La Resolución 521 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas del 19 de Septiembre de 1982, y la Asamblea General del 16 de Diciembre de 1982, condenan y denuncian «la masacre criminal», los asesinatos cometidos en los campos de refugiados palestinos de Sabra y Shatila, y condenan y denuncian los asesinatos del ejército sionista como […]
La Resolución 521 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas del 19 de Septiembre de 1982, y la Asamblea General del 16 de Diciembre de 1982, condenan y denuncian «la masacre criminal», los asesinatos cometidos en los campos de refugiados palestinos de Sabra y Shatila, y condenan y denuncian los asesinatos del ejército sionista como «acto de genocidio», crimen que no prescribe.
El Consejo de Seguridad en su resolución hace responsable del genocidio al Ministro de Defensa israelí Ariel Sharon. El próximo 14 de Enero de 2017 habrán transcurrido 35 años.
A pesar de ello el asesino mayor, murió el 14 de Enero de 2014 sin ser juzgado.
No sólo sin ser juzgado, lo que viene a arrastrar por el fango de la humillación a la conciencia humana, a la ética política, al pueblo palestino, sufridor de la colonización y de los crímenes en primera persona, y a los pueblos del mundo, si no que el ente israeli le dedicó un funeral de Estado al que asistieron numerosos gobernantes y sirvientes como Fernández Díaz, Ministro de Interior español, católico del OPUS; el Vicepresidente de EEUU Joe Bilden y los congresistas Eliot Engel y Debbie Wasserman Schultz, como parte del lobby sionista, y el embajador en Tel Aviv Dan Shapiro; Toni Blair, ex-Primer ministro inglés y representante del Cuarteto para Oriente Próximo; Sergey Naryshkin, en representación del Parlamento ruso; Frank Walter Steinmeier, Ministro de Exteriores de Alemania; Jiri Rusnok, Primer Ministro checo; Panos Panagiotopoulos, Ministro de Defensa de Grecia; Julie Bishop, Ministra de Asuntos Exteriores de Australia; Chris Alexander, Ministro de Ciudadanía e Inmigración de Canada; representantes de segunda fila de Francia, Italia y Bélgica; y de Asia asistió un representante del gobierno de Indonesia.
Desde el más allá Obama, como si ganguease, tendría los conductos de la nariz llenos de mocos arrastrados por la llantina, dijo lamentar «la pérdida de un lider que dedicó su vida al Estado de Israel.»
Putin también mandó un mensaje a la familia del genocida mostrando su respeto por «el hombre que siempre defendió los intereses de Israel».
La nota del Presidente del Parlamento Europeo, Martín Schulz, ponía en claro la defensa del colonialismo, del racismo, del apartheid israelí, ideas vacías de toda ética y humanidad: «Mis condolencias a la familia de Ariel Sharon, un general, luchador y lider que, no sin controversia, dejó su marca en todo Oriente Próximo.» Llegaron mensajes semejantes por parte de Juan Carlos, rey; Rajoy; Merkel; Cameron; Ban Ki Moon, Secretario General de la ONU, el máximo organismo internacional que reune al mundo y que desde el Consejo de Seguridad y la Asamblea General habían emitido el día 19 de Septiembre y el 16 de Diciembre de 1982 una condena severísima, calificando la acción del ejército sionista y los falangistas, bajo la dirección de Ariel Sharon, de «masacre criminal» y «acto de genocidio».
De Europa destacó la ausencia de representaciones de los países nórdicos. Pueden sacar conclusiones.
Quien encubre a un criminal de guerra está colaborando con él.
¿Qué ocurría por entonces para que Sharon, Ministro de Defensa de Israel, ordenase masacrar, asesinar en masa a los refugiados palestinos de Sabra y Shatila?.
Aún hoy se construye un tapiz que recuerda el acto de genocidio, se elabora en la Real Fábrica de Tapices ubicada en Madrid por encargo de libaneses que viven en Inglaterra, será entregado al Museo Nacional del Libano, en Beirut, en memoria de las víctimas de la masacre sionista. El tapiz tiene como referencia el cuadro de 3 por 7 y ½ metros, en 4 tablas, titulado «Masacre de Sabra y Shatila», con el que el pintor Dia al-Azzawi, nacido en Bagdad, las homenajea, y denuncia y acusa ante el mundo a sus criminales.
«Masacre de Sabra y Shatila», del pintor Dia al-Azzawi.
1982. La ciudad de Beirut había quedado sin defensas, desarmada tras la firma del acuerdo de alto el fuego entre Israel y la OLP, que resistía la invasión sionista desde el 6 de Junio.
Burlándose de los pueblos, los colonizadores habían llamado a su invasión «Paz para Galilea» causando 18.000 muertos y 30.000 heridos.
