Recomiendo:
0

Abdalá nombra nuevo primer ministro a un asesor militar aliado de Israel y de Estados Unidos

La monarquía hachemí se anticipa y anuncia reformas

Fuentes: Rebelión

Se confirma en Jordania que el rey Abdalá ha destituido al primer ministro Samir Rifai, contra quien se alzaron en primer término las protestas de las últimas semanas en el país por ser el responsable formal del aumento de los precios de la gasolina y de productos básicos para la población. Añádase a ello que […]

Se confirma en Jordania que el rey Abdalá ha destituido al primer ministro Samir Rifai, contra quien se alzaron en primer término las protestas de las últimas semanas en el país por ser el responsable formal del aumento de los precios de la gasolina y de productos básicos para la población. Añádase a ello que su gobierno había paralizado un siempre anunciado y nunca puesto en marcha proceso de reformas. En su lugar, Abdalá ha designado nuevamente en el cargo a Maruf al-Bajit, militar retirado con grado de general, quien ya ocupara ese puesto entre 2005 y 2007. Cuenta en su historial con el nada prestigioso título de haber sido embajador de Jordania en Israel. En su calidad de asesor de inteligencia militar muy próximo al rey, es un firme defensor de los fuertes vínculos con Israel y con Estados Unidos, principal valedor de la monarquía hachemí y el mayor aliado y donante de una limitada ayuda económica y militar al país.

Con este movimiento, Abdalá no pretende dar respuesta a las reivindicaciones que desde mucho antes del pasado mes de enero han expresado amplios sectores de la población jordana en intermitentes manifestaciones populares exigiendo un cambio político -modificación de la ley electoral, de la ley de prensa y libertad de expresión y asociación- y económico -frente a la corrupción rampante, el régimen ha situado al país en el empobrecimiento masivo y en una insostenible recesión que ha causado, además, una deuda externa de 15 mil millones de dólares este año- sino anticiparse al muy previsible influjo de las revoluciones árabes desencadenadas en Túnez y Egipto. Para ello, ha prometido nuevamente, en un discurso demasiadas veces reiterado por el régimen desde la década pasada, la «reforma». En palabras del propio monarca, se trata de «que se den rápida y tangiblemente los pasos necesarios para una verdadera reforma política que refleje nuestra visión de una modernización y desarrollo globales en Jordania […] necesarias para proporcionar una vida mejor a nuestro pueblo y que deben aumentar la participación popular en el proceso de toma de decisiones»1. La reforma deberá incluir, según la declaración del rey, una «revisión inmediata» de las leyes que gobiernan la política y las libertades públicas.

A diferencia de Túnez, y en menor medida, Egipto, las manifestaciones en Jordania han sido formalmente convocadas por un amplio abanico de sectores reconocibles aunque no necesariamente confluyan ni en sus consignas, ni en sus demandas, ni previsiblemente, en los límites de sus reivindicaciones. Por un lado, la oposición islamista -el Frente de Acción Islámico- que ha venido moviéndose alternativamente en contra y al lado del poder establecido por intereses puramente electoralistas; adoptando posiciones críticas y de denuncia cuando se trata de asuntos de gobierno local, sus cuadros, como en otros partidos de corte islamista del mundo árabe, no solo no cuestionan el modelo económico neoliberal vigente en su país sino que además reconocen en la monarquía hachemí un firme bastión para hacer frente a la compleja dimensión interna que tiene la cuestión palestina en Jordania. Ello ha desencadenado en varias ocasiones enfrentamientos internos en la propia organización islamista, entre sus integrantes jordanos, con más peso y representación, y los palestinos. No es de extrañar, pues, que tras haber decretado el rey el cambio de gobierno en el país, el propio secretario general del FAI, Hamzah Mansur, si bien calificada el cambio de «cosmético» y rechazaba que sea el rey y no el Parlamente quien designe y destituya al primer ministro, haya declarado que «Jordania no es Egipto» en alusión a la revolución que reclama en el país vecino el derrocamiento de Mubarak y de su régimen. «No hay comparación entre Egipto y Jordania […] Nosotros reconocemos la legitimidad de los hachemíes. Todo el mundo reconoce aquí que no quiere un cambio de régimen sino reformas»2.

