en materia de políticas sociales y ambientales. No es pues difícil imaginar que si no se cambia el modelo económico actual, el Perú seguirá su tendencia histórica a seguir siendo un país en desarrollo. Es decir, seguirá con un relativo crecimiento de su economía, en base a la exportación de sus materias primas pero sujeto a la fluctuación de precios del mercado internacional. Manteniendo un modelo económico desigual que no redistribuye, sino por el contrario, que ahonda la mayor brecha social entre los sectores minoritarios privilegiados de la economía y los grandes sectores sociales que siguen siendo excluidos de los procesos de modernización y desarrollo del estado peruano.

3. Conflictos ambientales y sociales en el Perú: historia de una política recurrente en la explotación de sus recursos naturales

En general se sabe que el Perú a través de su historia tuvo algunos periodos de bonanza económica basados en la exportación de sus recursos naturales. Así fue en el siglo XIX con la explotación del guano de islas y el salitre, y en el siglo XX con la explotación del caucho, la anchoveta, el petróleo y los minerales, entre otros recursos que hasta hoy, el caso de los minerales y petróleo, siguen dinamizando la economía nacional. Sin embargo, se sabe también que estos periodos de auge de la economía nacional fueron esporádicos y variables, dada su dependencia de los precios en el mercado internacional para sus materias primas y del contexto político en el que se explotaron.

De otro lado, un rasgo característico de la economía peruana es que su crecimiento estuvo cimentado en una estructura política centralista del estado, a través de sus distintos gobiernos. Resultando que los ingresos extraordinarios obtenidos por la explotación intensiva de determinados recursos naturales no fueron redistribuidos para impulsar el desarrollo económico y social de todas las regiones del país, en especial de las regiones más pobres de donde se extraían la mayoría de las materias primas, sino que, por el contrario, las ganancias obtenidas contribuyeron en acentuar la brecha económica, social y cultural entre la capital y las regiones del interior del país.3

Posteriormente, con el proceso de descentralización y regionalización iniciado en el 2002, con el gobierno de Toledo, el estado peruano se encuentra hoy en un complejo proceso de transición -que puede demorar años- hasta terminar de reformar toda su estructura centralista. Y si bien este proceso puede depender de múltiples factores, en lo fundamental dependerá de que sea asumida como una política de estado por los gobiernos sucesivos, incluido el actual gobierno de García, los que deben comprometerse de forma efectiva y sostenida en su implementación coherente con las necesidades reales del país. Mientras tanto, el aparato público continúa funcionando bajo la inercia de un sistema centralista que en materia económica sigue dependiendo de un modelo exportador primario de recursos naturales (el caso de minerales, petróleo y gas natural), pero de cuyos intereses y beneficios obtenidos por el estado peruano de los operadores externos que los vienen explotando se cuestiona su pertinencia. Con mayor razón se cuestiona los numerosos impactos ambientales y sociales producidos por el desarrollo de las actividades extractivas, cuyos beneficios tampoco llegan en forma efectiva a los sectores más alejados y excluidos del país.

Al final los periodos de auge y crecimiento de la economía nacional, basados en la explotación intensiva de determinados recursos naturales, no deja aportes significativos al desarrollo integral nacional pero si numerosos conflictos alrededor de la explotación de estos recursos, sea por su irracional explotación agotándolos o deteriorándolos progresivamente, y por la consecuente afectación de otros importantes recursos, en tanto medios de vida para las comunidades locales del entorno. Es el caso de importantes proyectos de inversión en la explotación de recursos no renovables del subsuelo: proyectos mineros a lo largo de la cordillera andina o proyectos petroleros en la región amazónica (ambos en su fase de exploración, operación, o de cierre). Lamentablemente, muchos de estos proyectos se han desarrollado con la aparición de diferentes tipos de conflictos ambientales y sociales con las comunidades locales. 4

Es así que recordamos algunos de los conflictos más sonados en el 2006, entre los operadores externos y las comunidades locales, con la participación del estado peruano. Los que en su mayoría siguen a la fecha en complejas negociaciones sin terminar de resolverse plenamente para las partes en conflicto:

* El conflicto con las comunidades campesinas del departamento de Cajamarca, respecto a la operación de la Minera Yanacocha, por la explotación de importantes yacimientos auríferos y sus implicancias ambientales con las zonas de reserva de acuíferos y santuarios naturales consideradas como áreas intangibles por la población local.

* El conflicto con las comunidades campesinas de las provincias de Ayabaca y Huancabamba, en el departamento de Piura, con respecto al proyecto minero Río Blanco en la etapa de exploración por la Minera Majaz.

