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Declaración de Al-Qaws, organización LGTBQ de Palestina

«La respuesta de los medios al chantaje israelí a los gays palestinos»

Fuentes: Electronic Intifada/Al-Qaws

Traducción para Rebelión de Loles Oliván.

La semana pasada, 43 reservistas asociados a la «Unidad 8200» del ejército israelí -una unidad de espionaje electrónico- hicieron pública una carta en la que denunciaban el último ataque de Israel contra Gaza y declaraban que no participarían en la opresión israelí de los millones de palestinos que viven bajo la ocupación. 

Lo que ha causado una especial indignación es la revelación que hacen los autores de la carta acerca de que la Unidad 8200 practica escuchas secretas a los palestinos con el fin de utilizar información personal para obligarlos a colaborar con Israel.

Como explicaba uno de los redactores de la carta en The Guardian, «[…]Cualquier información susceptible de servir para extorsionar a un individuo se considera información relevante. Si dicho individuo tiene una determinada orientación sexual, o engaña a su esposa, o necesita tratamiento en Israel o en Cisjordania, es un objetivo para el chantaje».

Aunque las organizaciones de derechos humanos vienen documentando desde hace mucho tiempo la extorsión -por ejemplo, contra los palestinos de Gaza que necesitan viajar para recibir un tratamiento médico que salve sus vidas-, resulta insólito que quienes desempeñan la tarea de extorsionar lo reconozcan tan abiertamente.

Comprensiblemente, esto ha generado un gran interés e indignación. Pero Al-Qaws -la organización palestina de LGBTQ que ya el año pasado reseñó The Electronic Intifada advierte contra la inclinación a centrarse principal o casi exclusivamente en un solo aspecto del chantaje israelí: el utilizado contra los individuos homosexuales.

Como advierte Al-Qaws, un enfoque tal refuerza el discurso pinkwashing israelí [1]: el hipócrita interés de Israel de exhibirse como refugio para los palestinos que se identifican como LGBTQ o que mantienen relaciones con personas del mismo sexo.

Lo que sigue es la declaración íntegra emitida por Al-Qaws, que también se puede encontrar en la página web de la organización:

Escribimos en respuesta a un par de artículos publicados la semana pasada en medios de comunicación occidentales, concretamente «Israel vigila y chantajea a los gays palestinos para que sean informantes» (Mondoweiss), o el reciente post de Corey Robin, «Olvidar el pinkwashing [lavado rosa]: Israel maneja la táctica del terror lila» [2].

Ambos textos se escribieron en respuesta a una serie de artículos recientes, como los publicados en The New York Times   y The Guardian, que analizan el rechazo del deber de reserva de los veteranos de la Unidad 8200 [del ejército israelí] por censurar el espionaje y el chantaje de Israel a los palestinos.

Nos inquieta la forma en que estas respuestas apuntan a la sexualidad en general, y a la homosexualidad en particular, como el aspecto principal y más preocupante de las prácticas de reclutamiento que llevan a cabo la inteligencia y el espionaje israelíes.

Aunque las respuestas dan cuenta de las múltiples vulnerabilidades a las que hacen frente los palestinos -incluyendo la falta de atención médica- y que las fuerzas de «seguridad» israelíes explotan con el fin de reclutar informantes palestinos, estos artículos las obvian, aun siendo igualmente importantes, para centrarse en la (homo) sexualidad.

En primer lugar, al acentuar la sexualidad se ignora el control absoluto que el régimen colonial militarizado de Israel ejerce como norma general sobre la vida y la privacidad de los palestinos en toda Palestina. Chantajear y extorsionar a un individuo sirviéndose de su sexualidad es, por supuesto, un brutal acto de opresión. Pero no lo es más o menos que chantajear y extorsionar a un individuo utilizando su falta de acceso a la asistencia sanitaria, la prohibición de su libertad de movimiento, exponiendo sus infidelidades maritales, su situación económica, que consume drogas, o cualquier otra cosa.

En segundo lugar, al destacar «la sexualidad» se sugiere que en la lucha contra el apartheid, la colonización y la desposesión israelíes, la sexualidad debe ser la prioridad más importante de las organizaciones palestinas -la nuestra incluida. Apunta igualmente a que la sexualidad puede distinguirse del apartheid, la colonización y la desposesión israelíes.

Al aislar la sexualidad como marco separado de la opresión, se refuerza el discurso elemental sobre los derechos LGBT que históricamente ha formulado que tal opresión solo se entiende a través de la trama que presupone la «homofobia» palestina frente a la «tolerancia» israelí.

En este sentido, enfatizar la homosexualidad fortalece el pinkwashing y, en particular, el discurso concreto y falso del pinkwashing de los queers palestinos, según el cual, por tener que permanecer confinados dentro de su comunidad, viviendo a escondidas, siempre preocupados por ser descubiertos, miran a Israel como la entidad todopoderosa y omnisciente capaz de proteger sus vidas queer y de dotarlas de sentido. Ser víctimas de esta lógica sólo afianza un binario falso y racista que sitúa activamente como homófobos a Palestina y a los palestinos versus Israel y los israelíes como sexualmente tolerantes y liberales. Pero esto resulta ciertamente engañoso.

