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Las críticas al 15M de un sindicalista con malas pulgas

Fuentes: Rebelión

José Luis López Bulla, ex secretario general de la CONC y ex diputado de Iniciativa per Catalunya en el Parlament, se ha manifestado reiteradas veces a favor del movimiento 15M. «Jóvenes indignados en las calles», «La madurez del movimiento 15 de mayo», «No atosiguéis al movimiento 15 de mayo», «Las señas de los acampados barceloneses», […]

José Luis López Bulla, ex secretario general de la CONC y ex diputado de Iniciativa per Catalunya en el Parlament, se ha manifestado reiteradas veces a favor del movimiento 15M. «Jóvenes indignados en las calles», «La madurez del movimiento 15 de mayo», «No atosiguéis al movimiento 15 de mayo», «Las señas de los acampados barceloneses», «Violencia contra los acampados del 15 de mayo», son los títulos de algunos de sus artículos. En cambio, en una de sus últimas aportaciones -«Al Movimiento 15 de Mayo: por ahí, no» [1]-, se muestra crítico, advirtiendo a un tiempo que quiere «dejar sentado que no cambio ni un punto, ni una coma de lo manifestado por un servidor en anteriores entradas con respecto al Movimiento 15 de Mayo» (1). Tras ese preámbulo, después de ratificarse en sus anteriores posiciones, pasa a dirigirse a «los acampados.»

JLLB señala que un grupo de activistas se concentraron en las puertas de la sede de Comisiones Obreras de Aragón, en julio de 2011 si no ando errado, insultando y escupiendo a los sindicalistas. La acción le merece su «más (indignada) repulsa; una repulsa sin paliativos», por su violencia y por su intencionada confusión («No más sindicatos vendeobreros» rezaba una de las pancartas de los manifestantes). Dirigiéndose al conjunto del movimiento recuerda que dentro de poco cumplirá ochocientos dieciséis meses (68 años), de los que más de setecientos (más de 58 años… ¿desde antes de los 10?), «los he dedicado al sindicalismo». No se trata de pavonearse o de ostentar nada, no es esa su intención, según confiesa contradictoriamente en mi opinión, sino de señalar que él ya ha visto y ha intentado aprendido muchas cosas en esta vida. Así, de sus maestros ha colegido -el paso es tal vez un pelín oscuro, demasiado «filosófico»- «que la democracia (real, como vosotros decís) es, también, comprender que puedes ser visto de otra manera, aunque no estés de acuerdo (e incluso confrontado) con esa mirada. Me refiero a la mirada hacia el Otro (y los otros). Y viceversa».

Lo ocurrido en Zaragoza -el firmante de esta nota, que desconoce prácticamente lo sucedido, no ha podido conseguir una información alternativa a la suministrada por JLLB- no fue democracia real sino «alterofobia violenta, propia de ignorantes a posta». Y no fue tampoco indignación, sino escuadrismo y no debe olvidarse «que el escuadrismo tiene peligrosas derivas como la historia, de ayer y hoy, ha demostrado». Para el autor, «si lo sucedido en Zaragoza no concita la indignación general del Movimiento 15 de Mayo, éste emborrona su reciente biografía».

Subiendo un poco -o un mucho-muchísimo- el tono, el ex secretario general señala que hay que dejar las cosas meridianamente claras: el movimiento no tiene el monopolio de la indignación (hasta ahora, que se sepa, nadie ha afirmado lo contrario). «Si lo creéis, debéis quitároslo de la cabeza… Hay mucha gente indignada, además de vosotros». No hay peligro de confusión en este nudo: los indignados suelen ser gente informada. Para JLLB, la indignación «es un archipiélago complejo, que va más allá de organizaciones y movimientos». Lo de Zaragoza no es indignación sino, vuelve a insistir en la descalificación, puro escuadrismo grupuscular. La historia ha demostrado, ‘demostrado’ es palabra elegida por JLLB, que cuando los movimientos se deslizan hacia ciertas derivas su esperanza de vida es efímera. Y peor todavía, prosigue el autor, «cuando algunos organizan su propia interinidad. Lo que, en el caso de Zaragoza, parece evidente: algunos se han empeñado en que duréis poco», afirmación que parece apuntar a actuaciones guiadas por gentes externas al movimiento. El ex secretario general de la CONC admite, eso sí, que el caso de Zaragoza «no representa lo que sois». El escuadrismo, admite JLLB, es un adversario de lo que son y de cómo son.

