Traducido para Rebelión por J. M. y revisado por Caty R.
Aunque el número de voces críticas con Israel, el sionismo y el poder judío está creciendo de manera constante, se puede hacer una clara distinción entre los que operan como parte de un discurso y una orientación política clara por un lado, y por el otro los que trascienden y van más allá de cualquier paradigma político dado.
La primera categoría se refiere a los escritores y académicos que actúan «dentro de lo conocido», que aceptan las medidas restrictivas de un discurso político e intelectual. Un pensador que se mueve dentro de este encuadre, identificará en principio los límites del discurso y luego moldeará sus ideas para que se adapten en consecuencia. La categoría más actual se refiere a un intento intelectual mucho más desafiante e incluye a unos pocos que se encuentran dentro de un área que va más allá de la política, aquellos que desafían a la dictadura de lo «políticamente correcto» o de la ya conocida «línea partidista». Se refiere a aquellas mentes que piensan «por fuera de lo conocido». Y realmente son los que, como artistas plásticos, siembran las semillas de un marco conceptual que posibilite un cambio de conciencia.
Lamentablemente, los antisionistas de Occidente, los antiisraelíes, y los que manifiestan un discurso solidario con Palestina están lejos de estar suficientemente empapados intelectual y espiritualmente de los textos esclarecedores. Por muchos años el discurso fracasó en abordar las cuestiones más importantes en relación con el éxito local y global del sionismo y de Israel. Desde hace muchos años hasta ahora muy pocos se han atrevido a cuestionar el papel del lobby judío y la obvia continuidad entre el Estado judío, la cultura judía, la religión judía, y la ideología. Los muchos años de hegemonía de la izquierda en el corazón del discurso de solidaridad con Palestina son parte del problema, pero este hecho se puede explicar fácilmente e, incluso, justificar.
El sionismo nació en el siglo XIX, e igual que otros movimientos políticos emergentes del momento, es evidente que presentaba algunos de los síntomas ideológicos del modernismo. Estaba impulsado por el espíritu de la iluminación. Presentaba un argumento «secular», coherente y estructural de la autodeterminación judía y su relocalización (2). Era una ideología conducida desde el eurocentrismo modernista, pseudocientífica, de una poética biológica-determinista (3). El sionismo político negoció ampliamente con los imperios más fuertes de ese momento, muchos de ellos, por definición, modernistas. Es razonable asumir que al sionismo, que se manifestó como una ideología modernista, le surgirían otras ideologías oponentes, anticolonialistas y modernistas del mismo siglo XIX, tales como el marxismo, «políticas de la clase obrera», el materialismo dialéctico, el cosmopolitismo o el pensamiento de izquierda en general.
Sin embargo, a diferencia del pensamiento de la izquierda que está en constante peligro de estancamiento estructural e intelectual, el sionismo demostró ser un movimiento político intrínsecamente dinámico: nunca ha dejado de evolucionar y reinventarse a sí mismo. La historia del sionismo se revela como una historia de claro éxito. En sólo seis décadas, el sionismo cumplió su promesa inicial y fundó el Estado «sólo para judíos», a expensas de los palestinos. Alcanzó su objetivo inicial, con el apoyo de la mayoría de los países más ricos del mundo y del liderazgo de las superpotencias. En 1967 logró movilizar a toda la judería mundial y transformar a las elites judías en un puño feroz del poder judío. Por entonces el sionismo también había cambiado su curso, en lugar de arrastrar judíos a Palestina, entendieron que Israel realmente se beneficiaría si los judíos de la diáspora se quedaban exactamente donde estaban y ejercían presión sobre sus respectivos gobiernos. Hacia finales del siglo XX, Israel logró transformar el imperio de habla inglesa en una fuerza de choque israelí. En el año 2003 Gran Bretaña y los EE.UU. enviaron a sus hijos e hijas a destruir Irak, el último enemigo feroz de Israel en la región.
Y, sin embargo, en ese momento no había prácticamente ninguna teoría crítica que pudiera arrojar luz sobre el inmenso poder de Israel y de sus grupos de presión dentro del mundo de la política anglo-estadounidense. No había una teoría política que explicara la decisión suicida anglo-estadounidense de ir a librar las guerras ilegales de Israel. También había una notable y sustancial falta de trabajo académico que pudiera arrojar alguna luz sobre el giro repentino dentro de las élites de Occidente contra el Islam y los musulmanes. Ser moderno, eurocéntrico y secular, para la izquierda era difícil, o imposible lidiar con la complejidad del Islam y la ideología judía.
