Un conflicto bélico en el conocido como ‘granero de Europa’ subiría el precio de los cereales necesarios para alimentar al ganado. El coste de las materias primas para la elaboración de piensos ya se ha incrementado un 30% en dos años
Entre las diferentes causas que pueden existir detrás de los beligerantes ataques a las ya famosas declaraciones de Alberto Garzón, una que debemos tener presente es la delicada situación por la que pasan buena parte de los empresarios ganaderos, en concreto el sector más señalado, el porcino. Las inversiones para poner en marcha y mantener estos negocios de las macrogranjas son muy altas y si por un tiempo los beneficios son altos, el dinero llega fácil para amortizar deudas y otros menesteres. Pero si las ventas caen y los costes de producción suben, el problema puede ser bárbaro. Y eso es lo que está sucediendo. Y puede complicarse aún más.
Capítulo de ingresos
Como hemos explicado en otras ocasiones, el crecimiento exponencial de macrogranjas porcinas en todo el territorio del Estado, y especialmente en Aragón, Catalunya y Castilla y León, venía empujado por la alta demanda de China para adquirir este tipo de carne industrial y barata. Allí, a partir del año 2018, la propagación del virus de la peste porcina obligó a cerrar la mayoría de sus instalaciones perdiendo más de la mitad de su cabaña. En abril del 2021, en los mercados españoles el precio de referencia del cerdo de 20 kilos alcanzó la cifra récord de 69 euros. Dado que China –aunque con algún susto que otro– va superando esta pandemia y ya no requiere tantas importaciones, el precio ha caído hasta los 29,50 euros en este mes de enero.
Capítulo de gastos
En una explotación de estas características, ahora que las hemos visto desmenuzadas al detalle en infografías, fotografías y vídeos, los costes energéticos son altos, de manera que el encarecimiento de la energía que estamos viviendo afecta significativamente a sus cuentas de resultados. Pero el mayor de todos los costes es la alimentación de estos animales encerrados y sin acceso a pastos. Y, lógicamente, las macrogranjas necesitan de macrocultivos para la elaboración en macrofábricas de piensos compuestos básicamente de leguminosas y cereales. En el primer caso el ingrediente fundamental es la soja, de la que mucho se ha hablado por los enormes y negativos impactos que genera su producción en monocultivos en Brasil o Argentina. Menos se conoce de los cereales, básicamente trigo y maíz, una parte de los cuales también son importados de terceros países. En ambos casos, tanto por el coste del transporte como por el de fertilizantes sintéticos (fundamentalmente los nitrogenados) que utilizan en estos cultivos industriales, sus precios van ligados al petróleo, con lo que también están sufriendo un alza imparable. En general y como promedio, el precio de las materias primas para la elaboración de piensos se ha incrementado un 30% en apenas un par de años.
Nuevos problemas
¿Puede empeorar esta situación? Desde luego que sí, todos los gigantes se sostienen sobre pies de barro.
Un primer factor, la peste porcina que afectó a China, a lomos de los jabalíes, primos hermanos de los cerdos de granja, ya está rondando por Europa. En Alemania se han detectado más de 3.000 jabalíes infectados y han existido transmisiones al menos a cuatro granjas de cerdos, de manera que a este país se les ha vetado el comercio internacional. Y como los jabalíes no llevan mascarillas, el virus no se detiene. Este mes de enero se han declarado varios focos de peste un poco más cerca, en Italia.
Un segundo factor, decíamos que España importa maíz y trigo para cubrir la alta demanda que requieren las empresas elaboradoras de pienso para el ganado. Y es precisamente Ucrania su máximo proveedor. En concreto un 30% de las importaciones de maíz proceden de este país y un 15% de las importaciones de trigo. En cualquier caso, un conflicto bélico en “el granero de Europa”, como se conoce a Ucrania por la calidad y fertilidad de su tierra, generaría una especulación con el precio de los cereales que, en manos de muy pocas empresas y ligadas a mercados de futuros, sí o sí acabaría acelerando más la inflación de estas materias primas.
Si realmente todos los abanderados de la defensa de la ganadería industrial están preocupados por garantizar un futuro digno a quien se dedica a esta actividad, y por extensión al mundo rural, bien harían en cambiar de estrategia. Dejar de agarrarse a un clavo ardiendo con argumentos insostenibles y, acercándose a los paradigmas que defiende la soberanía alimentaria, plantear para estos sectores una reconversión de lo macro a lo micro, de lo industrial a lo ecológico, del confinamiento al pastoreo…
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