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La oposición judía a Israel es tan antigua como el sionismo

Fuentes: Middel East Eye

El 22 de febrero cientos de personas protestaron ante la sede en Manhattan del American Israel Public Affairs Committee (Aipac), el mayor grupo de presión proisraelí de Estados Unidos, así como ante las oficinas de los senadores estadounidenses que reciben financiación del Aipac, exigiendo un alto el fuego. La policía de Nueva York detuvo a 12 personas.

La acción fue organizada por la sección neoyorquina del grupo antisionista Voz Judía por la Paz (JVP) y fue la última de las decenas de protestas judías contra la guerra genocida de Israel contra Gaza.

En noviembre, activistas judíos ocuparon la Estatua de la Libertad, exigiendo un alto el fuego inmediato y coreando «No en nuestro nombre». Las continuas protestas desde el 7 de octubre de 2023 confirman lo que los grupos pro-Israel han temido durante las dos últimas décadas: que el apoyo a Israel está disminuyendo entre los judíos estadounidenses.

De hecho, una encuesta realizada por el Jewish Electorate Institute en junio y julio de 2021 reveló que el 22 por ciento de los judíos creía que Israel estaba «cometiendo genocidio contra los palestinos», mientras que el 25 por ciento estaba de acuerdo en que «Israel es un Estado de apartheid», y el 34 por ciento pensaba que «el trato de Israel a los palestinos es similar al racismo en Estados Unidos». De los menores de 40 años, el 33 por ciento creía que Israel está cometiendo un genocidio contra los palestinos. Estas cifras se recopilaron dos años antes del genocidio actual.

Al igual que el JVP, una congregación judía llamada Tzedek, fundada en 2015, se había descrito inicialmente como «no sionista», pero más tarde se redefinió como «antisionista». El predominio de miembros jóvenes en estas organizaciones también indica un cambio generacional dentro del judaísmo estadounidense.

Los judíos estadounidenses que se oponen al genocidio del pueblo palestino por parte de Israel no están solos. Las organizaciones judías británicas también han participado activamente en las multitudinarias manifestaciones que han tenido lugar en el Reino Unido desde octubre. Entre ellas se encuentran Jewish Voice for Labour y Jewish Network for Palestine, cuyos miembros también se han manifestado bajo pancartas como «No en nuestro nombre». El grupo judío británico Na’amod se ha opuesto activamente a la ocupación y el apartheid de Israel y también ha organizado manifestaciones y vigilias en apoyo de los palestinos.

En la Francia ultra-sionista, docenas de destacadas personalidades judías se han opuesto activamente al genocidio en curso, pidiendo un alto el fuego e incluso el fin de la ocupación de Cisjordania y Gaza. Esto apenas es una novedad en Francia. En 2018, la Unión Judía Francesa por la Paz exigió un boicot total a Israel a pesar de los esfuerzos en Francia para ilegalizar tales boicots. Como resultado, el grupo, que sigue activo en las marchas contra el genocidio, perdió la financiación estatal.

En Alemania, activistas judíos, entre ellos artistas, escritores y profesionales, y organizaciones como Judische Stimme han estado a la vanguardia de la oposición a la embestida de Israel y de la condena de la represión del Estado alemán contra los críticos de Israel y su uso como chivo expiatorio de las comunidades musulmana y árabe de Alemania.

Mi querida amiga Evelyn Hecht-Galinsky, incansable activista judía alemana antisionista miembro de la coalición de grupos judíos contra la ocupación llamada Judíos Europeos por una Paz Justa, no es más que un ejemplo. El padre de Evelyn, Heinz Galinski, superviviente del Holocausto de Auschwitz, dirigió el Consejo Central de Judíos de Alemania Occidental de 1954 a 1962 y de nuevo desde 1988 hasta su muerte en 1992. Un cristiano alemán pro-Israel ha acusado a Evelyn de «antisemita» por su antisionismo.

Pero nada de esto es nuevo. Los judíos europeos y estadounidenses han estado en la vanguardia de la oposición al sionismo desde su nacimiento como movimiento colonial de colonos a finales del siglo XIX.

La temprana oposición judía

En agosto de 1897, Theodor Herzl intentó convocar el Primer Congreso Sionista en Munich. Sin embargo, fueron las fuerzas combinadas de un gran número de rabinos ortodoxos y reformistas -que normalmente estaban de acuerdo en muy pocas cosas- las que le desalojaron a él y a su herética organización de Múnich. Se vio obligado a convocar la conferencia al otro lado de la frontera, en Basilea (Suiza), donde difamó a los rabinos antisionistas como «los rabinos de la protesta».

Seis semanas después de la fundación de la Organización Sionista, los judíos rusos formaron el Bund (la Unión General de Trabajadores Judíos de Lituania, Polonia y Rusia) y se opusieron vehementemente y ridiculizaron el sionismo. El Bund mantuvo esta postura hasta que sus miembros fueron borrados de la existencia durante la Segunda Guerra Mundial en las brasas de las cámaras de gas y los crematorios de la Alemania nazi. Todo ello al margen de los judíos comunistas de Europa del Este y de la Unión Soviética, que condenaban el sionismo sin paliativos.