Sin conocer, insisto, lo sucedido en Zaragoza, sin disculpar por supuesto ninguna acción sectaria y violenta si fuera el caso, sin olvidar algunas pancartas netamente mejorables, esgrimidas por el movimiento en Barcelona y alrededores, resulta extraño que un analista tan fino y documentando como López Bulla, partícipe en mil y una batallas sociales y sindicales, imprecisas conceptualmente como parece inevitable en algunos momentos, enrabietadas sin freno en ocasiones, no observe o no diga apenas nada sobre la evidentísima y masiva desafección del movimiento 15M respecto a los, digamos, sindicatos oficiales, institucionales o mayoritarios, más allá de los síntomas anotados de estúpido y peligroso escuadrismo. Añade, eso sí, la coletilla complementaria de casi siempre, tan útil para acallar bocas, paralizar consciencias críticas y seguir adelante triunfante y feliz de haberse conocido a sí mismo: el izquierdismo. Esto último, la guinda del pastel del artículo, JLLB lo apunta y argumenta del modo siguiente:

El sindicalista de los 700 meses comenta que ha conocido grupúsculos, sin ninguna concreción en este caso, que en plena Dictadura franquista les llamaban -tampoco precisa el referente en esta ocasión; tal vez CC.OO. y el PSUC- «vendeobreros, vendepatrias, traidores a la clase obrera y demás maldiciones bíblicas». Abonando un injustificado, y tópico hasta el cansancio, lugar común, afirma que no pocos de ellos «dieron una pirueta y desde esa barricada se pasaron con armas y bagajes a la política instalada: a altos cargos políticos en las instituciones y a las entidades financieras». ¿Hemos leído bien? ¿Ha habido ex izquierdistas en cargos oficiales? A montones desde luego. Un ejemplo entre diez o doce mil más que viene al cuento: Antoni Fernández Teixidó, ex conseller, diputado de CiU, asesor y experto económico en la Sociedad de Estudios Económicos y Foment del Treball, fue dirigente, portavoz destacado y «líder» de la Liga Comunista durante su etapa universitaria en la Universidad de Barcelona en los años setenta.

De acuerdo, por tanto. Son muchos, los nombres se agolpan como los granos de mijo en el montón de la paradoja de Zenón. Pero, ¿es necesario recordar a JLLB, a estas alturas de esta vida que da tantas sorpresas, que montones casi aléficos de activistas nada «izquierdistas», centrados, razonables-muy razonables, euros hasta la aorta y el ADN, banderas blancas o enrojecidas, moderados donde los hubiera, son hoy, o han sido en épocas recientes, parte sustantiva del engranaje institucional? ¿No conoce López Bulla, por ejemplo, las posiciones políticas actuales de los ex secretarios generales de CC.OO Antonio Gutiérrez y José María Fidalgo? ¿No recuerda las hazañas políticas y mercantiles de María Jesús Paredes, mano derecha de Fidalgo, aquella amiga, también con muy malas pulgas, de los Botín y los Alierta, que abroncaba a las abogadas laboralistas de su propio sindicato por ganar juicios a Telefónica por el despido improcedente de trabajadoras de Atento, una pantalla de la multinacional [2]? ¿No ha acuñado en su memoria JLLB que el actual conseller de Economía del gobierno catalán de los mejores, los recortes, los desahucios, los desalojos policiales al estilo franquista y la infamia del PIRMI fue un destacado cuadro dirigente del PSUC? ¿Es necesario recordar detalladamente la trayectoria política de Ferran Mascarell? ¿No ha sido el mismo JLLB un tenaz defensor del montillismo, programa político que, según todos los indicios e informaciones contrastadas, ubicó a gentes de izquierda moderadísima y afines, y a otras tendencias políticas menos presentables, en altos cargos políticos de las instituciones, sin ningún ánimo transformador conocido y practicado, tragando más de un sapo y envueltos en ocasiones en más de un escándalo?

JLLB prosigue su nota señalando que uno de esos izquierdistas grupusculares, del que tampoco da ninguna referencia concreta, «planteó dinamitar el Forrestar, el portaviones americano atracado en el muelle de Barcelona [3]». No da fechas de la visita. JLLB supone que su interlocutor «se refería a que fuéramos nosotros, los revisionistas, quienes pusiéramos la carga, las cerillas y el personal». A otros, JLLB se los encontró de ministros con Suárez y de consejeros autonómicos en el gobierno de Jordi Pujol. Todos ellos, prosigue el ex secretario general, la mayoría de los cuales (¿la mayoría?, ¿hay algún estudio documentado sobre ello?) «sus papás millonarios les subvencionaron una excursión a la clase obrera, pasaron con la rapidez de la centella a la política business y al negocio puro y duro».