Sin embargo, a diferencia del marxismo, o cualquier otra forma de pensamiento progresista, el sionismo nunca estuvo verdaderamente comprometido con ninguna forma de pensamiento con estructura modernista. El sionismo es sobre todo leal a los judíos y lo que ellos perciben como sus necesidades. La simple verdad es que el sionismo se alejó rápidamente de la modernidad. La verdad más profunda es que el sionismo nunca ha sido realmente un precepto modernista. El sionismo es básicamente una visión al estilo Zelig: pragmática y populista, que se desliza rápidamente por formas metamórficas, encarnaciones y afiliaciones, sólo para encajar en cualquier discurso de que se adapte a sus propósitos. De hecho, el sionismo se enmascaró como una ideología política modernista cuando fue necesario, y de secular y racional cuando estas tendencias eran ampliamente atractivas. Así como también supo desarrollar fácilmente los condimentos religiosos evangelistas ante las perspectivas de que estas transiciones se podrían traducir en el poder.
El sionismo también fue muy rápido para captar las condiciones posmodernas, e incluso se puede argüir que fue el primero en definir estas condiciones. El sionismo se permite ser contradictorio (4), irracional por momentos, emocional y tribal en otras ocasiones. Estos hechos por sí solos pueden explicar por qué la izquierda no logró ofrecer una crítica adecuada del sionismo y de Israel, ya que si el sionismo e Israel pertenecen al tiempo de la posmodernidad, difícilmente se podría esperar alguna visión modernista que proporcione una lectura comprensiva sobre la complejidad de la situación.
Se han visto en los últimos años algunos intentos exitosos para escabullirse de la izquierda tradicional, análisis políticos, materialistas y modernistas del sionismo y de la política israelí. James Petras, John Mearsheimer y Stephen Walt, fueron los primeros en publicar trabajos académicos sobre el inmenso y desastroso impacto del «lobby israelí» (un término políticamente correcto para el poder judío). Hace dos años, Shahid Alam publicó «Israeli Exceptionalism – The Destabilising Logic of Zionism«, (La excepcionalidad de Israel- La lógica desestabilizadora del sionismo, N. de T.), un ensayo académico increíblemente valiente para comprender el papel destructivo del poder judío en los Estados Unidos y demás lugares del mundo. Petras, Mearsheimer, Walt y Alam se movieron por fuera de los conceptos consabidos, sus críticas a Israel, el sionismo y el poder judío no se restringieron a los límites de un partido político o por algún consenso o paradigma político determinado. Al contrario, su trabajo se desprendió de los paradigmas contemporáneos conocidos y reveló un nuevo discurso que ahora toma forma en un extenso estilo de pensamiento, y también proporciona nuevas aplicaciones pragmáticas en la política (5). Como es de esperar, Petras, Mearsheimer y Walt han sido criticados por sectores de la izquierda, y especialmente por destacadas voces judías dentro de la izquierda. Pero ellos se impusieron. La sabiduría y la verdadera comprensión intelectual no pueden reprimirse. A lo sumo, estas voces pueden silenciarse o suprimirse por un corto tiempo, pero siempre regresarán y con mayor rigor.
Esta semana hemos visto la publicación de Eric Walberg «Postmodern Imperialism Geopolitics- And The Great Games» (Clarity Press), una adición sustancial a lo mencionado anteriormente, dentro de la categoría de las nuevas concepciones reveladas.
Walber ofrece en el libro un fascinante viaje histórico con los medios necesarios para dar a conocer la particularidad única de las condiciones posmodernas a las que estamos sujetos. Walberg brinda una amplia exposición de la profundidad de la penetración sionista en el pensamiento occidental y del poder destructivo de las guerras imperiales de Israel.
Con el fin de lograr su objetivo, Walberg establece un modelo histórico. Identifica tres fases cruciales en los asuntos imperiales pasados y recientes: el Gran Juego I (GGI en inglés) se refiere al «imperialismo clásico» con los imperios competiendo por territorios y recursos.
El Gran Juego II (GGII) se refiere mayormente a la Guerra Fría y la alianza de los antiguos imperios occidentales bajo la hegemonía de EE.UU. en un intento de frenar el comunismo y contener su influencia.
El Gran juego III (GGIII) es donde estamos ahora, la fase posmoderna. Se inicia bruscamente con el derrumbe del bloque soviético. Puede describirse en términos generales como el neoconservadurismo con el dominio estadounidense unilateral del mundo a través de la superioridad militar absoluta. Pero esta definición sería engañosa. En realidad nos topamos con la total «israelificación» de Estados Unidos y su dirigencia. En la práctica lo que vemos es la voluntad estadounidense cediendo su poder a un minúsculo Estado judío.
El GGIII es el avance victorioso de Israel, el sionismo y el poder judío. El análisis de Walberg está allí para explicar la reacción descarada de los senadores y congresistas estadounidenses al reciente discurso de Netanyahu. Esto explica por qué Estados Unidos, alguna vez considerado como un líder del mundo libre, está ahora cediendo su poder destructivo al minúsculo Estado. La verdad alarmante es que Israel es ahora un «Imperio y -un- medio», como lo llama Walberg. Tiene, a su disposición a la única superpotencia librando sus guerras por poder y supliendo sus necesidades. Por si no fuera suficiente, EE.UU. no encuentra en sí mismo el poder para liberarse. La dirigencia del único «superpoder» del mundo se encuentra prácticamente secuestrada por un Estado minúsculo y sus grupos de presión que lo apoyan.