Antes y después de que lord Arthur Balfour, ministro de Asuntos Exteriores protestante evangélico británico, hiciera su infame declaración en noviembre de 1917, las principales personalidades y organizaciones judías británicas se opusieron con determinación a sus planes.

El ex secretario de Estado para la India y único miembro judío del gabinete británico en aquel momento, Lord Edwin Montagu, declaró: «Toda mi vida he intentado salir del gueto. Ustedes quieren obligarme a volver allí».

Los líderes judíos británicos también protestaron contra lo que consideraban una política británica prosionista y antisemita. Entre ellos se encontraban Sir Philip Magnus, miembro del parlamento, y Claude G Montefiore, un notable judío británico y sobrino nieto de Sir Moses Montefiore. El Montefiore más joven, fundador del «judaísmo liberal» británico, fue presidente de la Asociación Anglo-Judía y creó la «Liga de Judíos Británicos» antisionista en 1918.

Otros destacados judíos antisionistas que se oponían a la Declaración Balfour eran el periodista judío Lucien Wolf, otro presidente de la Asociación Anglo-Judía, y Sir Leonard Lionel Cohen, banquero y jefe de la Asociación Judía de Colonización.

La Junta de Diputados de los Judíos Británicos y la Asociación Anglo-Judía, las dos organizaciones judías británicas más importantes de la época, escribieron una carta publicada en The Times en la que afirmaban que «el establecimiento de una nacionalidad judía en Palestina basada en esta teoría de la supuesta falta de hogar de los judíos, sin duda tiene el efecto en todo el mundo de etiquetar a los judíos como extraños en sus tierras nativas, y de socavar su posición duramente ganada como ciudadanos y nacionales de esas tierras».

En EE.UU., destacados judíos estadounidenses se levantaron en armas cuando el presidente racista anti-negro y anti-nativos americanos Woodrow Wilson respaldó la Declaración Balfour. Ya en 1919, Julius Kahn, congresista judío de San Francisco, entregó a Wilson una declaración respaldada por 299 judíos, tanto rabinos como laicos. El documento, que denunciaba a los sionistas por intentar segregar a los judíos e invertir la tendencia histórica hacia la emancipación, se oponía a la creación de un Estado claramente judío en Palestina por ser contrario «a los principios de la democracia».

James N Rosenberg, del Comité Judío Estadounidense, denunció los planes sionistas de crear un Estado exclusivamente judío como antidemocráticos. En un artículo en el que rebatía los argumentos sionistas, se oponía a la anulación de los derechos de los no judíos como consecuencia del establecimiento de un Estado judío.

En 1944, Lessing J Rosenwald, presidente del Consejo Americano para el Judaísmo, declaró: «El concepto de un estado racial -el concepto hitleriano- es repugnante para el mundo civilizado, como atestigua la temible guerra global en la que estamos envueltos… Insto a que no hagamos nada que nos devuelva al camino del pasado. Proyectar en este momento la creación de un estado o mancomunidad judía es lanzar una innovación singular en los asuntos mundiales que bien podría tener consecuencias incalculables.»

Entre los judíos alemanes, el filósofo Hermann Cohen publicó en 1915 Deutschtum und Judentum, que se oponía al proyecto sionista, argumentando que los judíos no necesitaban una patria puesto que eran parte integrante de Europa.

Cuando se le pidió que firmara una petición de apoyo al asentamiento de judíos en Palestina, el judío austriaco Sigmund Freud se negó: «No puedo… No creo que Palestina pueda convertirse nunca en un Estado judío )(…) Me habría parecido más sensato establecer una patria judía en una tierra con menos cargas históricas.» Ante el intento de los sionistas de transformar el Muro de las Lamentaciones en el lugar sagrado más importante para los judíos, cosa que nunca había sido antes de la colonización sionista, Freud añadió: «No puedo sentir simpatía alguna por la piedad mal dirigida que transforma un trozo de muro herodiano en una reliquia nacional, ofendiendo así los sentimientos de los nativos.»

En 1939, en el apogeo de la Gran Revuelta Palestina y del uso de escuadrones de la muerte sionistas para reprimir a los palestinos, Albert Einstein escribió: «No podría haber mayor calamidad que una discordia permanente entre nosotros y el pueblo árabe… Debemos esforzarnos por alcanzar un compromiso justo y duradero con el pueblo árabe… Recordemos que, en tiempos pasados, ningún pueblo vivió en mayor amistad con nosotros que los antepasados de estos árabes.»

Los judíos franceses también parecían inmunes al atractivo del sionismo. Herzl los había descrito en sus diarios de la siguiente manera despectiva y antisemita: «Eché un vistazo a los judíos de París y vi una semejanza familiar en sus rostros: narices atrevidas y deformes; ojos furtivos y astutos». Herzl estaba horrorizado por el patriotismo de los judíos franceses, que les hacía aún más reacios al sionismo, algo que lamentaba y condenaba.