* El conflicto con las comunidades indígenas aledañas a la zona de ruptura en ciertos tramos del ducto que traslada el gas natural del proyecto Camisea, desde la región Cusco a Lima, por deficiencias del operador en la instalación de la línea troncal del gasoducto.

* El conflicto con las comunidades indígenas Achuar, Quichua y Urarina en la cuenca del río Corrientes, en la región Loreto, y la empresa petrolera Pluspetrol. En este caso evidenciando un antiguo problema de contaminación generado por los vertidos de las aguas de producción en la extracción de petróleo en los lotes 1AB y 8 en dicha región.

* Los reiterados conflictos en la ciudad de La Oroya y el grave riesgo de salud pública por las emisiones contaminantes del complejo metalúrgico propiedad de la Minera Doe Run Perú, quien solicitó una nueva ampliación del plazo de cumplimiento de su PAMA, generando controversia entre la población y los diversos sectores empresariales, laborales, ambientalistas y sociales a favor y en contra de este incumplimiento del operador.

Como resultado de los numerosos conflictos que en forma recurrente se vienen produciendo en el país, en particular desde la década de 1990, a la par de la racionalidad económica global, se ha suscitado un gran -y en muchos casos accidentado- debate nacional en los diversos estamentos de la sociedad peruana, respecto a las causas generadoras de estos conflictos, la relación costo-beneficio de estos importantes proyectos, el contexto político y el modelo de desarrollo país, así como sus implicancias económicas, sociales y ambientales.

Debate que además implica dilucidar sobre el rol que debieran cumplir los recursos naturales de un país en materia de desarrollo. Es decir, si sus recursos pueden ser considerados estratégicos, en el marco de una economía abierta, para servir en el diseño de estrategias de corto, mediano y largo plazo. Y así, de un lado, aprovechar en forma sostenible su riqueza natural y, del otro, contribuir efectivamente al crecimiento económico sostenido y al desarrollo nacional. O por el contrario, se vuelvan fuente de distorsiones en su política interna, dispendio del gasto, corrupción y pobreza. En síntesis se torne una inevitable maldición.

4. La maldición de los recursos naturales: más que una sentencia gitana una hipótesis económica controversial.

Diversos economistas sostienen que es la riqueza en recursos naturales no renovables de algunos países lo que al parecer conlleva su pobre crecimiento económico y desarrollo (citan el caso de países petroleros como Venezuela y Ecuador, o países mineros y gasíferos como Bolivia y Perú, entre otros). Y señalan, además, que la pobreza en recursos naturales que poseen otros países no impide que logren un muy alto crecimiento económico y desarrollo (citan el caso de Japón, entre otros). Resultando que a este fenómeno que contradice la teoría económica clásica lo han enunciado como la hipótesis de «la maldición de los recursos naturales». Estudios econométricos a nivel mundial parecieran confirmarnos sus implicancias paradojales. Es decir que en general son los países pobres en recursos naturales los que históricamente han presentado una mejor evolución económica y desarrollo que los países ricos en recursos naturales.

Cecilia Perla (2005, citando a Sachs y Warner: 1995, p.21) 5, cuya explicación teórica se apoya en un modelo denominado de «enfermedad holandesa», señala que entre las diversas opiniones sobre el tema prevalece la que sostiene que, en efecto, «existe una asociación estadística significativa, inversamente proporcional, entre la intensidad de recursos naturales y el crecimiento económico, y en la que, además, el primero es causal del segundo. De tal suerte que a esta relación inversa se le denomina la maldición de los recursos naturales». Señala, además, que son las economías ricas en recursos naturales no renovables (o sea en activos del subsuelo como minerales, gas natural y petróleo) las que tienen el peor desempeño económico. En similar sentido, Carlos Gómez (2002) sostiene «que la evidencia empírica lo induce a pensar en dirección contraria a la lógica de una visión mecánica de la relación capital natural-crecimiento económico, porque la utilización intensiva de la naturaleza no supone -en estricto- ninguna ventaja para el crecimiento económico».

Otro estudio de Michael Ross (2001) 6, en base a análisis econométricos, arriba a conclusiones similares: «Que los estados que dependen de sus exportaciones de petróleo y minerales enfrentan mayores problemas de deficientes condiciones de vida y de pobreza». Encuentra que los países pobres en crecimiento y desarrollo pero ricos en recursos no renovables, sus volúmenes de exportación de petróleo y minerales se correlacionan con índices excepcionalmente altos de mortalidad infantil, con altos índices de desnutrición infantil y una inversión baja en salud pública, así como con una mayor desigualdad en sus ingresos nacionales. Además, señala que los países dependientes de estas exportaciones tienden a sufrir «altos niveles de: corrupción, gobiernos autoritarios, ineficacia gubernamental, gasto militar y situación de violencia armada.»

