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Las confesiones de «rompiendo el silencio» son parte del problema, no la solución

Fuentes: middleeasteye.net

Trducido del inglés para Rebelión por J. M.

La categoría que se da a los relatos que cuentan los soldados a «Rompiendo el Silencio» rebajan el aluvión de voces de la misma Gaza y abre las puertas a una mayor violencia.

El grupo de veteranos israelíes organizados en «Rompiendo el Silencio» hizo pública el 4 de mayo una colección de testimonios que describen el asalto de Israel contra Gaza en el verano pasado. El grupo dijo que estos informes fueron hechos por más de 60 oficiales y soldados israelíes que participaron en el ataque y revelan «políticas sistemáticas dictadas a las fuerzas de Israel en de todos los rangos y en todas las zonas [y que] llevaron al daño masivo y sin precedentes de la población y la infraestructura civil en la Franja de Gaza».

La organización responsabiliza a los altos mandos y a los políticos, diciendo en el comunicado que «Los legisladores podrían haber predicho estos resultados… y eran sin duda conscientes de ellos en su totalidad».

Los testimonios y sus aclamadas revelaciones se publicaron en los principales sitios de noticias dentro y fuera de Israel, incluidos la cadena CNN , Newsweek , The Independent y The Washington Post . Sin embargo una parte de lo que el propio grupo revela a la opinión pública es que son las mismas estructuras -culturales, sociales y políticas- las que permiten esas prácticas y políticas que el grupo pretende denunciar.

Las confesiones de los soldados agonizantes son una tradición bien establecida y bien conocida en Israel. Una de las instancias formativas y más prominentes llegó poco después de la guerra de 1967 en el libro titulado Warriors Conversations, (Siach Lochamim, en hebreo, luego publicado en inglés con el título The Seventh Day).

Compilado por los combatientes del movimiento «kibutziano», entonces un participante destacado de la élite militar y social de Israel, sentó el precedente de una práctica que todavía parece en gran medida limitada a las élites israelíes.

Algunas críticas describen tales confesiones como sustituto de la acción. Y de hecho hay una frase hebrea conocida como «disparando y llorando», es decir, un acto a través del cual el soldado se limpia la conciencia (al menos un poco) sin asumir responsabilidad personal o tomar alguna medida práctica, ya sea para evitar tales «comportamientos inapropiados de los soldados en el terreno de acción» o para corregir la injusticia y enjuiciar después a los criminales.

Sin embargo, en un elocuente reflejo de la militarización endémica de la sociedad en Israel, el uso generalizado del despectivo refrán «disparar y llorar» no ha minado el trato claramente privilegiado asignado a los testimonios «de los excombatientes», como se autodenomina el grupo actual.

Más aún, se otorga a los testimonios un valor privilegiado en los segmentos principales del movimiento activo contra la ocupación, en Israel y en el extranjero. Este privilegio se da a entender muy claramente en el nombre elegido por el grupo: «Rompiendo el Silencio».

El título presupone el incumplimiento por parte de un soldado del silencio al que presuntamente está obligado como miembro de las fuerzas armadas y como aliado. En consecuencia hace referencia a un pacto de silencio y lealtad que, aunque comprensiblemente difícil de romper, de hecho se invalida automáticamente cuando sirve para ocultar sospechosos crímenes de guerra.

Pero el nombre del grupo también implica mucho más, como se ha señalado en su sitio en internet. Se establece como un espacio para abordar y llenar el silencio que se produce cuando los soldados tienen que «volver a la vida civil entre la realidad que vivieron en los territorios ocupados y el silencio al respecto en casa».

En este aspecto, entonces, sin sus testimonios, habría silencio en todo el mundo civil. Todo el vasto corpus de conocimientos y pruebas que las mismas políticas «revelan», documentadas, investigadas, filmadas y emitidas al aire, escritas y habladas por tantos palestinos y civiles, decantan en un silencio, un vacío.

La implicación es que estos testimonios particulares tienen un peso especial y merecen una consideración especial. Teóricamente son únicos por ser particularmente valientes, por atreverse a romper el pacto.

Esto les proporciona un aura de heroísmo y les otorga credibilidad, por añadidura.

