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La prevención de la hecatombre nuclear de Fukushima

Fuentes: Rebelión

Juan Carlos Lentijo es un ingeniero nuclear. No es un ingeniero cualquiera. Ha sido durante 28 años miembro del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) español y ahora va a a ser miembro del OIEA, el Organismo Internacional de Energía Atómica. Su tarea en el organismo: controlar el tráfico mundial de uranio. ¿Y qué control ejerce […]

Juan Carlos Lentijo es un ingeniero nuclear. No es un ingeniero cualquiera. Ha sido durante 28 años miembro del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) español y ahora va a a ser miembro del OIEA, el Organismo Internacional de Energía Atómica. Su tarea en el organismo: controlar el tráfico mundial de uranio. ¿Y qué control ejerce la OIEA sobre el tráfico mundial de uranio? ¿Con qué orientación? ¿Desde qué atalaya de defensa?

Pelillos a la mar. No importa el control del tráfico de uranio.

Importa ahora fijarse en sus declaraciones del pasado 9 de junio de 2012, el día de la intervención, el día en que España perdió ante los ojos de todos una parte sustantiva de su soberanía nacional y asumió una deuda que, a la larga, la vamos a pagar toda la ciudadanía.

En conversación con el experto del diario global-imperial (y netamente pronuclear: el diario, no hablo del periodista), Rafael Méndez, hablando del desastre de Fukushima, Lentijo manifestaba: «Lo viví con tristeza, porque fue un fallo del sistema. Me da mucha rabia porque se podía haber prevenido. Japón pecó de lo que nunca te puede ocurrir en este sector: exceso de confianza y complacencia» [1]

¿Fallo del sistema? ¿De qué sistema? ¿Del sistema nuclear nipón? ¿Del sistema atómico en general?

Sea como fuere, hace daño, mucho daños a los ojos leer afirmaciones como la siguiente: «se podía haber prevenido» sabiendo, como sabemos, que incluso informes internos de la propia compañía propietaria fechados pocos años antes de la hecatombe alertaron de los riesgos que se estaban corriendo.

¿Confianza, complacencia, como dice más tarde el ex miembro de CSN? Tal vez pero también ojo bien -y siempre- dirigido a la cuenta de resultados y la verdad que subyace a toda esta situación y a apuestas similares: la seguridad alcanzable en las centrales nucleares exige unas medidas de seguridad cuyo coste hace casi inviable el desarrollo de esa industria (en la Alemania de Merkel y su democracia cristiana ya han tomado nota). En el fondo, más allá de ello, se está presuponiendo un lema fáustico-teológico, pura agitación ideológica, como una verdad de buen sentido sin serlo en absoluto: podemos alcanzar la perfección, es posible que errar no sea humano y que el ser humano controle todos los pasos y circunstancias -sin apenas riesgos y ,mucho menos, riesgos del calibre de lo sucedido en Fukushima- de un sistema complejo de la envergadura de estas sofisticadas centrales donde se hierve agua jugando con las propiedades del átomo y las fisiones de su núcleo.

Eso sí, cuando el ingeniero Lentijo habla de que Japón pecó de confianza se está refiriendo realmente, por supuesto, a la industria nuclear nipona, a Tepco, una de las grandes multinacionales del mundo, referente durante años del buen hacer empresarial, y a los gobiernos serviles que abonaron disparates y desastres con la cara risueña, modos corteses y una supuesta y falsaria defensa del bien común.

¡Todo fue y todo es por la causa! ¿Qué causa? La de siempre: la acumulación codiciosa de capital (y de mal social) a costa del sufrimiento de los más desfavorecidos.

Notas:

[1] Entrevista a Juan Carlos. Lentijo. El País, 11 de junio de 2012, p. 72