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La supremacía judeocéntrica y el malestar de Pappe

Fuentes: Information Clearing House

Traducido del inglés para Rebelión por Christine Lewis Carroll

Ilan Pappe es una voz importante, uno de los historiadores lo suficientemente valientes para abrir la caja de Pandora de 1948. En los años 90 Pappe, entre otros postsionistas israelíes, recordaba a estos últimos su pecado original: la limpieza étnica orquestada y racista del pueblo indígena de Palestina, es decir la Naqba.

Pero como muchos historiadores, Pappe, aunque conoce los hechos históricos, parece incapaz de captar o es reacio a abordar el significado ideológico y cultural de tales hechos.

En su reciente artículo, http://electronicintifada.net/content/when-israeli-denial-palestinian-existence-becomes-genocidal/12388 [cuando la negación israelí de la existencia palestina se torna genocida], Pappe intenta explicar el continuo rechazo israelí de la desgracia de los palestinos. Igual que Shlomo Sand, Pappe señala que la consideración histórica del Presidente israelí Shimon Peres es un «discurso fabricado.»

Hasta aquí bien, pero luego se equivoca Pappe. Por alguna razón cree que la negación de Peres del sufrimiento de los palestinos es resultado de una «disonancia cognitiva», es decir, de un malestar experimentado cuando se mantienen a la vez dos ideas, valores o creencias contradictorios.

¿Pero cuáles son esos valores o ideas contradictorios que causan tanto malestar a los israelíes y a su Presidente? Pappe no nos lo dice. Tampoco nos dice cómo ha soportado Peres dicho «malestar» durante más de seis décadas. Estoy de acuerdo en que Peres, Netanyahu y muchos israelíes exhiben a menudo síntomas psicóticos, pero lo que no detecto en las declaraciones o el comportamiento de Peres es «malestar».

Creo evidentemente que Pappe se equivoca en este sentido. La expulsión, la limpieza étnica y el continuo abuso de los derechos humanos en Palestina son consecuentes con la cultura racista nacionalista judía y la interpretación estricta de la herencia bíblica judía.

Pappe escribe «Los responsables de la limpieza étnica de 1948 fueron los colonos sionistas que llegaron a Palestina, igual que el nacido en Polonia Shimon Peres, antes de la Segunda Guerra Mundial. Negaron la existencia del pueblo indígena con el que se encontraron que había vivido en ese lugar desde hacía cientos de años, quizá más». Aquí Pappe tiene razón, pero luego continúa, «Los sionistas no tenían en ese momento el poder para resolver la disonancia cognitiva que experimentaron: su convicción de que la tierra no estaba habitada a pesar de la presencia de tantos nativos». Pero Pappe no señala ningún síntoma de tal disonancia. ¿Es posible que el Director de Estudios Palestinos de la Universidad de Exeter sea simplemente ignorante?

En absoluto. Pappe está lejos de ser ignorante. Conoce la historia del sionismo e Israel mejor que la mayoría de las personas. Sabe que a los «colonos sionistas» como el «polaco Shimon Peres» les mueven la ideología y la cultura. ¿Pero por qué querría un profesor de historia ocultar la «ideología» y la «cultura» de aquellos primitivos sionistas?

Los primitivos sionistas no eran ciegos ni estúpidos. Veían a los árabes en los campos, las aldeas y las ciudades de Palestina, pero -llevados por una filosofía racista y expansionista- seguramente consideraban a los árabes infrahumanos y por lo tanto despreciaron sus derechos, su cultura, su patrimonio y hasta su naturaleza humana (1).

Pero, aunque un análisis cultural e ideológico pudiera resolver la «disonancia» aducida e iluminar la complejidad histórica, Ilan Pappe evita comentar a fondo estos temas. Tengo buenas razones para creer que la verdad es sencillamente demasiado ofensiva para el público de Pappe. En cambio Pappe prosigue con su modelo psicológico: «Los sionistas casi solucionaron la disonancia cuando expulsaron a tantos palestinos como pudieron en 1948 y solo quedaron unos pocos en el Estado judío».

Una vez más sería útil que Pappe mostrara la necesaria evidencia «histórica» de que la Naqba fue, de hecho, un intento de resolver una disonancia sionista interna colectiva y cognitiva. Supongo que Pappe sabe muy bien que es precisamente esa falta de «disonancia cognitiva» lo que lleva a unos pocos israelíes como Uri Avnery, Gideon Levy y el mismo Pappe hacia el universalismo, el humanismo y el activismo pro palestino.

Creo que el nuevo modelo analítico cognitivo de Pappe nos dice muy poco sobre el sionismo, Israel o Shimon Peres, pero nos dice mucho sobre Pappe y el grave estado en que se encuentra el discurso intelectual de solidaridad con Palestina. El malestar del que habla es realmente el suyo, es decir, el conflicto entre hechos conocidos y aceptados y la tarea que Pappe ha asumido de cuadrar el círculo, de envolver un proyecto racista en un lenguaje pseudopsicológico y presentarlo como una pandemia de «disonancia cognitiva».

Por alguna razón muchos de nosotros insistimos en producir crónicas «inofensivas» sobre la barbarie israelí y el nacionalismo judío que intentan enmascarar y evitar en vez de señalar el meollo cultural e ideológico del problema.

