Recomiendo:
12

Lluvia de plásticos. ¿De dónde procede?

Fuentes: Wired [Foto: Mike Kemp / Getty Images]

Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo

En cualquier momento dado, 1.100 toneladas de microplásticos flotan sobre el oeste de Estados Unidos. Nuevos sistemas de simulación nos muestran las sorprendentes fuentes de este nefasto contaminante.

Si usted se encuentra en algún rincón apartado del Oeste Americano –ya sea Yellowstone, los desiertos de Utah o los bosques de Oregón– respire hondo e inhale aire fresco (y microplásticos). Según una reciente simulación, hay más de 1.100 toneladas flotando sobre el oeste de Estados Unidos, cayendo del cielo y contaminando los rincones más remotos de América del Norte (y del mundo). Como ya he dicho anteriormente, la lluvia de plástico es la nueva lluvia ácida.

¿Pero de dónde proceden esos plásticos? Lo lógico sería pensar que vienen de las ciudades más próximas, metrópolis occidentales como Denver y Salt Lake City. Pero una nueva simulación publicada este mes en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) muestra que el 84 por ciento de los microplásticos transportados por el aire en el oeste de EE.UU. procede de las carreteras situadas fuera de las grandes ciudades. Otro 11 por ciento podría venir flotando desde el océano. Los investigadores que han construido el modelo estiman que las partículas de microplástico se mantienen en el aire casi una semana, tiempo más que suficiente para atravesar continentes y océanos.

Los microplásticos (partículas inferiores a 5 milímetros) proceden de una variedad de fuentes. Las bolsas y botellas de plástico tiradas en el medio ambiente se rompen en pedazos cada vez más pequeños. Nuestras lavadoras son otra fuente importante: cuando lavamos ropa sintética se desprenden diminutas microfibras que van a parar a las plantas de tratamiento de aguas residuales. Estas instalaciones filtran algunas de ellas y las atrapan en el lodo formado por los desechos humanos tratados que luego se aplicarán a campos de cultivo como fertilizante. Eso llena el suelo de microplástico. La planta de tratamiento de aguas residuales arroja el resto de microfibras al mar junto con las aguas ya tratadas. Este proceso lleva decenas de años repitiéndose y, como el plástico se desintegra pero en realidad nunca desaparece, la cantidad existente en el océano se ha disparado.

microplastics

Microplásticos en la arena de la playa. Foto: Janice Brahney

En realidad, este nuevo estudio muestra que actualmente podría haber más microplásticos flotando procedentes del océano de los que se arrojan al mismo. O, dicho de otra manera, hay tanto plástico acumulado en el océano que puede que la tierra sea ahora una importadora neta de microplástico procedente del mar. “Esto pone de manifiesto el papel de la contaminación heredada”, afirma Janice Brahney, científica medioambiental en la Universidad del Estado de Utah y codirectora del ensayo recién publicado. “La cantidad de plástico existente en nuestros océanos es abrumadora en comparación con cualquier cosa que produzcamos cualquier año determinado en nuestro entorno terrestre”.

Estos microplásticos no se limitan a flotar hasta la costa y acumularse en las playas. Cuando las olas rompen y los vientos baten el océano, lanzan gotitas de agua salada al aire. Obviamente estas gotas contienen sal, pero también materia orgánica y microplásticos. “Luego el agua se evapora y lo único que quedan son los aerosoles”, partículas diminutas de materia, dice la investigadora de la Universidad Cornell Natalie Mahowald, codirectora del estudio junto con Brahney. “Los científicos que estudiamos la atmosfera siempre hemos sabido que hay sales marinas que se propagan de esta manera”, continúa diciendo, pero el año pasado otro grupo de investigadores demostró que este fenómeno también se produce con los microplásticos, al mostrar su presencia en la brisa marina.

En esta ocasión, Mahowald y Brahney utilizaron modelos atmosféricos para comprobar hasta dónde pueden viajar los microplásticos marinos una vez suspendidos en el aire. También examinaron otras fuentes de emisión de microplásticos, como las carreteras, las ciudades y los campos agrícolas. Averiguaron, por ejemplo, cuánto polvo se desprende de los terrenos de cultivo y cuánto microplástico puede existir en ese polvo.

Luego las investigadoras combinaron esta simulación atmosférica con datos del mundo real. Brahney utilizó muestrarios de aire de múltiples localidades remotas de todo el oeste norteamericano, para poder estimar cuántas partículas plásticas podrían haber caído del cielo en un momento dado. El modelo de Mahowald podía asimismo saber cuáles eran las condiciones atmosféricas y climáticas en ese momento, lo que permitía a las investigadoras seguir el rastro a las partículas y averiguar su procedencia.

