Traducido del inglés para Rebelión por J. M.
Mahmoud Abbas se reúne con el Rey Salman en Riad, el 7 de noviembre Imágenes de Thaer Ganaim APA
El impetuoso intento del príncipe de de Arabia Saudí Mohammad bin Salman de consolidar el poder en el país y afirmar la supremacía en el extranjero tendrá repercusiones a lo largo y a lo ancho.
Algunas de estas se sentirán en Palestina, donde un inestable acuerdo de reconciliación ofrece la mejor esperanza en mucho tiempo de un alivio para dos millones de palestinos en Gaza después de 10 años de aislamiento impuesto por Israel y Egipto.
Un peligro de las repercusiones de Riad es que se podría deshacer la piedra angular más importante de cualquier reconciliación exitosa: la apertura del cruce de Rafah, el único acceso al mundo exterior para la gran mayoría de los palestinos en Gaza.
El cruce en la frontera entre Egipto y Gaza se ha cerrado, salvo raras excepciones, durante los últimos cuatro años.
Sin tal apertura no habrá ventajas para Gaza y ningún incentivo para la reconciliación.
El lunes por la noche Mahmoud Abbas, el líder de la Autoridad Palestina, realizó una visita inesperada a Riad para conversar el martes con el rey Salman de Arabia Saudí, haciendo sonar las campanas de que podría ser el próximo candidato a remover después de que Saad Hariri anunciara su renuncia como primer ministro del Líbano desde la capital saudí.
Pero Abbas no anunció su propia renuncia, al menos no todavía. La agencia oficial de noticias palestina WAFA solo informó de que los dos discutieron los esfuerzos de Estados Unidos para revivir un proceso de paz con Israel y los esfuerzos de reconciliación palestinos, sin detalles.
Profecía autocumplida
En ambos temas Riad podría tener un gran impacto. Mohammad bin Salman -o MBS, como se lo menciona a menudo- parece haber causado una gran impresión en el presidente estadounidense Donald Trump, quien no dudó en tuitear su apoyo para la redada del sábado de la realeza de actuales y antiguos funcionarios del Gobierno.
El Rey Salman y MBS «saben exactamente lo que están haciendo», escribió Trump, sugiriendo que Washington está detrás de lo que sea que esté haciendo el liderazgo de Arabia Saudí.
Y sea lo que sea el objetivo final parece ser Irán, durante mucho tiempo un espantajo en el conflicto del Golfo que, aunque totalmente evitable, se está convirtiendo rápidamente en una profecía autocumplida.
De hecho Riad dijo el martes que Teherán podría ser culpable de un «acto de guerra» por un ataque con misiles a la capital saudí durante el fin de semana reivindicado por el grupo hutí de Yemen, con quien Arabia Saudí ha estado en guerra desde 2015. Eso marca una escalada seria y no está claro lo que sucederá en delante.
Arabia Saudí afirma que los hutís son representantes de Irán.
Yemen aparte, Arabia Saudí ha evitado tradicionalmente los enfrentamientos militares directos. El modelo que generalmente se sigue es el de Siria, donde Arabia Saudí financió a una serie de grupos que luchan contra el ejército del país en un esfuerzo, ahora aparentemente fallido, de derrocar al presidente Bashar al-Assad.
El hecho de que no se haya derrocado a Assad, quien ha sido respaldado hasta la saciedad por Irán, es una de las razones por las cuales los temores del Golfo sobre el poder iraní están llegando a su punto máximo. Ahora la alianza de Irán con Siria es más fuerte que nunca. La influencia iraní en Irak ya se había expandido drásticamente gracias a la invasión estadounidense de 2003 que derrocó a Saddam Hussein, un suní, y abrió el camino para que la comunidad mayoritaria chiíta ejerciera el control.
Y en el Líbano, Arabia Saudí aparentemente ha concluido que Hariri no logró frenar el poder de Hizbulá, el partido político chií y el movimiento de resistencia que expulsó a Israel del sur de Líbano en 2000 y frustró su invasión en 2006.
Por lo tanto, la llamada «media luna chiíta» contra la que advirtió el rey de Jordania, Abdullah, poco después de la invasión de Irak liderada por Estados Unidos en 2003 parecería, al menos a los ojos del Golfo, convertirse en realidad.
