Foto: La doctora Suad Haj Yihye Yassin en el Centro Médico Sheba, Tel Hashomer, 16 de marzo de 2020. Tomer Appelbaum
Traducido del inglés para Rebelión por J. M.
Representan el 17 por ciento de los médicos del país y salvan vidas judías las 24 horas de los siete días de la semana. Pero cuando se trata de representación en el Gobierno, incluso en los tiempos del coronavirus, Netanyahu cree que son un peligro.
Una sala COVID-19 en el Centro Médico Rambam, Haifa, 9 de marzo de 2020. Rami Shllush
Era sábado por la noche y acababa de terminar un turno de emergencia de 12 horas en el Centro Médico Sheba Tel Hashomer, para tratar a pacientes sospechosos de coronavirus que estaban aislados. La doctora Suad Haj Yihye Yassin llegó finalmente a su casa para descansar un poco antes de su siguiente turno, se sentó en su sala de estar para ver al Primer Ministro Benjamin Netanyahu dirigirse a la nación sobre la situación de emergencia con la que está tan familiarizada. Tiene 31 años, al final de su residencia en inmunología clínica. Ella y su esposo, que es cirujano, viven en Tel Hashomer, en las afueras de Tel Aviv, donde crían a su hija de 3 años entre sus largos turnos.
“Atiendo a todos los que vienen al hospital, nunca he diferenciado y nunca me importará si son judíos o árabes. Cada persona, sin importar su raza o género, recibirá la mejor atención de mi parte”, dice. “Cuando llego a casa de la sala de emergencias, después de haber dado todo para tratar a todos y oigo al primer ministro decir que tenemos que formar un Gobierno de unidad nacional para enfrentar la crisis, pero sin los árabes, como si nosotros fuésemos ciudadanos de segunda categoría, duele. ¿Por qué está bien para nosotros estar en primera línea en los hospitales que se ocupan del virus pero no es legítimo para nosotros estar en el Gobierno?
La semana pasada se encontró con una serie de publicaciones en las redes sociales de Netanyahu, quien escribió repetidamente en su página de Facebook que un gobierno con la Lista Conjunta predominantemente árabe sería «un desastre para Israel» o un » peligro para Israel«. El domingo Netanyahu agregó: “Mientras el primer ministro Netanyahu está manejando una crisis global y nacional sin precedentes de la manera más responsable y equilibrada, Gantz [Benny, el presidente de Azul y Blanco] galopa hacia un gobierno minoritario que depende de Balad, Heba Yazbak y otros partidarios del terror, en lugar de unirse a un Gobierno nacional de emergencia que salvará vidas».
«Es triste escuchar que el primer ministro se refiere a mí como una amenaza cuando en realidad somos nosotros quienes neutralizamos el peligro y salvamos a los pacientes», dice Yassin. “En los hospitales el trabajo conjunto de los equipos árabes y judíos es un ejemplo de convivencia. Todos trabajamos juntos, hombro con hombro, sin distinciones».
Sus comentarios arrojan luz sobre una pieza faltante del rompecabezas político-médico de las últimas semanas que Netanyahu está tratando de ocultar. Según cifras oficiales del Ministerio de Salud y la Oficina Central de Estadística, a petición de Haaretz, el 17 por ciento de los médicos de Israel, el 24 por ciento de sus enfermeras y el 47 por ciento de sus farmacéuticos son árabes. Si los médicos y enfermeras árabes se pusieran en huelga como respuesta al provocador discurso del Gobierno o si incluso amenazaran con parar hasta que estuvieran debidamente representados en el Gobierno, el sistema de salud no sería capaz de lidiar con la crisis del coronavirus y la ecuación que Netanyahu está tratando de afirmar como la verdad, se vendría abajo.
Pero a partir de conversaciones con médicos árabes en varios hospitales israelíes surge en repetidas ocasiones que están dispuestos a cooperar desconectándose del discurso nacional entre la crisis de salud y la crisis política. La mayoría de los médicos a los que se dirigió Haaretz no solo se sorprendieron ante la perspectiva de que podrían negarse a tratar a las personas durante una crisis debido al racismo que sufren, sino que incluso se negaron a responder preguntas sobre sus experiencias de intolerancia o discriminación.
«Nos hemos acostumbrado que en este país digan que no somos seres humanos, no nos sorprende», dijo una doctora que no quería ser identificada. “Si decimos algo podrían despedirnos o vernos como problemáticos. Queremos hacer el trabajo para el que tanto estudiamos, salvar vidas y tratar de olvidar el racismo. En los hospitales todos son igualmente susceptibles a la muerte y lo recordamos. Quizás el coronavirus recuerde al público judío que todos somos iguales».
