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Líbano a pique (I y II)

Fuentes: Al-Ajbar (edición en lengua inglesa)

Traducción para Rebelión de Loles Oliván.

Líbano siempre está al borde de la guerra civil aunque esta condición no siempre signifique que la guerra civil está necesariamente a la vuelta de la esquina.

Puede que ocurra mañana o puede que los libaneses encuentren un modo de posponer su erupción, pero la guerra civil es inevitable. Algo hay en el aire de Líbano que recuerda a la gente de mi generación la atmósfera que precedió a la guerra civil de 1975. Aunque hay algunas diferencias.

El Partido de las Falanges y las distintas milicias pro-israelíes han sido derrotados. La presencia armada palestina no es un factor poderoso en la política libanesa. No hay ningún partido mayoritario en Líbano ansioso por instigar una guerra civil como fue el caso de las Falanges a instancias de Israel y de la CIA en 1975. Por último, no hay equilibrio de fuerzas militares en el país (Hizbolá puede imponerse fácilmente en cualquier conflicto interno).

Pero existen asimismo similitudes. Hay una multiplicidad de poderes externos que intervienen en Líbano hoy en día. Las injusticias socioeconómicas son muy severas. Los acontecimientos regionales están haciendo mella en Líbano. La división de la clase dominante es muy pronunciada. Y las tensiones sectarias son peores de lo que eran en 1975.

En Líbano corren los rumores y la gente está convencida de que todos los acontecimientos recientes están relacionados entre sí.

Después de todo, hay algunos signos preocupantes. Algunos países del CCG han advertido a sus ciudadanos que no viajen a Líbano. El rey de Arabia Saudí envió una carta al presidente libanés (y el texto lo filtró en una forma sin precedentes la agencia de noticias saudí) expresando su preocupación por la difícil situación de una «importante secta» de Líbano. La detención de Shadi Al-Mawlawi y los enfrentamientos en Trípoli que siguieron; los disparos contra un clérigo extremista armado suní en Akkar en un retén militar; la sangrienta represión a manos de las milicias de Hariri en Tariq al-Yadidah contra de un pequeño partido suní alineado con [el Movimiento] 8 de Marzo; el secuestro por parte del Ejército Sirio Libre de un grupo de peregrinos chiíes libaneses; el bombardeo de un autobús que transportaba peregrinos chiíes libaneses en Bagdad; el extraño enfrentamiento en Ras Beirut durante la noche del miércoles. Por no hablar de varias escaramuzas en los campus universitarios. ¿Están todos estos sucesos relacionados o son meras coincidencias?

Pudiera ser que se estuviera ejecutando un complot israelí por los clientes israelíes de Líbano (al igual que en 1975) contra los enemigos principales de Israel. En 1975 era la OLP y hoy en día es Hizbolá. Parece que hay un complot para arrastrar a Hizbolá al conflicto civil a fin de desacreditar al movimiento de la resistencia y de minar la energía militar del partido, al igual que la OLP se vio arrastrada a la guerra civil.

Rara vez se menciona en los libros sobre la guerra civil libanesa que la OLP al mando de Arafat no quería intervenir en la guerra civil libanesa. Había organizaciones palestinas «de rechazo», como el FPLP, que consideraban (con razón) el conflicto de Líbano como parte del conflicto árabe-israelí. Arafat quería evitar eso a toda costa de acuerdo con las órdenes de sus patronos del Golfo que estaban alineados con las milicias de derechas (y Arafat quería preservar su valiosa base de Líbano).

Hizbolá es consciente del complot. El sector de Hariri provocó deliberadamente a Hizbolá el 5 de mayo de 2008 haciendo inevitables los sucesos del 7 de mayo. Además, es absurdo pensar que Hizbolá y su base popular no son susceptibles a la movilización sectaria y a la agitación. Aunque el partido evite el descarado lenguaje y la retórica del odio sectario del [Movimiento] 14 de Marzo y de los medios saudíes por razones políticas, es un partido con una base y una ideología sectarias.

El secuestro de los peregrinos chiíes libaneses cerca de Alepo fue un claro intento de arrastrar al partido al conflicto en Siria. El Ejército Sirio Libre y su hermano el Consejo Nacional Sirio vienen pregonando desde hace meses diversos escenarios de la intervención de tropas iraníes, iraquíes, y de Hizbolá en Siria. Como si la máquina de matar del régimen sirio necesitara ninguna ayuda.

El complot tiene las huellas de Israel y de Arabia Saudí por todas partes. Hizbolá no ha picado el anzuelo. Nasrallah hizo rápidamente una declaración llamando a la base popular de Amal y Hizbolá a mantener la calma y a actuar con moderación. Aunque como los insubordinados matones de Amal no pueden disciplinarse, atacaron a los pobres trabajadores sirios.

El plan consistía en dar rienda suelta a Hizbolá en Siria. Era demasiado evidente y The New York Times incluso llegó a afirmar que los peregrinos chiíes (entre los que había personas mayores y familias de Amal) eran «matones armados de Hizbolá».

Puede que el sector de Hariri no esté provocando deliberadamente una guerra civil como sus enemigos asumen, pero su dirección es tan inepta e incompetente que la negligencia puede que conduzca en esa dirección.

Parte II

La actual crisis de Líbano -como todas las crisis de la historia contemporánea libanesa- tiene dimensiones nacionales y extranjeras. Normalmente, las dimensiones internas tienen conexiones exteriores, y viceversa.