El enemigo de mi enemigo
En su enorme miedo a Irán, Riad ha hecho una causa común con Israel -para quien Irán ha sido una constante china en el zapato- y en un momento propicio para ambos. Después del intento del expresidente estadounidense Barack Obama de distender las tensiones mundiales con Irán a través del acuerdo nuclear de 2015 -sobre las cabezas de la oposición israelí y del Congreso- Trump ha tomado la dirección opuesta.
Ahora corresponde a un Congreso de Estados Unidos abrumadoramente a favor de Israel decidir cuánto podrá EE.UU. suavizar el trato.
Eso a su vez, en el peor de los casos, podría volver a poner en marcha un programa nuclear iraní que podría desencadenar un ataque militar israelí, algo que se debatió regularmente antes de que se firmara el acuerdo de 2015.
Si Arabia Saudí busca la guerra con Irán, ¿quién mejor para luchar por ella?
A corto plazo, mientras tanto, Riad quiere asegurarse de que nadie se pase de la raya y, abierta o encubiertamente, construya relaciones con Irán o se desvíe de los dictados regionales saudíes, razones por las que, junto con los Emiratos Árabes Unidos, han condenado a Catar al ostracismo.
Y es la razón por la cual la reconciliación palestina también podría estar ahora en riesgo.
Uno de los principales escollos para la unidad palestina es la cuestión del ala militar de Hamás. A principios de octubre, y antes de que se firmara un acuerdo preliminar de unidad en El Cairo el 12 de ese mes, un alto funcionario de la Autoridad Palestina dejó saber que Abbas se opondría a cualquier «modelo Hizbulá» para Gaza.
Con esto quiso decir que no aceptará que Hamás mantenga su ala militar, las Brigadas Qassam o cualquier arma no integrada en los servicios de seguridad palestinos oficiales, y que no podría haber financiación de poderes externos que no pasaran por el Gobierno oficial.
El primero, y por extensión el último, es completamente inaceptable para Hamás, que ha acordado que coordinará cualquier acción militar con el movimiento Fatah de Abbas, pero rechazó de plano el desmantelamiento de las Brigadas Qassam.
A mi manera o fuera
Tan feroces fueron los desacuerdos que los mediadores egipcios convencieron a ambas partes de posponer las conversaciones sobre el tema para luego llegar al acuerdo preliminar.
De hecho las señales de reconciliación hasta ahora no se ven muy bien. Hamás ha hecho la mayor parte del operativo, cercando a los militantes salafistas y construyendo una zona de amortiguación para Egipto, desmantelando su estado administrativo para entregar los deberes de gobernanza al Gobierno con sede en Ramallah, que también se hizo cargo de cruzar hacia y desde Gaza.
A cambio Hamás hasta ahora no ha recibido nada. No ha habido apertura de cruces, la condición sine qua non de cualquier acuerdo. Y Abbas todavía se niega a levantar las sanciones contra Gaza que fueron impuestas en abril y que sumieron a la Franja en una crisis cada vez más profunda.
Y con Riad ejerciendo su influencia el problema podría ser más tenso. Altos líderes de Hamás viajaron a Irán el mes pasado después de que se firmara el acuerdo preliminar, sin duda una señal para Abbas de que el movimiento estaba decidido a mantener sus propias relaciones con el mundo exterior, incluso después de la pérdida de Catar, que durante años ha sido el principal respaldo financiero.
Pero si Arabia Saudí continúa con el enfoque de «mi camino o fuera», esas relaciones serán un anatema para Riad, que presionará a Abbas para que rompa la reconciliación y que las consecuencias sean condenadas.
Hamás está arrinconado, pero solo puede ceder hasta aquí. Abbas no tiene adónde volverse, el destino del proceso de paz, la primera y la última estrategia de Abbas -ahora en manos de Trump, Jared Kushner, yerno del presidente de Estados Unidos, enviado al Medio Oriente y aparente confidente secreto de MBS- y por supuesto de Benjamin Netanyahu, el primer ministro israelí.
Ese es un cuarteto que está en deuda. Y a fin de cuentas, a menos que las intenciones de aliviar las tensiones en el Sinaí triunfen en El Cairo de alguna manera, dos millones de palestinos en Gaza pueden perder. Nuevamente.
Omar Karmi es excorresponsal de Jerusalén y Washington DC para el periódico The National.
Fuente:https://electronicintifada.net/content/how-saudi-power-play-could-hurt-palestinians/22221
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.