El acuerdo comprometía a los intermediarios EEUU, Francia e Italia, a emplearse como fuerza de interposición, (Reagan presidente, Mitterrand presidente, Pertini presidente), entre las dos partes, y cuando las tropas de la OLP saliesen del Líbano, ejercerían como cuerpo de defensa de la población palestina en los campos de refugiados.
La retirada de las tropas de la OLP empezó inmediatamente después del acuerdo, y el 1 de Septiembre había finalizado.
¿Qué ocurrió a partir de ese día?: los gobiernos que hicieron de intermediarios, se vieron con las manos libres sin la presencia de la Resistencia Palestina, y dispusieron y emprendieron la marcha de sus ejércitos de Beirut traicionando su compromiso: el día 10 de Septiembre los campos de refugiados se encontraban al alcance de los asesinos. Y es que, como se sabría, 2 meses antes del abandono de Beirut por parte de EEUU y sus aliados, el 9 de Julio, Ariel Sharon y Bashir Gemayel, el presidente ultraderechista de Libano, aprobaron secretamente el asalto con los falangistas libaneses a los campos de refugiados palestinos. La trampa ya estaba preparada. Por eso el ejército estadounidense y sus aliados dejaron el paso libre al ejército colonial israelí el día 10, y justo al día siguiente de marcharse se conocerá la noticia de que Gemayel ha sido asesinado, lo que extrañamente no se investigo, todas las sospechas apuntaban a los sionistas, cuyo ejército 2 días después cruzaba la frontera.
El día 15, con todos los accesos de entrada y salida cerrados, Ariel Sharon y su cuerpo de mando se apostaron en la terraza del hotel, a 6 plantas de altura, que quedaba justo enfrente del campo de refugiados de Shatila para dirigir la operación criminal contra la población palestina. Esa misma noche la aviación israelí estuvo volando hasta el amanecer sobre los tejados de los campos de refugiados causando el terror entre la población. El mando sionista sobre el terreno comunicó a primera hora de la mañana del 16: «El Tsahal controla todos los puntos estratégicos en Beirut. Los campos en cuyo interior se concentran terroristas, los tenemos rodeados y sellados»; entonces su aviación empezó el bombardeo y el ametrallamiento sistemático. Acosada y sin escapatoria la población palestina, cuando buscaba refugio era acribillada por francotiradores que el ejército sionista había dispuesto estratégicamente. La aviación dejó de bombardear los campos de refugiados a las 5 de la tarde. Después Ariel Sharon desde su puesto de mando frente al campo de refugiados felicitó a su general Drori y le dió la orden de entrar en Sabra y Shatila: «¡Enhora buena! Aprobada la operación de nuestros amigos,» y con el apoyo de su ejército entraron los falangistas.
Desde el 16 hasta el 18 de Septiembre, Ariel Sharon dirigió a los asesinos que causaron sólo en 3 días de 3.500 a 6.000 muertos, a los que habría que sumar, según declaraciones recogidas, los que sacaron en camiones, una cantidad que no se puede determinar, y no se supo más de ellos; de la misma manera no se pudo saber cuantas personas quedaron bajo las casas aplastadas por los bombardeos y la maquinaria con la que al entrar acometieron para derribar todas las viviendas que pudieran.
El genocidio hizo saltar las conciencias en todo el mundo, y las ciudades se llenaron de manifestantes protestando contra Israel, hasta en el mismo Israel hubo grandes manifestaciones denunciando el crimen. Quizás debido a la movilización general, como hemos dicho al principio, la Asamblea General de la ONU y el mismo Consejo de Seguridad pusieron el grito en el cielo, pues el desprestigio de Israel nunca había caído tan bajo entre los pueblos, lo que obligó a que se declarase que llevarían a cabo una investigación, investigación cuyo fin era callar la denuncia popular, pues el resultado fue declarar a Sharon responsable directo del genocidio, pero no hicieron nada más, el asesino continuó libre y hasta de ministro sin cartera en el gobierno israelí.
Era la culminación del tiempo de la impostura, de la mentira arrogante, de la falsificiación calumniosa como hemos visto al principio, la ONU, su secretario, los representantes de los gobiernos occidentales encabezados por EEUU, lo reafirmaron en las exequias del asesino ocultándole como tal y elogiandolo todos, excepto los países nórdicos.
Pero volvamos a Sabra y Shatila; tras la retirada de los criminales, entre los primeros que entraron en Shatila, se encontraba el escritor Jean Genet, que siempre comprometido con los que luchaban por el engrandecimiento humano y la justicia social, dió el mejor ejemplo sirviendo a ese despertar brusco de la conciencia política ante tanta ignominia que escupía el sionismo a los ojos del mundo. Ya había una alarma internacional, tan solo hacía 7 años que en la ONU se aprobó la Resolución 3379 en la que se calificaba al sionismo como racista. El texto subraya: «el sionismo es una forma de racismo y discriminación racial», y lo declaró de la misma naturaleza política organizativa que el apartheid en Sudáfrica. Jean Genet expuso mejor que nadie en el documento que escribió titulado «Cuatro horas en Shatila» el significado de esa Resolución, en su documento hace de testigo de cargo: «La OLP deja Beirut gloriosamente, en un navío griego, con una escolta naval. Bashir Gemayel, escondiéndose como puede, visita a Begin en Israel. La intervención de los tres ejércitos (americano, francés, italiano) cesa el lunes. El martes Bashir Gemayel es asesinado. El Tsahal entra en Beirut Oeste el miércoles por la mañana.
