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Egipto

Las elecciones en Barbaria

Fuentes: Rebelión

Luego del triunfo del partido los Hermanos Musulmanes en Egipto no faltaron las expresiones de preocupación en la prensa occidental. Algunos artículos de opinión y una plétora de comentarios anónimos al pie incluso los calificaron de terroristas-listos-para-invadirnos, lo que probablemente podría justificar alguna nueva intervención diplomática, económica o militar en el área -esas mismas que […]

Luego del triunfo del partido los Hermanos Musulmanes en Egipto no faltaron las expresiones de preocupación en la prensa occidental. Algunos artículos de opinión y una plétora de comentarios anónimos al pie incluso los calificaron de terroristas-listos-para-invadirnos, lo que probablemente podría justificar alguna nueva intervención diplomática, económica o militar en el área -esas mismas que siempre se toman su tiempo, se quedan en los discursos o miran hacia otro lado ante verdaderas tragedias humanitarias.

En cualquier caso, aún sin ninguno de esas respuestas internacionales, al menos la gran prensa -la prensa cautiva que cautiva- cumple con su tradicional rol de inflamar los tribalismos de siempre.

Para aquellos que estamos a favor de un progreso de la historia en la línea de los derechos de las mayorías y de las minorías, de las libertades individuales y colectivas que preceden a cualquier jerarquía política y social, las reacciones de los islamistas más conservadores no representan ninguna promesa de avance en tal sentido sino todo lo contrario. Menos los fanáticos puristas como los talibán que se creen dueños de toda la moral de este Universo y con derecho a imponérsela a los demás; o los dictadores, religiosos o seculares al viejo estilo de Al-Assad en Siria que apenas ven amenazado su trono fusilan a inocentes de su propio pueblo. Pero tampoco son menos agresivas y arbitrarias las reacciones basadas en cualquier otra tradición religiosa, no por lo que tienen de religión sino por lo que tienen de intereses bien materiales. Como en las cartas de Cristóbal Colón y las crónicas de todos sus sucesores, mientras leemos el nombre de Dios repetidas veces en cada página, vamos observando cómo sus acciones conducen siempre al maldito oro de los pueblos salvajes.

La acusación de terrorismo ha facilitado en las últimas décadas ya no sólo la abolición de la máxima de Jesús sobre poner la otra mejilla al agresor -lo cual es comprensible-, sino que ha introducido una prescripción muy audaz y creativa: debemos agredir a alguien que podría llegar a agredirnos algún día. A eso llamamos autodefensa preventiva. Cualquier ley de cualquier Código civil, antiguo o moderno, lo condenaría como un crimen absurdo o paranoico. No las leyes internacionales que todavía viven en la Edad Media y no se basan en el derecho sino en el interés y la fuerza. Hasta la regla moral más antigua de la que registra la historia civilizada y que repitieron los sabios desde China hasta Nueva Inglaterra y Extremo Occidente -«no hagas a los demás lo que no quisieras que los demás haga contigo» – es violada cada día en nombre del derecho a la defensa propia.

Si fuésemos ingenuos encontraríamos curioso que nosotros, los demócratas occidentales, hayamos apoyado dictaduras como la de Mubarak en Egipto y cuando el pueblo elige a alguien según el sistema electoral por el cual hemos invadido varios países, los llamamos terroristas sólo porque no nos gusta el ganador o representa la cultura y la religión «del enemigo». La democracia es buena para nosotros que somos civilizados y sabemos elegir, pero es mala para ellos, porque son bárbaros y no saben lo que quieren. De igual forma, nuestro nacionalismo es patriotismo del bueno; el nacionalismo ajeno es peligroso terrorismo.

Es curioso que los occidentes llamemos «terroristas-listos-para-invadirnos» a los egipcios o a alguno de sus gobiernos del cual debemos protegernos -y prevenirnos- cuando Egipto, como cualquier otro país periférico, nunca ha invadido ningún país occidental. Occidente, en cambio, posee un largo historial de invasiones y destrucciones de ese país que van desde las invasiones militares de Francia e Inglaterra hasta las económicas, como la que se refiere a su historia del algodón, por ejemplo. Las potencias occidentales han saqueado y destruido ese país con cierta regularidad. Una parte mínima y simbólica de ese saqueo podemos verlo en los museos del mundo rico que ellos llaman «generosas donaciones» -típicas donaciones de países colonizados o bajo control extranjero.

No por buenos sino por no poseer ejércitos tan heroicos, probablemente, los egipcios nunca han hecho lo mismo con ninguna potencia occidental. Pero nosotros continuamos repitiendo lo que la gran prensa -el brazo derecho de los poderes sectarios, la continuación de la política por otros medios- inocula cada día en la mente y los corazones de los demócratas, racionales y compasivos.

Antes los mapas europeos llamaban Barbaria la región norte de África. Ahora la gran prensa los representa como terroristas o fanáticos que quieren tomar control del mundo. Ambas son dos formas de perpetuar el miedo en occidente y las futuras agresiones de oriente. Como la gran prensa del otro lado no es muy diferente, en lugar de un Dialogo de culturas y de civilizaciones tenemos una extensa Guerra de Sordos que sirve, como toda guerra, a los intereses de unos pocos en nombre de unos muchos.

Por supuesto que hay muchos lectores inteligentes que no se compran este discurso. Probablemente éstos sean un número cada vez mayor y esas estadísticas están poniendo más nerviosos y más agresivos a quienes hoy controlan el poder del mundo. Pero por el momento, mientras planean alguna nueva revolución democrática, continúan aplicando el viejo método: miente, asusta, que algo quedará.

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.