En cambio otros autores señalan que los estudios econométricos sobre la validez de la hipótesis de la maldición de los recursos naturales son disímiles. Rudolf Buitelaar 7 -citando a Sachs y Warner 1995, Davis 1995, Gavin y Hausman 1998, Altamirano 2000-, señala que, mientras, de un lado, Sachs y Warner (del Center for Economic Policy Research de la Universidad de Harvard) 8 encuentran que la tasa de crecimiento del PBI está negativamente correlacionada con distintas medidas de abundancia de recursos naturales (en una muestra de 97 países en vías de desarrollo usando series de tiempo en 20 años) concluyen «que esto no puede ser coincidencia sino que debe haber algo en la dotación de recursos naturales que explica el desempeño insatisfactorio». De otro lado, señala que Davis, por su parte, desarrolla un «Índice de Dependencia de Minerales» para 91 países y lo correlaciona con un amplio grupo de indicadores de desarrollo económico y social. De lo que concluye que «es difícil sostener que los países más dependientes de recursos minerales hayan tenido un desempeño económico y social menos satisfactorio que otros.»

De los dos casos citados, respecto a la validez de esta hipótesis, Buitelaar señala que ambos llegan a resultados opuestos. Es así que mientras el estudio de Davis no la encuentra válida, otros investigadores, como Sachs y Warner, afirman encontrar evidencias de que existe una relación negativa entre la intensidad de las exportaciones de recursos naturales y el ritmo de crecimiento económico. Y que en el caso de América Latina, los países con abundancia de recursos naturales pareciera que no logran un desempeño satisfactorio en términos económicos y sociales. ¿Existe entonces una relación de causalidad entre el stock de recursos naturales y el desempeño de las economías nacionales?

Buitelaar acota que dependiendo de las variables en estudio que se empleen los resultados pueden variar, aunque los autores pueden llegar a conclusiones similares: «Distintas especificaciones producen resultados opuestos, pero los autores por lo general llegan a conclusiones bastante parecidas: la relación causal pasa por la dimensión de las políticas económicas. No son los recursos naturales per sé sino las políticas económicas inadecuadas que causan el débil desempeño económico. No es inevitable que los países abundantes en recursos naturales tengan un crecimiento económico menor. Debe ser posible diseñar políticas adecuadas dada la dotación de recursos. Se podrían obtener importantes ganancias de bienestar de políticas adecuadas para economías dotadas con recursos naturales.»(Op cit de Rudolf Buitelaar)

En efecto, contrario a lo que se puede suponer de los estudios que sugieren la validez de esta hipótesis, no existen indicios suficientes de una relación causa-efecto: riqueza natural-pobre crecimiento económico. En tal sentido, coincidimos con lo señalado por Buitelaar, ya que es razonable suponer que la relación causal en la maldición de los recursos naturales debiera pasar primero por los alcances de las políticas económicas de los gobiernos antes que por su sólo potencial de riqueza natural. Ergo, no son los recursos naturales -por si mismos- sino las inadecuadas políticas económicas y los débiles marcos institucionales los que causan el débil desempeño económico de las naciones y su relativo y desigual desarrollo. Consecuentemente, no es cierta esta especie de «determinismo económico» que nos sugiere la hipótesis referida, por la que los países con mayor riqueza de recursos naturales, el caso del Perú, estén condenados siempre a un tener un pobre crecimiento económico y a tener una mayor brecha social y pobreza.

Por el contrario, con el mayor potencial de recursos naturales que posee un país debiera serle factible el diseño de políticas económicas adecuadas y comprometidas con el interés nacional, por encima de otros fines e intereses particulares, para lograr mejores términos de negociación con los operadores externos. Aplicar políticas de diversificación y transformación productiva, de planificación y uso sostenible de sus recursos naturales, así como políticas de efectiva redistribución y mayor inversión en términos de desarrollo social para las regiones más pobres del país.

