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La Nakba, 1948 hasta hoy, o el sionismo robando Palestina

Fuentes: Rebelión

«Debemos expropiar discretamente la propiedad privada en el Estado que nos sea asignado. Trataremos de empujar más allá de la frontera a la población más pobre, procurándole trabajo en los países de tránsito y negándoselo en nuestro país. (…) tanto el proceso de expropiación como el desalojo de los pobres se deben llevar a cabo […]

«Debemos expropiar discretamente la propiedad privada en el Estado que nos sea asignado. Trataremos de empujar más allá de la frontera a la población más pobre, procurándole trabajo en los países de tránsito y negándoselo en nuestro país. (…) tanto el proceso de expropiación como el desalojo de los pobres se deben llevar a cabo con discreción y cautela». Entrada del diario de Theodor Herzl, fundador del movimiento político sionista. «La cuestión oculta y otros textos». Edición de Sergio Pérez Pariente. Bósforo Libros.

 

A los 17 años de mi vida empecé el primer contacto con la causa palestina, en 1968, un año después de la derrota de los países árabes. Recuerdo los bombardeos y ametrallamientos de la aviación sionista. Desde entonces se han sucedido, día tras día, los asaltos del sionismo al pueblo palestino. Panfletos, movimientos sociales, resistencia, siempre haciendo frente a los terroristas que llevan la guerra por tierra, mar y aire al pueblo palestino. En el escenario de guerras de ocupación sionista y resoluciones de la ONU que los ocupantes han incumplido sistemáticamente, la 181 se refiere a la creación de dos Estados, escenario de tensión y sangre, de muertos, heridos y detenidos, la víctima ha sido siempre Palestina y el pueblo palestino.

Asistí a invitaciones para conmemorar la Nakba, término que como europeo no entiendo, porque veo que no damos con la interpretación correcta, ni encuentro una interpretación que no ofrezca duda. La Nakba fue más que un tsunami. La Nakba es una expresión que toca tierra como expresión psicológica, de dolor infinito que se agarra a lo más profundo del ser, es un término que desborda el término «desastre», es más que la «invasión militar» de otra tierra. También traspasa el término «limpieza étnica», porque eso va contra los objetos físicos. Por eso el 15 de Mayo de 1948 es una fecha de algo más grande y más importante, más desgarrador, más injusto, tanto para el pueblo palestino como para todos los pueblos, porque es el triunfo del colonialismo sobre el espíritu de libertad. La creación del Estado sionista de Israel conllevaba la expulsión de la población autóctona de Palestina y el robo de todos sus bienes, el inventario más modesto recoge que los sionistas destruyeron más de 480 poblaciones, «se apropiaron de más de 45.000 viviendas, 7.000 comercios con sus existencias, 500 talleres y fábricas industriales con todos sus medios de producción y más de 1.500 almacenes. También en el campo había que contar los utensilios y maquinaria como tractores y bombas de agua, las cosechas de todo tipo como aceitunas, tabaco, cítricos y frutos en más de 320.000 hectáreas, además de los animales de granja como ovejas, gallinas, etc. Había que añadir al botín los depósitos bancarios y, evidentemente, la tierra y el agua. Para legalizar y facilitar la apropiación del botín se aprobó la ley del «ausente», que perdía sus derechos de propiedad por el hecho de haber escapado a la violencia de la guerra o de la Hagana y las milicias sionistas. En ocasiones el «ausente» se había refugiado en lo que ya era Israel, y estaba tan presente que intentaba incluso volver a comprar o arrendar lo perdido. Y, evidentemente, las reclamaciones de los refugiados en el exterior del nuevo Estado se evitaron negándoles su derecho al retorno, hasta la actualidad». (La cuestión oculta. Bósforo libros).

Los sionistas expulsaron más allá de las fronteras de Palestina a 800.000 palestinos, número que ha ido aumentando hasta alcanzar hoy más de 5.000.000 (cinco millones). El Estado sionista se creó sobre tierra palestina con la mayor parte de su población expulsada, que fue a recogerse en campos de refugiados. Sobre ese crimen se levantó el proyecto del gran capital judío: el sionismo. Ganó su proyecto colonialista, racista, expansionista, chovinista y destructivo de Palestina, de la región árabe y de todo el planeta, porque es enemigo de todos los pueblos. El colonialismo, que iba perdiendo espacios en el mundo con el triunfo de las luchas de liberación, de nuevo se puso en marcha con la recolonización de Palestina. Para el proyecto de los ocupantes unieron a los pensadores sionistas, al gran capital judío en Europa y a un aliado (Gran Bretaña), y planificaron la emigración a Palestina. Estos puntos se llevaron a cabo bajo el mandato británico y con la colaboración de la reacción árabe.

1948 es el año del triunfo del nuevo colonialismo, el primer paso del sionismo en Palestina. En 1948 nace un Estado monstruoso, deforme, que segrega la invasión, el desarraigo, los asentamientos y el racismo. Ese Estado deforme es un plus de extremismo que hoy se refleja en su gobierno de extrema derecha, y a su vez es el reflejo de los intereses de los gobiernos de EEUU y Europa, coordinados para impedir el retorno del pueblo palestino a su tierra.

El gobierno de Israel también segrega su racismo sobre los judíos negros que llegan de Etiopía tratándolos como ciudadanos de 3ª clase, son un colectivo al margen de las leyes económicas, sociales, políticas. Ni Israel, ni EEUU, ni Europa son capaces de eliminar su racismo ante los negros judíos de Etiopía, ni en estos 67 años ante los palestinos que quedaron, y que son tratados como ciudadanos de 4ª clase: los someten a la violencia continua, a su odio y a su represión, destruyen sus pueblos, los separan con un muro, los explotan, empezando por los niños, y les dejan sin derechos. 67 años de persecución. A la vista del mundo tienen a 1.800.000 palestinos y palestinas prisioneros en Gaza. Además, secuestran el dinero de la Autoridad Palestina, provocan a la población con ataques constantes, no se salva ni la infancia, saquean las escasas tierras palestinas, siembran la geografía de Cisjordania de asentamientos ilegales, …

Por eso el pueblo palestino, su movimiento de liberación, sus representantes, sus amigos, tenemos el deber moral de hacer una valoración seria para enfocar nuestra labor de solidaridad y lucha ante el desastre de la Nakba que hoy continua, pues siguen expulsando al pueblo nativo de sus casas, de sus tierras, robando sus medios de vida, prohibiendo sus movimientos en el interior de Palestina, y la vuelta de los refugiados a sus país.

La Nakba es la victoria del sionismo y el imperialismo, pero no sólo sobre el pueblo palestino, sino sobre todos los pueblos del mundo. En esta hora, en este 67 aniversario no puede faltar la solidaridad con el pueblo palestino, ejemplo universal de resistencia al colonialismo.

 

Ramón Pedregal Casanova es autor de «Dietario de crisis» y de «Siete Novelas de la Memoria Histórica. Posfacios».

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.