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La polarización del discurso y el triunfo del liberalismo en Egipto

Fuentes: Jadaliyya.com

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.

Miles de manifestantes, en su mayoría miembros de la Hermandad Musulmana de Egipto, gritan consignas en una protesta celebrada el viernes 19 de abril de 2013 ante el Consejo Judicial Supremo en El Cairo. En la pancarta en árabe, puede leerse: «Hay que limpiar los medios de comunicación». Miles de seguidores del presidente islamista de Egipto tomaron las calles de El Cairo para pedirle que «limpiara el poder judicial». Muhammad Mursi y la judicatura mantienen tensas relaciones desde que el primero llegó al poder en junio del año pasado. Los jueces le acusaron de pisotear su autoridad, mientras que los partidarios de Mursi acusan al poder judicial de estar controlado por los seguidores del depuesto Presidente Hosni Mubarak. (AP, foto de Amr Nabil)]

 

No puedo alegar ser otra cosa que un atento observador de la política y la historia de Egipto. Confío en que mis interlocutores egipcios me permitan hacer algunas observaciones sobre determinados aspectos que podrían acabar afectándonos a todos los que nos preocupamos o desarrollamos una labor pedagógica relacionada con la región.

Centraré mis observaciones en las razones subyacentes del polarizado discurso sobre Egipto, tanto dentro como fuera del país, para concluir con un comentario acerca del advenimiento de un nuevo liberalismo. Estas observaciones se basan en más de seis semanas siguiendo atentamente medios egipcios de todo tipo y condición, Al-Jazeera, Al-Arabiyya, además de un grupo de medios de comunicación y publicaciones europeos y estadounidenses, incluidos los sospechosos habituales (Washington Post, New York Times, Economist, Guardian, etc.) y numerosos blogs y cuentas de Twitter, así como algunos informes/entrevistas que realicé en/sobre Egipto durante el pasado año. Las palabras que siguen pretenden ser una reflexión, no un relato, y no cuestionarán a ningún autor/medio en particular para no identificar escenarios. Porque todo está alrededor nuestro.

«Buenos días, llego tarde, ¡pero ya soy todo un experto en Egipto!»

Muchos comentaristas, de todos los lados del espectro político, llegan al escenario egipcio como espectadores que no han estado siguiendo atentamente los hechos acaecidos entre el 11 de febrero de 2011 y el 30 de junio de 2013. Y menos aún conocen, mucho menos, la política egipcia anterior a 2011. Así pues, a menudo sus juicios proceden de posiciones a priori, de falsos binarios, tales como «islamismo» frente a «laicismo», como si no existiera una historia anterior a 2011, o como si no hubiera constancia de las políticas a juzgar durante la presidencia de Mursi. Por lo general, los análisis ofrecen narrativas que lo abarcan todo y presentan a Egipto como un campo de batalla en el que solo aparecen unos pocos actores («islamistas frente a liberales»; «ejército frente a Hermandad Musulmana»; «revolucionarios frente a contrarrevolucionarios»). Esos relatos eliminan eficazmente los muchos procesos y actores que no se ajustan a esas categorías binarias. Igual pasa con Siria, lo que acabamos contemplando no es otra cosa que arraigadas actitudes basadas en campos ideacionales/impresiones más que en análisis dinámicos que puedan ser objeto de revisión. Y así, el discurso sobre Egipto adquiere más importancia que lo que realmente acontece en Egipto. Lo mismo puede aplicarse a los medios locales egipcios si sucede que los observadores no apartan los ojos de un único lugar.