Yassin testifica que en contraste con las buenas relaciones entre el personal médico judío y árabe, que constituyen un modelo para la cooperación judío-árabe, cuando se trata de las actitudes de los pacientes, la política y el racismo con frecuencia ingresan al hospital. Dice que en los últimos años ha encontrado periódicamente racismo de pacientes judíos que se negaron a que ella los tratase porque es árabe.
«Tuve una paciente que vino a mí de otro departamento y me dijo que se había negado a ser admitida allí porque los médicos eran árabes», recuerda. “La miré y le dije que yo también soy árabe y pareció sorprendida. Dijo que no lo parezco y pidió otro médico para tratarla.
«Estoy orgullosa de ser árabe, de ser médico y de salvar vidas», dice. “Una vez tuve un paciente que sufría de dolores de estómago, me retrasé con otro paciente cuya condición era más urgente y la primer paciente y su esposo comenzaron a gritarme que soy una árabe sucia y que no debería estar trabajando en un hospital. Lo ignoré y le atendí de todos modos”.
Yassin ha estado trabajando en el sistema de salud algo menos de una década, pero el profesor Jihad Bishara, director de la unidad de enfermedades infecciosas del Centro Médico Rabin Hospital Beilinson en Petah Tikva, ha estado tratando a judíos y árabes durante 30 años. En los últimos días ha sido parte del equipo que trata a los enfermos con coronavirus en el hospital.
“Dentro del hospital me desconecto de la política, hago mi trabajo sin ninguna conexión con lo que está sucediendo afuera, no me influye durante mi trabajo diario», dice. “Estamos lidiando con una situación de emergencia de una epidemia de coronavirus y yo mismo estoy tratando pacientes. Todos nos estamos poniendo en riesgo para tratar a todos. Los médicos no hacen caso del racismo. Durante décadas he estado salvando vidas judías todos los días.
“Como ciudadano admitiré que la provocación realmente me molesta, dicen cosas intolerables sobre nuestra comunidad, pero desgraciadamente nos hemos acostumbrado a esto”, dice Bishara. «Dicen que como ciudadano no soy lo suficientemente bueno, que mis representantes no son lo suficientemente humanos como para ser socios en el Gobierno, pero soy lo suficientemente bueno como para estar en la cima de la pirámide de salvar vidas».
Bishara recuerda que al regresar de uno de sus viajes al extranjero fue detenido para un control de seguridad en el Aeropuerto Internacional Ben-Gurion y trató de explicarle a la joven en el control fronterizo que él y ella eran socios, no enemigos. “¿Por qué me detienes?, le pregunté. ¿Es por razones de seguridad? ¿Para salvar vidas judías? Dijo que sí. Le dije: Genial, he estado haciendo eso durante décadas 24 horas al día 7 días a la semana. Lo dije con mucho orgullo. Soy médico antes que nada”.
El Centro Médico Hillel Yaffeh en Hadera inauguró esta semana una nueva sala de pacientes hospitalizados, el Departamento de Enfermedades Infecciosas A, que se dedica a tratar a pacientes con el nuevo coronavirus. El pabellón tiene 30 camas, fue renovado y adaptado para alojar pacientes de forma aislada y ha sido dotado de nuevos equipos y tecnología. El departamento está dirigido por el doctor Jameel Mohsen, especialista en cardiología y medicina interna que trabajó anteriormente en la unidad de cuidados intensivos cardíacos del hospital.
Cuando se le preguntó sobre la discriminación y el racismo contra el público árabe que ha aumentado recientemente junto con la propagación del coronavirus, también dejó claro que se desconecta totalmente de la política.
“No hay tensión entre pacientes judíos y árabes, la política no entra aquí», dice. “Nunca he pensado en el origen étnico de un paciente, lo único que me interesa es que el paciente, como persona, se recupere. Los médicos nos sentimos como emisarios en esta situación de angustia y emergencia. Estamos comprometidos con la salud de cada persona en el país. Todos nosotros, judíos y árabes, debemos luchar juntos contra esta epidemia para que todos se recuperen. Tal vez la política podría tomar ejemplo de la fraternidad entre árabes y judíos en los hospitales. Espero que así sea”.
Lee Yaron es colaborador Haaretz
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión.org como fuente de la traducción.