Como ocurre con otros textos significativos y esclarecedores, Walberg provee al lector los significados fundamentales necesarios para interceptar la realidad sionizada en la cual vivimos. Quienes leen el libro están capacitados para captar el actual caso Murdoch y el rol de su imperio mediático en el globalizado contexto del sionismo. Hace menos de un año, el magnate de los medios aceptó el Premio de la Liga Judía contra la Difamación. En el año 2003 la red mediática de Murdoch se aglutinó en apoyo de «la guerra contra el terror». Murdoch debió ser detenido por el gobierno británico o el mismo Parlamento inglés, pero, por lo que parece, todos los últimos gobiernos y los partidos de ese país están siendo fuertemente apoyados por el lobby israelí de Gran Bretaña. Cuando este país se vio arrastrado a la guerra ilegal contra Irak, Tony Blair ofició de tesorero de Lord Levy en la recaudación de fondos.
Walber elabora una esmerada lectura de los distintos elementos que hicieron de Israel «un imperio y -un- medio». Atrevidamente echa una mirada al interior del judaísmo, examina los trabajos académicos que tratan la compleja relación entre «judíos y el Estado», hace elaboraciones sobre el judaísmo y el sionismo como ideologías, desvela el papel de los oligarcas judíos. Walberg también examina las tácticas y estrategias que Israel y sus partidarios ponen en acción: las guerras globales, el armamento nuclear, el poder silencioso, los líderes de las comunidades (sayanim), los espías y los porteros. Analiza el lobby de Israel y su manipulación de los medios; también da a conocer el papel de algunos elementos judíos dentro de la izquierda cuando socavan el libre discurso y desvían la atención de los verdaderos problemas.
Hacia el final del libro Walberg revela la amarga verdad: Israel es en realidad mucho más independiente que los Estados Unidos, el imperio que le sirve de apoyo: «Despreciando la continuidad de su especial relación con los EE.UU., Israel está jugando un papel cada vez más independiente en todo el mundo -GGIII-, con sus gobiernos, corporaciones y el kosher nostra -a la usanza de la mafia sería: el estilo judío (N. de T.)- trabajando con no importa qué Estados y gestores no estatales dispuestos a tolerar sus mortíferos juegos, venta de armas, contrabando de drogas, la compra de diamantes ensangrentados de África, realizando operaciones encubiertas para derribar gobiernos, asesinar a los opositores, falsificando pasaportes … Las comunidades de la diáspora y la red de Jabad, que se encuentra en casi todos los rincones del mundo, facilitan su planificado juego, siguiendo por delante de los planes y la tecnología de los EE.UU. a través de su activistas estadounidenses, agentes, espías y el poderoso lobby» (6).
Parece que Israel está muy por delante de Estados Unidos en todos los ámbitos posibles. Si Israel alguna vez fue el «Golem» creado por los «poderes coloniales», como algunos pensadores izquierda insisten en sugerir, es bastante obvio que el «Golem» se ha vuelto contra su creador. «De acuerdo con la estrategia de supervivencia del pueblo judío a lo largo de la historia», continúa Walberg , «los planes de Israel son más sutiles que las del actual gobernante del imperio estadounidense, ya que si bien no puede aspirar a dominar el mundo directamente, sí puede hacerlo moldeando o subvirtiendo los objetivos y estrategias de sus anfitriones imperiales para lograr su geopolítico «lugar al sol», tanto a través de su diáspora como a través de su propio uso del arte de la política y la subversión, libres de la reacción mundial» (7).
«El imperialismo posmoderno» de Walberg es un texto histórico, escrito en un tiempo crucial, en el momento oportuno. Para Occidente, para Estados Unidos y los estadounidenses ésta puede ser la llamada de atención final. Para Israel, para los israelíes y sus partidarios en todo el mundo, este texto es una alerta roja. Israel necesita con urgencia encontrar la manera de frenar su «entusiasmo expansionista global» antes de que sea demasiado tarde. De hecho, puede que ya sea demasiado tarde.
El último libro de Gilad Atzmon es The Wandering Who
Notas:
(1) La noción de modernidad en este texto se refiere a la cultura intelectual entrelazada con «grandes narrativas», la racionalidad, la iluminación, la coherencia, la ciencia, la secularización, la oposición binaria y factores relacionados.
(2) Los judíos, como todas las demás personas deben tener una tierra propia.
(3) Vamos a examinar la canción de Betar de Zeev Jabotinsky
«Un judío, incluso en situación de pobreza es un príncipe
A pesar de ser un esclavo o un vagabundo.
Usted fue creado por el hijo de un rey,
Coronado con la corona de David,
La corona de la soberbia y la lucha».
(4) víctima y opresor.
(5) Observar el AIPAC es sin duda un buen ejemplo de lo anterior.
(6) Eric Walberg; «Postmodern Imperialism Geopolitics And The Great Games«, Clarity Press, 2011 Pg’ 235
(7) Ibid. Pg-235