Las fuerzas israelíes la utilizan como arma de “control de masas” para castigar colectivamente a los civiles palestinos que se atreven a protestar
En Nazaret, Haifa, Ramala, Jerusalén y otros lugares, las y los palestinos se manifiestan contra la limpieza étnica permanente que practica el régimen israelí. Motivados e inspirados ahora por la firme resistencia de las familias palestinas que se enfrentan a los desalojos forzosos de sus hogares en el barrio de Sheij Yarrah de Jerusalén, han salido a la calle con valentía –porque lo hacen a sabiendas de que lo que les espera es una brutal represión por parte del ejército y la policía israelíes.
De hecho, en el recinto de Al Aqsa, donde se ha producido gran parte de la violencia contra los y las manifestantes, los palestinos fueron atacados con gases lacrimógenos y disparos mientras rezaban. Más al sur, Israel ha lanzado ataques aéreos sobre Gaza que han alcanzado edificios civiles y han matado a más de 40 personas, entre ellas al menos 14 menores.
Además de los muertos, centenares de personas han resultado heridas por balas reales y de goma, por gases lacrimógenos y palizas, pero también por un arma menos conocida por los medios de comunicación internacionales que cubren las protestas. Muchos se han referido erróneamente a ella como cañón de agua o camión de aguas residuales.
En árabe lo llamamos jarara –literalmente “el cagadero”, por su olor pútrido. En inglés, se llama skunk water, o agua de mofeta, por el olor ostensiblemente putrefacto que desprenden las mofetas. El agua de mofeta la ha desarrollado como “arma de control de multitudes” una empresa israelí llamada Odortec.
Se trata de un compuesto líquido con un olor horrible descrito por quienes lo han experimentado como el olor de aguas residuales mezclado con cadáveres en descomposición. En realidad se trata de una mezcla de sustancias químicas que provoca intensas náuseas, impide la respiración normal y provoca violentas arcadas y vómitos. El informe de seguridad de la empresa que lo fabrica indica asimismo que puede causar irritación de la piel, dolor ocular y abdominal. Los palestinos también han informado de que provoca la caída del cabello.
Las fuerzas de seguridad que utilizan agua de mofeta afirman que no es letal ni tóxica. Sin embargo, en dosis altas puede tener un efecto letal, y disparada desde un cañón de agua y rociada a una presión extremadamente alta puede causar lesiones graves. Una pequeña rociada de agua de mofeta deja hedor en la piel durante días. En la ropa y en los edificios el hedor puede prolongarse aún más. Las fuerzas israelíes, claro está, no sólo la utilizan para reprimir las protestas; también la emplean como castigo colectivo. Los camiones con agua de mofeta pasan por los barrios palestinos rociando los edificios en represalia contra los residentes locales que protestan contra la ocupación israelí y el apartheid.
Cuando eso ocurre, las tiendas y negocios tienen que cerrar durante días y las familias tienen que abandonar sus casas durante un tiempo prolongado hasta que el hedor desaparece. Eso es lo que la convierte en una brutal herramienta de castigo colectivo.
Además de vender agua de mofeta al gobierno israelí para que la utilice contra los y las palestinas, Odortec también la exporta. En Estados Unidos la suministra la empresa Mistral Security, que recomienda su uso en “pasos fronterizos, centros penitenciarios, manifestaciones y sentadas”. Varios departamentos de policía como el de Ferguson (Misuri) ya la adquirieron tras las protestas de 2015 contra la brutalidad policial y el racismo institucional.
Que esta arma desarrollada por una empresa israelí esté ganando adeptos en el extranjero no es sorprendente. Israel es el mayor exportador de armas per cápita del mundo y utiliza a los y las palestinas como conejillos de indias para probar su “eficacia” y “letalidad”. Odortec y otros fabricantes de armas israelíes ni siquiera tienen que invertir en la comercialización y propagada de sus armas; los canales de noticias que difunden las imágenes de los ataques brutales del ejército israelí les hacen el trabajo.
Las empresas israelíes que fabrican armas para matar en masa tienen Gaza para probarlas. Los israelíes han llegado a calificar a la superpoblada Franja –en la que los civiles no tienen una “cúpula de hierro” ni sofisticados refugios militares para protegerse– como una “vaca lechera”. El trágico resultado de décadas de prácticas y “pruebas” de las empresas armamentísticas israelíes han sido miles de palestinos y palestinas muertas y mutiladas.
Israel exporta armas probadas en civiles palestinos a unos 130 países, incluidos gobiernos con un historial execrable de derechos humanos. A las poblaciones de esos países, que son las receptoras finales de la agresión de las fuerzas locales que utilizan armas israelíes, los palestinos pueden darles muchos consejos. En concreto, para hacer frente a la “jarara” se recomienda lo siguiente: si se mancha la piel hay que frotar tomates y aceite de oliva para ayudar a quitar el olor; si se mancha la ropa, mejor tirarla. En general, lo mejor es evitar a toda costa que te rocíe. Y para hacer frente a los efectos psicológicos de la represión violenta y el castigo colectivo, las y los palestinos también tienen una recomendación: el humor negro. La “jarara” ya es un clásico en la temática de los chistes palestinos. Por ejemplo: ¿con qué prefieres, que te ataquen, con balas o “jarara”?
Yara Hawari es miembro de Al Shabaka
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a la autora, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.