«La Hermandad es solo un partido que se opuso a la dictadura»

Muchos comentaristas tienen diversos conocimientos acerca del Estado o la dictadura egipcia bajo Mubarak, incluyendo sus correrías económicas y el maridaje entre dinero y poder, sus concesiones/colaboración con Israel y la represión de las alternativas políticas. Sin embargo, la mayoría conoce poco la historia de la Hermandad Musulmana ni las preferencias, conducta y políticas de la organización tras la elección de Mursi. El más atroz mal-análisis habitual que suele hacerse es el de reducir el papel de la Hermandad Musulmana al de adular al ejército y reforzar el estado de seguridad y algunos de sus corolarios políticos y sociales bajo el liderazgo de Mursi, y antes de él. Se apunta la idea de que la Hermandad estaba también siendo utilizada por el ejército (como lo fue Tamarrud). Sin embargo, es más importante saber que hubo decisiones explícitas de la Hermandad/Mursi que afianzaron el dominio del antiguo régimen y la ausencia casi total de una reducción institucional del poder del estado de seguridad o de la probabilidad de sus abusos de poder. La Hermandad, para quienes solo ven un pasado de perdedor en oposición al dominio autoritario, es mucho más y mucho menos que eso. Su historial económico y social antes de 2011, a pesar de los servicios que proporcionaba, es en gran medida una caja negra, o algo irrelevante, para muchos de los comentaristas y «expertos» instantáneos.

Los binarios de los medios de comunicación

Los medios de comunicación han jugado un papel excepcionalmente delirante dentro y fuera de Egipto, apoyando narrativas partidistas en su versión maximalista. La demonización exhaustiva e interminable de la Hermandad vino auspiciada por una gran parte de los defensores y seguidores de los HM al descuidar totalmente sus excesos, por su complicidad con el ejército/fulul y diversas transgresiones, especialmente después de 2011. Al observar una u otra cadena de los medios (o al leer una u otra publicación) nos encontrábamos exclusivamente con prejuicios más allá de la razón. Más peligroso fue el vitriolo liberado en muchos de los medios liberales egipcios contra los HM y todo lo que representan hoy o representaron en el pasado. Este discurso movilizó no solo los cuerpos sino también las mentes, preparándolas para anticipar, aceptar y quizá justificar acciones brutales y violentas contra ellos. El equivalente reaccionario a los HM sobre el «otro» estaba y está en juego en los medios y en la acción. Quizá nos acostumbramos y nos quedamos inconmovibles. Sin embargo, este equivalente reaccionario de la Hermandad palidece en comparación con el discurso basado en la acción institucional y coercitiva en su contra.

Miradas

Hay muchos que continúan privilegiando un mirada regional y no una mirada local o nacional. Interpretan por tanto los acontecimientos dentro de Egipto en relación a una serie de factores y relaciones externos que son independientes de lo que sucede en las calles y en los pasillos de Egipto. En ocasiones, la mirada se basa en una lente antiimperialista. En otras, procede de observaciones respecto al progreso o retroceso de los levantamientos árabes. Las lecciones de otros levantamientos se trasladan al paisaje egipcio y se utilizan para encauzar juicios y comentarios. Las reverberaciones regionales se incrementarán sin duda exponencialmente, pero no estamos allí, aún no. Llegaremos allí si la batalla sobre el terreno se recrudece y se convierte en un completo juego de suma-cero entre la Hermandad y el Estado (y quizá nuevos actores), sin posibilidad de que intervenga algún poderoso tercer actor interno. Esto aumentará también el nivel de información no profesional de importantes medios regionales, cada uno intentando preservar su narrativa e intereses, lo que podría llevar al tipo de necia ostentación y pretensiones de superioridad moral tan habituales en todo lo que respecta al abismo sirio.

