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La utopía libertaria de la intifada siria

Fuentes: Rebelión

Ya han pasado siete meses desde que el joven tunecino Mohamed Bouazizi se suicidó a lo bonzo en su pueblo natal de Sidi Bouzid desatando un cataclismo que, lejos de disiparse, se aviva con inusitada vilurencia. En el contexto de la confrontación social y la agitación política el pueblo Sirio contempló estupefacto a través de […]

Ya han pasado siete meses desde que el joven tunecino Mohamed Bouazizi se suicidó a lo bonzo en su pueblo natal de Sidi Bouzid desatando un cataclismo que, lejos de disiparse, se aviva con inusitada vilurencia.

En el contexto de la confrontación social y la agitación política el pueblo Sirio contempló estupefacto a través de la cadena de TV catarí Al Jazeera las transmisiones en directo de las revueltas en Túnez, Egipto, Yemen o Libia. -¿por qué no podían ellos hacer lo mismo? En Siria el levantamiento popular comenzó el día 3 de febrero en la ciudad de Deraa tras la detención de varios menores de edad que escribían consignas contrarias a Bashar en las paredes. Aprovechando la plegaria del viernes o el yuma la turba enfurecida se echó a la calle a exigir justicia y libertad. Una afrenta imperdonable reprimida a balazos por las fuerzas del orden.
La insurrección Siria podríamos calificarla, sin lugar dudas, de espontánea y en simpatía con la revueltas de la dignidad árabes. Sencillamente han aprovechado la coyuntura histórica para amotinarse. Hay quienes intentan hacernos creer que todo esto ha sido premeditado, que han intervenido fuerzas oscuras para provocarlo. Tal vez pensando que un pueblo sumiso y oprimido es incapaz de reaccionar por si solo. El gobierno Sirio no se cansa de repetir que es víctima de un «complot terrorista», que esta es una agresión orquestada desde el exterior con el objetivo de crear la zozobra y desestabilizar el país.
Así se cumple una de las más infames paradojas: Los militares sirios se arrodillan ante Israel mientras que no les tiembla la mano a la hora de exterminar a su propio pueblo.
Los que vivimos en el área y hemos viajado por Siria no como turistas, sino como investigadores sabemos cómo actúa el régimen baazista de Bashar el Assad. No olvidemos que en el año 1982 ocurrió un genocidio similar cuando Rifaat al Assad, hermano menor del fallecido Haffez al Assad, encabezó el asalto contra el feudo de los Hermanos Musulmanes en Hama que dejó más de 30.000 muertos.
El presidente Bashar afirma que las revueltas están organizadas por agentes de la CIA y el Mossad, que el príncipe saudí Bandar Ben Sultan patrocina los comandos Takfiri integrados por islamistas radicales. Para demostrarlo las fuerzas de seguridad exhiben cadáveres de los «mercenarios» a los que se les ha incautado enormes arsenales de armas y explosivos. Sucios montajes que tratan de justificar los crímenes de lesa humanidad que han dejado miles de muertos, heridos, refugiados, desaparecidos, torturados o secuestrados.
Para llevar a cabo su «heroica misión» existe un organismo clave: el temido servicio secreto sirio o «Muhabarath». Desde el cuartel general ubicado en Damasco se maneja el complejo entramado de espionaje capaz de infiltrarse hasta en la más remota aldea.
Quien no conozca las tradiciones, quien ignore la idiosincrasia, el imaginario colectivo, o la psicología de masas difícilmente podrá comprender el funcionamiento de una cultura musulmana con un profundo contenido religioso.
Los dictadores y monarcas utilizan astutamente la «assabiya» o solidaridad tribal para estrechar aun más sus vínculos y afianzar lealtades. Por ejemplo, en Argelia el clan del Tlemencen respalda a Bouteflika, en Libia Gadaffi era apoyado por la tribu Gadaffa, en Jordania los Hachemitas cuentan con el respaldo de las tribus beduinas, en el Yemen, al tirano Ali Abdallah Salhe lo avala la tribu de Sanhan y en el caso de Siria la tribu Kalabiya de la rama Alawita es la que sostiene a Bashar el Assad. Su padre Hafez el-Assad llegó al poder en 1970 gracias a un golpe de estado y tras su muerte en el año 2000 nombró a Bashar su heredero protagonizando este la primera sucesión dinástica en una república árabe. Los Alawitas, aunque representan menos del 11% de los 22 millones de habitantes, ejercen el control militar, económico y político del país.