Sería injusto afirmar que la incompetente dirección de Saad Hariri ha sido en buena medida la responsable de esta crisis porque el hombre haya estado simplemente aplicando políticas que proceden de Washington y de Riad. Su padre, como él, era un mero instrumento de las potencias extranjeras (principalmente de Arabia Saudí, Siria, Francia y Estados Unidos, pero su lealtad a la Casa Saud superó al resto de sus lealtades).

Rafik Hariri pudo negociar con sus patronos para adaptarse a los ajustes internos de Líbano. Saad Hariri sabe poco acerca de un país cuya conducción le fue asignada por una orden de la Casa Saud. Sin embargo, las políticas de Saad le vinieron dictadas desde Riad y Washington.

El plan de agitación sectaria de suníes contra chiíes ha sido el producto de un plan de Estados Unidos y Arabia Saudí para aislar a Irán y a Hizbolá, y para desviar la atención (y la hostilidad) de los árabes fuera de Israel y hacia Irán.

El plan se intensificó en Líbano después de 2006, cuando Israel no pudo derrotar ni desarmar a Hizbolá. Israel necesitaba un golpe nuevo contra Hizbolá: los clientes de Estados Unidos y de Arabia Saudí han estado favoreciendo los intereses israelíes desde el asesinato de Rafik Hariri (en el conflicto libanés siempre hay un bando alineado abiertamente o de manera encubierta con Israel).

El complot consistía en patrocinar una campaña suní sectaria contra Hizbolá. En un año o dos (e incluso antes del 7 de mayo de 2008, que se ha convertido por la propaganda de Hariri en un día de horrores sin precedentes en la historia de Líbano), Jeffrey Feltman y el príncipe Muqrin de Arabia Saudí (el jefe de la inteligencia) se pensaron que habían dado con un plan brillante para socavar el apoyo de las bases de Hizbolá.

El plan tuvo éxito. En un par de años, la opinión pública suní se volvió contra Hizbolá y Hassan Nasrallah. Sin embargo, los conspiradores no calcularon las consecuencias de sus acciones. Los chiíes se sintieron amenazados y afianzaron su apoyo a Hizbolá; la agenda sectaria del sector de Hariri no dejó espacio a los chiíes que no fueran de Hizbolá (a pesar de los cómicos esfuerzos de la embajada de Estados Unidos y de la inteligencia de Arabia Saudí por patrocinar a «chiíes moderados», gente sin posición alguna en el seno de sus comunidades y que a menudo no eran más que delincuentes en busca de dinero fácil).

La otra consecuencia de la trama sectaria fue que las bases de poder naturales de la agenda sectaria no eran otros que fanáticos grupos de suníes salafistas (yihadistas). Los grupos que desempeñaron un papel decisivo en el envío de voluntarios para unirse a al-Qaida en Iraq se activaban ahora en el sector de Hariri y recibían dinero de Estados Unidos y de Arabia Saudí (y en algunos casos, armas).

Pero el campo salafista estaba inquieto en el sector de Hariri. Querían un programa más agresivo en Siria y querían una intervención militar. Por otra parte, Saad Hariri no podía apelar a las empobrecidas bases suníes porque él sólo se acuerda de la gente de Trípoli, de Akkar y de la Bekaa una vez cada cuatro años, cuando es tiempo de elecciones.

Las bases giraron más en la dirección del radicalismo salafista y Hariri ha estado fuera del país más de un año. Extremistas salafistas locales controlaban la «calle» suní y recibían (como el militante parlamentario binladení, Jalid al-Daher) financiación saudí directamente del príncipe Muqrin, sin tener que pasar (como antes) a través de la oficina de Hariri, que monopolizaba la financiación a favor de los grupos pro-saudíes de Líbano. Esta descentralización permitió a líderes militantes locales atraer a jóvenes desempleados empobrecidos de Akkar, Trípoli y la Bekaa.

Pero no sería justo culpar al sector de Hariri por patrocinar tales tendencias militantes. Los rivales de Hariri en Trípoli (es decir, Nayib Mikati y Muhammad Safadi, que padecen la falta de carisma y tienen ambos torpes habilidades sociales con las masas) trataron de conseguir apoyo electoral adicional financiando dichas tendencias militantes salafistas.

Es posible que el movimiento salafista no solo esté ahora fuera de control (es decir, del control del campo de Hariri), sino que puede que esté abandonando la causa saudí (mientras sigue recibiendo dinero de Arabia Saudí y de Kuwait). Puede que no sea descabellado imaginar una situación en la que al-Qaida esté reclutando con rumbo al norte de Líbano para recibir entrenamiento militar. De hecho, puede que esto esté sucediendo ya con algunos grupos procedentes de Siria que reciben entrenamiento en Akkar.

Las recientes escaramuzas entre grupos armados salafistas y el Ejército libanés pudieran haber estado dirigidas a que el Ejército libanes evacuara el área para ganar libertad política y militar. Sólo podía empeorar. Nasrallah es eficaz conteniendo a la juventud chií pero la gente está hirviendo de ira, y el movimiento Amal es mucho más eficaz en los enfrentamientos sectarios y en el bandidaje que Hizbolá. Amal puede estar ganando terreno.

Fuente original: http://english.al-akhbar.com/blogs/angry-corner/lebanon-brink-i-ii , y http://english.al-akhbar.com/blogs/angry-corner/lebanon-brink-ii-ii