Recomiendo:
0

Terrorismo contra Cuba

La otra historia

Fuentes: La Jornada

A las tres y 15 minutos del 4 de marzo de 1960, el vapor La Coubre, con una carga de granadas para fusiles FAL de fabricación belga estallaba en el muelle de la bahía de La Habana. La explosión causó un número indeterminado de desaparecidos, se encontraron los restos de 101 personas y hubo más […]

A las tres y 15 minutos del 4 de marzo de 1960, el vapor La Coubre, con una carga de granadas para fusiles FAL de fabricación belga estallaba en el muelle de la bahía de La Habana. La explosión causó un número indeterminado de desaparecidos, se encontraron los restos de 101 personas y hubo más de 200 heridos. El gobierno de Estados Unidos había presionado a las autoridades de Bélgica a fin de evitar los embarques de armas hacia Cuba, y, desde enero de ese año, una fuerza de tarea de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) había desatado una guerra subterránea contra la revolución cubana.

Un informe desclasificado del inspector general de la CIA, Lyman Kirkpatrick, reproducido por El Nuevo Herald de Miami el 2 de marzo de 1998, exhibe que el sabotaje contra La Coubre formaba parte de una trama mayor: «El proyecto de derrocar a (Fidel) Castro se había convertido en una importante actividad de la Agencia con la más alta aprobación política». Con el aval del presidente John F. Kennedy, los actos terroristas de factura estadunidense asolarían la isla en los primeros años de la revolución. Robert Reynolds, jefe de la estación de la CIA en Miami desde septiembre de 1960 a octubre de 1961, admitió: «nosotros habíamos comenzado a hacer algunos sabotajes». Explosivos altamente inflamables producidos en los laboratorios de la CIA y enmascarados en petacas de cigarrillos Edén redujeron a escombros o causaron graves daños en centros comerciales como El Encanto, La Epoca, Flogar y lugares públicos como el Cine Cándido y el Teatro Riesgo.

«¿Qué no hicimos para liberarnos de Castro?», menciona un memorando del presidente de la Junta de Jefes de Estados Mayores de las Fuerzas Armadas, dirigido al secretario de Defensa, Robert McNamara (11 de abril de 1962). Información de inteligencia reproducida por la revista US News World Report el 8 de octubre de 1998 señala que entre las acciones terroristas diseñadas por Washington figuraron «simular un ataque a la base naval de Guantánamo utilizando cubanos (residentes en Estados Unidos). Se harían pasar por atacantes lanzando morteros, destruyendo aviones e instalaciones antes de ser capturados.» Con ese «pretexto», Estados Unidos contratacaría de manera directa.

Otra acción, cuyo diseño recuerda la voladura del crucero Maine en el puerto de La Habana a finales del siglo XIX, utilizado como pretexto para entrar en guerra con España y «liberar» a Cuba, fue «estallar un buque sin tripulación cerca de una importante ciudad cubana. Los estadunidenses simularían un rescate de tripulantes inexistentes, la lista de bajas aparecería en los periódicos de Estados Unidos con la consiguiente oleada de indignación nacional». También se concibió «introducir armas en un país caribeño y enviar aviones pintados como MIG cubanos, dando la apariencia de un acto subversivo respaldado por Castro» y «hacer estallar un avión estadunidense sin tripulantes ni pasajeros, con una lista de pasajeros falsa. Se culparía de ese derribo a Cuba».

Luego de la derrota de los mercenarios de la Brigada 2506 en las arenas de Playa Girón (Bahía de Cochinos), Estados Unidos desencadenó la Operación Mangosta, en el marco de la cual se creó la más grande estación CIA JM-Wave, donde operaban unos 600 oficiales de «la Compañía» para los que trabajaban entre 3 mil y 4 mil agentes de origen cubano. A partir de una compleja infraestructura en Miami, la estación JM-Wave controlaba cientos de organizaciones contrarrevolucionarias que le servían de pantalla en sus agresiones terroristas contra Cuba.

Investigaciones publicadas en Estados Unidos plantean la existencia de un memorando del Buró Federal de Investigaciones (FBI), fechado en julio de 1965, que asegura que Jorge Mas Canosa, el desaparecido creador de la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA), recibió, en esa época, 5 mil dólares de la CIA «para financiar una operación del terrorista Luis Posada Carriles contra barcos soviéticos y cubanos surtos en el puerto mexicano de Veracruz».

Treinta años después, en el marco de una serie de atentados con explosivos contra instalaciones turísticas cubanas (los hoteles Capri, El Nacional, Tritón, Chateau-Miramar y Copacabana y La Bodeguita del Medio), el largo historial terrorista de Posada Carriles, siempre ligado a la CIA, emergería nuevamente: los sabotajes con bombas habían sido cometidos por una red de mercenarios montada por él en Centroamérica y financiada por la FNCA. Tras los atentados, en una entrevista concedida a Ann Louise Bardach y Larry Rother, de The New York Times (12 de julio de 1998), Posada afirmó que «Mas Canosa ‘controlaba todo’ lo referente a los envíos de dinero» que se le hacían para financiar sus actividades contra el gobierno de Fidel Castro. Aseguró que a través de los años, la Fundación le envió más de 200 mil dólares; el dinero llegaba con un simpático mensaje: «Esto es para la iglesia».

En mayo de 1998, el presidente Fidel Castro envió un mensaje al titular de la Casa Blanca, William Clinton, cuyo portador fue el escritor Gabriel García Márquez. Castro advertía sobre planes terroristas contra la isla, planificados y pagados por la FNCA desde territorio de Estados Unidos, que incluían atentados con bombas contra aviones de líneas comerciales que viajaran a Cuba. Tres años antes de los atentados contra las Torres Gemelas en Nueva York, Castro hizo saber a Clinton la disposición cubana para colaborar en la lucha contra actividades terroristas que pudieran afectar a ambos países. Pero las negociaciones se enfriaron con la llegada de George W. Bush a la oficina oval.

Ahora, tras la detención obligada del terrorista Posada Carriles en Miami, el pasado 17 de mayo, el caso se ha convertido en una papa caliente para Washington. Venezuela solicitó su extradición y Estados Unidos está obligado a enviarlo a Caracas. Pero la comunidad de inteligencia protege a su antiguo soldado de las guerras sucias; lo que exhibe, a su vez, la doble moral de Estados Unidos en materia de «lucha contra el terrorismo».