Bashar al Assad está empeñado en aplastar la revuelta a como dé lugar, ya sea a plomo y a bombazos debe extirpar de raíz la mala hierba.
Los comandos de «Chabihas» o matones se distinguen fácilmente pues son altos, musculosos y van vestidos de negro. Pertenecen a los cuerpos de élite entrenados cual perros de presa para eliminar o torturar a sus enemigos. En especial sacan a relucir toda su valentía con las mujeres, los ancianos o los niños. Otro actor importante es el cuerpo de francotiradores que, escondidos en los tejados de los edificios, disparan con precisión sembrando el pánico entre los manifestantes. El método aplicado por la policía para desmovilizar las protestas es infiltrar agentes provistos de garrotes eléctricos que dejan fuera de combate a los líderes o cabecillas. Acto seguido entran en acción los «chabihas» y ponen a buen recaudo a los «peligrosos extremistas». Se calcula que más de 10.000 manifestantes han sido detenidos, a los que hay que sumar un número incierto de secuestrados y desaparecidos (con toda probabilidad enterrados en fosas comunes). La realidad supera a la ficción: los hospitales públicos se han trasformado en centros de tortura y aquellos heridos sospechosos de participar en las protestas se les aplica un «tratamiento de choque» a base de picana o fierros candentes.
Ante la flagrante violación de los derechos humanos la comunidad internacional ha decidido presionar al régimen sirio para que ponga fin a las hostilidades. La ONU o la Liga Árabe emiten comunicados de condena ante el «uso excesivo de la violencia» y exigen que se acabe de una vez por todas la carnicería. Bashar pretencioso les da largas y asegura por enésima vez que sus tropas están a punto de terminar la ofensiva que sólo persigue devolver la «paz y la tranquilidad» a sus ciudadanos.
El ejército sirio en su demencial escalada de violencia emplea tanques y artillería pesada contra los rebeldes. Incluso disparan desde helicópteros, aviones de combate y barcos de guerra. Poblaciones como Deraa, Homs, Hama, Latakia, Baniyas, Tafas, Tal Kalaj, Idlib, y algunos barrios de Alepo han recibido un castigo inmisericorde. Las tropas se encuentran acuarteladas sin ningún contacto con el exterior y en el momento en que salen a la calle a reprimir a los manifestantes sus superiores les ordenan dispararles aduciendo que son «peligrosos terroristas enemigos de Siria» Aquellos que se nieguen a cumplir las órdenes corren el riesgo de ser ajusticiados por traición a la patria.
¡Todos al paredón! carguen, apunten, ¡fuego!
A estas hienas ahítas de sangre no les importa torturar, violar o rematar a los heridos a balloneta calada. Cómplices activos del sionismo internacional, ¿puede haber mayor perversión y cobardía? La dictadura baazista en su desesperación ha optado por desatar el apocalipsis.
Una diabólica decisión que también tomaron en su momento Mubarak, Gadaffi, Saleh y Ben Ali. ¿Qué pasa por la mente de estos infames genocidas que no tienen el menor escrúpulo en cometer los delitos más horripilantes? ¿Quién puede defender que se descuartice a los niños o se les ejecute con tiros de gracia? ¿Acaso son mercenarios al servicio de la OTAN?
Las respuesta es un grito desgarrador de furia contenida. Han perdido el miedo a las balas y los obuses y prefieren la palma del martirio a seguir humillados a perpetuidad.
Los dirigentes árabes endiosados por el culto a la personalidad y protegidos por sus ejércitos particulares se dedican descaradamente a la corrupción y el latrocinio. Amantes del lujo y el dinero no escatiman esfuerzos en ver cumplidos sus caprichos megalomaniacos. Esta es una mascarada donde sólo reluce la mentira y la hipocresía.
Siria no ha firmado un alto el fuego definitivo y todavía mantiene el estado de guerra contra Israel. Por lo tanto la «Ley de Seguridad» sigue vigente y otorga medidas excepcionales a la policía o a los militares para actuar con total impunidad y cometer todo tipo de atrocidades.
Bashar para ganar tiempo y apaciguar los ánimos ha prometido una apertura política, la legalización de los partidos ilegales y la derogación de la «ley de seguridad». En un gesto de buena voluntad el gobierno ha convocado elecciones municipales para el mes de diciembre confiado en que, tal y como sucedió en el referendum presidencial de 2007, el Baazismo conseguirá el 97% de los votos.
