Recomiendo:
0

La mentalidad del «sheriff»

Fuentes: La Estrella Digital

Quizá sea cruel iniciar este comentario descubriendo a los lectores que en EEUU se ha inventado un modo eficaz de atender a los enfermos de esquizofrenia que descuidan la medicación y sufren en público los efectos del llamado trastorno bipolar. Y es brutal detallar que el modo de hacerlo sea abatirles a tiros cuando los […]

Quizá sea cruel iniciar este comentario descubriendo a los lectores que en EEUU se ha inventado un modo eficaz de atender a los enfermos de esquizofrenia que descuidan la medicación y sufren en público los efectos del llamado trastorno bipolar. Y es brutal detallar que el modo de hacerlo sea abatirles a tiros cuando los síntomas de su desequilibrio mental son percibidos por algún policía de los que, mezclados con los viajeros, vigilan los vuelos de las compañías aéreas estadounidenses, para disuadir a los posibles terroristas de estrellar el avión contra algún edificio significativo de la gran patria americana.

Pero ése es el trágico resultado de lo que ocurrió el pasado miércoles en el aeropuerto de Miami. Dentro de la información, todavía imprecisa varios días después del suceso (como cuando, el pasado mes de julio, la Policía metropolitana londinense asesinó a un ciudadano brasileño a quien tomó por terrorista), los datos conocidos no dejan lugar a dudas y eliminaron, desde un principio, cualquier hipótesis de terrorismo legalmente frustrado.

Sabedores ya los lectores de los detalles del caso por las noticias difundidas hasta hoy, es conveniente, una vez más, valorar lo ocurrido, sopesar las justificaciones que oficialmente han dado las autoridades implicadas y extraer las consecuencias aplicables al resto de los ciudadanos. Porque cualquiera de nosotros, estimado lector, o alguna persona de nuestro entorno, puede padecer una enfermedad mental y, por circunstancias ajenas a su voluntad, mostrar en público los síntomas de no haberse medicado correctamente, siendo por ello tiroteado a muerte por la autoridad correspondiente sin más dilación. Tan expeditiva aplicación de la pena de muerte, sin juicio ni delito probado, es un salvaje atentado contra cualquier idea de equidad y justicia.

La infeliz víctima del caso comentado abandonó el avión por el túnel de salida, tras haber protagonizado una escena de desequilibrio mental, mientras su esposa intentaba apaciguarle y advertía en voz alta sobre su estado psíquico. En ese momento, se nos informa, «hizo algunos comentarios» sobre una bomba e «intentó echar mano de su bolsa de viaje», por lo que un policía de servicio a bordo le abatió a tiros sin más contemplaciones.

El presidente del Subcomité de Aviación de la Cámara de Representantes, John L. Mica, mostró satisfacción por lo ocurrido y comentó al Washington Post: «Esto debería enviar un aviso a los terroristas o a cualquiera que intente perturbar un avión con amenazas». Aclaró también que los policías aéreos «no están instruidos para dialogar o negociar con los pasajeros. Deben tomar decisiones instantáneas en función de la amenaza inminente».

La mentalidad de los sheriffs del salvaje Oeste americano resplandece en las declaraciones del congresista republicano: hay que matar antes de que el enemigo mate. Sin estar siquiera seguro de que la víctima es un terrorista ni de que muestre intenciones criminales. No se le ocurre pensar que, de ser cierta la existencia de un explosivo en el equipaje de un viajero, liarse a tiros sin más ni más aumenta las probabilidades de provocar la explosión, sea por impacto directo sobre el artefacto, sea por voluntad del terrorista que activa la carga antes de morir.

No hay duda de que el policía hizo lo que su misión le exigía. Él no es culpable. Había sido entrenado para hacer lo que hizo. La Casa Blanca le exculpó en seguida -«actuó conforme a su preparación»- y el portavoz de los policías aéreos indicó que se trataba de «una situación de libro de texto».

Es evidente que algo habrá que cambiar en los libros de texto, porque tras el lamentable incidente que ha saltado a los medios de comunicación de todo el mundo se han alzado en EEUU voces que piden mejorar la preparación la Policía aérea, cuyos efectivos se estiman en varios miles de agentes. También se ha sugerido no utilizar armas de fuego sino otros artilugios capaces de inmovilizar o neutralizar a los terroristas, como las pistolas de descarga eléctrica. Pero esto requiere dinero y en EEUU los fondos federales son endémicamente escasos, y las sistemáticas reducciones de impuestos que favorecen a los sectores más ricos de la población no contribuyen a mejorarlos.

Lo peor del caso aquí comentado no es que un ciudadano muera por exceso de celo de las autoridades, por repugnante que resulte el hecho. Lo peor es que esa mentalidad de «disparar primero e investigar después» se está aplicando también a la política exterior. Entonces no es la pistola de un policía la que mata a un ciudadano inocente en Londres o en Miami. Son los ejércitos más poderosos de la historia de la humanidad los que se abaten sobre un país -hoy Iraq, mañana no se sabe cuál- aduciendo razones falsas o inventadas.

Del mismo modo que el parlamentario Mica nos ha anunciado que el asesinato del pasajero enfermo mental es un aviso a futuros terroristas, el presidente Bush y sus asesores nos quieren hacer creer que la invasión, ocupación y aplastamiento del pueblo iraquí han sido también un aviso dirigido a otros terroristas capaces de atacar a EEUU. Con la diferencia de que, en este caso, los muertos inocentes pueden contarse por millares y las consecuencias nefastas de decisiones tan arbitrarias e ilegales pueden durar muchos años y extenderse por todo el planeta. Estamos contemplando ahora los primeros indicios de ello.


* General de Artillería en la Reserva
Analista del Centro de Investigación para la Paz (FUHEM)