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Los ‘jornaleros’ del sector nuclear francés se rebelan

Fuentes: Ojalá/SanchoPanzaLab

Los trabajadores temporales de la industria atómica se movilizan para lograr protección frente a los riesgos para la salud

Uno de los secretos mejor guardados del sector nuclear francés y de su apariencia de orden y de excelencia técnica ha saltado por los aires en los últimos días. Tras el accidente en el complejo nuclear de Marcoule, que causó un muerto y un herido grave, los empleados temporales del sector han lanzado varias movilizaciones y juicios en tribunales para exigir un estatuto profesional que les proteja. Auténticos jornaleros, subcontratados, nómadas que van de una planta a otra, reciben el 80% de las dosis de radiación porque efectúan los trabajos más duros y peligrosos. «El accidente nuclear nosotros ya lo hemos sufrido. Cada día. No soporto ver que la gente de fuera se queda tan contenta cuando le dicen, después de un accidente como el de Marcoule: No hay radiación en el exterior’. Porque la ausencia de radiación en el exterior que tanto tranquiliza, es radiación que está en el interior. Nosotros ya nos la hemos llevado, y nuestros cánceres laborales ahí están». Quien habla así es Philippe Billard, empleado de un subcontratista del sector nuclear, uno de los primeros en ir a juicio y ganar, en 2010, y fundador de la asociación Salud y Subcontratados Nucleares.

Tras las primeras acciones de su colectivo, se está acentuando la protesta de estos empleados, alrededor de 30.000, de los cuales 18.000 van de una central a otra a hacer el trabajo sucio, sin seguimiento médico a largo plazo.

La semana pasada, estos jornaleros del sector nuclear francés celebraron un día de concentraciones a las puertas de las centrales, y presentaron ante el Ministerio de Energía una petición firmada por 11.000 de ellos. En ella demandaban «estatuto único de alto nivel» que equipare su protección sanitaria con las de los trabajadores de la eléctrica EDF, del número uno mundial del sector nuclear, Areva, y del Comisariado de la Energía Atómica (CEA).

Los gigantes del sector, y el Ministerio de Industria galo, han decidido poner en marcha medidas de momento simbólicas para mostrar que escuchan las reivindicaciones. El ministro Eric Besson anunció, el día de la movilización, que EDF «está dispuesto a renunciar a la subcontrata en cascada, es decir a subcontratistas que, a su vez, pasan contratos con otros subcontratistas». Si la promesa se cumple, tres sería el número máximo de peldaños de subcontratas en cascada. Y no como actualmente, con un sinfín de peldaños.

La propuesta figura en los informes de los tests de resistencia que han sido entregados a la Autoridad de Seguridad Nuclear a raíz de la catástrofe de Fukushima, informes que en Francia, a diferencia de lo ocurrido en otros países, integra el capítulo laboral. De esa forma, el Gobierno francés evidenció que ha escuchado la que es nueva exigencia de las centrales sindicales, y especialmente de la Confederación General del Trabajo (CGT), hegemónica en el sector, y que hasta hace sólo unos meses, por su carácter pronuclear, prefería mantener en segundo plano este problema de los trabajadores.

Francia, que con 58 reactores de producción de electricidad en actividad situados en 19 centrales es uno de los países más nuclearizados del mundo, había intentado durante años dar la impresión de que su sector atómico, controlado por los gigantes públicos EDF, Areva y CEA, escapaba a la corriente de privatización y liberalización que, al presionar a la baja sobre los costes, favorece las subcontratas y reduce la seguridad.

Precariedad e inseguridad

Hace unos meses se dio un primer paso para reconocer el nexo entre subcontratas en cascada y falta de seguridad, cuando la Agencia de Seguridad Nuclear (ASN) sancionó a los constructores del futuro EPR (reactor de tercera generación) de Flammanville, en el norte de Francia. Al recurrir a subcontratistas en cascada, el operador EDF, el principal constructor de la ingeniería nuclear, Areva, y el principal constructor de la ingeniería civil, Bouygues, habían diluido las responsabilidades. Resultado: la ASN halló fallos en la calidad del hormigón armado y también en las tuberías y válvulas que un subcontratista italiano traído por subcontratistas de subcontratistas de las firmas responsables estaba instalando para un reactor que sigue retrasando su puesta en marcha.