La conclusión que parece querer apuntarse si no he entendido mal el «razonamiento» del autor: ellos, los izquierdistas de antaño, vinieron del escuadrismo grupuscular, levantaron huracanes políticos, gritaron asignificativamente sin orden ni concierto, y volvieron en masa al cómodo y privilegiado nido familiar, siempre acogedor y tan dispuesto a aceptar al hijo pródigo. Si pasó una vez, si ha pasado otras veces, ¿por qué no va a pasar a seguir pasando, esta vez con gentes de movimiento 15M? No es extender la tinta de calamar urbi et orbe, pero se le parece mucho.

(Por lo demás, como los curriculums obreros y campesinos familiares de JLLB y de la persona que suscribe esta nota debe andar muy parejos, incluso en el número de asesinados por el fascismo hispánico, no está de más señalar que el origen de clase de cada cual no parece ser garantía de casi nada en lo que respecta a trayectorias y posiciones políticas. Pondré un ejemplo, más querido probablemente para JLLB incluso que para este comentarista, en su momento un joven sindicalista con menos de 30 meses a sus espaldas que le escuchaba admirado cuando el luchador antifranquista hablaba públicamente, acaso en una de sus primeras intervenciones, en 1976. El asesinado Olof Palme era hombre vinculado de forma directa a la nobleza báltica de rancio abolengo [4], y entre sus familiares se encontraban oficiales del Ejército, él mismo era oficial en reserva, y pertenecía sobre todo a la muy acomodada y aristocrática clase alta sueca. Sven Andersson, ministro de Defensa y de Exteriores en alguno o en varios de los gabinetes de Palme, procedía de una familia de clase trabajadora. Si cometemos el error o la injusticia de comparar, no parece que haya muchas dudas sobre coraje, riesgos y coherencia política. Entre nosotros, basta pensar en Julio Anguita, Manuel Sacristán, Gaspar Llamazares y Javier Pastor, y en sus orígenes sociales no obreros (la hererogeneidad política de los referenciados no es nada casual), y en el origen de clase de aquel ex electricista, ministro de Interior de Don Felipe González Slim-Gas Natural llamado José Luis Corcuera Cuesta, para disolver toda posible incertidumbre).

La «simpática» y no menos tópica patadita antimaoísta final del artículo de JLLB parecía vislumbrarse ya antes en el horizonte. «Y no os cuento los rasgos del escuadrismo italiano cuando mis años mozos: no pocos de ellos se pasaron -de la Cina è vicina– al escuadrismo de masas de Berlusconi y compañía». ¿Y cuántos son estos «no pocos»? ¿Lucio Colletti y cinco mil más? ¿Contamos los que se pasaron al berlusconismo o a grupos liguistas desde otras filas?

Algo enigmáticamente en mi opinión, «ese viejo [que] tiene malas pulgas» finaliza su escrito afirmando que «la regeneración que necesita este país (y todos los puntos cardinales del planeta) no vendrá sólo de vosotros. Necesariamente debe ser de más personal». No acabo de entender bien el uso de «personal» en este contexto, pero es obvio que el movimiento 15M no cree ni sostiene ni ha afirmado nunca que la regeneración que necesita el país y el planeta venga sólo de ellos. Están indignados, no paran de movilizarse, ayer mismo en Barcelona cuando no tantos están en pie activo de resistencia ante las infamias de los gobiernos de aquí y de allá, cometen errores como todo hijo de vecino o vecina, pero no son estúpidos ni memos. Y, desde luego, no deliran (los delirios están reservados para los economistas como ha apuntado agudamente estos días Alberto Fernández Liria).

La historia, como señalara hace años Enric Tello en un libro inolvidable [5], cuenta. Desde luego, sin atisbo para la duda, que diría un viejo maestro y compañero político de López Bulla. Pero, como es sabido también, uno es lo que es, que diría Tarski, no sólo lo que fue.

Notas:

[1] http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=4335

[2] Mercedes Iglesias Serrano es el nombre de la trabajadora implicada. La impecable sentencia de una juez catalana fue rectificada finalmente, a favor claro está de Telefónica, la primera multinacional del país, por el Tribunal Superior de Catalunya.

[3] No pretendo refutar la afirmación, la locura ha sido moneda extendida, pero, en los años setenta, ni los del PCE (m-l), que combatíamos a tontas y a loas la dictadura yanqui-franquista, agitábamos a las gentes con esas barbaridades.

[4] Tomo la expresión de Henning Mankell, El hombre inquieto, Tusquets, Barcelona, 2011 (traducción de Carmen Montes).

[5] Enric Tello, La historia cuenta, El Viejo Topo, Barcelona.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.