Algo más que caña con ruda: el Malón de la Paz llega a Buenos Aires
Como en un infierno circular, el poder real con sus gerentes y CEOs de la política avasalla una vez más el territorio kolla. La nueva oleada expoliadora en busca de un nuevo Potosí del litio, el cobre y otras materias primas comenzó con el cambio de rumbo partidario provincial, que fue parte de la contraofensiva neoliberal de mediados de la década pasada en el país y la región.
La nueva gerencia radical, en una clara sobreactuación para tapar sus debilidades históricas, comenzó violentando el Poder Judicial, instalando a sus diputados en cortes y juzgados. Luego avasalló el poder popular encarcelando sin causa a dirigentes de los movimientos sociales, sobre todo de organizaciones del pueblo que se impusieron como gestoras de infraestructura para paliar el déficit de cumplimiento estatal de derechos básicos.
Este plan continúa con el avance hacia lo que las empresas auspiciantes llaman “seguridad jurídica” (impunidad fáctica), es decir allanarles al camino de la híper-explotación limpiando barreras como las licencias sociales y ambientales o, mucho peor, el “libre consentimiento fundado previo” de las comunidades originarias.
En sus territorios codiciados, Jujuy tiene pueblos que demuestran su coraje y resistencia desde hace siglos, por eso para avanzar sobre ellos la estrategia parece tener varias etapas y –como es típico en estos choques civilizatorios– la primera es el intento de usurpación cultural mediante una falsa cercanía y acompañamiento, para luego directamente invadirlos.
Es un clásico en los últimos 530 años: el “amigo” se acerca, comparte y toma para sí los íconos y la cultura originaria en cuestión; luego, desde la confianza conquistada y desde su supuesta superioridad “racial”, ya está listo para decirles con autoridad qué es lo mejor para ellos y cómo deben hacerlo.
Algo así intentó el nuevo gobernador dos años después de asumir, cuando se casó con su amada pareja en un “ritual” para la Pachamama que publicaron en tono romántico distintos medios del corazón. En las fotos se ve claramente cómo el diseño de los vestidos, la animación filosófica y la puesta en escena son una invitación a la folclorización de una cultura milenaria, sacándole todo contenido cultural y filosófico.
La avanzada contra los territorios había empezado una vez más, como cada tanto sucede desde hace cinco siglos. Pero los otros también juegan.
El Malón de la Paz nació en 1946 cuando las comunidades collas decidieron marchar a Buenos Aires reclamando la tenencia legal de sus tierras contra el candidato a Presidente Robustiano Patrón Costas, dueño de ingenios y gran terrateniente, que ocupaba el territorio ancestral y esclavizaba a los integrantes de las comunidades. Aquella movilización logró con el transcurrir del camino sumar a miles de campesinos, que comenzaron a reclamar reforma agraria y reparto de tierras.
70 años después, el Malón de la Paz se levanta en su tercera edición, otra vez hacia Buenos Aires, adonde llegará el martes 1º de agosto para acampar en Plaza Congreso y frente a la Corte Suprema de Justicia, en el centro de la capital.
Esta vez vienen desde los cortes en la Puna reclamando la anulación de la nueva Constitución provincial, que avasalla derechos fundamentales consagrados en la Constitución Nacional, que los reconoce como pueblos preexistentes a los Estados. También exigen, más allá del resultado de cualquier elección general para constituyentes, el consentimiento libre, previo e informado (CPLI) sobre sus territorios, principio que el Estado argentino está obligado a cumplir como parte del Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Su artículo 6. 1. A ordena consultar a los pueblos interesados mediante procedimientos apropiados y en particular a través de sus instituciones representativas cada vez que se prevean medidas legislativas o administrativas susceptibles de afectarlos directamente.
Para poder entender de primera fuente consultamos sobre la situación de las comunidades a José Uriarte, miembro del tercer Malón de la Paz.
“El tema del casamiento de Morales para nosotros no es algo gravísimo. Nos causó bronca, indignación, pero mayormente risas. La mayoría de los hermanos lo tomaron como algo banal, lo mismo que a ese proyecto también cirquero de declarar el 1º de agosto como Día Nacional la Pachamama. Nos causa gracia, porque no es lo central. Para las comunidades aborígenes lo fundamental es el territorio, la lucha por la tierra. Nuestra lucha es una lucha por la vida, no es una lucha por un salario, por un aumento, sino por la vida misma y por el respeto a nosotros mismos, el respeto a la tierra, al agua, a todos los seres con los que convivimos”.