5. La abundancia de recursos naturales en el Perú: una bendición merecida, pero inaudita maldición en manos de sus gobernantes

Al constatar la abundancia y variedad de recursos naturales que posee el Perú, resulta lógico pensar en que es una bendición merecida para el estoico pueblo peruano. Pero, lamentablemente, en manos de sus gobernantes, al no haberlos aprovechado con criterios de uso sostenible, parecieran volverse una inaudita maldición. Y es que desde el inicio del periodo republicano, las políticas económicas de los gobiernos -en general- han mal influido en la explotación intensiva (e irracional) de sus recursos naturales, supeditados siempre a factores de orden externo (los relativos al mercado). En realidad esa ha sido la verdadera maldición, ya que siendo un país con importantes reservas en recursos no renovables (minerales, petróleo y gas), e inversiones considerables en proyectos extractivos de estos recursos, además de sus no menos valiosos recursos renovables, sigue siendo un país pobre cuyos niveles de pobreza actual bordean el 50% de su población nacional, sin que hasta hoy se hayan realizado las grandes reformas estructurales para superar su pobreza y relativo desarrollo.

¿Cuál ha sido entonces el aporte real de estos proyectos extractivos de recursos naturales en términos de crecimiento económico, desarrollo y mejora de calidad de vida del pueblo peruano? ¿Qué razones explican esta «maldición de los recursos naturales» en el caso de países como el Perú? ¿En qué medida su tendencia histórica de aplicar un modelo exportador primario le ha significado reales beneficios en desarrollo económico, social y ambiental? Al respecto encontramos que para economistas como Joseph Stiglitz 9, existen tres razones principales que pueden explicar en parte las interrogantes formuladas:

– Las enormes expectativas de beneficio que se derivan de la explotación de recursos como petróleo, minerales o gas, y que al parecer orientan a los dirigentes políticos y empresariales hacia objetivos perversos. (Suponemos que impera la racionalidad económica global, cuyos efectos más negativos devienen de lo que se llama la racionalidad del «capitalismo salvaje»);

– Los recursos naturales están sujetos a precios altamente volátiles y determinados en los mercados financieros internacionales, que pueden entrar en crisis repentinas de graves consecuencias para los países más pobres. (Es el caso del precio de los minerales que hoy cuentan con una coyuntura favorable en el mercado internacional pero que luego podría variar); y

– Los recursos naturales están sometidos a la conocida teoría de la «enfermedad holandesa». Es decir, cuando se da la existencia de un sector importante dedicado a la explotación de los recursos naturales, que surge, por ejemplo, de una situación favorable en los precios internacionales, afectando la distribución del empleo en la economía entre los sectores de bienes comercializables y no comercializables. Esta reasignación del trabajo puede reducir notablemente la tasa de crecimiento económico de un país, en lugar de estimularla.

Al respecto diversos autores señalan otras consideraciones. Por ejemplo, con relación a las implicancias del modelo exportador primario que caracteriza la tendencia histórica de los países en la región. Según Jürgen Schuldt «Todas las evidencias históricas señalan en la misma dirección: a la larga, la exportación de materias primas no renovables tiende a «desarrollar el subdesarrollo» en nuestros países. Y esto no es culpa del imperialismo, ni del hecho que poseamos ingentes riquezas naturales, ni de las empresas mineras. El problema radica casi exclusivamente en nuestros gobiernos, en nuestros empresarios y en nosotros mismos, como académicos o como ciudadanos. Porque no hemos sido capaces de idear las políticas económicas y las reformas legal-estructurales requeridas, ni de conformar las alianzas y consensos necesarios, para aprovechar nuestras enormes potencialidades -al margen incluso de los auges temporales de la primario/exportación- para asegurar la transición de nuestra economía hacia la autodependencia, la integración nacional y la ampliación del mercado interno.» (Op cit de Jürgen Schuldt, 2004). 10

En efecto, la debilidad de las instituciones, la mayor corrupción y la menor voluntad política y compromiso democrático de los gobiernos, el centralismo, la no planificación del desarrollo a largo plazo y si las políticas de corto plazo y de corte populista, la mayor inequidad en la distribución del ingreso, la exclusión social y la poca transparencia pública con las organizaciones de la sociedad civil, son situaciones recurrentes que devienen de la pobre condición ideológica y política de la clase gobernante que hemos tenido en el país por décadas, antes que de la simple riqueza natural que este posee. No es pues el simple determinismo económico de los países ricos en recursos naturales lo que puede explicar su pobre desempeño económico y escaso desarrollo, sino la falta de una clase política comprometida con los grandes intereses nacionales para liderar las reformas estructurales necesarias -por décadas postergadas- del estado peruano.