Otro sector convocante es el de la Unión de Asociaciones de Profesionales Jordanos (UAPJ), el movilizado y comprometido frente de asociaciones profesionales que ha mantenido tradicionalmente una férrea oposición a la política hachemí de servidumbre a la injerencia estadounidense e israelí, así como a la política de liberalización económica dictada por las instancias económicas del Banco Mundial y del FMI para la región. Su más destacada labor ha sido la de exponer y denunciar públicamente la política regional del régimen jordano, particularmente en lo que toca a las relaciones con Israel -el llamado Tratado de Paz jordano-israelí de 1994 supuso la materialización de la traición del régimen hachemí a las aspiraciones árabes-palestinas- así como al intervencionismo militar estadounidense en la región. Durante el embargo y la invasión y ocupación de Iraq, la UAPJ protagonizó innumerables actos de denuncia y protesta saldados con múltiples detenciones de sus miembros y penalizaciones de todo tipo que el régimen aplicó sin miramientos a pesar de tratarse de un sector socioeconómico de relevancia para el país. El movimiento antinormalización en Jordania, que rechaza la normalización de relaciones en cualquier ámbito con Israel, se ha desarrollado en muy variadas dimensiones gracias a su compromiso y a su determinación.

Junto a ellos, grupos políticos de izquierda sin representación parlamentaria -naseristas, baasistas, marxistas- y organizaciones sociales y populares, muy especialmente de los sectores palestinos gestadas en la miseria de los campamentos de refugiados del país que son, junto a capas depauperadas de población autóctona cada vez más extensas, los grandes marginados de la política jordana, con escasísima representación y objetivo de la caridad de las ONG’s financiadas por USAID desde mediados de los 90 y de su afán «reformista».

Está por ver si, a diferencia de los islamistas, estas corrientes detendrán sus reivindicaciones tras el cambio de gobierno, si aceptarán el juego de una limitada participación en él -Al-Bajit ya ha declarado que pondrá en marcha consultas con abogados, grupos opositores, asociaciones de profesionales y sociedad civil sobre la constitución de su nuevo gobierno- o si seguirán la senda marcada por las masas tunecinas y egipcias.

No obstante, a diferencia de Túnez y Egipto, donde la institución del ejército puede maniobrar y ganar tiempo porque cuenta con el respeto popular por un historial heroico ganado en las independencias y en el enfrentamiento con Israel (para el caso de Egipto), el escenario jordano de una revuelta de esas dimensiones difícilmente podría escapar a la intervención represiva de un aparato militar y policial esencialmente adiestrado para hacer valer la autoridad, el control y la continuidad de un régimen que únicamente sostiene su legitimidad, desde su implantación en 1946 por los británicos, gracias precisamente al puntal del ejército, de los cuerpos de seguridad policial y de los servicios secretos, integrados todos ellos y debido a su procedencia puramente jordana, por elementos adeptos a la identidad y hegemonía hachemí del Estado.

El cambio de gobierno en el país no es más que un lavado de cara probablemente forjado y forzado desde el Departamento de Estado de Estados Unidos ante la previsión de que el foco de las revueltas árabes se extienda también a la apacible Jordania, aliado menor de Estados Unidos pero piedra angular en el conflicto palestino-israelí que, si entrase de lleno en el frenesí revolucionario que mueve las calles de Túnez y El Cairo, bien pudiera arrastrar a ese 70% de población palestina -y otros sectores de la izquierda jordana no domesticada- para quienes el cambio de regímenes en el mundo árabe no puede disociarse de la ocupación israelí de Palestina ni del rechazo al sionismo.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.