Desde el final de la guerra de los «Seis Días» Siria jamás ha respondido a un ataque de Israel. Ni siquiera cuando el 6 de septiembre del 2007, en la operación «Huerta» la aviación israelí bombardeó las instalaciones donde se desarrrollaba en secreto su programa nuclear.
Por su origen chiita esta tribu o secta alawita (a la que los sunnitas consideran una herejía) le unen estrechos vínculos con Teherán y los grupos chiitas radicados en el Líbano e Iraq. Siria patrocina el movimiento de resistencia islámica Hezbolá y Hamas. Su incondicional apoyo a los palestinos es un aval que le granjea simpatías entre la izquierda internacional. El partido socialista baazista, seglar y panarabista contó en la época de la guerra fría con una importante ayuda de la antigua Unión Soviética quien le surtió de un inmenso arsenal armamentístico. Actualmente Rusia continúa su cooperación militar a cambio de utilizar los puertos de Latakia y Tartous que le garantiza una presencia en el Mediterráneo oriental . De ahí que la OTAN sea la primera interesada en que caiga el gobierno gobierno sirio para así afianzar sus intereses geoestratégicos en la región. De este modo debilitaría a Irán, Hezbolá y Hamas que son sus principales enemigos. Estados Unidos, desde la época del presidente George Bush, califica a Siria como uno de los países miembros del «eje del mal» junto a Irán y Corea del Norte. Israel, amenazado por todos los frentes, prefiere que se mantenga el actual status quo en la región que negociar la paz con democracias plenamente constituidas.
La economía siria se encuentra totalmente colapsada y ya comienza a sentirse la escasez de productos de primera necesidad. La situación es tan deplorable que los comerciantes cierran las puertas de los negocios y la población está cada día más desabastecida. Los 48 años el baazismo han cimentado un estado semifeudal donde los índices de pobreza son escandalosos. El desempleo raya el 30% y la inflación día a día se dispara incontrolable. Los presupuestos del estado se destinan principalmente en gastos de seguridad y a pagar los sueldos del funcionariado y la milicia. A causa del embargo petrolero instaurado por la UE el estado dejará de percibir 2.250 millones de dólares. Este es un recurso vital para mantener a flote la dinastía Assad. La clase empresarial comienza a inquietarse, pues EEUU y la UE han roto sus lazos comerciales con Siria y llaman a un boicot internacional en su contra. Para empeorar el panorama Turquía ha anunciado que si no cesan los atentados contra la población civil, les cortará el suministro eléctrico.
El gobierno ha prohibido la presencia de periodistas extranjeros y de observadores internacionales pues no quiere intrusos ni testigos incómodos. En todo caso los propios manifestantes se las han ingeniado para subir al Internet las imágenes de la Intifada Siria. Un testimonio invaluable que denuncia al mundo la atrocidad de las masacres y la magnitud del genocidio cometido por las tropas de Bashar al Assad.
Por ahora una intervención «humanitaria» como reclaman Francia y EEUU es poco probable, pues Siria cuenta en el Consejo de Seguridad de la ONU con el veto de Rusia y de China, sus dos principales valedores.
Mientras tanto, la televisón oficial intenta transmitir una sensación de normalidad y emite sin descanso la propaganda del partido Baazista. Una liturgia imprescindible para levantar los ánimos y estimular el nacionalismo barato en momentos tan críticos. Un pueblo derrotado y humillado por los israelíes en las guerras del 67 y el 73 necesita una inyección urgente de moral virtual. En las calles los partidarios de Bashar enarbolan miles de fotos del «padre de la patria» que gentilmente esboza una sonrisa de cumplido. Quién se va a imaginar que tras ese respetable oftalmólogo graduado en la Universidad de Damasco y con un master en el Western Eye Hospital of London se esconde un matarife de la peor calaña.
Para reafirmar la fidelidad al «rais» periódicamente se convocan multitudinarias manifestaciones a las que están obligados a asistir los funcionarios, los estudiantes, los sindicatos y todos los gremios de trabajadores al servicio del estado. Una escenificación hitleriana teledirigida por el servicio de propaganda donde despliegan por las plazas y avenidas de la capital banderas kilométricas y gigantescos retratos del «glorioso timonel». Las masas enardecidas entonan cánticos de homenaje «¡alha, siria bashar!» apasionados los poetas recitan: «Siria, mi amor, me devolviste mi honor, mi identidad en la batalla y las armas, y en la llama de la lucha». La agencia oficial de noticias SANA se ha especializado en intoxicar y desinformar a la opinión pública inventando una realidad paralela acorde con la línea trazada por los dirigentes del Partido Baazista.
