Traducido para Rebelión por Carlos Sanchis
Estoy escribiendo esto con el corazón dolorido. He pospuesto escribirlo tanto como he podido.
En la tradición judía, hay una frase marchita: «El Templo no fue destruido sino por el odio gratuito.» Resume los hechos en la asediada Jerusalén, del año 70 DC, cuando la ciudad fue cercada por las legiones romanas. Mientras los soldados de Tito estaban mantenían el sitio y la población estaba empezando a pasar hambre, dentro de la ciudad feroces batallas tuvieron lugar entre varias facciones de los defensores que se mataban entre ellos y quemaron unos a otros las últimas provisiones de trigo.
Algo así está teniendo lugar ahora en los territorios palestinos. Mientras que las fuerzas de la ocupación están estrechando el sitio y llevando a cabo «asesinatos selectivos», ha estallado una batalla entre palestinos, con militantes disparándose unos a otros, líderes siendo objetivos mortales y quemando cuarteles.
Los generales de la ocupación, políticos y comentaristas en Israel siguen los hechos con alegría o chasquean sus lenguas santurronamente: «¿no lo decíamos?. Los palestinos no puede gobernarse por sí mismos, no hay nadie con quien hablar, no tenemos ningún socio para la paz. Cuando se les deja solos, la anarquía reina.» En muchas lenguas israelíes la palabra griega «chaos» (pronunciada con acento americano) estaba en circulación.
Puesto que el gobierno de Sharon es responsable de la situación actual en Gaza en primer término, se parece al hijo que mata a sus padres y » suplica en el tribunal: «¡Tengan misericordia! ¡ Soy huérfano!»
Paradójicamente, las facciones palestinas, de toda su gente, parecen creer el anuncio de Sharon sobre su intención de dejar Gaza. Lo que allí está pasando, en primer lugar, es una lucha por la piel del oso que todavía no ha sido cazado. Todos hablan sobre «reformas», una palabra estimada por los norteamericanos, pero la batalla es por el control y el poder. La facción de Muhammad Dahlan espera tomar posesión de la Franja de Gaza antes de la retirada prometida por Sharon. La gente de Sharon está abiertamente a favor en su preferencia por este grupo. Los americanos los apoyan para satisfacer a Sharon, y los egipcios los apoyan por agradar a los americanos.
La facción rival apoya a Mussa Arafat que fue enviado por su pariente, Yasser Arafat, para controlar el aparato de seguridad. Él suyo puede que no sea el nombramiento más popular, pero el líder en la bien lejana Ramallah nombró a su lugarteniente de más confianza para defenderse del peligro que él más teme: que la Franja de Gaza quede aislada de Cisjordania y se convierta en un tipo de Bantustan autónomo bajo el tutelaje israelo-americano-egipcio. Esto es lo que está pasando en la superficie. Pero los hechos también tienen raíces más profundas en la situación palestina actual que consiste en una contradicción existencial.
Por un lado, la guerra palestina de liberación está lejos de haber terminado. Está en su cúspide. Puede decirse bien que nunca la propia existencia de los palestinos- como nación y como individuos- ha estado en mayor peligro que ahora. Por otro lado, Cisjordania y la Franja de Gaza han venido a ser un tipo de mini-estado que requiere un estado-administración: seguridad, economía, educación, justicia, bienestar y así sucesivamente.
La situación surreal en Gaza refleja esta contradicción: mientras Mussa Arafat, Muhammad Dahlan y los otros líderes de Fatah luchan por el control de la Autoridad Palestina y sus órganos de seguridad, una guerra brutal continúa entre las fuerzas de la ocupación y los Tanzim, Hamas y militantes de Jihad.
El líder de la guerra palestina de liberación es Yasser Arafat. Entre los palestinos, nadie lo cuestiona. Él es la única persona capaz salvaguardar la unidad del pueblo palestino. Es el único líder con un amplio arraigo estratégico de todos los aspectos geográficos y funcionales del disperso pueblo palestino. Tiene los atributos necesarios para un líder en semejante situación: una incontestada autoridad personal, valor físico, habilidad de tomar decisiones y talento para maniobrar. Los palestinos le llaman el ‘Padre de la Nación» y lo comparan con George Washington, David Ben-Gurion y Nelson Mandela.
Las críticas a Arafat, prevalecientes principalmente entre la élite intelectual y política ; radican en las preocupaciones por su funcionamiento como jefe del «mini-estado.» Al contrario que el primer ministro de Israel, Arafat no es sospechoso de corrupción personal. Se le culpa del hecho que la Autoridad Palestina es demasiado como los otros regímenes árabes y padece de concentración de poder, proliferación de aparatos de seguridad, corrupción, y de la influencia crónica e indebida de grandes familias.
Como un miembro del parlamento palestino me dijo recientemente: «Arafat lleva la lucha nacional, y todos nosotros lo apoyamos. Pero descuida el orden doméstico, y contra eso nosotros protestamos.»
Sin embargo, Sharon no está luchando contra Arafat para animarle a delegar poder o porque tiene siete formaciones de seguridad diferentes (los Estados Unidos tienen 15 agencias inteligencias, cuatro servicios militares y un número incalculable de organizaciones policíacas.) Está luchando contra Arafat porque su eliminación causará la desintegración de la nación palestina en añicos y así allanará el camino para la limpieza étnica. Arafat es muy consciente de este peligro y, en comparación, todas las enfermedades de la Autoridad Palestina le parecen secundarias.
La estrategia de Sharon y sus generales es simple y brutal: para destruir la Autoridad Palestina, se ha de convertir la vida en los territorios ocupados en un infierno, desintegrar la sociedad Palestina y conducir a los supervivientes fuera del país, no en un barrido dramático (como en 1948) sino en un lento, continuo y sostenido proceso.
Hasta ahora, esto no ha tenido éxito. A pesar de las condiciones infrahumanas, la sociedad palestina ha aguantado de una manera que despierta asombro. Los hechos de las últimas semanas les han parecido a Sharon y a los jefes del ejército señales de derrumbamiento. Creo que están equivocados y que la sociedad palestina saldrá del abismo. Es razonable esperar que el prisionero de la Mukata que ya ha sacado a su pueblo de tantas crisis existenciales lo hará de nuevo. Lo espero sinceramente, porque Arafat es la única persona que puede hacer la paz con nosotros. No conoceremos paz alguna, mientras nuestros vecinos no lo hagan.
24.7.04