Quema de iglesias y violencia sectaria

La violencia sectaria, y la aparentemente sectaria, así como los repugnantes actos de quema de iglesias (no es una tendencia reciente) deben ser enérgicamente condenados. Pero al igual que en la situación de Iraq, hay que situar esos horrendos actos en una perspectiva más amplia. Algunos comentaristas anteponen estos atroces hechos a expensas del resto de sucesos acontecidos recientemente en Egipto. Y no es porque necesitemos «entender» la quema de iglesias y la violencia sectaria, especialmente en relación con un grupo minoritario. En realidad, esa intolerancia, que crece en la región, debe atajarse a todos los niveles. Se trata más bien de interrogar y desacreditar las segmentadas y reducidas realidades y los correspondientes discursos que confinan la atención de uno a las penas y atrocidades mutuamente excluyentes. Es evidente que en la historia hay muchas más cosas. No me refiero al derecho a creer o no creer en algo sobrenatural, sino especialmente a la importantísima «libertad DE religión».

Deshumanizando a la Hermandad

Este factor merece una categoría propia. Quienes conocen la historia de la Hermandad, especialmente sus posiciones oficiales y relaciones bajo Mursi, saben que gran parte de lo que la Hermandad ha hecho recientemente no es en absoluto loable, por decirlo de forma suave, y la lista es muy larga e inquietante. Pero el grado y tipo de deshumanización a que se ha sometido a los seguidores de la Hermandad en los medios egipcios y en muchos corazones y mentes no solo son horrendos sino que son también consecuencia de una profunda ofuscación.

A ojos de muchas personas razonables, incluyendo por lo demás a espectadores compasivos, la Hermandad aparece como un desastre andante político y económico. Gracias al mandato de Mursi, esta posición es ahora mucho menos polémica. Hay muchas pruebas de su incompetencia, pero no es en el grupo donde reside el verdadero poder en Egipto. Designar a la Hermandad como culpable es inmoral y analíticamente equivocado. Es también una receta para incitar a los verdaderos culpables (i.e., el ejército, los aparatos coercitivos, sus fulul y socios de negocios, y sus partidarios y relaciones/acuerdos externos), los que tienen el poder real, a gobernar con impunidad o incitar a la guerra civil. Y más importante aún, el precedente que se fijó este pasado mes en términos de uso de la fuerza es en sí mismo una carga para cualquier noción de «revolución popular» en las más diversas circunstancias. No se trata de ignorar las voces que deshumanizan a la Hermandad y los reaccionarios puntos de vista a menudo mantenidos y propagados contra quienes no están en la misma onda. Pero a quien por lo general hay que observar es a aquellos que pueden exterminar al otro. Puedes incitar a la gente a ser intolerante y a quemar iglesias. Sin embargo, dados los desequilibrios de poder, la incitación provocada por el estado de seguridad, apoyado por un movimiento popular, resulta mucho más letal estructuralmente.

Cuestiones esenciales bajo la superficie

En gran parte de lo que escribimos, cuando no en todo, solemos hacer hincapié en la política y en sus procesos, alineándonos con este o con aquel partido por un determinado conjunto de razones. Lo que no parece, y que surgirá a su debido tiempo, es que lo que estamos presenciando ahora en Egipto es también una lucha por definir o imponer una identidad común. Este proceso no existía con Mubarak y quizá tampoco antes debido a la proliferación del estado de seguridad y a la subsunción de la política y de la diferencia. Estas luchas surgieron después de febrero de 2011 con la expansión del espacio político y la reasunción, aunque imperfecta, de la política. No todo se ha perdido pero va a ser un largo viaje, mucho más largo si se unen a él actores externos. No voy a comentar las diferentes opciones y discursos sobre la «identidad de Egipto» que están siendo refutados o apoyados porque eso merece un tratamiento independiente y cuidadoso. Baste decir que esas cuestiones esenciales están en juego se declaren o no de forma explícita. En un informe que escribí tras presenciar los enfrentamientos de la Plaza Roxy , en las calles de El Cairo en la infausta noche del 5 de diciembre de 2012, planteaba que «esto no es solo una escaramuza o un enfrentamiento de grupo. Es una batalla definitiva y visceral sobre el futuro de Egipto». Aún estamos en medio de ella y me aterra que los medios sigan jugando un papel divisorio e improductivo. (Disculpas por citarme a mí mismo. Sé que es horrible, pero estoy intentando seguir un hilo.)

