Parece ir quedando cada vez más claro que existen dos tensiones visibles en la manera en que intenta abordarse el posible rediseño de la planificación en Cuba. En primer lugar, un contrapunteo entre el ritmo del cambio y la «geometría» institucional de la reforma (horizontalidad/ verticalidad). En segundo lugar, una tirantez entre las que parecen […]
Parece ir quedando cada vez más claro que existen dos tensiones visibles en la manera en que intenta abordarse el posible rediseño de la planificación en Cuba.
En primer lugar, un contrapunteo entre el ritmo del cambio y la «geometría» institucional de la reforma (horizontalidad/ verticalidad). En segundo lugar, una tirantez entre las que parecen ser las dos instituciones claves de la planificación que se ubican en escalones inferiores a los Organismos de la Administración Central del Estado, es decir, la empresa estatal y la Organización Superior de Dirección Empresarial (OSDE).
Ambas tensiones se han hecho notables en el discurso público, en la manera en que las refleja la prensa, en los comentarios realizados por los lectores de publicaciones digitales, y en los intercambios entre especialistas.
La noción de que debe dedicársele tiempo (¡todavía más!) a examinar las OSDE porque sus deficiencias actuales impiden que avance más rápidamente la reforma pudiera derivarse de un enfoque que privilegia una «geometría» vertical de la reforma. Es decir, la idea de que sería menos complicado (y menos riesgoso) reformar un sistema de planificación que ya es altamente centralizado, como el actual, si se rediseña la verticalidad en vez de modificar el sistema de planificación por la vía alternativa de favorecer una mayor horizontalidad.
Parece asumirse que, si se prioriza el cambio en lo vertical, o sea, en una «geometría» institucional en la que existe «oficio» y experiencia, el proceso de reforma pudiera avanzar con mayor celeridad en comparación con la otra variante de un mayor énfasis en el rediseño horizontal de la planificación.
Una percepción vertical quizás se vería reforzada en Cuba por la tradicional suspicacia con la que perciben el mercado los partidarios de esquemas de planificación altamente centralizados. La razón es que la horizontalidad en las reformas de la planificación socialista siempre ha involucrado un papel más amplio y activo para el mercado, algo que normalmente tiende a transgredir la preferencia por lo vertical, pero que es, sobre todo, un proceso asociado a una repartición de cuotas de poder institucional y entre grupos sociales.
Para ahorrarnos posibles disputas estériles, aclaro que para el caso de Cuba me refiero aquí a un mercado regulado, como el que está contenido en el documento de la «Conceptualización».
Naturalmente, el tipo de evidencia que se necesita para verificar la hipótesis anterior no está disponible públicamente y por tanto no puede afirmarse tajantemente que este sea el caso actual, pero tampoco es posible descartar la idea de que eso sea lo que pudiera estar sucediendo.
Es muy difícil asumir que se esté reconsiderando seriamente hoy en Cuba la verticalidad del enfoque del proceso de reforma de la planificación cuando se insiste en mantener el foco sobre la institución insignia de un enfoque de reforma vertical como es la OSDE. Todo eso a pesar de que el propio periódico Granma ha expuesto deficiencias de las OSDE como son «la existencia de estructuras sobredimensionadas, incrementos en los presupuestos de gastos, demasiadas reuniones y trámites, y una excesiva centralización de funciones, actividades y aprobaciones de competencia empresarial«. (Granma, 3 de abril de 2019).
La segunda tensión se pone de manifiesto precisamente cuando, pese a resaltarse oficialmente que es la empresa estatal -no las OSDE- el «eslabón esencial del modelo económico cubano», el énfasis del análisis continúa poniéndose de todas maneras en las OSDE.
No queda clara la línea de razonamiento que pudiera estar utilizándose para continuar asumiendo que las OSDE «realmente existentes», las que intensamente describe Granma y no las entelequias modélicas de comisiones y de grupos de trabajo, puedan tener un impacto positivo sobre las empresas que se les subordinan. Asumo que pudieran existir excepciones, pero a falta de más información cabe suponer que lo que refleja Granma se refiere a una preocupación relativamente amplia de lo que ocurre con las OSDE.
La pregunta obvia pudiera ser la siguiente, ¿por qué no se emplea el limitado tiempo de las sesiones de la Asamblea Nacional para discutir cómo reformar la planificación a partir de lo que se reconoce como el «eslabón esencial», o sea la empresa estatal?
Una OSDE no es esencialmente el equivalente socialista de una casa matriz de una economía capitalista, aunque pudieran compartir determinadas características. Una OSDE se supone que funcione como un instrumento del sistema de planificación socialista para contribuir a materializar una función central de la planificación: la supeditación a la política del funcionamiento de un sistema económico que se supone que no debe guiarse esencialmente por criterios estrechamente económicos ni por la racionalidad del mercado, pero que simultáneamente también debe tomarlos en cuenta.
Ese es el reto principal de la planificación socialista y son muchos los casos en los que esa combinación no funcionó bien. No lo hizo debido a la ausencia de mecanismos, sino porque los mecanismos adoptados no fueron efectivos.
Parece haberse asumido, aunque los documentos guías de la reforma («Lineamientos» y «Conceptualización») no lo incluye, que las OSDE pudieran ser una variante efectiva del mecanismo que se necesita. Es decir, la OSDE estaría más relacionada con un «procedimiento» político decisivo de la planificación que con un dispositivo económico- gerencial (aunque también incluya tal dispositivo).
Sin embargo, parece existir suficiente evidencia para poner en duda la efectividad de las OSDE como variante del mecanismo que se necesita para rediseñar la planificación.
Existen otras variantes que pudieran combinen una verticalidad normativa (por la vía de las políticas ministeriales y las leyes estatales) con una operatividad horizontal por la vía de mercados regulados. Son variantes muy próximas al funcionamiento de las empresas. De hecho, se trata del tipo de contenidos que se supone que se reflejen en una ley de empresas.
Reformulo entonces la pregunta anterior: ¿por qué no se emplea el limitado tiempo de las sesiones de la Asamblea Nacional para discutir y aprobar una ley de empresa que fue anunciada por lo menos desde 2015?
Concluyo con dos preguntas más:
¿Han podido demostrar las OSDE que son una institución innovadora en el marco de la actual reforma?
¿Cuál sería la racionalidad de dedicarle mucho más tiempo a una institución que parece funcionar más como un lastre que como un catalizador de la reforma?