Sus conclusiones son que el polvo agrícola solo llevaba el 5 por ciento de los microplásticos de la atmósfera en el oeste. Más sorprendente es que solo un 0,4 por ciento procedía de las ciudades. “Si preguntas a cualquiera cómo cree que llega el plástico a la atmósfera, probablemente pensara que procede de los centros urbanos”, dice Brahney. “Yo suelo pensar que las carreteras que salen de esas ciudades son la principal fuente”.

Cuando un coche circula por una carretera, sus neumáticos desprenden pequeñas motas producto del desgaste. Ese material no es caucho puro; contiene añadidos de cauchos sintéticos y un montón de otros productos químicos. Así pues, las partículas de neumático son técnicamente microplásticos, y están por todas partes. Un estudio de 2019 calculó que cada año 7 billones de microplásticos, la mayoría procedentes de neumáticos, son arrastrados hasta la Bahía de San Francisco.

Es cierto es que las ciudades producen una asombrosa cantidad de microplástico a causa del tráfico rodado y de la basura que se desintegra, pero parece ser que no llega a una gran altura en la atmósfera. Hay dos razones para ello, según Brahney y Nahowald. Por una parte los edificios impiden que el viento restriegue las superficies de la ciudad e impulse con fuerza esos detritos.  Por otra, la gente conduce más despacio en áreas urbanas, por lo que se produce una menor agitación de las partículas de neumático, que acaban depositadas sobre la calzada. Pero cuando se sale a las carreteras interestatales y a los espacios abiertos, el viento bate con más fuerza y eleva los detritos. Además, dice Mahowald, “los coches circulan a 100 kilómetros por hora, lo cual es mucha energía, y las partículas diminutas penetran en la atmósfera gracias a esa energía”.

¿Por qué estas científicas se tomaron la molestia de simular la extrema complejidad de la atmósfera cuando podrían haber examinado las características de los microplásticos depositados en sus trampas para averiguar su procedencia? La triste realidad es que el medio ambiente está tan saturado de esos plásticos que podría decirse que se han homogeneizado. Las partículas procedentes de la ropa sintética y de botellas y envoltorios degradados parecen moverse entre el aire, el mar y la tierra con tanta regularidad –y tan entremezcladas– que es difícil ubicar la fuente de un determinado polímero.

 “No es que sea muy difícil, es casi imposible”, afirma la investigadora en microplásticos de la Universidad de Strathclyde Deonie Allen, que no participó en esta reciente investigación (pero codirigió un estudio el año pasado que documentaba la presencia microplásticos en la brisa marina). “Si realizas una simulación puedes figurarte de donde procede. Pero si te limitas a examinar la firma química de los tipos de plástico que has recogido en tu cubo o en tu filtro, no hay manera de decir de dónde pueden venir”. “Tal vez si consigues identificar un pedazo de caucho te hagas a la idea de que procede de un neumático, pero el resto, añade Allen, podría venir de cualquier lado”.

Esa es la razón por la cual las simulaciones atmosféricas son fundamentales para comprender mejor cómo se desplazan los microplásticos entre diferentes ambientes. Los científicos han comenzado a hacerlo (solo existe unas decenas de trabajos por el momento). Pero necesitan muchos más datos sobre la cantidad de plástico que cae del cielo y dónde lo hace. Esta nueva investigación, por ejemplo, se centró en el oeste norteamericano, pero puede que la generación y distribución de partículas funcione de distinta manera en otros lugares. Los estados occidentales son bastante secos, por lo que tal vez allí sea más fácil que en otros lugares más húmedos que los vehículos impulsen los microplásticos. Además, en Europa se suelen incorporar deshechos plásticos al asfalto de las carreteras a modo de material de construcción, lo cual es una idea noble pero que tal vez incremente la cantidad de microplásticos arrojados al aire, que se mezclan con los procedentes de los neumáticos.

Poco a poco los científicos van construyendo un panorama más claro del modo en que estas partículas circulan alrededor del planeta. Uno de los principales impulsores parece ser el transporte atmosférico que detalla esta nueva investigación. “Vivimos sobre una bola dentro de una burbuja”, dice el investigador en microplástico Steve Allen, de la Universidad de Strathclyde, marido de Deonjie Allen: “No hay fronteras, no hay bordes. Y este estudio muestra que el microplástico penetra en el mar y vuelve a salir a la superficie. Cae en forma de lluvia sobre el suelo y luego vuelve a salir despedido por el aire hasta llegar a cualquier otro lugar. No hay forma de detenerlo una vez que está ahí”.

“Podría estar circulando alrededor de la superficie de la Tierra perpetuamente”, confiesa Brahney. “Es sencillamente terrible pensar en ello”.

Fuente: https://www.wired.com/story/plastic-is-falling-from-the-sky/