–Para el discurso dominante las comunidades son siempre llevadas o engañadas por gente de afuera. Morales, sobre los cortes, se la pasa diciendo que son fogueados por universitarios de la UBA o empleados del ‘gobierno K’, subestimando los reclamos. ¿Cómo toman esta actitud?
–Gracias a las comunidades originarias de Jujuy, todo el pueblo de Jujuy tomó conciencia de la aberración de esta nefasta reforma constitucional que se ha hecho. Fue justamente por impulso de las comunidades, para que se tome conciencia. Si quieren que respetemos a las otras culturas primero empiecen los otros a respetar nuestra cultura, nuestra forma de pensar, que es la cosmovisión originaria que respeta a toda la Pacha, a la tierra, al territorio, lo que está abajo, lo que está arriba, lo que nos rodea, la historia, la vida. Esta forma de pensar de nuestra cultura ancestral es lo que se tiene que respetar. Y es lo que nos lleva a plantear ya la solución. Ya hemos avanzado acá en Jujuy, desde los pueblos originarios, en hacerle tomar conciencia a todo el pueblo jujeño de lo nefasto de esta reforma, de esta Constitución hecha a la medida de los intereses de la explotación, de la depredación.
–¿Los cortes siguen hasta que se modifiquen los artículos que avasallan sus territorios?
–Lo central sigue siendo la tierra para las comunidades ancestrales. Nosotros hemos demostrado durante miles de años que sabemos cuidarla y que sabemos convivir con ella. La lucha de las comunidades quiere despertar la conciencia en toda la nación de que el tema central sigue siendo la lucha por la tierra y el territorio. Ya van a ser diez años de que en el Congreso de la Nación duerme en un cajón un proyecto de ley de tierras comunitarias, en donde se entrega la propiedad de las tierras a las comunidades que la habitan, que la cuidan, que han vivido durante miles y miles de años. Esa ley que entrega la tierra a las comunidades hubiera sido la medida para evitar todos los desmanes. Nosotros sabíamos muy bien que esa ley estaba guardada porque no le convenía a este sistema de explotación. Porque mientras la tierra fuera fiscal, fuera argentina, los interesados en explotar y en lucrar podían hacer estos desmanes. Hoy vemos en el gobierno de Morales la máxima expresión del proyecto de expoliación de la madre tierra, y esto no hubiera pasado si ese proyecto de ley de entrega de la tierra a las comunidades ancestrales estuviera aprobado.
El panorama no parece ser sencillo. La ley 26.160 votada en 2006 suspendió los desalojos de los territorios por cuatro años para realizar un relevamiento territorial previo a la entrega de títulos. Al no cumplirse la segunda etapa, le ley debió ser prorrogada hasta el día de hoy. Una vez finalizado el relevamiento, demorado desde hace 17 años, se necesita una ley de propiedad comunitaria indígena para completar la adecuación a los convenios internacionales firmados por el Estado argentino. Dicha ley ni siquiera fue tratada.
El problema de estas leyes es que gran parte de los negocios de las elites provinciales se dan con la adquisición de “tierras fiscales” a precio vil previo acuerdo con el gobierno para que garantice mejoras en áreas cercanas, que multipliquen su valor, pero la mayoría no son tierras fiscales sino tierras originarias sin escriturar.
La necesidad de aprobación provincial y nacional pone en juego relaciones políticas que traban el avance de estas leyes, demora que es aprovechada para promover campañas de estigmatización y persecución para lograr el avance de las corporaciones y otros interesados sobre territorio ancestral, ya sea kolla, mapuche, qom, mocoví, wichi, lule o guaraní.
Estas campañas que remueven la vieja idea del indio salvaje, ahora terrorista, están lastimando en lo más profundo la esencia del ser argentino, reabriendo heridas de donde sale el pus del viejo odio racial fundante, que genera el caldo de cultivo para una nueva limpieza étnica como en el inicio del Estado moderno argentino, a finales del siglo XIX.
Una vez más estamos frente al espejo que nos devuelve la idea del argentino blanco que no lograra nada para lo que esta divinamente predestinado si no elimina al diferente o a quien le impida llegar a su futuro de gloria y superioridad.
Otra vez la avaricia, el interés acumulativo desmedido y la intolerancia están despertando al clásico argentino chovinista inhumano o, como se lo conoce vulgarmente, al enano fascista.
Objetivos del tercer Malón de la Paz
- Exigir a la Corte Suprema de la Nación que se expida respecto de la inconstitucionalidad de la reforma constitucional jujeña.
- Solicitar al Congreso de la Nación la intervención a la provincia de Jujuy.
- Que el Congreso sancione la Ley de Propiedad Comunitaria Indígena.