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Campaña electoral con bombas en Israel

Livni y Barak basan sus esperanzas en la orgía de sangre en Gaza

Fuentes: Znet

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

De los tres políticos que anunciaron al mundo el sábado el ataque militar contra Gaza, tal vez sólo el primer ministro saliente Ehud Olmert tiene poco que perder – o ganar – con su resultado.

Flanqueando al primer ministro israelí estaban dos de los principales contrincantes por su puesto: Tzipi Livni, ministra de exteriores y nueva líder del partido centrista de Olmert, Kadima, y Ehud Barak, ministro de defensa y líder del izquierdista Partido Laborista.

El ataque contra Gaza puede suponer la diferencia entre el éxito o el fracaso de la suerte política de este par en su competencia por ubicarse contra el partido derechista, el Likud, de Benjamin Netanyahu, antes de una elección general dentro de poco más de un mes.

Hasta ahora, la señora Livni y el señor Barak han estado enfrentando la inminente desaparición de su coalición gobernante ya que Netanyahu y la extrema derecha han mejorado en los sondeos y parecían listos para formar el próximo gobierno.

Ambos han negado vigorosamente que la elección tenga algo que ver con la oportunidad de la operación contra Gaza. Pero al mismo tiempo esperan que un exitoso golpe contra Hamas pueda todavía salvarlos de una humillación electoral.

En los preparativos para la elección, observó Michael Warschawski, fundador del Centro de Información Alternativa en Jerusalén: «todos los dirigentes israelíes compiten por mostrar cuál es más duro y quién está dispuesto a matar más.»

El señor Netanyahu, excluido del centro de atención, ha tenido que desviar su fuego de los otros dos partidos y en su lugar recriminar a objetivos políticos fáciles: en recientes discursos cuestionó la lealtad de los 1,2 millones de ciudadanos árabes de Israel y exigió la renuncia del único ministro árabe del gobierno.

Barak, un ex primer ministro impopular, pero el soldado en combate más condecorado de Israel, tiene el máximo capital político que ganar con la actual campaña militar. Mientras el otrora dominante Partido Laborista languidece en los sondeos, se le atribuirá el mérito o la culpa entre los votantes por el resultado en Gaza.

La señora Livni está en una posición más precaria. Su gloria, si la operación termina en un triunfo, será por reflejo. Pero a medida que la suerte de Netanyahu ha aumentado, su destino político depende cada vez más de la continuación de la alianza de centro-izquierda con Barak. Los dos, parece, dependen totalmente uno del otro en estas elecciones.

Sin embargo, el riesgo que corren es grande. La popularidad de Olmert cayó en picado por su mal manejo de una operación similar en el verano de 2006, cuando aprobó ataques aéreos contra el Líbano y una invasión terrestre limitada que no aplastó a Hezbolá.

Una subsiguiente investigación estatal condenatoria, el Comité Winograd, aseguró que los usuales escándalos de corrupción que persiguen a la mayoría de los altos políticos israelíes terminaran por afectar a Olmert y lo obligaran a renunciar.

Barak y Livni creen presumiblemente que han aprendido las lecciones del error de cálculo de Olmert en el Líbano. Hasta ahora parece que tienen cuidado de no arriesgar muchas víctimas israelíes en una guerra terrestre en gran escala o en la reocupación de la Franja.

También han limitado los objetivos de la operación a «dar una lección a Hamas» y a crear «calma en el sur» – código para la reducción de los disparos de cohetes desde Gaza. Barak, en particular, ha preferido consignas insulsas como ser «ahora es el momento para combatir» en lugar de definir la justificación para la operación.

La oportunidad del ataque contra Gaza ofrece al señor Barak y a la señora Livni diversas ventajas.

Primero, se había acumulado mucha presión tanto de la derecha como de la izquierda dentro de Israel que exigía que se emprendiera una acción militar contra Hamas para detener los cohetes.

Días antes de la operación contra Gaza, incluso Meretz, un partido de extrema izquierda, publicó una declaración a favor de un ataque militar contra Hamas. Las protestas dentro de Israel se han limitado hasta ahora a la quema de neumáticos en las entradas a comunidades árabes y a una manifestación de unos pocos cientos de activistas por la paz en Tel Aviv.

Mientras tanto, políticos derechistas que acusaron a Barak de traición por permitir el ingreso de ayuda humanitaria a Gaza el viernes pasado – una treta de su parte para pillar desprevenido a Hamas antes de los ataques aéreos – parecen estúpidos.

Según informes en los medios israelíes, Barak había estado planificando el ataque contra Gaza con los jefes de su estado mayor durante por lo menos seis meses – aproximadamente cuanto se estaba llegando al acuerdo de cese al fuego original con Hamas.

Considerando el retraso en el lanzamiento de la operación, Livni y Barak corren poco peligro de ser acusados en retrospectiva de la imprudencia o de la falta de preparación que hizo considerable daño a la escapada de Olmert en el Líbano.

Segundo, al lanzar el ataque cuando muchos periodistas extranjeros estaban lejos de la región por las vacaciones, el gobierno esperaba poder infligir el máximo daño en Gaza antes de que los medios pudieran reaccionar.

Tardará algunos días antes de que los periodistas occidentales renueven efectivamente su presión sobre Israel por la decisión de hace semanas de prohibir su ingreso a la Franja. El resultado será que habrá menos investigaciones respecto a la elección de objetivos en Gaza por Israel, o del tipo de víctimas, y un mayor énfasis en los presentadores en los estudios en Jerusalén, en los que brillan los portavoces israelíes.

Tercero, Israel ha explotado el vacío del poder en Washington. George W Bush, el presidente saliente de EE.UU., ha ejercido pocas veces presión significativa sobre Israel y es incluso menos probable que lo haga en los últimos días de su gobierno.

El presidente electo, Barack Obama, mientras tanto, no quiere preceder su presidencia con una gran confrontación con el poderoso lobby israelí. La mayoría de los gobiernos occidentales, esperan Barak y Livni, seguirán el ejemplo del silencio de Washington.

Y cuarto – y lo más importante – su rival político, Netanyahu, ha sido silenciado. Su principal plataforma ha sido la insistencia en una actitud más dura en Gaza.

En el actual «estado de emergencia», los partidos han acordado suspender la usual campaña electoral, dejando visiblemente a Livni y Barak a cargo de la seguridad del país.

Pero como advirtió un comentarista israelí, Yossi Verter, Netanyahu no debe ser descartado en circunstancias en las que la población israelí se coloca una vez más en pie de guerra.

«La historia nos enseña que las campañas militares que ocurren durante las campañas electorales [israelíes]… benefician a la derecha más que a cualquier otro campo.»

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Jonathan Cook es un escritor y periodista residente en Nazareth, Israel. Su último libro es Disappearing Palestine: Israel’s Experiments in Human Despair, Zed Books. Su página web es www.jkcook.net.

Este artículo apareció originalmente en The National (www.thenational.ae), publicado en Abu Dabi.

http://www.zmag.org/znet/viewArticle/20096