Además se consideran especialmente fiables estos relatos de primera mano de los soldados sobre el terreno y se perciben – en la sociedad israelí, en gran parte de los medios de comunicación del mundo, e incluso en gran parte de la izquierda de Israel – como menos sospechosos que la obvia y necesariamente «enemiga» realidad parcial (en forma de grupos de derechos humanos palestinas, voluntarios u otros testigos).

Según estas percepciones, estos testimonios, prestados por las personas que están al tanto de la información altamente secreta, son especiales para que finalmente se revele la verdad.

Sin embargo los acontecimientos del verano pasado estuvieron, de alguna manera, envueltos en el silencio. Las dos autoras de este artículo pasamos las semanas del asalto de Israel contra Gaza a ambos lados de la línea divisoria. Estábamos a dos horas de distancia en automóvil una de la otra y apenas podíamos telefonearnos o enviarnos un correo electrónico. En un breve correo electrónico Ghada señalaba: «Tenemos 3 o 4 horas de energía al día, por lo que las comunicaciones son malas. Nuestro teléfono está arruinado».

Sin embargo, no hubo silencio. Concienzudamente y contra todo pronóstico se documentaron y se transmitieron toda las explosiones de los edificios, de la infraestructura y de los organismos, en una oleada de imágenes e información.

Entre ellos, por ejemplo, las listas de nombres, uno por uno, documentados en los sitios de noticias palestinos y en la página de internet del ministerio de Salud palestino, que luego fueron recogidos con cuidado, traducidos al hebreo y publicados por el sitio de noticias israelí Llamada Local, así como el recuento de más de 1.400 civiles palestinos inocentes muertos, entre ellos más de 540 niños, hacia el final del ataque.

O la cantidad y la intensidad de los bombardeos informados desde las zonas densamente pobladas de civiles como Raffah , bombardeada con más de 1.000 proyectiles en tres horas, que mataron 130 civiles. O el bombardeo indiscriminado registrado en el barrio de Shujaiyah, que mató a más de 50, entre ellos unos 20 niños.

La importancia, aunque modesta, de los recuentos de las bajas concretas, dio cierto grado de tangibilidad a los números incomprensibles y a los registros de la devastación.

Apenas unas semanas después del alto el fuego, por ejemplo, los mensajes de correo electrónico de Ghada Ageel a Rela comenzaron a describir fragmentos de experiencias: «En medio de los bombardeos planificar la evacuación; que hacer con qué, cuándo y cómo… mis documentos y pasaportes en una bolsa pequeña… colgada en mi cuello… [I] sentarme luego al lado de la cama de mi madre vestida con mis zapatos la mayor parte de los 8 días esperando lo inesperado».

Tales informaciones compartidas por amigos se unieron a los testimonios de los sobrevivientes, a los informes de los periodistas y blogueros, a los informes de las agencias de las Naciones Unidas (la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios y la Agencia de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas), a las fichas descriptivas de los grupos de derechos humanos (Human Rights Watch, Amnistía Internacional, el Centro Palestino para los Derechos Humanos, Aldameer).

Muchos de ellos fueron cubiertos en hebreo, así como en árabe e inglés e incluso, en cierta medida, en los medios de comunicación comerciales de Israel.

Aunque el contenido de los testimonios de los soldados israelíes no carece de valor, su pretensión aparentemente natural de su condición especial, tanto dentro como fuera de Israel, de hecho apoya la cultura militarizada, permite y tolera las políticas de «daño masivo y sin precedentes a la población y la infraestructura civil».

Rela Mazali es escritora, académica independiente y activista antimilitarista feminista de Israel. Su último libro es Home Archaeology (2011, en hebreo) y una traducción al turco de su reciente artículo «Hablando de Armas: Lanzamiento del discurso sobre el control de armas y el desarme de los guardias de seguridad en una sociedad militarizada», se publicó en el último número de la revista en internet Feminist Yaklasimlar.

Ghada Ageel es profesora visitante en la Universidad de Ciencia Política de Alberta (Edmonton, Canadá), académica independiente y activa en el Faculty4Palestine-Alberta. Su nuevo libro Apartheid in Palestine: Hard Laws and Harder Experiences será publicado a finales de este año por la Universidad de Alberta Press, Canadá.

Fuente: http://www.middleeasteye.net/columns/israeli-war-confessions-part-oppression-2118947343#sthash.WpPttIBz.dpuf