¿Es posible entonces lograr el crecimiento económico y un mayor desarrollo y mejora de calidad vida, con un aprovechamiento sostenible de los recursos naturales? Si, aunque difícil respuesta cuando entran en juego una serie de variables a considerar. No obstante, se conoce que existen experiencias de países, que de forma contraria a lo que sugiere la hipótesis de la maldición de los recursos, sus riquezas naturales no les ha sido un obstáculo para lograr su crecimiento y desarrollo. La cuestión es estudiar estas experiencias, evaluarlas y recrearlas para aplicarlas en cada caso país, como pudiera ser en la realidad peruana: «…estudiemos la historia económica y sociopolítica de países ricos en recursos naturales, que lo lograron a fines del siglo XIX y principios del XX, como Australia, Canadá, Finlandia, Noruega, Nueva Zelanda y Suecia. O, como lo vienen intentando por diversas vías y aparentemente con buen éxito, durante las últimas décadas, países como Costa Rica, Malasia, Mauricio y Botswana…» (Op cit de Jürgen Schuldt, 2004).El asunto, además, es tener claro que no se trata de un problema en estricto técnico, ya que el tema sustantivo es antes político para luego asumir las decisiones más convenientes respecto al modelo de desarrollo a seguir y los lineamientos económicos, sociales y ambientales que se desprendan de ello.

Resulta pues a todas luces inconveniente seguir pensando, frente al problema-posibilidad de desarrollo país, que nuestra gran riqueza natural sea -a su vez- nuestro mayor obstáculo para salir de la pobreza. Por el contrario, es imperativo realizar un giro político estratégico para aprovechar la gran potencialidad natural y las enormes oportunidades que ello le puede permitir al Perú en proyección al mercado global.

El reto será armonizar nuestra visión de desarrollo con las distintas actividades productivas, las potencialidades naturales y su capacidad de soporte, y las necesidades sociales como parte de un proceso concertado y descentralizado de planificación integral territorial para alcanzar el desarrollo humano sostenible. En tal sentido, el punto de quiebre radicará en entender que la planificación, vista como un proceso participativo, concertado, descentralizado e inclusivo, será la base del futuro desarrollo nacional.

*Mag. Ing. Agrónomo, Consultor en Gestión Ambiental y Desarrollo.

Notas:

1 En artículo «Biodiversidad: firmeza necesaria» y «Biodiversidad. y geopolítica peruana», de Antonio Brack Egg (2004 y 2003).

2 Con mayor razón cuando nos preguntamos respecto a si son válidos, desde el punto de vista del interés nacional y las leyes, los términos y condiciones para su explotación por los operadores externos.

3 Es recién a partir del 2002 que se inició, con no pocas dificultades, un complicado proceso de descentralización y regionalización. Al respecto, diversos analistas coinciden en señalar que este proceso de descentralización y regionalización es quizá una de las reformas más importantes de las últimas décadas del estado peruano; sin embargo, a pesar de su gran trascendencia, el proceso avanza muy lento y con muchos contrastes por ello se ha criticado la poca voluntad política e inercia del Gobierno de Alejandro Toledo por no haberlo impulsado en mejor forma.

4 Lo que observamos en las zonas rurales son niveles de pobreza persistentes, que vienen aconteciendo paralelamente con un proceso progresivo de superposición o traslapamiento territorial en el desarrollo de determinadas actividades extractivas, como la superficie destinada a la actividad minera sobre la superficie de finalidad y uso principalmente agropecuario, pastoril y forestal. Esta situación se está manifestando en la ocurrencia de distintos tipos de conflictos de uso de estos recursos. Por ejemplo, conflictos de uso del recurso suelo y agua en territorios pertenecientes a cerca de 3300 comunidades involucradas con el uso minero de sus tierras, y que representan aproximadamente el 55% de las comunidades reconocidas en el país.

5 «¿Cuál es el destino de los países abundantes en recursos minerales? Nueva evidencia sobre la relación entre recursos naturales, instituciones y crecimiento económico.», de Cecilia Perla, 2005, Documentos de trabajo 242, 61 p.(http://www.pucp.edu.pe/economia/pdf/DDD242.pdf)

6 Ross, M. (2001), «Sectores Extractivos y Pobreza». Investigador del Departamento de Ciencias Políticas Universidad de California, Informe de Oxfam América, 23 p.

7 En «Capítulo I: Conceptos, inquietudes y aglomeraciones en torno a la minería» IRDC.

8 Citados por Carlos Gómez G., 2002, «Crecimiento Económico y Desarrollo Sostenible». en p. 15, Universidad de Alcalá.

9 Citado por Joan Oriol Prats, en «El hechizo de los recursos naturales: ¿existe solución?», Edición 12, martes 26 de octubre de 2004. Gobernanza Revista internacional.

10 En «Somos pobres porque somos ricos», de Jürgen Schuldt (2004), Convenio La Insignia / Rel-UITA, 12 de julio.