Si se convocaran hoy unas elecciones libres sin ningún genero de dudas los Hermanos Musulmanes sería la fuerza mayoritaría. Una realidad que infunde temor y desconfianza entre las comunidades drusas, chiies, wuannabies, los cristianos, yasidíes, armenios o la misma burguesía sunni (el gran mufti de Siria Ahmad Badreddin Hassoun es un reconocido partidario de Bashar) pues lo más seguro es que se radicalicen los sentimientos de odio y de venganza. Las tensiones religiosas y étnicas entre Alawitas y Sunnitas son cada vez más frecuentes y los barrios comienzan a dividirse por sectores. Una situación tan explosiva puede desencadenar una guerra civil de consecuencias catastróficas. Recordemos que estamos en una de las zonas más explosivas del planeta por culpa del conflicto palestino-israelí.
Se habla de una posible intervención del ejército turco (miembro de la OTAN) en la zona fronteriza de Hatay ante las contínuas operaciones de castigo que llevan a cabo los militares sirios. Turquía, que antes de que se iniciaran las revueltas, era un cordial aliado de Siria -ambos firmaron un tratado de defensa y seguridad (1.000. 000 de Kurdos residen en Siria y representan un peligro latente para la seguridad de Turquía) ahora reniega del gobierno de Damasco.
Quizás la mayor virtud de la familia Assad haya sido convertir a Siria en una empresa privada. El secreto consiste en colmar equitativamente la avaricia de sus miembros. Estos facinerosos se embolsa un gran porcentaje del PIB, domina el sector financiero, el tráfico de armas, las reservas de petróleo, el turismo y reciben jugosas comisiones de las compañías transnacionales. Los funcionarios, la policía y el ejército, al servicio del partido único, devoran más del 60% del presupuesto estatal. Es necesario comprar lealtades y repartir prebendas para premiar la fidelidad de los jefes tribales y autoridades religiosas.
En esta larga lista de hermanos, tios, primos, nueras, cuñados cabe destacar a Jamil al Assad, hermano de Haffez parlamentario y comandante de la milicia; Bushara al Assad, hija de Haffez propietaria de la industria farmacéutica Siria y casada con el general Assef Shawqat, jefe del ejército Sirio y de la inteligencia militar; el malogrado Basir al Assad, gigolo y vividor muerto en un accidente automovilístico; Bashar al Assad, presidente de Siria desde el 2000 y cabeza visible de la mafia; Asma al Assad primera dama de Siria y promotora de la multimillonaria Ong «Massar» que cumple tareas caritativas en beneficio de la niñez desprotegida; el teniente coronel Maher al Assad, hermano de Bashar, director de la guardia presidencial, la 4ª división del ejército y miembro del buró político del partido Baaz. Este vil verdugo que planifica los ataques contra la población civil se vio envuelto en el escándalo de fraude y corrupción que llevó a la quiebra del banco libanés Al Madina. General Adnan Makhlouf, primo de Anisha, la antigua primera dama, comandante de la Guardia Republicana; Aqbdul Fattah Qudsiyeh director de la inteligencia militar y encargado de mantener lealtad de la tropa a cualquier precio; Adnan al Assad primo de Hafez jefe de loa milicia armada de Damasco; Muhammad al Assad, primo de Hafez, líder de la milicia armada Baazista; Rami Makhlouf, primo de Basha, magnate dueño de Syriatel, empresas de construcción, duty free, cadenas de televisión, y una aerolínea. En fin, como pueden ustedes observar esto es lo más parecido a la «cosa nostra». Además el ejército sirio funge como una empresa más de recaudación pues aquellos soldados que deseen librarse del servicio militar con pagar una cuota mensual a los altos mandos, obtienen la cartilla de reservistas.
