Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
En los puestos más altos de los sistemas político y militar de Israel están dos hombres, Ehud Barak y Benjamin Netanyahu, los cuales están detrás del brutal ataque contra la flotilla a Gaza que conmocionó al mundo aunque parece que el público israelí aclamó como un acto de pura defensa propia.
Aunque proceden de la izquierda (el ministro de Defensa Barak del Partido Laborista) y de la derecha (el primer ministro Netanyahu del Likkud) de la política israelí, su idea de Gaza en general y de la flotilla en particular está conformada por la misma historia y por una idéntica visión del mundo.
En una época Ehud Barak era el oficial al mando de Benjamin Netanyahu en el equivalente israelí a las SAS*. Más precisamente, sirvieron en una unidad similar a la enviada a atacar el barco turco la semana pasada. Otros miembros dirigentes de la elite política y militar israelí comparten su percepción de la realidad en la franja de Gaza y el electorado israelí lo apoya ampliamente.
Y es una percepción simple de la realidad: a pesar de ser el único gobierno en el mundo árabe elegido democráticamente por el pueblo, Hamás tiene que ser eliminado como fuerza militar tanto como política. No sólo porque continúan la lucha contra los cuarenta años de ocupación israelí de Cisjordania y Gaza lanzando cohetes primitivos contra Israel, la mayoría de las veces en represalia por el asesinato por parte de Israel de sus activistas en Cisjordania. Fundamentalmente se debe a su oposición al tipo de «paz» que Israel quiere imponer a los palestinos.
Por lo que se refiere a la elite política israelí, la paz forzada no es negociable y ofrece a los palestinos un control y soberanía limitados en Gaza y partes de Cisjordania. Se piden a los palestinos que abandonen su lucha por la autodeterminación y la liberación a cambio del establecimiento de tres pequeños bantustanes bajo un férreo control y supervisión israelíes.
Sin embargo, la idea oficial en Israel es que Hamás es un obstáculo formidable para la imposición de esta paz. Y de este modo su estrategia declarada es muy sencilla: matar de hambre y estrangular hasta la sumisión al millón y medio de palestinos que viven en el espacio más densamente poblado del mundo.
Se supone que el bloqueo impuesto en 2006 llevaría a los gazatíes a sustituir el actual gobierno palestino por otro que acepte los dictados de Israel, o al menos forme parte de la más aletargada Autoridad Palestina en Cisjordania. Mientras tanto, Hamás capturó a un soldado israelí, Gilad Shalit, con lo que el bloqueo se hizo más férreo. Se convirtió en una prohibición de los artículos más elementales sin los cuales a un ser humano le resulta difícil sobrevivir. Debido a la falta de comida y de medicinas, a la falta de petróleo y de cemento, los gazatíes viven en unas condiciones que los organismos y agencias internacionales consideran catastrófica y criminal.
Al igual que en el caso de la flotilla, hay vías alternativas para liberar al soldado cautivo, como cambiar a los miles de presos políticos que tiene Israel por Shalit. Muchos de ellos son niños y unos cuantos permanecen en prisión sin haber sido juzgados. Los israelíes han dado largas a las negociaciones sobre este intercambio, que no es probable que madure en un futuro inmediato.
Pero Barak y Netanyahu, y quienes están en torno a ellos, saben demasiado bien que el bloqueo a Gaza no va a producir ningún cambio en la postura de Hamás y se debería dar crédito a las palabras del primer ministro [británico], David Cameron, quien señaló en las Preguntas al Primer Ministro** de la semana pasada que, de hecho, la política israelí fortalece más que debilita el control de Hamás. Pero a pesar de su objetivo declarado, esta estrategia no va a tener éxito o al menos a nadie en Jerusalén le preocupa si sigue sin dar frutos y ser inútil o no.