Incluso muchos judíos jasídicos no toleraban el sionismo. Además de la pequeña secta Naturei Karta, que se opone incondicional y militantemente al sionismo, hoy en día, la mayor comunidad jasídica de Estados Unidos, de unos 100.000 judíos, la Satmar, se opone al sionismo por principios religiosos y humanitarios.

Calumnias de «antisemitismo»

Al igual que los judíos antisionistas actuales, una minoría creciente en las comunidades judías, la mayoría de los judíos de Europa y Estados Unidos se opusieron al sionismo en sus inicios. Sin embargo, las revelaciones del Holocausto nazi acabarían llevando a muchos judíos a considerar el sionismo como un posible remedio contra el antisemitismo.

Los sionistas explotarían al máximo el Holocausto para hacer avanzar su causa. Los judíos que empezaron a hablar en contra de Israel después de la guerra de 1967 fueron tachados de «odio a sí mismos» por Israel y sus propagandistas, al igual que intelectuales judíos como Noam Chomsky e IF Stone. Las calumnias y los ataques sionistas contra los judíos que se oponen a Israel y a sus atrocidades persisten hoy en día.

De hecho, si la hija de supervivientes del Holocausto, como mi amiga Evelyn, pudo ser acusada de antisemitismo por un cristiano alemán en la Alemania fanáticamente pro-Israel, al New York Post le resultó igual de fácil alegar «antisemitismo» en relación con un altercado en la Universidad de Columbia entre un estudiante judío estadounidense antigenocidio y un estudiante israelí antipalestino. El estudiante judío estadounidense antigenocidio fue acusado de un delito de odio contra el estudiante israelí antipalestino que había servido en el ejército israelí.

Mientras tanto, otros dos estudiantes de Columbia que habían servido en el ejército israelí y atacaron con armas químicas a estudiantes contrarios al genocidio, incluidos estudiantes judíos, en el campus, todavía no han sido acusados de nada parecido a delitos de odio. El «antisemitismo» no parece haber levantado su fea cabeza en este segundo caso.

Como argumenté en un artículo hace unos ocho meses, los partidarios de Israel también han tachado de «odio a sí mismos» a los profesores judíos que critican a Israel y están horrorizados de que haya «una cantidad aún mayor de judíos que se odian a sí mismos» entre los que apoyan el movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones. Incluso rabinos sionistas críticos con las políticas israelíes han sido atacados por «odio a sí mismos», al igual que altos asesores judíos de la Casa Blanca que, a pesar de su ferviente apoyo a Israel, fueron atacados por pedir a Israel que «congelara» la construcción de asentamientos en los Territorios Ocupados.

Pero la marea ya ha cambiado, y las organizaciones sionistas estadounidenses ya han advertido del peligro.

Hoy en día, los judíos antisionistas están en todas partes y no se dejan intimidar por las tácticas sucias de Israel ni por las de sus partidarios en Estados Unidos, incluidos el doxing, la difamación y la acusación de antisemitismo u odio a sí mismo. Estos activistas continúan el gran linaje judío antisionista que se remonta a finales del siglo XIX.

La principal diferencia es que, en la primera mitad del siglo XX, eran judíos estadounidenses y europeos establecidos, prominentes y de mayor edad, políticos, empresarios, intelectuales y rabinos los que se oponían al sionismo. En las dos últimas décadas, sin embargo, ha sido la generación más joven la que se opone decididamente a la colonia de colonos judíos. En eso no desentonan con el resto de la población estadounidense, más de un tercio de la cual cree que Israel está cometiendo un genocidio contra los palestinos, incluido el 49% de los estadounidenses de entre 18 y 29 años.

Los equipos rectores universitarios que, en medio del genocidio israelí del pueblo palestino, andan explotando el argumento del supuesto aumento del antisemitismo en los campus de EE.UU., puede que no se preocupen por estos judíos antisionistas más de lo que se preocupan por los estudiantes racializados. Siguen reprimiendo sus voces prohibiendo sus principales organizaciones universitarias, JVP y Estudiantes por la Justicia en Palestina, como ha sucedido en mi propia Universidad de Columbia, quizá la universidad estadounidense más represiva de los opositores judíos y gentiles al genocidio (un logro nada desdeñable, ya que muchas otras universidades se disputan ese puesto).

Parece que la única voz judía que los rectores universitarios quieren oír, con el pretexto de «combatir el antisemitismo» en el campus, es la voz judía a favor de la guerra y el genocidio de los palestinos. Es una voz que pretenden que represente a todos los judíos, una postura que encarna el colmo del antisemitismo.

Pero si las protestas en curso indican algo es que los judíos antisionistas ni pueden callarse, ni serán serán silenciados.

Joseph Massad es profesor de Política Moderna e Historia Intelectual Árabes en la Universidad de Columbia, Nueva York. Es autor de numerosos libros y artículos académicos y periodísticos. Entre sus libros destacan Colonial Effects: The Making of National Identity in Jordan; Desiring Arabs; The Persistence of the Palestinian Question: Essays on Zionism and the Palestinians, y más recientemente Islam in Liberalism. Sus libros y artículos se han traducido a una docena de idiomas.

Publicado en Middle East Eye el 29/02/2024

Traducción de viento sur.