Según Human Right Watch y Amnistía Internacional hasta mediados del mes de noviembre se han contabilizado más de 4.000 muertos. Bashar contradice esta cifra y tan sólo reconoce 690, siendo la inmensa mayoría miembros de la fuerzas de seguridad. Ignoramos por completo el número de desaparecidos, torturados pero algunos observadores piensan que pueden pasar de los 3.000. La ciudad de Homs y de Tal Kalaj han sido arrasadas por el ejército sirio para escarmentar a los rebeldes. Es curioso, pues usan los mismos métodos de exterminio que aplican los judíos contra los palestinos en Gaza y Cisjordania. La ONU ha redactado un completo informe sobre la violación de los derechos humanos en Siria y ya tiene preparada una denuncia para llevar a los altos mandos militares ante el Tribunal de la Haya.
Muchos analistas creen que el gran favorecido de toda esta crisis es Israel. Los israelíes, -¡culpables del genocidio palestino!- señalan a los sirios con el dedo acusador calificándolos de «bestias que exterminan a su propio pueblo«. La prensa de Tel Aviv apunta que las revueltas árabes son una prueba más de «la barbarie y la descomposición de sus enemigos» «¿podremos sentarnos a negociar la paz con estos monstruos?» -se preguntan los editorialistas del diario Haaretz. Orgullosos los políticos del Knéset se jactan de ser la «única democracia de toda la región». «En Israel la población árabe tiene más derechos que en cualquier país de Oriente Próximo» –declara exultante Benjamín Netanyahu.
Desde que el ejército israelí derrotó y humilló a los sirios en la guerra de los Seis Días y el Yom Kippour estos permanecen atrincherados sin atreverse a recuperar el terreno perdido. Pero ahora, aprovechando el fragor de las protestas, tienen la oportunidad de afinar la puntería disparando sobre jóvenes, mujeres, ancianos o niños. Si Israel expulsa a los palestinos de su propia tierra, el ejército sirio no se queda atrás, provocando un éxodo de más de 20.000 pobladores que han tenido que buscar asilo en Turquía, Líbano o Jordania. ¿Será que ambos países han firmado un acuerdo de cooperación para afrontar asuntos tan tenebrosos?
Cueste lo que cueste, las jóvenes generaciones de los países árabes se batirán en duelo por conquistar un futuro mejor. Este es un hecho irreversible. En Siria la presión demográfica no da tregua, pues los menores de 15 años sobrepasan el 40% de la población. ¿Cómo asumir sus exigencias de empleo, educación, salud o de vivienda? Si no se satisfacen las legítimas demandas el malestar social se radicalizará. Las sociedades musulmanas están fuertemente secularizadas y utilizan los medios de comunicación modernos y avances tecnológicos que estimulan el pensamiento crítico. Una democracia exitosa en Egipto o en Libia sería un precedente peligrosísimo para estas dictaduras y monarquías despreciables.
En Siria la prensa, la radio, la televisión, el internet, los teléfonos móviles se hallan sujetos a una férrea censura. El Muhabarath (La central de inteligencia) se mantiene 24 horas a la escucha listos para echarle el guante a los disidentes y conspiradores. Una muestra de ello fue la brutal paliza que le propinaron los esbirros de Bashar al famoso caricaturista Ali Ferzat que por poco le cuesta la vida. ¿Se han pronunciado los intelectuales progresistas de izquierda sobre este vil atentado a la libertad de expresión?
El viernes, como es habitual, se celebra el salat yuma, el día sagrado de los musulmanes. Es la oportunidad propicia para que, tras el rezo en las mezquitas, el pueblo exprese su descontento en las calles. Codo a codo, hombro con hombro las multitudes marchan al unísono gritando ¡Alha uakbar! eufóricos no se cansan de repetir las estrofas del himno de la revolución «¡yalla erhal ya Bashar! ¡vete ya, vete ya, Bashar !« saben que en cualquier momento las fuerzas del orden dispararán a mansalva su infernal carga de plomo y de metralla. «El viernes de la ira», «el viernes por la libertad de los niños», «el viernes de los mártires» y así sucesivamente hasta que llegue el ansiado «viernes de la victoria«.
Es tal el estado de indigencia y abandono que sufre el campesinado sirio -que representa el 50% de la población del país- que buena parte del alzamiento se ha desarrollado en el ámbito rural. Los centros urbanos como Damasco o Alepo permanecen blindados por el ejército sin que se hayan producido incidentes relevantes.
Ni las resoluciones de la ONU o de la Liga Árabe han logrado frenar el derramamiento de sangre. El gobierno francés reclama una intervención «humanitaria» urgente, Obama reitera que Bashar está deslegitimado para continuar en su cargo, el presidente turco Erdogan le recuerda cómo acabaron Hitler y Gadaffi, el rey Abadalá de Jordania le recomienda que escuche a su pueblo y abandone inmediatamente el poder.
