Durante casi dos años Gaza ha sufrido un genocidio en escalada, ya calificado como tal por juristas internacionales y organismos de derechos humanos. La entidad sionista actúa con impunidad, amparada por un orden mundial basado en el capitalismo, la supremacía blanca y el auge del fascismo, desde el trumpismo en Estados Unidos hasta sus ecos en Europa y más allá. Esto no es mera retórica; es la realidad documentada de nuestra vida presente, presenciada en tiempo real y archivada en la memoria colectiva.
Gaza bajo asedio
El número de víctimas desafía la comprensión. En junio de 2024 se estimó que más de 186.000 personas habían muerto, la gran mayoría de ellas civiles (Lancet). Al menos 20.000 niños han sido martirizados desde octubre de 2023, aproximadamente el 2% de la población infantil de Gaza, con un promedio de un niño o niña asesinada por hora (Save the Children International). Más de 1.000 de las personas asesinadas eran bebés menores de un año, y casi la mitad nació en la guerra solo para perecer en ella. Más de 42.000 niños y niñas están heridas y al menos 21.000 tienen discapacidades permanentes: extremidades amputadas, sus futuros fracturados (Save the Children International). Más de 39.000 niños han quedado huérfanos de uno o ambos padres, aproximadamente 17.000 caminan por esta tierra completamente solos después de haber perdido a ambos padres (Oficina Central Palestina de Estadísticas). Gaza ahora sufre lo que se ha calificado como la mayor crisis de huérfanos y huérfanas de la historia moderna. Y ser un niño herido, estar solo, con todos los miembros de la familia asesinados, se ha vuelto tan común que mereció su propio acrónimo: WCNSF (Wonded Child, No Surviving Family, Niño Herido, Sin Familia Sobreviviente).
El hambre se extiende como un reguero de pólvora por los campamentos y refugios de Gaza. Los bebés mueren antes de que la leche pueda tocar sus labios, su primer aliento robado antes de que llegue el segundo. Se ha declarado la hambruna y la muerte por hambre ahora es un arma tan calculada como cualquier bomba. Al menos 440 almas se han marchitado por inanición hasta septiembre de 2025, incluidos 147 niños y niñas cuyos pequeños cuerpos no pudieron soportar el asedio (Al Jazeera, 2025; UN OCHA, 2025). Solo en julio de 2025, 74 sucumbieron a la desnutrición, incluidos 24 menores de cinco años (Organización Mundial de la Salud). Más de 12.000 niños fueron identificados con desnutrición aguda en julio, la cifra mensual más alta jamás registrada y que se ha multiplicado por seis desde que comenzó el año (Organización Mundial de la Salud). Las familias desean que la muerte llegue más temprano que tarde, rezando para perecer rápidamente, no lentamente mientras se asfixian bajo los escombros.
Los hospitales, casi todos dañados o destruidos, se alzan como ruinas, incapaces de atender a los heridos. El personal médico realiza amputaciones sin anestesia. Los médicos operan con la luz de sus celulares cuando fallan los generadores. Los niños llegan con heridas incurables, quemaduras imposibles de tratar e infecciones que se propagan sin control. Los propios trabajadores sanitarios se convierten en objetivos, asesinados mientras atienden a los moribundos. Las ambulancias son bombardeadas. Los voluntarios de la Media Luna Roja reciben disparos. La propia infraestructura asistencial ha sido desmantelada sistemáticamente.
Las familias viven entre escombros y polvo, temiendo cada noche que sea la última. Los líderes sionistas se jactan con una franqueza escalofriante de que cien palestinos pueden ser asesinados en una noche sin que a nadie le importe. Hablan de limpieza étnica abiertamente, sin pudor, mientras los gobiernos occidentales proporcionan las bombas y sus medios de comunicación desinfectan sus palabras.
Pero esta crueldad no es solo de hoy. Es el eco de décadas de despojo y asedio, de agresión tras agresión. El trauma aquí no desaparece. Se acumula, capa tras capa, dolor tras dolor. Los médicos informan que muchos niños y niñas reciben disparos en la cabeza y el pecho, un claro indicio de asesinato selectivo. El asesinato de la infancia palestina es un ataque no solo al presente, sino también al futuro de la propia Palestina. Cada niño y niña asesinada representa no solo una vida robada, sino generaciones borradas, sueños destruidos, un futuro negado.
La crisis de salud mental
Como profesionales de la salud mental, reconocemos que lo que está sucediendo en Gaza es un ataque catastrófico al bienestar psicológico colectivo. Comunidades enteras están experimentando un trauma acumulativo a una escala sin precedentes. Los niños que han sobrevivido a múltiples bombardeos presentan síntomas graves: disociación, ansiedad aguda, enuresis, mutismo y un estado constante de temor. Muchos han presenciado el asesinato de sus padres, hermanos y amigos. Viven en un estado constante de hipervigilancia, sin poder dormir, sin poder jugar, sin poder imaginar un futuro.
