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El periodismo estadounidense entre la obediencia y el miedo

Las rituales y ocasionales lamentaciones de los medios

Fuentes: Media Monitors

Traducido para Rebelión por Germán Leyens

Seis días después del 11-S, durante una conspicua aparición en el show de David Letterman, – y que sigue provocando reflexiones – Dan Rather declaró que «George Bush es el presidente, él toma las decisiones». Momentos más tarde, Rather dijo: «En cualquiera parte donde quiera que me coloque, basta con que me diga dónde. Y el llamado lo hará él»

Dan Rather causó una cierta reacción cuando habló en una escuela de derecho en Nueva York el 19 de septiembre y advirtió que los políticos han estado presionando efectivamente a los propietarios corporativos de las principales cadenas de televisión. Resumiendo sus observaciones, el Hollywood Reporter dijo que el ex presentador de CBS afirmó que «existe un clima de temor que recorre las redacciones de noticias, es el más fuerte que él haya vivido en su carrera de más de cuatro décadas».
Cuando un corresponsal de una cadena de televisión hace ruidos que indican una posible ruptura con el establishment mediático corporativo, pienso en algo que dijo Mark Twain: «Es fácil dejar de fumar, lo he hecho cientos de veces».
Es algo rutinario que los presentadores de televisión y sus colegas en las cadenas sigan ávidamente a la Casa Blanca y al Pentágono. Cuando hay una guerra, con raras excepciones, proveen el tipo de cobertura apreciado por los funcionarios de Washington. Mucho después, cuando declina la manía, unos pocos periodistas de la televisión pueden expresar algunas dudas. Pero cuando llega la próxima guerra, vuelven como de costumbre al negocio de la propaganda.
Durante su carrera, Rather expresó ocasionalmente alarma de que los medios noticiosos eran intimidados por autoridades gubernamentales y otros poderosos intereses. Pero no cuestionó perceptiblemente semejantes restricciones de su trabajo en las ondas.
Durante la Guerra del Golfo, a principios de 1991, la cobertura noticiosa fue tan laudatoria que un antiguo estratega de los medios del presidente Reagan dijo extasiado: «Si fueras a contratar a una firma de relaciones públicas para que se encargue de tus relaciones con los medios para un evento internacional», dijo Michael Deaver, «no podría haberlo hecho mejor de lo que se está haciendo».
Dan Rather formó parte de esa bonanza de las relaciones públicas durante la Guerra del Golfo. Cuando terminaba la guerra, la gente que seguía los programas de CBS vio a Rather terminando una entrevista con un comandante de la 1ª división de Marines, dándole un apretón de manos y exclamando: «¡De nuevo, general, lo felicito por el trabajo maravilloso que ha hecho!»
Los medios impresos más aclamados del país marcharon al ritmo del mismo redoble. Chris Hedges cubrió la Guerra del Golfo para New York Times. Más de una década más tarde, con una crítica mucho más profunda que cualquier cosa que Rather haya jamás presentado en público, Hedges escribió en un libro: «La noción de que la prensa fue utilizada en la guerra es incorrecta. La prensa quería ser utilizada. Se consideraba parte integral del esfuerzo bélico».
En el libro «War Is a Force That Gives Us Meaning,» [La guerra es una fuerza que nos confiere un sentido] Hedges aclara que la independencia que busca la verdad es algo extraño a la agenda de los medios: «La prensa estaba tan ansiosa de servir al Estado durante la guerra, como todos los demás. Una docilidad semejante de la prensa facilitó lo que los gobiernos hacen en tiempos de guerra, por cierto, lo que los gobiernos hacen la mayor parte del tiempo, o sea mentir». Variaciones en la cobertura noticiosa no cambia la abrumadora monotonía de la perspectiva: «Boicotee el sistema de mancomunar las noticias, pero mis informes no perforaron el mito o cuestionaron la gran cruzada para liberar Kuwait. Permití que los soldados refunfuñaran. Arrojé un poco de luz sobre las mentiras diseminadas para que la guerra se pareciera a una coalición, pero no cuestioné de ningún modo real el patriotismo y el jingoísmo que entusiasmaba a las multitudes en casa. Todos usamos las mismas frases. Todos considerábamos a Irak a través del mismo prisma».
