Israel se ha embarcado en una nueva matanza. El jueves día 13 el número de palestinos asesinados por los bombardeos en Gaza ascendía a 83 personas, entre ellas 17 menores [el viernes la cifra ya había ascendido a 120 muertos, 31 menores (N. de T.)]. El ejército israelí ha incrementado su represión y ha atacado la mezquita de Al Aqsa cuatro veces esta semana. Más de un millar de palestinos han resultado heridos.
La cifra está aumentando mientras usted lee esta noticia. En un acto sin precedentes Israel ha reposicionado las tropas que normalmente tiene emplazadas en la Cisjordania ocupada, la denominada “policía de frontera”, dentro de la Línea Verde.
Nos llena de sufrimiento la pérdida de vidas de nuestro pueblo, nuestros heridos, nuestros prisioneros, la destrucción de nuestros hogares y nuestros lugares sagrados.
Tenemos una necesidad urgente de lograr la máxima movilización mundial para presionar a Israel y conseguir que cese esta masacre ya. Y, sobre, todo, necesitamos que la comunidad internacional reconozca que el régimen israelí es un sistema de apartheid, colonial y de ocupación. Es necesario exigir responsabilidades a Israel por sus crímenes para que estos crímenes se detengan.
No aceptaremos el apartheid
Como palestinos, pedimos apoyo pero no somos víctimas pasivas. No habríamos resistido a 73 años de limpieza étnica, desahucios y los intentos de Israel de destruir nuestra presencia a todos los niveles, incluyendo la supresión sistemática de nuestra identidad nacional, nuestras relaciones sociales y nuestras expresiones culturales.
Lo que estamos presenciando hoy es la culminación de un mes de intentos implacables por parte de Israel para evitar que los palestinos hagamos lo que siempre hemos hecho: celebrar el Ramadán en Jerusalén concentrándonos en la mezquita Al Aqsa y las calles de Jerusalén por las noches.
Los palestinos no nos hemos rendido. Hemos ganado unas cuantas batallas menores contra los intentos de Israel de excluirnos de nuestra ciudad de Jerusalén. Hemos conseguido que se retiraran las barreras de “seguridad” de la Puerta de Damasco, que nos impedían el acceso a la Ciudad Vieja. El desalojo de las familias palestinas del barrio de Sheikh Jarrah se ha pospuesto por el momento. Cuando Israel intentó impedir que los ciudadanos palestinos de Israel acudieran a Jerusalén por el fin del Ramadán, los palestinos de Jerusalén respondieron en masa bloqueando por completo la principal carretera que comunica con Tel Aviv, al juntarse con los palestinos venidos de fuera y acompañarles en su camino a la ciudad santa. Finalmente, la marcha anual de colonos israelíes hasta la mezquita de Al Aqsa tuvo que ser suspendida.
La reacción de Gaza ante la represión israelí en la mezquita Al Aqsa y Jerusalén podía haberse previsto. Pero lo que ha cogido por sorpresa a las instituciones israelíes ha sido la explosión de protestas en sus llamadas “ciudades mixtas”. La verdad desnuda de lo que Israel denomina “coexistencia” ha quedado de manifiesto. Estas ciudades constituyen –como la sociedad israelí en su conjunto– un sistema de apartheid. Existe Sun City y existe Sharpeville, y los palestinos no están dispuestos a aceptarlo.
Estos días los palestinos están reivindicando sus derechos en las calles de todas partes.
Los muros del apartheid israelí se están desmoronando.
Guardando las grietas en sus muros de apartheid
Israel ha denominado a la actual operación militar “Guardián de los muros”, un nombre pavorosamente sincero. Israel hará todo lo que pueda para someter a los palestinos, para cerrar al menos momentáneamente las grietas de sus muros de opresión.
Israel pensaba que cercando a los gazatíes con muros, confinándolos en un entorno insoportable y machacándoles con el trauma de las repetidas masacres en 2006, 2009 y 2014, sufrirían en silencio. Pensaba que los palestinos de Cisjordania estaban atrapados en los confines de los muros del apartheid que rodean sus ciudades y pueblos.
Todavía peor, Israel imaginaba que Cisjordania acataría a una Autoridad Palestina que actualmente utiliza sus fuerzas de seguridad para sustituir a la policía de fronteras israelí, que ha sido trasladada al interior de la Línea Verde, con el fin de proteger los ilegales puestos de control israelíes, sus muros ilegales y otros lugares donde se realizan protestas. Se suponía que los palestinos de Jerusalén carecían de líderes y estaban lo bastante preocupados con satisfacer sus necesidades básicas y sobrevivir.
Los ciudadanos palestinos de Israel, o eso pensaban, se habían acostumbrado a vivir como ciudadanos de tercera clase bajo el apartheid y eran felices con poder votar de vez en cuando para mantener un sistema político en el que nunca tendrían nada que decir.
Los refugiados palestinos deberían haber permanecido olvidados en medio de la oleada de acuerdos de normalización con las dictaduras árabes.
Israel desarrolló un sistema elaborado para fragmentar al pueblo palestino en regímenes diferenciados y opresivos.
Una fortaleza perfecta para defender el apartheid israelí.
Y, de repente, los muros de esa fortaleza se están agrietando. Algunos se han desmoronado a medida que las protestas sacudían las ciudades, desde Nazaret en el norte hasta Rahat en el sur.
Hoy volvemos a estar todos unidos. Hoy reafirmamos juntos que no vamos a abandonar nuestra tierra y que lucharemos por la libertad, la justicia y la igualdad.
Nadie sabe qué pasará después. Pero una cosa es segura: ninguna operación, por muy brutal que sea, arreglará las grietas del Muro.
Jamal Juma es coordinador general de la campaña Stop the Wall.
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