Pero lo que me preocupa es cómo es posible que un académico destacado muestre un entendimiento tan problemático de un conflicto que estudia desde hace tres décadas.

La respuesta es bastante embarazosa. Pappe es en realidad un erudito serio y un ser humano elegante. Sin embargo en el clima intelectual actual, Pappe, como muchos otros, no puede explorar libremente la verdad del sionismo y el Estado judío. La espantosa verdad es que Pappe fue mucho más provocador e intelectualmente atractivo cuando daba clases en la Universidad de Haifa que ahora que dirige el Instituto de Estudios Palestinos en la Universidad de Exeter. Sería justo suponer que decir la verdad sobre la cultura que mueve el Estado judío le costaría a Pappe su carrera académica en el Reino Unido y también el apoyo dentro de la llamada «izquierda» judía, sin hablar de los colaboradores palestinos financiados por Soros.

Así que en vez de buscar la verdad Pappe y otros buscan modelos «inofensivos», cualquier cosa para mantener la imagen de «solidaridad.»

No tengo la menor duda de que Pappe ya se ha dado cuenta de que los israelíes están muy lejos de sentirse atormentados por la desgracia de los palestinos. Tampoco se arrepienten de la Naqba; desde luego no lloran por su pasado de agresión racista contra el pueblo palestino. Las encuestas realizadas en Israel muestran que la mayoría de los israelíes apoyaría una segunda Naqba tanto como apoyó el criminal bombardeo masivo de la población civil en la operación Plomo Fundido. Pappe sabe muy bien que las políticas racistas israelíes y las actitudes civiles tienen un origen cultural e ideológico más que político. Israel es el Estado judío y su política se dicta desde una nueva interpretación hebraica de la cultura judía y el patrimonio judaico.

Pappe es un humanista y quiero creer que en la intimidad él mismo siente malestar. En el fondo Pappe debe saber la verdad. Sabe lo que mueve el sionismo y el militarismo israelí. Lo sabe todo pero, por razones obvias, debe guardar silencio y envuelve el conflicto en una terminología falaz y modelos cognitivos «inofensivos».

En vez de mantener un discurso claro y analizar la verdad del conflicto, nuestros principales eruditos se dedican a ocultar la verdad. Hemos asesinado y enterrado a nuestros pensadores (2) y poetas más edificantes. Los reemplazamos con eslóganes rígidos y la banal cultura Herem (3).

Es interesante señalar que cuando Pappe terminó su texto ya no estaba convencido de su propio modelo, «Es desconcertante enterarse de que los primitivos sionistas negaron la existencia de los palestinos cuando llegaron en 1882; es aún más espantoso descubrir que niegan su existencia -más allá de las comunidades recluidas esporádicas- en 2013.

Lo que significa esto está claro: se trata de un rechazo categórico y total del otro. Esto no es un síntoma de «disonancia cognitiva» sino un continuo histórico de una condición psicopatológica inherente a la política de los elegidos. Es consecuencia directa de la supremacía judeocéntrica, justo el terreno que Pappe y otros prefieren no abordar.

Al final de su texto Pappe alega que Peres es un «loco» que ignora a «millones y millones de personas, muchas de ellas sometidas bajo un gobierno militar y de apartheid mientras veta activa y despiadadamente el regreso de las restantes a su patria». Pero si Peres es un loco, es poco probable que le corroa el malestar. Si Peres está loco no se halla en un estado de «disonancia» que lucha por acomodar ideas contradictorias. Al contrario Peres está, con toda su maldad, en paz consigo mismo.

En mi opinión Shimon Peres no está loco en absoluto. Es malvado, coherente y consistente. Es presidente del Estado judío y ya es hora de que Ilan Pappe se enfrente abiertamente a este hecho y lo que representa.

Notas:

(1) Es interesante señalar que fue el derechista sionista Vladimir Jabotinsky uno de los primeros en abordar la complejidad de ocuparse de la población indígena dentro del contexto del sueño sionista. Fue el rabioso ultranacionalista Jabotinsky -más que la «izquierda» sionista- quien consideraba a los árabes como un pueblo orgulloso y culto al que se debería hacer frente militarmente. Referente a este tema recomendaría el libro de Vladimir Jabotinsky Iron Wall [ Vladimir Jabotinsky’s Iron Wall ].

(2) En el último año la organización BDS [boicot, desinversiones y sanciones] ha hecho campaña en contra del Profesor Norman Finkelstein, Greta Berlin, el diputado británico George Galloway y muchos otros.

(3) La palabra hebrea para excomunión y boicot.

Gilad Atzmon es uno de los mejores músicos internacionales de jazz del momento. Filósofo, pensador humanista y escritor, Gilad Atzmon nos desafía desde hace años a todos -y ante todo a los judíos- a examinar qué define la política de la identidad judía, sus creencias racistas centrales y los múltiples conflictos que dicha política provoca: las estrategias, los diversos disfraces del racismo, el ocultamiento y la supresión de la libertad de expresión.

Fuente: http://www.informationclearinghouse.info/article34783.htm

rCR