De hecho, estamos consternados ante lo que percibimos en algunas respuestas críticas a las revelaciones de las prácticas de la Unidad 8200 del Servicio de Inteligencia israelí. Dichas respuestas contienen un aire de decepción, como si dijeran: «Compórtate, Israel, sabemos que tú eres mejor que todo eso», y aún más, un tono triunfal al señalar la hipocresía del pinkwashing israelí aunque solo de manera superficial: «Si Israel va de aquí para allá extorsionando a los palestinos gays, entonces es que no es tan progresista en materia de homosexualidad».

El hecho es que Israel es una potencia colonial militar que carece de buenas intenciones hacia todo palestino que esté bajo su control; las prácticas de espionaje y captación son esenciales e incluso constitutivas del Estado militarizado de Israel. Este discurso recriminatorio re-coloniza nuestros cuerpos al sugerir implícitamente que los queer palestinos vemos a Israel como nuestro salvador, otra repetición de una fantasía tóxica y colonial que nos es familiar: que el colonizador puede ofrecer algo primordial y necesario que el colonizado no puede obtener por sí mismo. Se trata de un sendero arriesgado y nosotros, en tanto que grupos locales, tenemos que recordar que estas nociones pueden fácilmente afectar a nuestras propias acciones y planteamientos.

Israel es muy consciente de que el uso de la sexualidad como herramienta de extorsión y captación fortalece, ante los ojos del pueblo palestino en general, el vínculo fabricado entre sexualidades, prácticas e identidades no heteronormativas y la opresión colonial israelí. Tanto es así, que este vínculo dominante entre la sexualidad no normativa y el colaboracionismo palestino ha dado lugar a un término que ha adquirido su propia identidad en el imaginario y en la realidad palestinas, isqatat que significa ‘desacreditar públicamente a una persona por razones supuestamente morales’.

Aunque sea cierto que a veces Israel consigue su objetivo al utilizar la sexualidad como palanca para obligar a que algunos palestinos se vuelvan colaboracionistas, no es esa la forma principal de conseguirlo, ni es esa la única alternativa para que los palestinos queers puedan llevar una existencia viable en Palestina. Esta falsa conexión entre Israel y el colaboracionismo asocia a los individuos queers con la traición, la deshonestidad, la falta de credibilidad y el engaño y, por lo tanto, opera para vertebrar un tipo muy específico de miedo homófobo dentro de Palestina.

Comprender la «homofobia» en los contextos coloniales exige explicar el colonialismo para comprender la homofobia, en vez de postular que la homofobia es un eterno universal de todas las sociedades o propiedad específica de las sociedades árabes y/o musulmanas. Con nuestro trabajo, nos esforzamos constantemente para resistir y desmantelar este estereotipo opresivo que vincula a los palestinos queers con Israel, y promover, a cambio, una comprensión global de la «homofobia» que enfatice su relación con el colonialismo.

Por último, Israel está interesado en mostrar una imagen de sí mismo como [Estado] positivo, progresista, liberal y democrático, por un lado, expresando su apoyo a los derechos de la comunidad LGBT, y, por otro, presentándose como el salvador de los queer palestinos. Dentro de esta estrategia, si los palestinos pretenden acceder o practicar «las sexualidades no normativas», Israel se asegurará de involucrarlos de algún modo, de manera que pueda controlar y dirigir a los individuos y sus comportamientos al servicio de sus propios intereses.

Esto es cierto tanto cuando [Israel] explota los miedos de la gente que vive bajo la ocupación con el fin de que se vuelvan colaboracionistas, como cuando se atribuye el mérito de políticas progresistas relativas a la sexualidad en el interior de Palestina. Sin embargo, es importante no perder de vista el panorama general: la cuestión de los colaboracionistas palestinos queer no tiene que ver ni con la (homo) sexualidad ni con ser progresista. Tiene que ver con la colonización.

Sí, espiar las conductas sexuales en su totalidad (incluyendo, pero no limitada a la homosexualidad) en Palestina es importante desde el punto de vista social, político y psicológico, pero es el síntoma de un problema mucho mayor. Por otra parte, subrayar el repugnante maltrato de Israel a los palestinos queers para fortalecer los discursos tradicionales de los derechos de LGBT implica una colonización más de Palestina y de los palestinos queers. Al concentrarse únicamente en la sexualidad, no importa cuán buena sea la intención, se apuntala en última instancia al sionismo, porque se afianza la conexión entre Israel y LGBT / queers, incluso aunque se trate supuestamente de exponer la hipocresía de Israel por explotar a los individuos queers al servicio de los intereses del Estado.

Tal y como Al-Qaws, Queers Palestinos por el BDS, y pinkwatchingisrael.com vienen manteniendo desde hace mucho tiempo, este no es más que un nuevo ejemplo de que, en última instancia, el pinkwashing está intrínsecamente ligado al sionismo y a su defensa y promoción, y no guarda relación alguna con la liberación de los individuos LGBQ o queers

Notas de la traductora:  

1.- Pinkwashing, lavado rosa, hace referencia a una muy bien definida y articulada política del Estado de Israel que utiliza la reivindicación de los derechos de LGTBQ para demonizar a la sociedad palestina como homofóbica y ofrecer una imagen de sí mismo como Estado progresista y liberador ante la comunidad LGTBQ e internacional. Sobre el pinkwashing, véase: Maikey, Haneen: «Historia y actualidad de la lucha palestina por la liberación sexual», en BDS por Palestina, Luz Gómez (ed.), Ediciones de Oriente y del Mediterráneo, 2014.

2.- Lavender Scare, terror lila, hace referencia al miedo que provocó la campaña de persecución de homosexuales promovida desde la Administración Mcarthy en la década de los 50 en Estados Unidos.