Como viniendo del puerto, los soldados israelíes suben hacia Beirut la mañana del entierro de Beshir. Desde el octavo piso de mi casa, con unos gemelos, los vi llegar en fila india: una sola fila. … su ferocidad los precedía. Los carros tras ellos. Después los jeeps.»
Anota previamente que los ejércitos comprometidos en la protección de la población palestina, estadounidense, frances e italiano, se retiraron 36 horas antes de su partida oficial, como si huyeran, en la víspera del asesinato de Beshir Gemayel: «Todo parece indicar la preparación del crimen que se iba a cometer contra los refugiados palestinos una vez que estaban indefensos, aunque Israel se había comprometido ante el representante americano, Habib, a no poner los pies en Beirut Oeste y sobre todo a respetar a las poblaciones palestinas de los campamentos de refugiados. Arafat tiene todavía la carta en la que Reagan le promete lo mismo. Habib había prometido a Arafat la liberación de 9.000 prisioneros en Israel. El jueves empiezan las matanzas de Shatila y Sabra.» «…me dice un escritor libanés: «Será muy fácil para Israel librarse de todas las acusaciones. Ya los corresponsales de todos los periódicos europeos se ocupan de excusarlos: ninguno dirá que durante las noches del jueves al viernes y del viernes al sábado se hablaba ebreo en Shatila.»
Y tras recorrer Shatila, Genet detalla el olor irrespirable de la descomposición de los cuerpos, su amontonamiento, sus posturas en la muerte, sus heridas putrefactas, … conforme habla con álguien que le acompaña unos instantes y le indica, le informa de algún conocido entre quienes ve, le señala la crueldad empleada con una mujer, con un hombre, y huye aterrorizado.
Unos jóvenes le indican lugares, habitaciones, «Pase señor, nosotros le esperamos fuera», «venga señor, venga». El amontonamiento de los cadáveres son lugares de horror interpuestos a su paso: «Al final de esta habitación otra puerta estaba abierta, sin cerradura, sin pestillo. Saltaba los muertos como si fuesen fosos.» Las escenas se suceden sin parar y reflexiona: «Durante las noches del jueves al viernes, del viernes al sábado y del sábado al domingo, nadie los ha velado, pensé.»
Y continúa Genet en «Cuatro horas en Shatila»: «Al día siguiente de la ocupación israelí estábamos prisioneros, pero me pareció que los invasores eran más despreciados que temidos, causaban más desagrado que miedo. Ningún soldado reía o sonreía. El tiempo aquí no era para tirar arroz ni flores. Desde que las carreteras estaban cortadas, los teléfonos mudos, privado de comunicación con el resto del mundo, por primera vez en la vida me sentí palestino y odié a Israel.»
Caminará pensando en la geografía de los campos de refugiados, en aquellos gestos que encontró en los muertos, se preguntará si no se habría vuelto loco en el caso de no haber encontrado a algún joven que le guió, a un hombre que habló con él antes de huir, a unas ancianas que tapándose con pañuelos las vías respiratorias le indicaban, y se preguntará inflamado de responsabilidad, como si tuviese una enorme piedra pesando sobre su corazón: «Cómo comunicárselo a los parientes que se han ido con Arafat confiando en la promesa de Reagan, de Miterrand, de Pertini, de no tocar a las poblaciones civiles de los campamentos?.» https://www.youtube.com/watch?v=in7CltdTFQ0
Tras sus palabras escritas encontramos una dolorosísima y bella canción, Sabra y Shatila, cuyo autor, Alberto Córtez, nos conmovió y nos conmueve al escucharle cantar su homenaje a las víctimas del terror sionista en los campos de refugiados de Sabra y Shatila, y denunciar la hipocresía y la adormecida mente de quienes han entregado su ser entero a su propio enemigo, como son los gobiernos que tanto hacen por ocultar los crímenes de Israel.
Oiga a Alberto Cortez en «Sabra y Shatila: https://www.youtube.com/watch?v=Wdq77-UH58U
Ramón Pedregal Casanova es autor de «Gaza 51 días», «Dietario de crisis», «Siete Novelas de la Memoria Histórica. Posfacios». Es presidente de la Asociación Europea de Cooperación Internacional y Estudios Sociales AMANE.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.