El discurso del Estado sobre el terrorismo

Prefiero no hablar de cómo algunos medios privados han difundido ese discurso. Estoy ahora convencido de que la mera invocación de la frase «guerra contra el terror» (algo sin embargo » popular «) por parte de algún gobierno es como justificar una acción poco escrupulosa o » guerra del terror «. Gobiernos tan políticamente dispares como EEUU, Israel, Siria, Egipto y Rusia han sido partícipes de ese retrato tan agotado ya. Y es una buena razón para no tomar seriamente las afirmaciones de esos gobiernos antes de una investigación más profunda. Por otro lado, el discurso dominante en los medios estadounidenses es increiblemente persistente en su absoluta desconexión de las luchas sobre el terreno. Salvo por las implicaciones del poder estadounidense, es mejor ignorar esas informaciones.

El triunfo de nuevo del liberalismo

Pero debemos también prestar atención a las conexiones entre esos discursos de actores poderosos y sus seguidores. En ese sentido, estamos presenciando el surgimiento de un renovado discurso liberal árabe que imita al de EEUU, centrado en una combinación de privilegios, membresía, categorización, jerarquías sociales y una buena dosis de islamofobia. Estos discursos son únicos en el sentido de que sancionan el derecho a utilizar la violencia extrema, de forma legítima, para combatir el tipo de violencia que desbarata privilegios y jerarquías. Y esos discursos no pueden continuar sin una clara categorización de al menos dos grupos, de forma que se pueda prescindir de uno en aras de la civilidad, civilización, democracia, libertad, etc. Gracias a los medios, había una amplia oferta de esa categorización, que tuvo un éxito inmenso al centrarse exclusivamente en los conceptos de «nación» y «progreso», con una serie de obstáculos a eliminar.

Lo que queda camuflado en esa categorización liberal son las jerarquías sociales reales y divisorias que son verticales y que tienen que ver con problemas de fuerza laboral, explotación, distribución y poder económico. Esto no minimiza la actual crisis «política», solo pretende afirmar la importancia de una mirada más profunda a la realidad social que, lamentablemente, puede que se resista a cualquier resolución de la situación actual. Entonces, volvamos a los más de cuarenta millones de egipcios que son indigentes y a una economía política que «debe» centrarse en la inversión, en el crecimiento y en las teorías del goteo con el apoyo de las instituciones financieras internacionales. Los medios se pondrá muy contentos ante las bolsas irrelevantes de resistencia, mucho después de que la Hermandad Musulmana (apodada el «mal») haya quedado fuera de la foto.

Mientras tanto…

Viniendo como vengo de un discurso explosivo y envenenado respecto a Siria, sigo creyendo que en Egipto las cuestiones son menos complejas y realmente menos brutales. Pero los acontecimientos en este último país no son menos significativos. Tenemos la responsabilidad de exigirnos más a nosotros mismos como observadores, escritores y analistas. Quizá una forma muy productiva de empezar -lejos de los detalles de los sucesos diarios- sea explorar la supremacía de un nuevo liberalismo aliado con el poder político y, en gran medida, en determinados casos, con el económico.

Bassam Haddad es Director del Programa de Estudios sobre Oriente Medio y Profesor del Departamento de Asuntos Internacionales y Públicos de la Universidad George Mason. Es también profesor visitante de la Universidad Georgetown. Es autor, entre otros libros, de «Business Networks in Syria: The Political Economy of Authoritarian Resilience» (Stanford University Press). Es co-fundador y editor de Jadaliyya; co-productor y director del film «About Bagdad»; ha dirigido recientemente una película sobre los emigrantes árabes/musulmanes en Europa titulada «The ‘other’ thread», etc.  

Fuente: http://www.jadaliyya.com/pages/index/13696/discourse-polarization-and-the-liberal-triumph-in-