Seis días después del 11-S, durante una conspicua aparición en el show de David Letterman – que sigue provocando reflexiones -, Rather declaró que «George Bush es el presidente, él toma las decisiones». Momentos más tarde, Rather dijo: «En cualquiera parte donde quiera que me coloque, basta con que me diga dónde. Y él hará el llamado»
Pero ocho meses antes, Rather pasó por un momentáneo humor auto-crítico. Declaró en una entrevista de la televisión de la BBC, a mediados de mayo de 2002: «Hubo un tiempo en Sudáfrica cuando la gente colocaba neumáticos en fuego alrededor de los cuellos de personas si disentían. Y de cierto modo, el temor es que te vayan a poner un ‘collar’ aquí, te pondrán un neumático encendido de falta de patriotismo alrededor del cuello. Ahora el temor previene a los periodistas para que no formulen las preguntas más duras». Fue el 16 de mayo de 2002.
Pero, menos de un año después, a principios de la primavera de 2003, Rather se unió a parte entera al apoyo entusiasta a la guerra durante la cobertura de CBS de la invasión de Irak. Y días después de la caída de Bagdad apareció en el programa de CNN «Larry King Live» y subrayó su lealtad profesional. «Mire, soy estadounidense», dijo Rather. «Nunca he tratado de engañar a nadie diciéndole que soy internacionalista o algo así. Cuando mi país está en guerra, quiero que gane, sea cual sea la definición de ‘ganar’. Ahora, no puedo argumentar y no lo hago, de que sea una cobertura sin prejuicios. En eso tengo prejuicios».
Poco después, una corresponsal menos conocida de otra cadena se sentía evidentemente algo inquieto. A fines de abril de 2003, unas pocas semanas después de que las estatuas de Sadam cayeron en Bagdad, Ashleigh Banfield de MSNBC provocó una sensación cuando habló en un campus universitario en Kansas. «Hay horrores que fueron completamente excluidos de esta guerra», dijo. «¿Fue periodismo o fue cobertura? Hay una gran diferencia entre periodismo y cobertura, y obtener acceso no significa que vayas a conseguir la historia, significa que consigues un brazo o una pierna más de la historia. Y es lo que obtuvimos, y fue un cuadro glorioso, maravilloso que llevó a mucha gente a mirar y que excitó a muchos anunciadores respecto a las noticias por cable. Pero no fue periodismo, porque no estoy tan seguro de que nosotros en EE.UU. dudemos de hacer esto de nuevo, de librar otra guerra, porque parecía un esfuerzo tan glorioso y valeroso y tan exitoso, y nos libramos de un líder horrible. Nos libramos de un dictador, nos libramos de un monstruo, pero no vimos lo que costó hacerlo».
Cuatro días después, respondiendo al revuelo por las observaciones de Banfield, un portavoz de la dirección de NBC amonestó a la periodista momentáneamente descarriada mientras presentaba una disculpa: «Ella y nosotros estamos de acuerdo en que no quería degradar el trabajo de sus colegas, y que en lo futuro va a escoger con más cuidado sus palabras».
Es el modelo que nos presentan los destacados corresponsales de las noticias televisivas. En su frenesí bélico, se funden con el paisaje mediático imperante. Después, unas pocas y breves palabras de pesar. Pero a la próxima ocasión, vuelven al hábito de comportarse como animadores en lugar de ser periodistas independientes.
© 2005 Norman Solomon
El último libro de Norman Solomon es: «War Made Easy: How Presidents and Pundits Keep Spinning Us to Death.» Su columna sindicada se concentra en medios y política. Es un colaborador regular de Media Monitors Network (MMN).
http://world.mediamonitors.net/content/view/full/20062/