La sociedad civil de los territorios ocupados se muestra muy escéptica ante las denominadas conversaciones de paz entre Israel y Palestina, y no sólo por la reanudación de los asentamientos de colonos judíos en Cisjordania tras la moratoria de diez meses. Hassan Afandy, ciudadano palestino residente en Belén, tres veces preso en las cárceles israelís, […]
La sociedad civil de los territorios ocupados se muestra muy escéptica ante las denominadas conversaciones de paz entre Israel y Palestina, y no sólo por la reanudación de los asentamientos de colonos judíos en Cisjordania tras la moratoria de diez meses. Hassan Afandy, ciudadano palestino residente en Belén, tres veces preso en las cárceles israelís, califica las negociaciones de «teatro ridículo» y apunta algunas cuestiones básicas que no figuran en la agenda, como el derecho de retorno a sus tierras para los refugiados palestinos, la ocupación militar, o el muro que separa Israel de Cisjordania. La voz de Hassan representa a buena parte de la población palestina que lleva décadas resistiendo el asedio israelí.
-¿Confías en que el denominado proceso de diálogo termine en un acuerdo que recoja las aspiraciones del pueblo palestino?
En primer lugar, no creo que Israel pretenda la paz. Desde la década de los 90 se están planteando negociaciones pero la realidad es que el estado de Israel no acepta en ningún caso una paz justa. Su objetivo es arrebatar las tierras a la población palestina y enjaularlos en guetos. La conferencia de paz es, en fin, un teatro ridículo.
-¿Cuáles son, en tu opinión, las cuestiones básicas que deberían resolverse?
Un punto básico es el de los refugiados palestinos, cerca de cinco millones, que han tenido que abandonar forzosamente sus hogares y bienes dentro de Israel. En 1948, año de la «Nakba» o «desastre» y del nacimiento del estado de Israel, fueron desalojados 750.000 palestinos des sus tierras y más de 50 pueblos. Esta gente tiene derecho a regresar a sus casas y a recuperar sus propiedades. Y si no, por lo menos a una indemnización. El 90% de esta gente vive actualmente en campos de refugiados cuando lo justo sería el derecho al retorno.
-¿Por qué piensas que Israel se opone al derecho de retorno?
Por una razón muy sencilla. Supondría un cambio demográfico radical en Israel, donde actualmente viven cinco millones de judíos. El regreso de los refugiados palestinos les convertiría en el grupo de población mayoritario en Israel, algo inadmisible para el estado judío. El derecho de retorno debería aparejar, asimismo, una compensación para la gente que lleva 60 años viviendo fuera de sus tierras, en campos de refugiados. En caso de que no quieran volver, debido a todo el tiempo transcurrido, además de las ayudas sería justo que se les concediera la nacionalidad del lugar donde ahora residen. Por ejemplo, la nacionalidad libanesa para los palestinos que viven en el Líbano.
-¿Cómo debería configurarse el nuevo estado Palestino?
A partir de los principios de independencia y soberanía plena, control sobre las fronteras, moneda propia y una capitalidad que sin discusión ha de ser Jerusalén. Este estado, en mi opinión, debería tener un carácter laico ya que asociar religión a política comporta siempre muchos problemas. La religión ha de limitarse al ámbito privado. Además, en materia económica y social, el nuevo estado debería inspirarse en una ideología progresista que defendiera el bienestar de las personas.
-No ocultas, en este sentido, tu simpatía por el Frente Popular de Palestina
En efecto, pienso que constituyen la fracción más honesta de las organizaciones políticas palestinas. Defienden un ideario muy claro y sin ambigüedades en el que son prioritarios el bienestar y la democracia para el pueblo palestino. Representan, y esto es a mi juicio lo más importante, una tendencia progresista y laica, que se perfilaría sobre un único estado al que aspiran, que se correspondería con la palestina histórica. De Hamas y Al Fatah, me separan muchas cuestiones. Pienso que Hamas es una opción muy extremista y conservadora, mientras que Al Fatah tiene el problema de que no se considera una organización laica y además se ha visto envuelta en asuntos de corrupción muy graves.
-Volviendo a las negociaciones, otro problema candente es el de la presencia de Colonos judíos en Cisjordania y Jerusalén Este.
Esta cuestión es muy grave. Casi 500.000 colonos viven en asentamientos de Jerusalén Este y Cisjordania, zonas ocupadas por Israel después de la «Guerra de los seis días» en 1967. Debería obligarse al gobierno de Israel a frenar, asimismo, tanto los asentamientos de colonos como las órdenes militares de confiscación de tierras. La solución ideal consistiría en devolver las tierras a sus dueños palestinos pero, como esto se me antoja muy difícil, una salida más realista sería que los colonos que quisieran permanecer en los asentamientos lo hicieran bajo la autoridad del gobierno palestino e indemnizando a los propietarios de las tierras.
-No menos grave es la construcción de un muro de separación que Israel justifica por razones de seguridad
El muro de separación entre Israel y Cisjordania hay que eliminarlo porque fomenta el odio entre las poblaciones e impide la paz. Pero además de constituir una barrera física y humana, su construcción ha provocado enormes daños ambientales, aunque sea una cuestión menos conocida. También ha separado a familias palestinas, que han quedado a uno y otro lado del muro, y ha impedido que ciudadanos palestinos puedan acceder libremente a sus tierras, que han quedado en la parte israelí de la barrera. Y esto por no hablar de la destrucción de casas y pequeños comercios que quedaban en el entorno de la muralla.
-En el llamado «proceso de paz» tampoco se pone en cuestión el derecho de Israel a la ocupación y control militar de los territorios palestinos
Esto es así a pesar de que se trata de un ejemplo de ocupación militar casi único en el mundo. De hecho, se están cometiendo atrocidades mucho peores que en la época de los nazis. No hay más que recordar la última masacre de Gaza, con cerca de 1.500 muertos, los bombardeos del Líbano o el último ataque en aguas internacionales al barco que transportaba ayuda humanitaria a Gaza.
-Por último, ¿Cómo es la vida cotidiana bajo la ocupación a partir de tu experiencia como residente en Belén?
La vida resulta difícil, sometidos a check points y toda suerte de controles militares. Me gustaría citar el ejemplo de una ciudad, Kalkilia, situada cerca de Nablus, en el noroeste de Cisjordania, que se halla rodeada totalmente por un muro con sólo una puerta de entrada y salida en manos de Israel. Además, las carreteras importantes están controladas por el ejército israelí. Incluso en ciudades como Hebrón los militares pueden cortar las calles sin previo aviso ni causa justificada e impedir que la gente pueda acceder a sus casas.
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