Una guerra fratricida de tales proporciones tienen un lógico desgaste y buena parte de la tropa, mayoritariamente sunnita, prefieren desertar. Incluso algunos mandos de relevancia como el coronel Assad han organizado el Ejército Libre de Siria que cuenta ya con 22 batallones. Esta es una prueba más de la quiebra y el derrumbe de la dictadura.
En las últimas semanas se ha abierto un nuevo frente de lucha en Deir Ezzour donde los sublevados se pertrechan con armamento de contrabando procedente Iraq. Los Comités de Defensa Popular han optado por la la resistencia armada pues los militares sirios le han declarado la guerra a su pueblo. La legítima defensa es un derecho inalienable que no admite discusiones.
Hace unos meses se creó en Estambul el Consejo Nacional Sirio, una especie de parlamento en el exilio que aglutina un variopinto mosaico de etnias y confesiones: islamistas, izquierdistas, nacionalistas, cristianos, drusos y kurdos. En el nuevo espectro político sobresalen personajes de reconocido prestigio como Riyad Turk, antiguo primer secretario del Partido Comunista, Burham Ghalioun, un árabe sunni de Homs, el escritor marxista cristiano Michel Kilo, Haytham Al -Maleh defensor de los derechos humanos, el exdiputado de la asamblea del pueblo, Riyad Seif. Buena parte de la intelectualidad Siria ha tomado partido por los insurrectos pues comprende que el Baazismo ha entrado en una fase de autodestrucción. Se proyecta fundar un estado aconfesional, multipartidista con separación de poderes, convocar una asamblea constituyente y elecciones libres en el más corto plazo. Un hecho trascendental es que Irán ya se puso en contacto con el Consejo Nacional Sirio.
La izquierda europea, muy especialmente la española, cierra filas en torno a Bashar, se rinde a sus pies pues lo considera el adalid de la causa Palestina. Bashar es un «destacado revolucionario» del Partido del Renacimiento Árabe y Socialista, Baaz, whada, hurriya, ishtirakiya; unidad, libertad y socialismo. que ha decidido enfrentar heroicamente la amenanaza del imperialismo y su brazo armado, la OTAN.- «Los medios de comunicación occidentales intentan desprestigiar a un gobierno democráticamente constituido que lucha por la libertad de su pueblo».
La línea dura la marca el presidente Hugo Chávez que calificó a Bashar de «humanista» también dijo que Gaddafi era el «Simón Bolívar de África»  y al final el «libertador libio» terminó como un perro sarnoso tirado en una cuneta. Las manifestaciones de solidaridad con el pueblo sirio, aunque minoritarias, se han convocado en distintas ciudades de EEUU y Europa. La indignación no cesa y es necesario que la presión persista para aislar por completo a la dictadura a nivel internacional.
 
La palabra árabe «zahurat» significa huracán y por analogía define el concepto de revolución. Este zahurat o simún del desierto es el que estremece unas sociedades avocadas al fracaso. ¿debe resignarse esta gran humanidad a seguir atormentada bajo el yugo de los despotas y tiranos? El mundo contemporáneo es testigo del advenimiento de una nueva hégira, se inicia un nuevo ciclo histórico de un gran significado político, cultural y religioso.
La Intifada Siria hace parte de un proceso doloroso que venía gestándose en silencio, años, décadas, quizás siglos de paciente espera. Porque antes de cualquier pronunciamiento ideológico o teórico estuvo la acción. En estas sociedades la vida comunitaria, la ayuda mutua, la autonomía y la propiedad colectiva fueron sus pilares milenarios castrados por el colonialismo europeo y el imperialismo americano. El sueño utópico de un mañana mejor es intrínseco al ser humano y por más obstáculos que se interpongan en el camino tarde o temprano se irán demoliendo las estructuras opresoras.
Palestina ha enseñado a sus hermanos de Yemen, Libia, Egipto, Túnez o Siria a resistir, a reaccionar con valor y coraje. La dignidad humana no admite atajos ni vacilaciones. Es el momento de abandonar la postración secular y plantarle cara a los príncipes, reyes o dictadores. Estamos ante una auténtico estallido revolucionario de deseos, iniciativas y luchas que no se ciñen a lo meramente político sino que afectan todos los campos de la vida cotidiana.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.