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Hacia la Conferencia del Partido (V)

La rectificación

Fuentes: Progreso Semanal

 El sectarismo introducido en las filas del Partido en 1962 se manifestó en la desconfianza en los cuadros que no habían militado en el partido marxista y en la conversión de la organización política en instancia administrativa. Además de la desnaturalización que aquello significaba, realizar semejante gestión impedía al presunto Partido cumplir sus funciones ideológicas […]

 El sectarismo introducido en las filas del Partido en 1962 se manifestó en la desconfianza en los cuadros que no habían militado en el partido marxista y en la conversión de la organización política en instancia administrativa. Además de la desnaturalización que aquello significaba, realizar semejante gestión impedía al presunto Partido cumplir sus funciones ideológicas y políticas.

Como antídoto, además de la crítica, Fidel Castro aplicó requisitos para la construcción del Partido, que si bien no excluían los meritos pasados, requerían el aval de la masa de trabajadores que debía pronunciarse respecto a los meritos de quienes ingresaban al Partido.

Corregidos los errores, el Partido acompañó la movilización popular y los formidables avances en el desarrollo económico, social y cultural que caracterizaron a los años sesenta y setenta. Cuando todavía no se habían constituido las instituciones de gobierno y del poder popular, el Partido, debido sobre todo al espíritu de sacrificio de sus militantes, fue colocándose a la vanguardia de la Revolución.

Para realizar en poco tiempo un proceso de semejante magnitud, se tomaron experiencias de países que como la Unión Soviética avanzaban exitosamente (se creía entonces) en la construcción del socialismo. Aquellas circunstancias condicionaron el traslado mecánico de experiencias soviéticas a nuestra realidad en lo cual, a pesar de las advertencias de Fidel y del trabajo que personalmente desplegó Raúl Castro para esclarecer el papel y las atribuciones de los órganos dirigentes del Partido y sus respectivos aparatos auxiliares, hubo mecanicismo y exageraciones.

En los diez años posteriores que incluyeron el II y III congresos, la organización se consagró a poner en marcha lo acordado que, entre otras cosas, implicaba crear y perfeccionar su aparato, definir su nomenclatura y, lo más complejo, asumir la orientación del Estado. Además de desmesurada, la tarea contenía fallas conceptuales.

La idea de reproducir en los órganos de dirección partidista la estructura estatal, orientar desde allí a las organizaciones sindicales, sociales y de masas, fiscalizar la ejecución de la política económica y de desarrollo social, orientar la cultura y la labor ideológica, asistir a las fuerzas armadas y el orden público, al sistema judicial y al legislativo y conducir a una organización vertical con alrededor de un millón de miembros, fue una tarea que desbordó las posibilidades de las instancias dirigentes.

Entre tanto, las transformaciones económicas, especialmente la creación de infraestructuras, el desarrollo social, sobre todo educación y salud, la edificación y equipamiento de escuelas e instalaciones sanitarias, así como en la formación de médicos y maestros, el desarrollo de las ciencias, los esfuerzos por avanzar en ramas como la agricultura, la ganadería y las construcciones marcharon a buen ritmo, impulsadas por la presencia, la energía y el dinamismo de Fidel Castro. En aquel período las fuerzas armadas experimentaron un formidable desarrollo y se reforzó considerablemente la defensa y se diseñó una nueva doctrina militar basada en: la Guerra de Todo el Pueblo.

Internacionalmente, en esa etapa se inició la misión internacionalista cubana en Angola, pretexto utilizado por James Carter para retomar la agresividad de las anteriores administraciones, situación agravada con la llegada al poder de Reagan en 1981. A aquellas tensiones se sumaron la colaboración con Nicaragua y la ayuda internacionalista a Etiopia.

Entre tanto, favorecidas por coincidencias políticas e ideológicas, las relaciones con la Unión Soviética se estabilizaron plenamente, reforzándose las concertaciones en materia de política exterior y el respaldo político mutuo. Debido a su influencia en el Movimiento de Países No Alineados, en la ONU y en la izquierda europea y latinoamericana, la importancia del apoyo de Cuba a la URSS trascendía con creces las dimensiones del país.

En aquellos contextos, comenzaron a hacerse visible deficiencias y deformaciones asociadas especialmente a la gestión económica y otras estructuras estatales y políticas. Afortunadamente aquellos fenómenos, asociados sobre todo a la aplicación de experiencias soviéticas fueron detectados a tiempo por Fidel Castro que, en abril de 1986, convocó a un: Proceso de Rectificación de Errores y Tendencias Negativas. Aunque el acento fundamental se dirigía a la gestión económica, ello no impidió un desborde que aludió a otras áreas del desarrollo institucional del Estado e incluso del Partido.

Estando en marcha aquel proceso rectificador, Mijail Gorbachov que en 1985 había ocupado el cargo de Secretario General del PCUS, intensificó su programa de reformas conocido como Perestroika que originalmente. Aquellas reformas alentaron situaciones límites en los países socialistas de Europa Oriental y desquiciaron a la sociedad soviética. Sucesivamente, como en un «efecto dominó» el socialismo real fue liquidado.

En 1989, con una visión que muy pocos tuvieron, Fidel Castro alertó de lo que peor que podía ocurrir: «…Si mañana o cualquier día nos despertáramos con la noticia de que se ha creado una gran contienda civil en la URSS, o, incluso, que nos despertáramos con la noticia de que la URSS se desintegró… ¡Aun en esas circunstancias Cuba y la Revolución Cubana seguirían luchando y seguirían resistiendo!» Lamentablemente sus palabras resultaron proféticas. En 1991 la Unión Soviética dejó de existir.

En aquellas circunstancias, que para las fuerzas revolucionarias y progresistas, especialmente para el socialismo, significaron el más grande revés que haya ocurrido nunca y que para Cuba una crisis que se sumó al bloqueo y la agresividad norteamericana, Fidel, con realismo y sentido de la responsabilidad histórica, descontinuó su crítica y consagró sus energías y capacidades a administrar la crisis que se abatió sobre le país y la Revolución. La obra rectificadora quedó inconclusa y, en parte, inconclusa está.

Fuente: http://progreso-semanal.com/4/index.php?option=com_content&view=article&id=1428:la-rectificacion-&catid=2:ultima-edicion&Itemid=7

Jorge Gómez Barata es periodista cubano. Vive en La Habana.