Los padres cargan con el insoportable peso de no poder proteger a sus hijos e hijas, de tener que tomar decisiones imposibles sobre la supervivencia. El dolor se agrava por la ausencia de ritos funerarios adecuados, por los cuerpos abandonados bajo los escombros, por las fosas comunes, por la negación de la dignidad incluso en la muerte.
Sin embargo, las instituciones occidentales de salud mental guardan un silencio sepulcral. Las asociaciones profesionales que afirman defender los derechos humanos universales emiten declaraciones tibias o nulas. Las universidades que forman terapeutas en atención adaptada al trauma mantienen colaboraciones con instituciones sionistas, lo que genera precisamente este trauma. Este silencio no es neutral, sino cómplice. Traiciona todos los principios éticos que nuestro campo afirma defender.
El mundo está cambiando
Sí, Estados Unidos sigue brindando un apoyo ciego. Pero el mundo avanza. España ha suspendido la venta de armas. Barcelona y otros municipios han cortado vínculos. Iowa City, en Estados Unidos, ha votado a favor de la desinversión. Los estibadores de Italia y Grecia han bloqueado barcos con armas. Sindicatos, académicos y artistas de todo el mundo se niegan a ser cómplices, rompiendo vínculos con instituciones que defienden el apartheid.
Los campamentos estudiantiles se han extendido por los campus universitarios, exigiendo desinversión y rendición de cuentas. Profesionales médicos han formado convoyes para dar testimonio. Expertos legales están preparando casos para el enjuiciamiento. Los artistas se niegan a exponer en instituciones que normalizan la ocupación. Los atletas se niegan a competir bajo banderas que representan el genocidio.
Y millones marchan. Desde Roma y Milán hasta Boston, Nueva York y Johannesburgo se alzan las voces y se extienden pancartas por las calles. Palestina será libre. Demuestran que la mentira de que a nadie le importa es falsa. Este es un movimiento global por la justicia, que conecta las luchas contra el colonialismo, el racismo y el imperialismo en todas partes.
La flotilla
Ahora zarpa una flotilla, una flota de frágiles embarcaciones en un mar inmenso. A pesar de los ataques con drones, continúa hacia Gaza. Grecia ha garantizado un paso seguro en sus aguas, e Italia y España han enviado buques de guerra para vigilar. En cubierta hay parlamentarios, abogados, jóvenes activistas y ciudadanos comunes que llevan medicinas, harina y esperanza. Su mensaje es simple: no están solos.
Esta flotilla representa más que ayuda. Es un rechazo a la mentalidad de asedio que aislaría y borraría a Palestina. Es solidaridad manifestada, cuerpos interpuestos entre la violencia y las víctimas, conciencia que se niega a dar la espalda.
Nuestro llamamiento
Hacemos un llamamiento a los profesionales de la salud mental, a las asociaciones internacionales y a las organizaciones para que cumplan con el compromiso básico de no hacer daño y para que implementen lo siguiente:
– Romper vínculos con instituciones sionistas cómplices
– Desinvertir en empresas que se benefician de la ocupación, el apartheid y los crímenes de guerra. (Véase BDS)
– Poner fin a los acuerdos de intercambio, programas conjuntos y asociaciones que normalizan el genocidio.
– Retirar el reconocimiento, los recursos y la legitimidad a las instituciones que posibilitan los crímenes sionistas.
– Amplificar las voces y los estudios palestinos sistemáticamente excluidos del discurso dominante.
– Documentar y nombrar este genocidio en todas las comunicaciones e investigaciones profesionales.
– Organizar apoyo directo para los trabajadores de salud mental y los sanitarios comunitarios palestinos.
– Negarse a patologizar la resistencia palestina o enmarcar la lucha por la liberación como extremismo.
Al pueblo de Palestina
Sabemos lo difícil que es mantener la esperanza cuando Cisjordania está siendo anexionada, cuando el genocidio, el hambre y los asesinatos en Gaza continúan a diario. Sabemos que las palabras en la distancia pueden resultar vacías cuando se entierra a los hijos, cuando se tiene hambre, cuando caen bombas cada noche.
Sin embargo, les decimos: por favor, no pierdan la esperanza. Los muros de la impunidad se están resquebrajando no porque los líderes hayan encontrado conciencia, sino porque la gente del mundo se mueve con ustedes. Su firmeza, su sumud , inspira a millones de personas. Su negativa a desaparecer, a ser borrado del mapa, fortalece las luchas de liberación en todas partes.
Desde el río hasta el mar, Palestina es casi libre.
Fuente: https://www.counterpunch.org/2025/10/02/lullabies-of-dust-gazas-cry-and-the-silence-of-thrones/
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