Se podría pensar que el drástico declive de la reputación internacional de Israel provocaría una nueva forma de pensar en sus dirigentes. Pero las respuestas al ataque contra la flotilla durante los últimos días indican claramente que no hay esperanza de que haya ningún cambio significativo en la postura oficial. Un firme compromiso de continuar con el bloqueo y un recibimiento como héroes a los soldados que piratearon el barco en el Mediterráneo muestran que la misma política va a continuar durante mucho tiempo.
No es sorprendente. El gobierno Barak-Netanyahu-Avigdor Lieberman no conoce ninguna otra manera de responder a la realidad en Palestina e Israel. Para estos políticos el único rumbo posible es el uso de la fuerza brutal para imponer su voluntad y una frenética maquinaria de propaganda que lo describe como defensa propia al tiempo que demoniza a la medio muerta de hambre población de Gaza y a quienes acuden en su ayuda calificándolos de terroristas. Las terribles consecuencias en muertes humanas y en sufrimiento no les preocupan ni tampoco la condena internacional.
A diferencia de la declarada, la estrategia real es continuar con esta situación. Mientras la comunidad internacional sea complaciente, el mundo árabe impotente y se contenga a Gaza, Israel puede tener todavía una economía próspera y un electorado que contempla el dominio del ejército en sus vidas, el continuo conflicto y la opresión de los palestinos como la realidad exclusiva de la vida pasada, presente y futura en Israel. Recientemente los israelíes humillaron al vice-presidente estadounidense Joe Biden cuando anunciaron la construcción de 1.600 nuevas viviendas en el polémico distrito de Ramat Shlomo de Jerusalén el mismo día que Biden llegaba para tratar de congelar la política de las colonias. Pero el actual apoyo incondicional estadounidense a la última acción israelí hace que los dirigentes israelíes y su electorado se sientan justificados.
Sin embargo, sería erróneo asumir que el apoyo estadounidense y la débil respuesta europea a las criminales políticas israelíes como la que se lleva a cabo en Gaza son la razón principal de los prolongados bloqueo y estrangulamiento de Gaza. Lo que probablemente es más difícil de explicar a los lectores del mundo es lo profundamente arraigadas que están en la mentalidad y en la psique israelíes dichas percepciones y actitudes. Y también es difícil comprender lo diametralmente opuestas que son, por ejemplo en Reino Unido, las reacciones comunes ante estos acontecimientos a la emociones que suscita dentro de la sociedad judía israelí.
La respuesta internacional se basa en la asunción de que más concesiones palestinas futuras y un continuo diálogo con la elite política israelí producirán una nueva realidad sobre el terreno. El discurso oficial en occidente es que una solución muy razonable y alcanzable está a la vuelta de la esquina si todas las partes hicieran un esfuerzo final: la solución de los dos Estados.
Nada está más lejos de la realidad que este optimista escenario. La única versión de esta solución que es aceptable para Israel es la que nunca podrían aceptar ni la dócil Autoridad Palestina en Ramala ni el más firme y enérgico Hamás en Gaza. Es una oferta de encarcelar a los palestinos en enclaves sin Estado a cambio de acabar con su lucha.
Así pues, incluso antes de discutir una solución alternativa (un sólo Estado democrático para todos, solución que yo apoyo) o bien antes de explorar un acuerdo más plausible de dos Estados, hay que transformar fundamentalmente la manera de pensar israelí tanto pública como oficial. Esta mentalidad es la principal barrera para una reconciliación pacífica en la desgarrada tierra de Israel y Palestina.
* N de la t.: Special Air Service, es un regimiento de fuerzas especiales británicas que ha servido como modelo a las fuerzas especiales de otros países.
** N. de la t.: Se trata de una convención constitucional en el Reino Unido que consiste en que cada miércoles el primer ministro responde durante media hora a las preguntas de los parlamentarios en la Cámara de los Comunes.
El profesor Ilan Pappé dirige en Centro Europeo de Estudios Palestinos de la Universidad de Exeter y es autor de La limpieza étnica de Palestina, Barcelona, Crítica; traducido por Luis A. Noriega Hederich