La revelación de que 30.000 descontaminadores, fontaneros, electricistas y otros oficios del sector nuclear un tercio del total no son titulares, sino precarios, y que aun así entran en zona roja y zona naranja en los momentos más peligrosos, ha terminado de dañar el mito.

De ahí que, para el Gobierno y las grandes firmas francesas que necesitan exportar sea urgente intentar calmar la protesta de los jornaleros para que desaparezca la mala imagen que podría empezar a tener el veterano parque nuclear francés. En 2009, una auditoría oficial efectuada en el complejo nuclear de Cadarache una gigantesca instalación nuclear al norte de Marsella demostró que los 2.200 trabajadores subcontratados en la central sufren el doble de accidentes y reciben el doble de dosis de radiación que los otros 3.800 trabajadores fijos.

El horno radiactivo accidentado el 12 de septiembre, situado en el complejo de Marcoule, empleaba a 350 personas, 140 de ellas subcontratadas. A partir de diciembre de 2010 se realizaron allí dos huelgas para exigir mejores condiciones de seguridad, protesta que los empleados también utilizaron para reclamar un estatuto único de los trabajadores del centro.

«Ya no estamos en la época en que te quitabas el dosímetro en los momentos clave para que nadie se diera cuenta de que habías superado la dosis anual, y así poder seguir teniendo contratos día a día para ganarte la vida», explica a Público uno de estos jornaleros del sector nuclear, Jean Nöel, que participaba en las movilización en las puertas de la central de Tricastin (Ródano). «Pero lo que sí sigue, es que cada año, año tras año, llego al máximo de dosis autorizadas, que no tengo seguimiento médico a largo plazo, y que voy de una central a otra sin que me reconozcan la antigüedad», añade. El jueves pasado, la ASN certificó que en el horno accidentado había residuos nucleares con una radiactividad casi 500 veces superior a la que reconoció inicialmente la empresa.

La dosis máxima anual autorizada para los trabajadores del sector nuclear en Francia es de 20 milisieverts por año, cuando la de la población general es de un milisievert. Antes de 2003, estaba autorizado que estos trabajadores recibieran 50 milisieverts por año. «Un trabajador sometido año tras año a la dosis máxima admisible, al final de su carrera tiene diez veces más probabilidades de sufrir un cáncer que un trabajador que haya sido sometido al nivel máximo de exposición al amianto», explica un sindicalista CGT perteneciente al Alto Comité para la Información sobre el Sector Nuclear. Entre los 30.000 nómadas del sector nuclear francés no es nada extraño hablar de este tipo de enfermedades, mientras parece ser un tabú en las altas esferas del átomo francés y su corte de ingenieros del Cuerpo de Minas, crema selecta salida de otra élite, la Escuela Politécnica.

Monocultivo industrial

Para estos trabajadores también es fácil y habitual burlarse de todo periodista extranjero que llega preguntando si de hecho no se exponen a tales riesgos simplemente porque así ganan un salario inmenso. «Yo originariamente soy de oficio fontanero, y de esta región entre Tricastin y Marcoule. ¿En qué quiere que empezara a trabajar, si por aquí lo nuclear es la única industria?», cuenta Jean Noël de este tramo del Valle del Ródano donde, efectivamente, el átomo es desde hace 50 años una especie de monocultivo industrial, al lado de los viñedos.

«Ahora, tras 20 años, gano 1.600 euros netos, más 60 euros de gastos al día si me mandan a la otra punta de Francia. Es decir, que me tengo que meter en un camping y comer mal y pronto cuando trabajo lejos… ¿A que también usted se arriesgaría a un cáncer por ese dinero?», bromea Noël haciendo reír a sus colegas.

A los sindicalistas que han lanzado este movimiento les costó un esfuerzo titánico comenzar a convencer de que valía la pena un movimiento de protesta. Estos jornaleros estaban acostumbrados a bajar la mirada, a ir de un sitio a otro en solitario para trabajar, y a no protestar por las dosis que reciben cuando entran en zona contaminada. La web www.ma-zone-controlee.com, creada hace meses por Gilles Raynaud, uno de estos nómadas, ha empezado a crear lazos de una punta a otra de Francia.

En la protesta de la semana pasada, algunos ya empezaron a verse las caras y, en medio de la música y una barbacoa bajo los reactores, preparar la próxima acción. «No estaría mal que nuestros camaradas españoles del sector nuclear empezaran a contar cosas vía web», reclama a este diario Raynaud.

www.sanchopanza.net

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